Irak, Medio Oriente y Asia

Los estados árabes contra la posible alianza EEUU-Irán

 

Autor: Editorial

Fecha: 30/10/2003

Traductor: Graciela Milesi, especial para P.I.

Fuente: Stratfor


Síntesis

Los gobiernos árabes, preocupados por una posible alianza estadounidense-iraní en Irak, buscan establecer una política común para frenar a Washington y Teherán.

Análisis

El presidente egipcio Hosni Mubarak se encontró con el rey Fahd de Arabia Saudita y el gobernador de facto del país, el príncipe Abdullah, el 30 de octubre para discutir la situación en Irak y el conflicto Israelí-Palestino, aunque la principal prioridad de ambos es frenar la influencia de EEUU en la región. La reunión marcó el quinto encuentro de los líderes de Egipto y Arabia Saudita en este año -una cantidad inusual de contactos entre los que fueran una vez implacables rivales compitiendo por el liderazgo del mundo árabe. Las múltiples reuniones reflejan la creciente ansiedad que sienten los estados árabes respecto de la influencia norteamericana en la región.

Aún mas crucial para estos estados es la potencial alianza de Washington con Teherán.
Semejante alineamiento está lejos de estar asegurado, pero los estados árabes no
pueden ignorar la posibilidad de que surja, y ahora Egipto y Arabia Saudita
buscan una manera de interrumpir la potencial relación EEUU-Irán y establecer fuertes lazos con varias facciones iraquíes, incluyendo la mayoría del país, el pueblo chiíta.

El cuadro más general: rediseñar la región

La ocupación norteamericana de Irak está rediseñando la dinámica política de toda la región. Por primera vez desde la revolución islamita en Irán en 1979, Teherán y Washington tienen intereses comunes que podrían permitir una distensión en las relaciones. Una alianza EEUU-Irán, aunque improbable en esta etapa, podría volverse pronto una realidad. Esto reduciría la relevancia de los gobiernos árabes para Washington, así como su capacidad de influenciar los acontecimientos regionales, y por extensión, reduciría el poder contener la influencia norteamericana en Medio Oriente.

Los estados árabes, incluido Egipto, Arabia Saudita y Siria, han limitado sus opciones en las relaciones bilaterales con Washington. Estados Unidos es el socio comercial más grande de Egipto y Arabia Saudita. El Cairo recibe más de $1 millón en ayuda militar por año, y Riyadh -aunque ya no más el socio árabe más favorecido por Washington- aún tiene miles de millones ligados a la economía norteamericana. Siria, empobrecida en comparación con Egipto o Arabia Saudita, ha estado en la mira de EEUU desde la invasión a Irak, pero hasta ahora ha sido incapaz de ganarse la confianza de Washington.

Washington tiene en la palma de su mano a otros países árabes -como Kuwait, Jordania, Marruecos, Qatar, Omán y los Emiratos Árabes Unidos. Incluso una lejana Libia, un esquizofrénico partidario que parece disfrutar su status de villano, ha llegado a un acuerdo con los Estados Unidos sobre el bombardeo de Lockerbie y en gran parte guarda silencio sobre la ocupación norteamericana de Irak.

Pocos países en el mundo son capaces de resistir la presión norteamericana; incluso Francia, un país poderoso de Europa, ha tenido que adaptarse a la realidad de un mundo dominado por Washington. Los estados árabes tienen menos capacidad política, económica y militar de ir contra las políticas norteamericanas.

En el territorio iraquí: las opciones árabes

La agenda norteamericana para Irak y el resto del Medio Oriente, sin embargo, plantean una amenaza directa a la viabilidad de los actuales gobiernos árabes. El Cairo, Riyadh y Damasco cooperaron en diversos grados con las agencias de seguridad e inteligencia norteamericanas en la persecución de al-Qaeda. La cooperación con los EEUU, compartiendo inteligencia sobre al-Qaeda, sin embargo, amenazaría directamente la estabilidad doméstica en esos países.

