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Guerra bajo ataque
Autor: Alex Callinicos
Fuente: Socialist Review, Revista del SWP
Fecha: 03/04/2003

Título Original:

Traductor: A. Ríos, especial Partes de Guerra

Oponerse y organizarse contra el conflicto en Irak es la tarea más importante que enfrentan los activistas del movimiento anticapitalista

Es evidente que en la actualidad estamos participando en uno de los más remarcables movimientos de masas en la historia mundial. Sus orígenes datan de antes que el gobierno de Bush explotara los hechos de 11 de septiembre de 2001 con el lanzamiento de su carrera bélica, se remontan a la gran oleada de protestas anticapitalistas en Seattle, Praga, Génova. Pero el movimiento a la vez que se ha concentrado en movilizar contra la guerra en imperialista, primero en Afganistán, luego en Irak, ha crecido de una forma impresionante en su alcance – el 15 de febrero es simplemente un día gigante de protesta global sin ningún precedente histórico – y se ha radicalizado políticamente. La determinación con la cual el movimiento – tanto en los países beligerantes como en lo que no lo son – ha salido frente al estallido de la guerra el 20 de marzo, y la escala de las protestas que recorrieron el mundo cuando empezaron a volar los mísiles, indican que se está forjando una nueva generación de militantes antiimperialistas.

El movimiento contra la guerra: ¿Un paso atrás?

Sin embargo, muchas figuras que jugaron un rol importante en el desarrollo inicial del movimiento anticapitalista no están contentas con su evolución. Bernard Cassen, fundador de Attac de Francia y que continúa siendo la figura dominante en esta campaña pionera contra el neoliberalismo, por ejemplo atacó al Foro Social Europeo en Florencia el mes de noviembre pasado porque “el tema de la guerra... eclipsó todo lo demás” en dicho encuentro. En una entrevista en New Left Review, dijo: “Sabiendo que el foro se iba a hacer en Italia, y que Refundazione movilizaría alrededor de este tema, todos acordamos que la guerra sería el tema más importante en Florencia, junto a su tema original: Necesitamos una Europa diferente.”

‘Pero luego descubrimos que todos los pósteres para la marcha sólo hablaban de la guerra, sin mencionar a Europa. No puedo decir que estaba completamente sorprendido. Pero si el foro se hubiese hecho en Francia, hubiese tenido un curso diferente. La guerra habría estado en la agenda, pero no hubiese habido una obsesión con la guerra.’

Como el próximo Foro Social Europeo, va a ser en París, en el suburbio de Saint Denis, en noviembre, los comentarios de Cassen tienen menos de comentario que de promesas – o amenaza. Por ahora no hay nada de sorprendente en lo que él dijo. Cassen, en colaboración con elementos del Partido Comunista Francés y la confederación sindical CGT, ha buscado hacer de Attac el ala de derecha del movimiento anticapitalista, resistiéndose profundamente a cualquier intento de ampliar la agenda del movimiento para que se oponga al imperialismo y la guerra.

Mucho más llamativa es la emergencia de argumentos similares por las fuerzas que se presentan a sí mismas como la extrema izquierda del movimiento. El libro Imperio, de Michael Hardt y Tony Negri es la Biblia de las corrientes autonomistas tales como los disobbedienti en Italia quienes ven a las redes descentralizadas como las bases tanto de la resistencia como de la alternativa al capitalismo. Hardt ha criticado correctamente a Cassen por ver a la nación-estado como la base para la oposición al capitalismo global. Ahora, luego del 15 de febrero, se quejó de que ‘las protestas coordinadas contra la guerra del último fin de semana estaban animadas por varias formas de antiamericanismo... esto... tiende a cerrar los horizontes de nuestra imaginación política y limitarnos a una visión bipolar (o lo que es pero nacionalista) del mundo.

‘Los movimientos de protesta contra la globalización fueron, de lejos, superiores a los movimientos contra la guerra en este respecto. No sólo reconocían la naturaleza compleja y plural de las fuerzas que dominan la globalización capitalista de hoy... pero han imaginado una alternativa, una globalización democrática que consiste de intercambios plurales a través de bordes regionales y nacionales basados en la igualdad y la libertad... Es lamentable pero inevitable que mucha de la energía que había estado activa durante las protestas contra la globalización ahora haya, al menos temporalmente, sido redirigida contra la guerra.’

