Al filo de los acontecimientos
A los 21 días de la invasión de Irak, los depredadores de la alianza,
montada y dirigida por los gringos, dieron por ganada su guerra contra el
Irak y por caído el régimen de Saddam. Los cuervos del eje París-Berlín y
los medios de información de todo occidente se rindieron ante la «
evidencia » y se hicieron eco de la « victoria » gringa al tiempo que todos,
de una o de otra forma, reclaman su parte en el botín bajo el eufemismo de
« ayuda humanitaria » o « reconstrucción del Irak ». Las fronteras entre la
alianza por la guerra y la coalición de países y partidos políticos por la
paz son muy permeables.
Vamos a avanzar una hipótesis con probabilidades de convertirse en realidad.
Lo primero que llama insistentemente la atención de estas más de tres
semanas de campaña militar es la forma sistemática en que las unidades de la
guardia republicana han ido eludiendo el enfrentamiento abierto con las
fuerzas invasoras. Las cifras últimas de prisioneros y muertos de las
unidades especiales iraquíes dadas por los gringos confirman la estrategia
de Saddam de eludir las batallas definitivas. Hay otro dato importante que
estaba ahí en Irak y que de pronto se ha esfumado: las divisiones de la
guardia republicana y las unidades especiales han desaparecido por arte de
magia.
Esta ha sido una guerra (sic) con una dimensión mediática y una carga
emocional gigantescas. Tratar de encontrar en los medios de información un
análisis objetivo de esta invasión es más difícil que buscar una aguja en un
pajar.
Ahora todos se preguntan dónde está Saddam. También la CIA. Pero no va más
allá (no la CIA, desde luego) de buscar el titular o la información que
impacte y que retenga la atención de los espectadores de esta invasión. Los
« medias » están haciendo de Saddam un Pimpinela árabe, papel que no le
disgusta al autócrata iraquí.
No hay duda de que Saddam es un asesino y un dictador. Es un producto del
capitalismo tardío y acosado por las grandes potencias por la posición
estratégica del Irak y sus inmensas reservas petroleras. Ni más ni menos
asesino que cualquier dirigente del capitalismo retrasado o avanzado. Todos
ellos son hijos modelos de un sistema cruel y asesino como es el
capitalismo.
Pero Saddam no es un idiota ni un suicida. Ni tiene ninguna importancia el
lugar donde esté. Lo que sí es importante es el plan de guerra que haya
podido elaborar y que se desarrollará inexorablemente con Saddam vivo o
muerto...
Unos días antes de la invasión un dirigente saudita advirtió que atacar al
Irak era “abrir las puertas del infierno” Es muy posible que los gringos
hayan caído en la trampa que les ha podido tender Saddam.
Saddam aprendió, bien seguro, de la experiencia de su error del 91.
Logró
salvar su régimen pero sabía que aquello no era más que una tregua. Y en
función de esto maniobró con habilidad y se entendió con Francia, Alemania,
Rusia y China firmando contratos fabulosos para la explotación de sus
reservas de petróleo. Saddam no podía ignorar que esos contratos acelerarían
la agresión de los gringos y mucho más sabiendo que los atentados del 11 de
septiembre eran la obra del capitalismo norteamericano para asegurarse la
opinión del pueblo en la nueva etapa guerrera que preparaba. Saddam no podía
hacerse la ilusión de que el apoyo del eje París-Berlín le libraría de la
invasión. Conocía muy bien a sus nuevos aliados y recordaba su error del 91
creyendo que los gringos y sus aliados harían la vista gorda a la invasión
de Kuwait en pago a los servicios guerreros que les había prestado.
Saddam ha cuidado muy bien el ganarse a la opinión pública mundial sea por
activa o por pasiva. El esfuerzo tan constante y minucioso que ha
desarrollado en este sentido responde más a un plan de gran alcance y larga
duración que a una guerra de corta duración.
Todos los datos e indicios nos llevan a la conclusión de que Saddam y sus
consejeros sabían perfectamente que no podían ni parar ni ganar la guerra
de agresión que preparaban los gringos. Hay que tener en cuenta además que
Saddam supo estos últimos años no solo aprovechar la corriente islámica que
la apoyó en la llamada Guerra del Golfo a pesar de su estado laico, sino que
además se puso a la cabeza del movimiento islamista más radical. Pero
Saddam, un calculador frío, no pensaba inmolarse ni por un instante por el
Islam sino aprovecharse de él en un plan calculado y elaborado
rigurosamente.