Arabia Saudita, por ejemplo, todavía tiene que enfrentar a los sospechados de financiar a al-Qaeda dentro del reino, porque podría socavar el status quo político. La cooperación sobre al-Qaeda no puede salvaguardar a esos gobiernos de las presiones que enfrentarán si los EEUU revierten su política exterior en el Medio Oriente y forman una asociación con Irán. Teherán aspira a convertirse en un líder regional. Tiene un entorno político más sofisticado, una economía dependiente del petróleo además de una población educada y especializada, y un ejército viable.

Mubarak y Abdullah están intentando desarrollar una estrategia para contener a los EEUU y bloquear un predominio de Irán. Los gobiernos árabes, sin embargo tienen pocas opciones.
Damasco o Riyadh pueden elegir apoyar silenciosamente a los grupos militantes o combatientes extranjeros, que desestabilizaría Irak y por extensión, empantanaría política y militarmente a los EEUU en Bagdad. Nadie quiere arriesgarse a una confrontación directa con Washington, sin embargo, y por esa razón, podrían estar haciendo la vista gorda cuando las fuerzas jihadistas cruzan la frontera. La cuestión es un problema de grados: aunque los
jihadistas pudieran obtener algún apoyo, los gobiernos en cuestión deben mantener
una negativa convincente o se arriesgan a convertirse en el próximo objetivo norteamericano. Alimentar la guerra de la guerrillas iraquí sólo alentaría la cooperación EEUU-Irán, pero esto no significa que los gobiernos estén desalentando a los agitadores en sus propios países de cruzar a Irak. Una política de dar apoyo encubierto a los militantes sería sólo una pieza de una estrategia mayor.

Competir por el Shia de Irak es como los gobiernos de El Cairo, Damasco y Riyadh esperan poder explotar las rivalidades naturales que existen entre los clérigos chiítas en Irak y el régimen clerical de Irán. Aunque ambos son chiítas, los clérigos iraquíes tienden a trabajar con Irán mientras al mismo tiempo la influencia de Teherán y el prestigio de Qom -el centro teológico de Irán- se encuentra en las ciudades sagradas iraquíes de Karbala y An Najaf. Aunque los chiítas iraquíes se ven a sí mismos como iraquíes más que como "árabes", la rivalidad con los clérigos persas en Irán será una vía que los gobiernos árabes buscarán explotar. La maniobra intenta fortalecer los lazos árabes con el posible futuro liderazgo en Irak.

Dadas las preocupaciones de Arabia Saudita y Siria sobre sus respectivas fronteras al norte y al este, es probable que ambos ya tengan inteligencia en el territorio y usen esas fuentes para establecer redes de aliados. Egipto, largamente relacionado con la elite política y técnica de Irak, en las comunidades sunnita y chiíta, también está activando sus redes en Irak.

Desde la invasión norteamericana, la no intervención árabe en el país consistió principalmente en organizaciones militantes no gubernamentales como al-Qaeda. Sin embargo, los gobiernos árabes se están dando cuenta rápidamente que tener una voz en Irak es clave para tener una voz en la región de conjunto.

Reuniones de los líderes de Egipto y Arabia Saudita

29/10/2003 -El presidente egipcio Hosni Mubarak viaja a Arabia Saudita para diálogos bilaterales con el rey Fahd y el príncipe Abdullah.

30/09/2003 - Mubarak viaja Arabia para realizar diálogos bilaterales con el rey Fahd y el príncipe Abdullah.

10/08/2003 –El príncipe Abdullah viaja a Egipto para reunirse con Mubarak.

21/04/2003 - Mubarak viaja a Riyadh para reunirse con el Príncipe Abdullah.

14-15 /01/2003 -Mubarak viaja a Riyadh para "extender los diálogos" con el príncipe Abdullah y realizar una reunión con el rey Fahd.


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