Hardt no se ha hecho eco totalmente de las palabras de Basi Fawlty ‘¡No mencionar la guerra!’ – pero se le acerca bastante. Otra intelectual autonomista líder, Naomi Klein, escribiendo desde Argentina, ha dicho que la guerra continúa día a día en el ataque estatal contra los activistas del movimiento de masas contra el neoliberalismo: ‘El mensaje contra la guerra resuena fuertemente aquí, y decenas de miles participaron en el día de acción global del 15 de febrero. Pero ¿paz? ¿Qué significa la paz en un país donde el derecho qué más necesita ser defendido es el derecho a luchar?

‘El 15 de febrero fue más que una manifestación; fue la promesa de construir un movimiento contra la guerra verdaderamente internacional. Para que eso llegue a suceder, los norteamericanos y los europeos tendrán que confrontar la guerra en todos los frentes: oponerse a los ataques en Irak y rechazar [la política de] catalogar a los movimientos sociales como terroristas. El uso de la fuerza para controlar los recursos de Irak es sólo una versión extrema de la fuerza usada para mantener abiertos los mercados y para países como Argentina y Sudáfrica continúen pagando la deuda externa. En lugares donde la vida diaria es como una guerra, la gente que de manera militante confronta esta brutalidad son los activistas por la paz.’

Los argumentos de Klein son un buen ejemplo de cómo una proposición que es verdad en abstracto puede tornarse confusa cuando se la aplica directamente a circunstancias concretas. Por supuesto que en un sentido el capitalismo siempre es una guerra. Los socialistas, después de todo, han usado por mucho tiempo la metáfora ‘guerra de clases’ para referirse a la constante lucha entre los trabajadores y los patrones y los términos de la explotación. Pero si la implicación es que el movimiento contra la guerra que está destrozando a Irak en estos momentos es una distracción de la ‘guerra diaria’ contra el capital, entonces Klein está totalmente equivocada.

Algo común de la tendencia ‘No mencionar a la guerra’ es la visión equivocada del capitalismo. Cassen expresa esto de una manera particularmente cruda: “Ya sea que la guerra estalle o no, los B-52 y las fuerzas especiales no alterarán la pobreza en Brasil ni el hambre en la Argentina.’ El capitalismo es concebido aquí como un sistema económico que es bastante diferente al sistema de estados a través de los cuales se ejerce su poder militar. Hardt, Negri, y Cassen todos acuerdan en que la globalización neoliberal ha debilitado radicalmente al estado-nación. Hardt y Negri argumentan que los antagonismos nacionales se han disuelto en el ‘espacio suave’ del imperio, ya que las llamadas instituciones ‘de la gobernación global’ tales como las Naciones Unidas, el G-7 y la OTAN trascienden las rivalidades de los estados. Ellos le dan la bienvenida al declive del estado-nación, mientras que Cassen busca revertirlo, pero todos acuerdan con que este desarrollo es una consecuencia de la última oleada de globalización capitalista.

La persistencia del imperialismo

La crisis internacional desde el 11 de septiembre ha rechazado decisivamente este análisis. Al corazón de esta crisis ha estado el esfuerzo del gobierno de Bush para usar el poderío militar de los EEUU para perpetuar la dominación global del capitalismo estadounidense. En el proceso, ellos han dividido las instituciones internacionales y provocaron la emergencia de los que está empezando a parecer una coalición al dúo anglo-americano, encabezada por Francia, Alemania y Rusia y seguida por China desde las afueras.

Esto es una situación más compleja que una simple rivalidad interimperialista – la supremacía militar está contrapesada por una difusión de poder mucho más grande de poder económico entre las potencias capitalistas. Sin embargo, es claro que como fuese dicho cerca de un siglo atrás por teóricos marxistas del imperialismo como Lenin y Buharin, el capitalismo contemporáneo sigue constituido por dos formas de competición entrelazadas – rivalidades económicas entre las firmas y conflictos geopolíticos entre los estados.