La historia es una gran maestra. En el plan de Saddam han tenido que pesar
enormemente algunas grandes lecciones históricas que aparecen ya levemente
reflejadas y cuidadosamente disimuladas en su estrategia durante estas tres
semanas de arrolladora campaña militar gringa, como la estrategia rusa de
retirada y acoso al ejército de Napoleón y sobre todo la Batalla de Argel.
Saddam solo ha desvelado el final de su plan: que el Irak será la tumba de
los norteamericanos. El aplomo y la insistencia con que repite esta
sentencia puede parecer una fanfarronada. Pero cuando ya se ve el final de
esa campaña militar sin que haya indicios aparentes de tal sentencia, por
fuerza hay que preguntarse: ¿es que los árboles de esta invasión no nos
están ocultando la verdadera guerra que no tardará mucho en empezar?
Todo parece indicar que el final de la campaña militar para la invasión del
Irak abrirá la caja de Pandora en Irak y en todo el mundo “por tierra, mar y
aire” como prometió Saddam no hace muchos días. En Irak sobra gante bien
preparada y dispuesta para llevar a cabo una guerra de guerrillas y con
todos los medios materiales a su disposición. Por mucho que imaginemos lo
que podrá suponer en la práctica ese movimiento armado nos quedaremos
siempre cortos y con muchas lagunas.
De poco les servirá a los gringos su tecnología militar de punta frente a
enemigos invisibles dispuestos a la muerte. En realidad Saddam ha anunciado
ya esa forma de lucha pero casi todo el mundo lo ha relacionado con el
período de esta rápida campaña militar.
Si tenemos en cuenta que la agresión gringa está determinada por la crisis
terminal del capitalismo (sobre este tema nos remitimos al reciente artículo
de Robert Kurz “La madre de todas las batallas”) es indudable que una
situación de caos generalizada en gran parte del mundo lo que hará es
acelerar la crisis económica de los EE.UU., lo que arrastrará a la ruina en
primer lugar a los demás países y en particular a la Unión Europea que
económicamente le es imposible evitar que cuando Wall Street estornuda, ella
coge una pulmonía y esta vez letal. Esta es la situación a la que
probablemente se enfrente la humanidad en cuestión de semanas o pocos meses
en cuanto, de forma regular y no tolerable para los pueblos norteamericano e
inglés, y menos para las bolsas capitalistas verdaderos pulmones
artificiales de la industria actual, empiecen a llegar los ataúdes de sus
soldados muertos en todos los frentes de combate y de caos abiertos al
destapar la caja de Pandora.
En todo caso, aunque esta hipótesis no llegara a cuajar con amplitud de
momento, la realidad es que el capitalismo ha llegado a ese estadio final en
el que no puede vivir sin las guerras que alimentan nuevas guerras y nuevas
resistencias que irán cambiando todo el panorama mundial al tiempo que se
desintegra el sistema capitalista en medio de un gran caos. En estos
momentos la carrera armamentista en todo el mundo es imparable. Esa carrera
es el combustible que necesita el capitalismo; es el balón de oxígeno del
capitalismo agonizante. Las guerras están servidas para los depredadores y
los cuervos de este sistema, así como la respuesta forzosamente terrorista y
clandestina de los agredidos que sufren ese terror criminal y el caos y la
miseria que llevan consigo. La caja de Pandora de la bestia capitalista ha
quedado abierta y bien abierta.
El movimiento por la paz, a pesar de los “repliegues tácticos” de Francia y
Alemania, continua siendo manipulado por estos países, y muy particularmente
alimentado por la socialdemocracia alemana que necesita instalar en el
gobierno de España al partido socialista para concretar los sueños
revanchistas y hegemónicos de los dirigentes de ese país.
Toda la gravedad de la situación internacional está exigiendo un viraje
radical de todos los movimientos de masas que les permita enfrentarse con
el enemigo número uno de la humanidad: el sistema capitalista. Esto no será
posible sin romper los lazos con todos los partidos políticos y todas las
organizaciones emanadas del capitalismo y que de una u otra forma le sirven
sumisa y “críticamente”.
En estos momentos, la gran tradición asamblearia de autoorganización y
autogestión de los obreros y las más amplias masas son fundamentales en el
camino que hay que abrir para la emancipación social de la humanidad. Los
partidos políticos y los líderes, sean del color que sean, no son más que
una emanación del sistema capitalista que impiden la liberación de la
humanidad.
¡Las guerras son la obra del capitalismo!
¡Abajo el capitalismo!
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