Bolivia: a 5 semanas de la caída de Goni

El gobierno de Carlos Mesa muestra sus cartas

 

Autor: Eduardo Molina

Fecha: 24/11/2003

Fuente: LVO N° 129




Quien escuche o lea las declaraciones de los ministros de Mesa, pensaría que aquí no ha pasado nada. Se insiste en la venta del gas defendiendo los acuerdos con las transnacionales forjados bajo el gobierno de Sánchez de Losada. Se echa mano de los fondos de pensiones para enjugar el compromiso del Bonosol –política ideada por Goni para justificar una “profundización” de las capitalizaciones de las empresas públicas a costa de los intereses y aportes de los futuros pensionistas-. Se impulsa el ALCA y se sigue negociando el acuerdo de libre comercio con Chile en sus marcos. Ante las tomas de tierras, se responde con la represión y las amenazas.
Así, a medida que pasan los días desde el levantamiento de Octubre y la burguesía y su gobierno se recuperan del pánico, disminuyen las promesas y los gestos de conciliación hacia los movimientos sociales y el pueblo y crecen las reverencias y compromisos ante el Embajador yanqui, el FMI, los grandes empresarios bolivianos y las transnacionales.
Toma cuerpo también la estrategia del gobierno y la burguesía para recomponer el maltrecho régimen político e intentar contener y desviar el proceso revolucionario iniciado en Octubre.
La misma apunta a ganar tiempo, llevando la discusión al terreno de algunas reformas institucionales en una Asamblea Constituyente consensuada dentro de la reaccionaria legislación actual y recortada en los marcos mínimos para preservar el ordenamiento económico, legal y político edificado en dos décadas de reformas neoliberales, y canalizar los principales debates nacionales, como el destino del gas, a través de tramposos mecanismos de engaño “democrático” como un referéndum. Es decir, es una estrategia de reacción democrática para ir desmontando la explosiva situación revolucionaria.
La burguesía, que en octubre tembló de pánico y ha olido el peligro mortal del alzamiento revolucionario, ahora actúa con toda su lucidez contrarrevolucionaria para recomponerse y armar un plan político, que se verá más claro en sus detalles cuando en diciembre Carlos Mesa presente su “plan de gobierno”.
Estas maniobras se apoyan en que pese al tremendo golpe que fue el levantamiento insurreccional de Octubre para el régimen, el mismo no logró quebrar la “institucionalidad”, dividir a las fuerzas represivas ni sumir en la confusión y la retirada a la clase dominante.
El 17 de octubre ésta logró el “recambio institucional” gracias a la complicidad del MAS y el MIP frenando en las calles y votando por Mesa en el parlamento, así como a que los dirigentes cobistas y de las organizaciones sindicales y de masas no prepararon organizativa ni políticamente la lucha por imponer una salida obrera y campesina.
Desde entonces, las principales direcciones le garantizan una tregua a Carlos Mesa que éste está aprovechando al máximo buscando estabilizar la situación, con la ayuda del imperialismo y los gobiernos vecinos –como mostraron en la Cumbre iberoamericana de Santa Cruz hace una semana.

Un salto en la integracion de Evo Morales y el MAS al regimen

Esto es lo que significa el profundo giro a la derecha de la principal fuerza política que se presenta como “popular” y “antineoliberal”, como representativa de los movimientos sociales más combativos.
La clase dominante y el imperialismo saben que cualquier política de reconstrucción del régimen político en Bolivia es imposible, después de octubre, sin dotar al régimen de una “pata izquierda” ( y preparar la posibilidad de tener que aceptar un gobierno de frente popular si el ascenso revolucionario se profundiza) y para eso, hay que integrar al MAS, que ya mostró con su política frenadora durante las movilizaciones de septiembre y octubre y con su adhesión a la “sucesión institucional” de Carlos Mesa, su alineamiento contrarrevolucionario: se trata de incorporarlo más estrechamente al régimen y empujarlo desde ahora tras el ejemplo de Lula y el PT brasileño.
Ha sido simbólico el encuentro entre Kofi Annan y Evo Morales en Santa Cruz, así como con Kirchner y las flores intercambiadas entre la Cumbre oficial y la “Cumbre social alternativa”.
Si el giro a la derecha del MAS es escandaloso, no es menor la responsabilidad del MIP, del Mallku y de los principales dirigentes sindicales, todos sosteniendo la tregua y dialogando con el gobierno y sus ministros.

