Argentina

De la “causa nacional” al “capitalismo serio”

 

Autor: Facundo Aguirre

Fecha: 18/3/2004

Fuente: La Verdad Obrera N°135 (Argentina)



En lugar de “causa nacional”, el acuerdo alcanzado el 9 de marzo es una nueva agachada ante el FMI, el Grupo de los Siete y el imperialismo norteamericano. La derecha y gran parte de la prensa burguesa, festejan la “concesión a la sensatez”1 de Kirchner que evitó el default.

Un nuevo escenario

The Wall Street Journal explica el porqué del acuerdo: «el FMI está parpadeando porque el default de un país deudor que alcanza al 15% de su capacidad de préstamo hubiera puesto toda la estructura del capital del Fondo en duda»2 . Esto significa que la declaración de un default hubiera convulsionado fuertemente al sistema financiero, es decir a los buitres. Por eso el británico Financial Times –que hasta hace poco bregaba por la mano dura contra Argentina- respira aliviado cambiando su posición original: “El Gobierno argentino tiene razón en argumentar que un acuerdo basado en promesas no realistas no tendría sentido»3 . Al aceptar las condiciones impuestas por el imperialismo se desaprovecha la situación de debilidad del fondo mostrando su voluntad de hacer un “capitalismo serio” subordinado a los organismos de crédito y el imperialismo norteamericano.
El acuerdo ubica nuevamente al país tras el imperativo del pago de la deuda externa, iniciando el camino para dejar atrás definitivamente el paisaje del default. Como comenta un analista “la realidad es que Argentina, a último momento, cedió a los requerimientos del G7. (...) no hubo realmente una gestión para que el FMI ceda, sino para que la Argentina cediera como razonablemente lo hizo.”4 La “sensatez” que festeja la burguesía es este recorrido aunque eso implique la degradación de las condiciones de vida del pueblo.

Alianza con el imperialismo


El gobierno insiste en presentar el retroceso como un acto de fuerza en defensa del interés nacional. La retórica se explica en la necesidad de mantener la legitimidad y el apoyo en la “opinión pública”. Kirchner quiere reforzar su autoridad política para negociar, no para enfrentar al FMI. La “causa nacional” proclamada no se traduce ni en movilización popular ni en medidas que afecten al capital extranjero. Este es el límite de este peronismo “progre”. La estabilidad y el apoyo popular son usados por Kirchner para conseguir el aval del imperialismo yanqui en las negociaciones.
Argentina viene de un default declarado luego de las jornadas de diciembre del 2001. El escenario de crisis política y social logró ser despejado del horizonte y el gobierno y el régimen político volvieron a gozar de la confianza del imperialismo. No era así en la última etapa de De la Rúa completamente a la deriva. Tampoco bajo el gobierno de Duhalde con el que el FMI se negó a entablar negociaciones calculando su precariedad. Kirchner representa un avance en el intento de reconstrucción del poder burgués y el capitalismo local. Pero además tiene la voluntad de alinearse con el imperialismo norteamericano. En las negociaciones con el FMI el papel decisivo en favor de Argentina fue jugado por el Tesoro norteamericano. Este es el motivo por el cual Roger Noriega, un hombre del Departamento de Estado, no dudó en tratar a Kirchner como “socio y aliado” en “el frente de los desafíos regionales” 5 así como “el alineamiento en el combate contra el terrorismo internacional”6 .

Independencia de clase


Los trabajadores y el pueblo tendrán que sacar conclusiones de la agachada kirchnerista y desoir el discurso hueco de la “causa nacional” que intenta resucitar la mística peronista. La subsistencia del capitalismo semicolonial es la de la dominación imperialista. La causa de la liberación nacional no es compatible con la de la burguesía y con el “capitalismo serio” que Kirchner defiende. Sólo un movimiento encabezado por la clase obrera, en alianza con los pobres de la ciudad y el campo, puede hacerla efectiva. Esto significa llevar adelante una lucha de clases intransigente, mediante la autoorganización y la lucha política contra el estado burgués. Es necesario que los trabajadores levanten un programa que no se detenga ante el derecho de propiedad burgués y que contemple las reivindicaciones del pueblo y la nación oprimida, para que sean percibidos como una fuerza social y políticamente independientes. Poner en pie un movimiento político de los trabajadores, como insistimos desde el PTS, es una tarea planteada a toda la vanguardia luchadora para que los trabajadores y el pueblo rompan definitivamente con el peronismo.


