Economía y Politica Internacionales

La realidad que está detrás de la percepción

 

Autor: John Plender

Fecha: 3/11/2003

Fuente: Financial Times


La economía japonesa está mejor de lo que parece y la de EEUU puede tener problemas en el futuro.


El aumento del consumo en los países asiáticos y la caída en el ahorro reducirán las compras de bonos del Tesoro de EE.UU. que complicarán el financiamiento del déficit estadounidense

¿Por qué es tan frecuente que en economía la percepción esté disociada de la realidad? Esto puede aplicarse a Japón. La segunda economía más grande del mundo es considerada a menudo un caso de chaleco donde una población cada vez más añosa rechaza el consumo y ahorra en exceso, precipitando una deflación maligna y creando fricciones en el área del comercio internacional.

Esta visión persiste aunque los últimos datos del Banco de Japón muestran que el ahorro de los hogares japoneses ha declinado a niveles bajos como porcentaje del ingreso disponible, comparado con los asombrosos niveles de 20%, o más, que eran comunes en la década de los 70.

Lo más extraño es que la declinación ha sido particularmente notable en los últimos tres años, cuando se podía esperar que la presión demográfica mantuviera elevado el nivel de ahorro, ya que un número desproporcionadamente grande de japoneses se prepara para su retiro, supuestamente ahorrando dinero para la jubilación. Pero la caída coincide con un período de tasas de interés de corto plazo nominales extremadamente bajas, que cayeron a un promedio de 0,2% en 1999 y son aún más bajas hoy. Tal vez muchos japoneses, que todavía tienen más de la mitad de sus ahorros en dinero al contado o depositado en los bancos, decidieron que retornos nominales tan exiguos no valían la pena. Pero tal vez son más sofisticados, señaló Richard Jerram, de ING, en Tokio, y, habiendo comenzado a anticipar el fin de la deflación, han dejado de diferir las decisiones de consumo. Sea como fuere, la recuperación de Japón está siendo impulsada por el consumo, no por las exportaciones.

Hay que notar también que la deflación no ha sido perjudicial. En la década que siguió al estallido de la burbuja bursátil de 1990, el Producto Interno Bruto de Japón declinó en un único año: en 1998. La deflación en los precios al consumidor se instaló realmente recién en 1999 y no fue muy marcada, ya que en su peor momento, que fue el año pasado, llegó a 0,9%, según el Panorama de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Desde 1998 la economía ha crecido todos los años, aunque a un ritmo modesto, y en 2001 creció más que la de Estados Unidos.

Incluso la particularidad de la declinación en el ahorro hogareño pese a la presión demográfica resulta explicable considerando que la tasa nacional de ahorro, que incluye al sector público y al corporativo, ha tenido una declinación modesta como porcentaje del PIB nominal, de 33,6%, en 1992, a 26,4, en 2001. De hecho, los hogares japoneses han buscado que las compañías ahorraran por ellos en el período de leve deflación y bajo crecimiento.

Esto nos lleva a la siguiente percepción: la creencia casi universal de que Estados Unidos debe actuar como locomotora de la economía mundial para que no se evapore el crecimiento global. Por el momento, el ahorro corporativo de Japón está siendo reciclado por el gobierno y convertido en bonos estadounidenses, ya que las autoridades apuntalan el dólar para mantener competitivo al yen. Intervenciones similares ocurren en China.

Esto imparte un gran estímulo a un dinámico sector de la economía mundial ya que los gobiernos de la región no compensan el impacto monetario de la intervención. Con la demanda recuperándose, el ahorro asiático caerá y los superávit de cuenta corriente disminuirán. En consecuencia, el déficit de cuenta corriente de Estados Unidos se volverá más difícil de financiar y el ahorro interno de ese país deberá compensar lo que no cubra el ahorro extranjero. Los rendimientos de los bonos de Tesorería estadounidenses crecerán y los precios caerán para contribuir al ajuste.

Como señaló Brian Reading, de Lombard Street Research, así no se comporta una locomotora. Cuando el proceso de reciclado empiece a fallar, el crecimiento mundial más rápido se traducirá en un crecimiento más lento en Estados Unidos. “La metáfora del sube y baja sería más apropiada”, dijo Reading. Esto quedó en evidencia tras el acuerdo del Louvre, en 1987, cuando los principales países industrializados pactaron estabilizar un dólar que estaba en caída. El resultante estímulo monetario fuera de Estados Unidos fortaleció la demanda mundial, pero la intervención no logró detener la caída de la divisa estadounidense. Además, el renovado temor a la inflación hizo que el Bundesbank elevara las tasas de interés, lo que contribuyó al crac bursátil de 1987.

De esto se puede inferir que, en cuanto a las percepciones, la gente debería ser un poco más optimista con respecto a Japón, pese a sus problemas estructurales, y un poco menos confiada con respecto a Estados Unidos. Y en cuanto al cambio, que el juego de la devaluación competitiva se intensificó en el peor momento posible. George W. Bush, que ya protegió el acero, la agricultura y la madera, amenaza más al régimen comercial global que el supuestamente proteccionista Japón.

En un sentido más general, los errores monetarios y cambiarios que contribuyeron a la crisis asiática de 1997/98 se están repitiendo en un marco más amplio que incluye a Japón y China. Con lo cual es menos probable que Estados Unidos logre una corrección de desequilibrios suave, porque los asiáticos lo están ayudando a cavar un hoyo más grande donde enterrarse. Así que, aunque las perspectivas inmediatas para la economía global son bastante buenas, hay problemas financieros en el horizonte.


Publicado por El Cronista (Argentina)


     

 

   
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