Izquierda Marxista

Tenemos que seguir en las calles

 

Autor: Alex Callinicos

Fecha: 26/10/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Worker, GB


Por qué la acción directa de masas puede provocar cambios

Estamos viviendo en una era de intensa movilización política. Durante los dos últimos años, Londres ha sido testigo de una sucesión de grandes manifestaciones de masas que forman parte de un paisaje mayor de protesta global.

Este empezó a desarrollarse con las protestas anti-capitalistas en Seattle en noviembre de 1999, pero alcanzó su punto más alto hasta la fecha en el día sin precedentes de acción global anti-guerra del 15 de febrero. Las acciones planificadas para la visita de George W Bush a Gran Bretaña entre el 19 y el 21 de noviembre abren un nuevo capítulo en esta historia.

Pero algunos que simpatizan con los objetivos de las protestas cuestionan si acaso las manifestaciones de masas valen la pena. Apuntan al hecho de que ni la manifestación del 15 de febrero ni las protestas provocadas por la invasión a Irak lograron evitar que Estados Unidos y Gran Bretaña conquistaran y ocuparan el país.

A veces las críticas hacia las manifestaciones de masas provienen de una preferencia por cuestión de principios por los actos de desobediencia civil en pequeña escala y descentralizados. Por lo general, sin embargo, reflejan un grado entendible de desmoralización causado por lo que se ve como el fracaso del movimiento anti-guerra. Entonces, ¿fracasaron las protestas?

La guerra de Irak mostró ciertamente que un presidente norteamericano y un primer ministro británico pueden emprender una guerra desafiando una enorme oposición popular. Bush y Blair se armaron de todos los grandes poderes a su disposición y tuvieron apoyo de legislaturas y medios de comunicación totalmente dóciles.

Esto indica los límites de la espléndida democracia en cuyo nombre George Bush y Tony Blair fueron a la guerra. Así y todo, lo hicieron a un gran costo. Desde Vietnam en el caso norteamericano, y desde Suez en el británico, nunca una guerra fue tan disputada en el plano interno. Y más aún, Bush y Blair han salido debilitados políticamente.

Esta es en parte la razón por la cual la ocupación de Irak se les está volviendo tan agria. Pero, por supuesto, también es porque las mentiras que dijeron antes de la guerra se les están volviendo en contra.

Aquí en Gran Bretaña las mentiras que dijo Blair reflejaron el tamaño de la oposición a la guerra y el impacto que tuvo el movimiento anti-guerra en el conjunto de la sociedad. La marcha gigante del 15 de febrero ha dejado una marca profunda en la vida británica que se hará sentir de diferentes maneras durante muchos años por venir. Refleccionar sobre el 15 de febrero es útil para entender por qué son importantes las grandes manifestaciones.

Nunca antes ví a tantas personas tan felices como en ese día. La razón debería ser obvia. Ser parte de una manifestación de masas les da un sentido de poder. Las pequeñas protestas locales pueden ser eficaces, pero por sí solas pueden dejarle a quienes participan en ellas un sentimiento de debilidad y aislamiento.

Unirse a decenas de miles o quizá cientos de miles de otras personas le recuerda a uno que no está solo. Hay otras razones por las cuales son importantes las manifestaciones nacionales. Nos guste o no, la capital es donde se toman la mayoría de las grandes decisiones en Gran Bretaña, y por eso tiene sentido dirigir nuestra presión contra los que toman las decisiones. Y es más probable que concentrar grandes cantidades de personas en Londres consega la atención de los medios de comunicación.

Por supuesto, las manifestaciones no bastan. La última gran ola de protestas de masas en este país, en 1992, no detuvieron el cierre de gran parte de la industria del carbón. Y no detuvimos la invasión a Irak. Pero esto no significa que cualquier otra forma de acción directa es mejor que una manifestación.

Lo que necesitábamos era la acción directa de masas -movilizaciones a una escala similar a las manifestaciones pero yendo a la confrontación con el estado.

Los dos formas más eficaces de acción directa de masas son las revueltas y las huelgas. La revuelta de Trafalgar Square de marzo de 1990 le dio un golpe mortal al impuesto de capitación (poll tax) y al gobierno de Margaret Thatcher. Las revueltas acaban de derrocar al presidente boliviano.

No pueden planificarse las revueltas. Ocurren cuando un número lo bastante grande de personas están lo suficientemente descontentas como para desafiar al estado. Las huelgas, por contraste, pueden y normalmente tienen que ser armadas de antemano. Además, despliegan la mayor fuente de poder que en nuestras sociedades son capaces de desafiar tanto al estado como al capital.

Esa fuerza es el poder colectivo de los obreros, que potencialmente pueden parar el conjunto del sistema reteniendo su fuerza de trabajo. Huelgas de masas en marzo hubieran detenido la guerra. Tuvieron lugar muchas protestas en los lugares de trabajo en Gran Bretaña, y hubo una escala mucho mayor de actividad obrera en Italia, pero no las suficientes. Tengamos esperanza y trabajemos por las huelgas contra la visita de Bush.

Pero es importante no contraponer las huelgas, la forma más eficaz de acción directa, a las manifestaciones de masas.

Hoy en Gran Bretaña la huelga política es más probable que se desarrolle como subproducto de la confianza que le dan a la gente común las movilizaciones de masas para resistir las fuerzas que dominan sus vidas.


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