La Asamblea de la OEA y la crisis boliviana

 

Autor: Juan A. Gallardo

Fecha: 16/6/2005

Fuente: LVO 165


La 35a Asamblea General de la OEA que sesionó la semana pasada en EE.UU., con el trasfondo de la crisis boliviana y a pocas semanas de la caída de Gutiérrez en Ecuador, quiso ser aprovechada por EE.UU. para proponer una resolución impulsada por Condoleezza Rice y el flamante Secretario General de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, que actuó como portavoz directo de Washington, promoviendo una política de “monitoreo” a las democracias de la región. Es decir, la intervención directa de EE.UU. en cualquier país de América Latina donde se considere que la “democracia estaba siendo vulnerada”.

Esto, que hubiera permitido la injerencia política norteamericana bajo la legalidad de la OEA y sin importar la opinión del país a “monitorear”, era tan bestial que resultó indigerible para muchos de los gobiernos latinoamericanos. La delegación argentina apareció entonces como mediadora presentando una resolución “consensuada” que descartaba la política intervencionista aunque garantizaba el eje central de la Carta Democrática que exige a los países miembros la implantación de un sistema político democrático (razón por la cual Cuba permanece excluída del organismo).

A simple vista el resultado de la Asamblea General de la OEA parecería ser un importante revés para la política norteamericana. Sin embargo, la resolución de la crisis boliviana, la más inmediata que debía afrontar el organismo, mostró que los principios de la Carta Democrática de la OEA fueron garantizados por los gobiernos de Argentina, Brasil y Venezuela durante las maratónicas negociaciones para capear la crisis, donde jugaron el rol de los mejores guardianes de la “democracia burguesa” como el mecanismo principal de engaño a las masas. Garantizando el desvío democrático con la asunción de Rodríguez por la vía constitucional y el llamado a elecciones anticipadas, recibieron la aprobación inmediata de la embajada norteamericana y el Secretario General de la OEA.

Argentina y Brasil, que ya vienen de cumplir un rol de gendarme al servicio de EE.UU. enviando tropas a Haití como fuerza de choque del gobierno títere de Alexandre Boniface, jugaron un activo papel en Bolivia para intentar garantizar la “continuidad constitucional” aunque con resultados mediocres. Sin embargo, lo novedoso fue la intervención del presidente venezolano, Hugo Chávez, que aprovechando el prestigio que tiene ante amplios sectores del movimiento de masas en el continente, detrás de su retórica antinorteamericana y su imagen de “amigo del pueblo boliviano” se terminó por constituir en una pieza clave como consejero de Evo Morales, para asegurar el desvío democrático intentando evitar el desborde de los trabajadores, campesinos e indígenas bolivianos.

Repsol, Petrobras y el bombero Chávez

El gobierno del renunciante Mesa rechazó la ayuda de Insulza, por su nacionalidad y el reclamo de salida al mar que Bolivia mantiene con Chile, pero aceptó de buena gana la de Argentina y Brasil. Los enviados de Kirchner y Lula trataron de negociar con la oligarquía cruceña y los sectores autonomistas, teniendo en cuenta que los hidrocarburos funcionan como moneda de cambio y el contingente de Argentina y Brasil actuó como portavoz directo de las transnacionales protegiendo los negocios de Repsol y Petrobras en primer lugar y amenazando con desviar sus inversiones hacia el yacimiento de Camisea en Perú, lo que les sirvió para marcar los límites a estos sectores y como punto de extorsión frente a la movilización de masas.

Sin embargo, el margen de maniobra de estos enviados era más bien limitado y no podían terminar de garantizar una vía libre para la asunción de Rodríguez. Entonces la aparición en escena de Chávez fue crucial para terminar de cerrar una salida negociada y según el periodista Oscar Raúl Cardoso “Fue en esas complejas circunstancias en que el venezolano Chávez jugó su influencia personal con Morales a instancia de lo que sugirieron los enviados brasileño y argentino”, jugando “un papel importante y positivo en la resolución de esta etapa de la crisis institucional que facilitó la designación del jurista Eduardo Rodríguez Veltzé como presidente”.1

Chávez, lejos de haber estado ideando un plan para “desestabilizar la región” o de estar “financiando y armando con fusiles rusos a la izquierda violenta en Bolivia” como lo acusaron Roger Noriega y Otto Reich2 en la OEA, actuó como consejero de Morales, que cumplió el papel de bombero del levantamiento boliviano.

Su papel conciliador tiene un efecto nefasto para las masas bolivianas y de la región. Aprovechando su prestigio y su retórica antinorteamericana, intervino para bendecir la política de Evo Morales, dejando en claro que ante el ascenso de masas en la región está dispuesto a convertirse en un verdadero agente para garantizar la precaria estabilidad democrático burguesa. Los trabajadores deben confiar en sus propias fuerzas, enfrentando toda salida venida de las instituciones al servicio del imperialismo como la ONU, la OEA o los gobiernos cipayos de América Latina. Pero también deben desconfiar de quienes se presentan como “amigos” de los pueblos y tomar el camino de una política independiente, forjando la unidad con sus hermanos obreros y campesinos en lucha y encaminada a expulsar al imperialismo de la región.


1 Diario Clarín, 11/06/05.
2 Otto Reich es el ex Subsecretario del Departamento de Estado norteamericano para el hemisferio occidental y Roger Noriega es su sucesor.


     
 

 

   
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