Latinoamérica

Colombia: La mala hora

 

Autor: Editorial

Fecha: 5/11/2003

Fuente: Revista Cambio (Colombia)



Aunque su popularidad sigue intacta, Uribe se juega su futuro en el peor momento de su mandato.

Cuando el presidente Álvaro Uribe hizo su ingreso al Salón Bolívar de la Casa de Nariño, pasadas las 7:40 a.m. del miércoles pasado, un tenso silencio se apoderó del recinto donde cerca de 80 congresistas uribistas esperaban para un desayuno de trabajo. Habían pasado tres días de la doble derrota electoral del mandatario, que el sábado 25 se fue a dormir con el referendo prácticamente hundido, y el domingo vio cómo en la mayoría de las capitales los candidatos afectos al Gobierno eran derrotados por opositores de izquierda o independientes.

El Presidente tomó la palabra y advirtió que la cita era para hablar exclusivamente de un tema: la crisis fiscal agravada por el naufragio del referendo. Sugería con ello que el análisis de la derrota electoral no sería abordado. Cedió la palabra al ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, quien hizo un completo resumen de la delicada situación fiscal y planteó diferentes alternativas contenidas en el llamado Plan B.

Al terminar, Uribe retomó la palabra con la idea de pasársela a los congresistas que desearan hablar. El primero que levantó la mano fue el representante bogotano Germán Varón, quien de entrada le ofreció al Presidente respaldo para las duras medidas del paquete económico. Pero eso no fue lo único que dijo. Acto seguido, reclamó mayor coordinación con el gabinete y se quejó de que, como ponente de la ley antitrámite, llevaba cuatro meses tratando, sin éxito, de hablar con la ministra de Vivienda y Medio Ambiente, Cecilia Rodríguez. Varón se tomó confianza y le reclamó al propio Uribe el que no hubiese madrugado a votar el domingo. "Nosotros, los amigos de Juan Lozano, que en esencia somos amigos del Gobierno, nos sentimos abandonados y recibimos un mensaje de derrota por el hecho de que usted saliera a votar a la una de la tarde", remató.


Y ahí fue Troya. Uribe se puso de pie y le rapó el micrófono inalámbrico al ministro Carrasquilla. Visiblemente indignado, rechazó el cuestionamiento y lanzó un duro contraataque: "Yo llevo muchos años en la política y no me voy a dejar enredar por el discurso de los manzanillos perfumados de cuello blanco, ni que ahora me vengan a controlar la hora en que me levanto. Ni más faltaba". Los asistentes se sorprendieron ante la agresiva respuesta del mandatario. Varón optó por retirarse, y algunos colegas se pusieron de pie en un amago de desintegrar la reunión. Al final, sólo Varón salió, pero el ambiente se tornó más pesado.

Más allá de cualquier valoración sobre qué tan inoportuno fue el reclamo del representante, lo sucedido confirmó un rumor extendido desde el sábado entre congresistas y periodistas: el Presidente estaba alterado e irascible y ya había protagonizado varios rifirrafes con distintos interlocutores. "El sábado en la noche, varios ministros del equipo económico tuvieron que soportar que el Presidente los ‘vaciara’ por cuenta de la derrota del referendo, y hasta Samper se ganó un regaño cuando habló con él y le planteó que, si el referendo se hundía, sería muy grave cualquier intento por romper el hilo constitucional", le contó a CAMBIO un senador que estuvo varias horas en palacio.


La primera derrota



El domingo 26 a media mañana, como Uribe no bajaba de la casa privada, ni se preparaba para salir a votar, uno de sus asesores le preguntó: "¿Por qué está tan apaleado, si usted suele ser una persona templada en las crisis?". "La verdad –le respondió Uribe– es que yo nunca había perdido una elección". Y es verdad. En el 84 se lanzó por primera vez al Concejo de Medellín, y ganó. En el 86, buscó una curul en el Senado, y la logró. En el 90 repitió y en el 94 se jugó para la Gobernación de Antioquia, y también triunfó. En 2002, en su primer intento por la Presidencia, obtuvo la victoria en la primera vuelta.

