Intelectuales y Académicos

Política latina, en Miami Beach

 

Autor: Naomi Klein

Fecha: 1/11/2003

Traductor: Victoria Rouge- especial para PI

Fuente: Common Dreams


Cuando las protestas políticas masivas forzaron al presidente de Bolivia a renunciar la semana pasada, Gonzalo Sanchez de Lozada huyó a un lugar en donde sabía que encontraría un oído comprensivo. "Estoy aquí en Miami tratando de recobrarme del shock y la vergüenza," dijo el ex-presidente a periodistas el sábado, luego de haber sido depuesto por una revuelta contra su plan de vender el gas del país a los Estados Unidos.

Afortunadamente para el Sr. Sanchez de Lozada, hay muchos otros residentes de Miami que saben cuánta vergüenza se siente perder el poder ante una resurgencia de izquierda en América Latina, de hecho, podría formar un grupo de apoyo local para padecientes de un desorden de estrés post-revolucionario.

Posibles miembros: el ex-presidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez, que comenzó a vivir tiempo compartido en Miami luego de su acusación en 1993 por cargos de corrupción; compañero del Venezolano-Miamista Calos Fernández, un líder del fallido golpe contra el presidente Hugo Chávez; el ex-presidente de Ecuador Gustavo Noboa, que trató de huir a Miami en agosto para evitar una investigación por corrupción en casa; y hasta Francisco Hernández, que formó parte de la invasión de Bahía Cochinos en 1961, y como presidente de la Fundación Nacional Cubano Americana, ha estado conspirando para derrocar a Fidel Castro desde entonces.

Por décadas, Miami ha sido la comunidad de retiro preferida para la derecha regurgitante de América Latina. Es tan poderoso el Factor Florida en la política de América Latina que Joao Pedro Stedile, uno de los fundadores del poderoso Movimiento de Sin Tierras de Brasil (MST), casi en broma dijo a una audiencia en Toronto el lunes que si las elites de Brasil continuaban minando las reformas prometidas por el presidente Inacio "Lula" da Silva, se podrían encontrar buscando un condominio en South Beach.

Pero Florida es también hogar de exiliados de otro tipo, gente que dejó sus países de origen en América Latina y el Caribe para escapar a las políticas impuestas por muchos de estos mismos políticos desgraciados.

El 20 de noviembre, los dos Miamis se chocarán cuando la ciudad albergue la principal cumbre para la propuesta Área de Libre Comercio de las Américas, un plan para crear la zona de comercio más grande y abarcativo del mundo. Cuando los 34 ministros de las Américas se reúnan, es muy probable que sea un nicaragüense el que limpie los cuartos de hotel de los ministros de comercio mientras ellos debaten si los "servicios" deben estar incluidos en el acuerdo; que un mexicano haya cosechado las naranjas de Florida de sus jugos mientras ellos debaten los subsidios agrícolas; y que un guatemalteco arregle la cancha de golf cuando sus tratos estén ya hechos.

Sesenta y uno por ciento de la gente que vive en la ciudad de Miami son inmigrantes; 92 por ciento de los que viven en sus suburbios en Hialeah hablan español. La ciudad más pobre de los Estados Unidos, Miami es, de muchas maneras, una versión en miniatura del hemisferio cubierto por el ALCA (hasta incluye veteranos canadienses y estudiantes ebrios de EE.UU.).

No hay mejor manera de entender cuánto han desvastado a América Latina y el Caribe las políticas de libre comercio que a través de las sucesivas oleadas de inmigrantes de Florida. Recientemente, cuando las privatizaciones y la desregulación del sector financiero encendió un colapso económico en Argentina hace dos años, unos 180.000 argentinos se mudaron a Miami buscando trabajo. Cuando México se unió al Tratado de libre comercio de Norteamérica hace 10 años, se levantaron fábricas maquiladoras de exportación como un escape de la pobreza de México. Pero en los últimos tres años, más de 215.000 trabajadores de maquiladoras han perdido su trabajo al irse los contratos a China. Muchos trabajadores se fueron hacia el norte, para formar parte de los 700.000 inmigrantes indocumentados de Florida.

En su testimonio frente a miembros del Congreso en junio, Lucas Benítez de la Coalición para Trabajadores Immokalee [Coalition for Immokalee Workers], explicó, "Miles de nosotros... nos hemos visto obligados a abandonar nuestros países por las consecuencias de los tratados de libre comercio que han inundado a nuestros países con productos agrícolas baratos de los Estados Unidos y Canadá, haciéndonos imposible vender las cosechas que hemos cultivado por generaciones."

Durante la cumbre del ALCA del mes que viene, las calles de Miami estarán atestadas de historias similares. "Vamos a mostrar la verdadera diversidad de Miami y a destruir el mito de que sólo hay cubanos derechistas," dice Kameelah Benjamin-Fuller, uno de los organizadores de las protestas anti-ALCA.

Habrá otro mito desenmascarado: el que dice que América Latina está clamado por este tratado de libre comercio. Han cambiado muchas cosas desde la principal cumbre del ALCA en abril del 2001, en la ciudad de Quebec. Allí, el discenso fue confinado a las calles, con las 34 cabezas de estado aparentemente a favor del acuerdo. Desde la cumbre de Quebec, las políticas de libre comercio han sido fuertemente cuestionadas en América Latina, y el mapa político ha sido totalmente rediseñado.

Candidatos de centro-izquierda han llegado al poder en Brasil y Ecuador, prometiendo gobernar según el interés de los pobres. En Argentina, las protestas populares tiraron al gobierno neoliberal de Fernando de la Rúa, y bloquearon a Carlos Menem, que trajo las privatizaciones masivas y la desregulación a la Argentina, para una vuelta. Recientes encuestas sugieren que Uruguay y Perú podrían seguir.

Los votantes han sido inequívocos en su rechazo a más concesiones a las multinacionales y acreedores extranjeros. Pero a pesar de esto, los políticos que llegaron al poder prometiendo cambiar pierden su juicio una vez en el cargo. Esta pusilanimidad está trayendo un serio costo político. En Brasil, el apoyo a Lula está tambaleando frente a su inefectivo plan "hambre cero". En Ecuador, los números de Lucio Gutiérrez se desvanecieron luego de haber acordado debilitar las leyes laborales para complacer al Fondo Monetario Internacional.

Y en Bolivia, los granjeros y trabajadores que obligaron a su presidente a huir a Miami la semana pasada dejaron en claro que si el nuevo presidente rompe sus promesas, no va a durar mucho tampoco. "Si lo hicimos una vez, lo podemos hacer de nuevo," le dijo Elio Argullo, un ex-minero convertido en vendedor ambulante, al New York Times.

El lunes, Joao Pedro Stedile del Movimiento de Sin Tierras describió la situación en América Latina como "un volcán." Mejor que hasta los políticos de izquierda se cuiden de lo que acuerden en la cumbre del ALCA de noviembre. Se podrían encontrar de vuelta en Miami. Para siempre.

Naomi Klein es la autora de `No Logo` y `Cercos y Ventanas`.


23/10/03


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