La respuesta de Hardt y Negri a la refutación de su teoría ha sido, para decir lo más suave, confusa. Hardt ha argumentado que ‘los capitanes del capital en los EEUU’ deberían reconocer que la estrategia de Bush no es en su interés y que ‘hay una alternativa al imperialismo norteamericano: el poder global puede ser organizado de una forma descentralizada, que Tony Negri y yo llamamos “imperio”’. Entonces Imperio no es la actual forma de globalización capitalista sino más bien una opción política que los capitalistas deberían abrazar.

Para Negri, en contraste, Imperio no es una alternativa a la carrera bélica de Bush, pero sino lo que la explica: ‘Guerra preventiva... es una estrategia constitutiva del Imperio’. Lo que está en juego en la presente crisis, según Negri, son ‘las formas de hegemonía y los relativos grados de poder que las elites capitalistas norteamericanos y/o europeos tienen en la organización del nuevo orden mundial’. Entonces, en contradicción con lo que Hardt y Negri argumentan en su libro, Imperio implica, después de todo, centros rivales de poder capitalistas.

De anticapitalismo a antiimperialismo

Decenas de miles de activistas anticapitalistas alrededor del mundo han instintivamente salteado (traspasado) esta confusión. Han reconocido que mientras que el capitalismo implica una miríada de formas de dominación y opresión, en la actualidad el frente de lucha más importante contra éste es detener la guerra en Irak. La potencia capitalista más grandes en el mundo está llevando a cabo la última de una serie de guerras designadas no sólo para perpetuar su dominación y extender su control sobre las fuentes de energía globales, sino también para hacer las cosas más fáciles con el objetivo de imponer políticas económicas neoliberales en el resto del mundo.

La administración del National Security Strategy of hte United States of America deja bien en claro la conexión entre la dominación global de EEUU y el consenso neoliberal de Washington. Si Estados Unidos sale victorioso en Irak, entonces es mucho más probable que vaya a la ofensiva en América Latina, la zona en el sur donde la resistencia al neoliberalismo está más desarrollada. Aunque los B-52 y las fuerzas especiales no están desplazadas directamente contra los trabajadores sin tierra de Brasil o los piqueteros argentinos, la victoria del poder militar estadounidense debilitará la lucha contra la pobreza y el hambre en todo el mundo.

La elaboración de estas conexiones ha jugado un rol crucial en la maduración del movimiento anticapitalista. Esto puede verse en dos sentidos. Primero, que se ha desarrollado un entendimiento más profundo de la naturaleza del capitalismo – un reconocimiento que éste implica no sólo opresión económica sino también poder político y militar que es usado en el ámbito nacional para aplastar la resistencia y que está organizado globalmente a través de un sistema de competencia de la nación y los estados.

Segundo, el movimiento está aprendiendo cómo pensar estratégicamente. En Imperio, Hardt y Negri argumentan que los anticapitalistas deberían rechazar el concepto de Lenin del eslabón más débil, en otras palabras, la idea de que hay puntos particulares donde las contradicciones del imperialismo se han acumulado, haciendo el sistema particularmente vulnerable. La implicación es que no importa dónde o el motivo por el cual se lucha. Pero esto es un gran error. La política revolucionaria es como una guerra en este sentido: siempre tenemos que analizar las tensiones en el sistema como un medio de identificar – y atacar – donde el enemigo es débil. Al lanzar una guerra que incluso sus amigos ladrones y asesinos de las clases dominantes del mundo denunciaron como ilegítima, Bush y Blair nos han mostrado su flanco débil.

No nos deberíamos preocupar demasiado por la tendencia ‘No mencionar la guerra’. De distintas maneras Cassen, Klein, Hardt y Negri ayudaron a iniciar el movimiento anticapitalista. Con frecuencia sucede que, quienes juegan un rol importante en una etapa de un movimiento, no son capaces de hacer la transición hacia una nueva etapa. Puede que ellos, como Moisés, nunca lleguen a la Tierra Prometida. Lo importante es no dejarlos que nos tiren para atrás al resto de nosotros.

 

 

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