Es mal negocio que Uribe toree a Vargas Lleras cuando hay por delante un duro paquete fiscal.
"En la formación de un político, de un dirigente, las derrotas hacen falta, forman el carácter y enseñan humildad" le dijo a CAMBIO un senador antioqueño que conoce a Uribe desde el inicio de su carrera, y agregó que en el caso de Uribe "hay que decir que perder le hizo falta y que ahora es muy tarde para aprender a manejarlo". Pero este no es el único factor que ha jugado. Hay otro, poco conocido por la opinión, pero nada nuevo para quienes conocen al Presidente desde su juventud: es un hombre que se sale de casillas con cierta facilidad. "Él siempre ha sido un poco ‘fosforito’", anotó la fuente. Algunos recuerdan cómo, la noche de octubre del 94 cuando se contaban los votos de la elección que ganó para la Gobernación de Antioquia, tuvo una durísima confrontación con el dirigente conservador Fabio Valencia Cossio y casi se van a las manos. "Lo que pocos saben es que por esa razón terminó dedicado al yoga –contó la fuente–. Él siempre fue consciente de la facilidad con que perdía los estribos".

A lo largo de sus ya casi 15 meses en la Casa de Nariño, las anécdotas sobre sus airadas reacciones y sus encendidos regaños a ministros, consejeros y militares se han acumulado. En los consejos comunales es común verlo molesto, y reclamarle a un alto funcionario por tal o cual tema de su resorte. "Casi ningún alto funcionario del Ejecutivo puede decir que no se ha ganado su ‘vaciada’", le dijo a CAMBIO un funcionario de la Casa de Nariño.


El costo



Uribe, como todo presidente, tiene encima una enorme responsabilidad y no resulta extraño que, como cualquier ser humano, se salga de casillas y regañe a sus subalternos. El asunto dista mucho de ser un problema serio, siempre y cuando no afecte la capacidad de juicio ni de decisión del Jefe del Estado. Y hasta ahora, en rigor, no parecía haberla afectado. Incluso en el caso del durísimo discurso de fines de agosto contra las ONG, que tanto le costó a su imagen internacional y a la del Gobierno, el episodio puede atribuirse más a un error de cálculo que a una salida de la ropa.

Pero los hechos de la semana pasada obligan a preguntarse si, en el caso de la derrota del referendo, las cosas fueron más lejos de lo normal. El hecho de que al Presidente le costara trabajo salir el domingo en la mañana cuando todo el país esperaba verlo votar a primera hora, siendo él un conocido madrugador, lo mismo que su silencio público de casi 100 horas entre la noche del sábado y la del miércoles, cuando finalmente salió a la televisión a esbozar el Plan B, han hecho pensar que lo sucedido fue tan duro para él, que afectó su capacidad de reacción.


De ahí que el incidente con el representante Varón haya sido visto por algunos de los asistentes al desayuno de palacio como un síntoma inquietante. Aunque pocos se animan a hablar en público del tema, la verdad es que muchos de los asistentes, si bien juzgaron inoportuna la intervención de Varón, coinciden en afirmar que a Uribe se le fue la mano en la reacción y dejó la impresión de estar muy irritable.

Cuando el representante Varón ya se había retirado y algunos congresistas habían opinado sobre el paquete económico, el presidente del Congreso, Germán Vargas, tomó la palabra y trató de recoger con delicadeza el concepto que había detrás del reclamo de Varón, quien pertenece a su grupo político. El Presidente no dudó en tomar de nuevo el micrófono y repetirle a la cabeza del Legislativo el discurso sobre los "manzanillos perfumados de cuello blanco".

Más allá de la validez de los reclamos o de lo justificado de la respuesta presidencial, no parece muy aconsejable que el mandatario toree al presidente del Congreso cuando tiene por delante el enorme desafío de pasar un durísimo paquete fiscal por las cámaras, y en apenas seis semanas de sesiones. La prueba de que eso puede ser muy mal negocio para el Gobierno es que esa misma tarde en la Cámara, el estatuto antiterrorista, uno de los ejes legislativos de la política de seguridad democrática de Uribe, estuvo a punto de hundirse ante la rebelión de las mayorías que se declararon solidarias con Varón.

Los colombianos respetan y aprecian al Presidente. De hecho, una encuesta realizada por Opinómetro-Datexco para CAMBIO (ver siguiente artículo) confirma que su popularidad aumentó tras la derrota electoral. El país sabe que tiene un jefe con excelentes condiciones de liderazgo, claridad sobre lo que se debe hacer en temas como la seguridad, y una capacidad de trabajo descomunal. Pero, así mismo, el Presidente debe saber que para que esas virtudes le sirvan a él y al país, tiene que dominar sus reacciones en las malas horas, porque en Colombia, éstas son muy frecuentes.


     

 

   
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