Una situacion explosiva

Sin embargo, toda la astucia de la clase dominante y la colaboración de los reformistas no alcanza para enfrentar el proceso revolucionario de las masas obreras, campesinas e indígenas, ante la enorme crisis económica y social del capitalismo boliviano, la crisis fiscal, el proceso de desmoronamiento de la “democracia pactada” sus instituciones y su sistema de partidos.
Bajo la aparente calma de la superficie, late el volcán. Todas las demandas profundamente sentidas por las masas (la defensa del gas, la tierra, el territorio, contra la opresión de aymaras, quechuas y demás pueblos originarios, la defensa de la coca, la intolerable pobreza, falta de empleo y bajos salarios, etc.) por las que se luchó y murió en octubre, están vivas y la expectativa en que algo cambie, puede dar paso rápidamente a la indignación popular. Es cierto que el clima de fin de año, que en Bolivia tradicionalmente ha significado una disminución de la tensión social y política hasta después de carnavales, colabora con la política de la burguesía de ganar tiempo y extender la tregua lo más posible.
Pero algunas luchas sectoriales y el estado de ánimo y las discusiones en los sectores más avanzados de los trabajadores, los campesinos y el pueblo, muestra que la enorme energía revolucionaria de las masas manifestada en octubre no se ha disipado y hay procesos de reflexión y preparación que pueden conducir, tarde o temprano, a estallidos superiores.
Los “sin tierra” (muchos de ellos organizados en el MST) han venido realizando numerosas ocupaciones de grandes propiedades en todo el país y ante el fracaso del diálogo intentado con el gobierno, acaban de anunciar el retorno a las medidas de acción directa.
La crisis presupuestaria de la Universidad de san Simón en Cochabamba, volvió a sacar a este combativo sector del movimiento estudiantil a las calles, lográndose finalmente un aporte extra de fondos que el gobiernos e había negado a dar previamente.
En el Chapare y Yungas las nuevas presiones norteamericanas para que se continúe con la política de erradicación forzosa de la coca han puesto en máxima tensión a los campesinos.
En El Alto, junto a las principales avenidas permanecen los restos de las enormes pasarelas derribadas durante la insurrección, como símbolo de que bajo el ritmo “normal” de la vida cotidiana de la populosa ciudad obrera y aymara, sigue vivo el espíritu de octubre.
Algunos dirigentes de importancia, como Roberto de la Cruz, dirigente de la COR de El Alto, dirigentes mineros y otros, han comenzado a pronunciarse contra la tregua.
En Huanuni y otros sectores, se discute vivamente la situación política, las lecciones dejadas por octubre y cómo prepararse para las próximas fases de la lucha.

¡Que la COB y las organizaciones sindicales y sociales convoquen a una Asamblea Popular!

En el marco de esta coyuntura contradictoria, entre una tregua inestable y débil y la dinámica de enfrentamiento con el gobierno, cobra enorme importancia la necesidad de que el movimiento de masas avance en su organización y unificación para la lucha, que se fortalezcan los lazos de la alianza obrera, campesina, indígena y popular de octubre, que se extienda a los obreros, los campesinos y los pobres de Santa Cruz y todas las tierras Bajas, en el camino de lograr la más amplia y efectiva independencia política del proletariado y su hegemonía al frente de la nación oprimida.
Recuperando el ejemplo de los 70, cuando la formación de la Asamblea Popular expresaba las tendencias más avanzadas al poder obrero y popular, hoy es preciso que la COB, los sindicatos y organizaciones campesinas, las juntas vecinales, las organizaciones estudiantiles y corrientes de la izquierda y que se reclaman de los pueblos originarios, impulsen la convocatoria de una Asamblea Popular, según los principios de la democracia obrera, con la más amplia representación de delegados de base con mandato de todos los sectores, afiliados o no a la COB, sindicalizados o no, del campo y la ciudad, en los talleres, las fábricas los distritos mineros, los centros de estudio, los barrios populares y las comunidades campesinas.
Una asamblea así, permitiría romper la tregua con el gobierno, discutir cómo enfrentar la trampa de la Constituyente pactada que preparan Mesa y los partidos del régimen (oponiéndole la lucha por una Asamblea Constituyente revolucionaria impuesta mediante la movilización sobre las ruinas del régimen de esta “democracia para ricos”), debatir un programa de acción de los trabajadores (una nueva “Tesis de Pulacayo” del movimiento obrero para responder a las tareas del nuevo proceso revolucionario que se ha abierto en Bolivia) y preparar una lucha decisiva por las demandas de octubre, hasta imponer un gobierno obrero, campesino y popular.
Aquellos sectores que por su combatividad se han ganado un lugar de vanguardia y aquellos dirigentes que se dicen revolucionarios, tienen la posibilidad y la responsabilidad de tomar en sus manos este llamamiento, para exigir a la COB y las organizaciones matrices que los materialice. Por ejemplo, los mineros de Huanuni, los maestros urbanos de La Paz y otros distritos, los sindicatos cocaleros, los hermanos aymaras de Achacachi, los barrios combativos de El Alto, los universitarios de Cochabamba, etc.
Es preciso desarrollar una amplia campaña de discusión y preparación en todos los sectores, debatiendo en ampliados y asambleas la necesidad de la Asamblea Popular.
En este camino hay que debatir y asumir las principales lecciones dejadas por octubre parea comenzar a reagrupar a la vanguardia en torno a una perspectiva revolucionaria: la necesidad de forjar órganos de poder obrero, campesino y popular, de poner en pie milicias armadas, en síntesis, de dotarse de una nueva dirección para la lucha por el gobierno obrero y campesino, un partido de trabajadores revolucionario y socialista.
Es esta discusión la que la Liga Obrera Revolucionaria está impulsando con compañeros y dirigentes de la vanguardia minera, del magisterio, estudiantil, de los barrios de La Paz y El Alto, etc., buscando toda posibilidad de acción en común.


     
 

 

   
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