1 La Nación, 12/3.
2 Clarín 14/3
3 Clarín 14/3.
4 Rosendo Fraga. Nueva Mayoría. 11/3.
5 Ambito Financiero, 11/3.
6 Clarín 14/3.

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Lula y Kirchner

Kirchner y Lula firmaron en Río de Janeiro el Acta de Copacabana donde se comprometen a “conducir las negociaciones con organismos multilaterales de crédito asegurando un superávit primario y otras medidas de política económica que no comprometan el crecimiento y garanticen la sustentabilidad de la deuda, de modo tal de preservar inclusive la inversión en infraestructura”. Los voceros de ambos gobiernos presentan el acuerdo como “histórico” pero el mismo no es más que la continuidad del pago de la deuda, discutiendo su sustentabilidad, es decir el porcentaje de superávit que se destinará a su pago. La “novedad” es un cambio contable donde la porción de presupuesto de infraestructura y ayuda social, figura como inversiones y no como gastos, con lo cual Brasil –esencialmente- se vería beneficiado en el porcentaje destinado a cumplir sus compromisos. ¡Los “progresistas” de la región discuten cuánto se somete a nuestros pueblos al hambre y la degradación en pos de cumplir con el FMI!. Para que no queden dudas de que no se trata de una jugada tendiente a confrontar con el imperialismo, un ministro argentino aclaró que «no vamos a crear un club de deudores ni nada que se le parezca”1 .

¿Integracion?

Otra lectura del acuerdo tiene que ver con el fortalecimiento de un eje regional Brasilia- Buenos Aires. Así ambos países se pueden reubicar en torno a las discusiones con el FMI y el ALCA. En el primer caso, se trata -para Brasil- de mejorar las condiciones del superávit, mientras que -para Argentina- de negociar la salida del default. En el segundo caso se negocian bilateralmente mejoras para las exportaciones brasileras y argentinas hacia EE.UU. Pero la idea de una posición que contemple un interés regional común choca con la competencia capitalista. Si las respectivas burguesías “nacionales” hoy aceptan este acuerdo es en base a cálculos de conveniencia. Diez años de Mercosur demuestran los límites de la “integración”. Ni siquiera se logró avanzar en una moneda común o en superar diferencias en materia de aranceles y subsidios. Hace poco Martín Redrado aseguró que Brasil debía hacer su reforma estructural alegando que “nosotros ya lo hicimos; que Brasil asuma su costo…”2 . Incluso en medio de las tensiones con el FMI, Lula se desmarcab asegurando que apoyaba a Kirchner en las negociaciones pero no a su “estilo” que amenazaba con el default. Las reticencias del Ministro Palocci a incluir la cuestión del superávit es otra muestra en este sentido.

Al servicio de EE.UU.

El frente común entre Argentina y Brasil viene funcionando desde hace tiempo. Así actuaron como garantes de la continuidad institucional ante el levantamiento boliviano de octubre del 2003 y lo hacen actualmente con su silencio cómplice ante la invasión imperialista a Haití, que en el caso del “duro” de Kirchner se complementa con el compromiso para el envío de tropas. Sumemos además su reunión con la oposición golpista venezolana y la intención de Cristina Kirchner de reunirse con los gusanos en Miami.

Unidad antiimperialista

El Acuerdo de Río es ajeno a las necesidades de nuestros pueblos ya que continúa el sometimiento nacional. El hambre en villas y favelas, la desocupación, la carencia de tierra del campesino de Brasil y la concentración latifundista -que en Argentina se revela en que 6200 personas poseen la propiedad del 52% de la tierra productiva- se agravarán. Nuevamente, queda al desnudo la incapacidad de las burguesías semicoloniales y de sus representantes progresistas para defender un interés común soberano, despojando de todo contenido real los llamados a la “hermandad” de una clase social arrodillada frente al imperialismo. Muestra también la pequeñez de miras y objetivos del “antineoliberalismo” que predican estos representantes del “capitalismo nacional”.
El desafío común de la clase obrera, el pueblo y los campesinos de nuestra región es el de encarar una lucha antiimperialista consecuente. Este combate no puede quedar en manos de la burguesía nacional y su casta política. Solo una estrategia anticapitalista e internacionalista, de los trabajadores y el pueblo oprimido, que imponga la unidad de clase y militante por encima de las fronteras, puede señalar el camino para frenar la entrega y la sumisión. La unica integración progresiva posible es la que derrote al imperialismo e inicie el camino hacia una Federación de repúblicas obreras y campesinas de América Latina.



1 Clarín 15/3
2 Julio Gambina. Jornadas de formación sobre deuda externa-Diálogo 2000. 13/3.


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