Europa

Un tren cargado de democracia

 

Autor: Loris Campeti

Fecha: 8/11/2003

Traductor: Lucas Pizzutti, especial para PI

Fuente: Il Manifesto


Doscientos mil metalmecánicos, hombres y mjeres que no quieren ser usados o cancelados. Jóvenes y ancianos, blancos y negros que pretenden derechos y que no delegan en nadie el cambio en las relaciones de trabajo y en la sociedad. El 70%ha hecho la huelga de la FIOM.

Un tren larguísimo que atraviesa Italia. No lleno de señores como la locomotora de Guccini. En todo caso se parece al de Giovanna Marini, el tren para Reggio Calabria del 72 cuando “el Norte llegó al Sur”. Pocos recordaban aquel tren y aquella noche; solo los más viejos entre los doscientos mil metalmecánicos que llenan Piazza San Giovanni. Demasiados, en esta plaza, nacieron después de los muertos de Regigio. Como los trenes de los “metalmecánicos de Turín y Milán” que el siglo pasado iban a liberar Reggio, el tren de los metalmecánicos hoy camina sobre las bombas, por suerte esta vez sólo metafóricas. O no; esta vez contra quien se permite tener abierto el conflicto social explotan bombas, bombitas y provocaciones. Pero el tren de la FIOM va, mientras la locomotora de la economía está yendo hacia un andén muerto, como el de la Guccini. Un tren largo como Italia, todo lo contrario a un residuo. Son aquellos que construyen los ascensores y los barcos de lujo pero no tienen el dinero para viajar en ellas. Los salarios se hundieron, inclusive el Corsera se dio cuenta. Así la democracia mercadería rara al la cual “en el pasado nos habíamos acostumbrado”, como comenta Fausto Bertinotti a la cabeza de la columna que partió de Esedra. La democracia es un bien que no se conquista de una vez para siempre, y eso lo saben bien los obreros “caídos” con todos los medios en la capital. Ahora en sus fábricas, fue simplemente abolida, dado que los representantes de pocois se permiten decidir por todos que los salarios no se hundieron, que la precarización en masa hace bien a la salud y que el derecho de votar acuerdos y contratos es un lujo que no nos podemos permitir. La FIOM es un largo tren que cuenta el malestar de quienes ven empeorar día tras día las condiciones de vida y de trabajo. Desde una ventanita del tren-manifestación se asoman los metalmecánicos de Viterbo que cantan “Para los miserables te imploramos perdón” (Tal vez la referencia a esas dos siglas, FIM e UILM canceladas de una pancarta de un RSU) y siguen con un “Para Berlusconi ninguna piedad”.

Este «residuo» del novecientos en mameluco azul, mejor dicho de todos colores –algunos están además vacíos como aquellos que llevaban los trabajadores de la Valtellina –y decididamente “embarazante” como dice Vittorio Agnoletto, y “no biodegradable”. Se canta, a lo largo del tren, música epica del movimento obrero y musica rap. Se baila detrás del camioncito que encabeza Pomigliano d'Arco, tanto para decirlo, tierra de Alfa Romeo). Desde Brianza una bandera invita “… ahora tango”, en el sentido que “la Argentina está aquí”. Se salta al ritmo de los tambores de lata de la FIOM de Pistoia o Brianza, quienes tocan son obreros negros o blancos. Tantos los obreros inmigrantes, tantos los jovencísimos, tantas las mujeres. Se canta y se baila, pero sobre todo se expresa el enojo. Como sucede a los de la “Coordinadora obrera contra el amianto”: “Los patrones nos han envenenado, Tremonti nos quiere sepelir”. Está el Norte, el Centro, el Sur, están las islas y de la isla mayor llega la coordinadora de las mujeres de Termini Imerese. Se mezclan las regiones y se mezclan los acentos. En los vagones piamonteses del tren metalmecánico que llega desde el Ostiense se siente hablar “meridional” en todas sus articulaciones. Los mecánicos han unido Italia.

No es la primera vez que los metalmecánicos, aún de la sola FIOM, van hacia Roma. También en el pasado llegaban con sus banderas, también en el pasado se mezclaban distintas generaciones. Tiene razón Giorgio Cremaschi, sin embargo, cuando sostiene que hoy se respira un clima –tal vez una cultura- diferente. Como si estuviera en acción un proceso de “re-sindicalización” lanzado por Claudio Sabattini (recordado con calor por el palco y la plaza) sostenido por el conflicto en los puestos de trabajo. Pero algo así, una especie de refundación sindical a partir de las condiciones materiales ¿no había sucedido así en la CGIL y en la FIOM en la segunda mitad de los años 50? Si se miran los tres interminables cortejos desde la Tributina desde Esedra y desde el Ostiense se lee una radicación reticular, territorial, de la FIOM, en pequeñas y pequeñísimas realidades, oficios y condiciones distintas, edades y expectativas distintas. Con Bertinotti (“¿que me dices de este residuo?”, le pregunto también a él) razonamos sobre el carácter nuevo de la FIOM: es evidente por las caras, las banderas, los ojos de las personas; concretización y sobre todo, autonomía. La democracia es un punto de partida que no se discute, miren si se la va a negociar. En síntesis, una FIOM distinta de aquella que tenía sus puntos de fuerza en las grandes fábricas. Las grandes fábricas como Mirafiori. Canta Giovanna Marini la Mirafiori del '72: «La vecchia e la figlia alle rifiniture/ il marito alla verniciatura/ la figlia della figlia alle tappezzerie...» (“la vieja y la hija a las terminaciones/ el marido a la pintura/ la hija de la hija a la tapicería”). No existe más aquella Mirafiori, se ha restringido ha expulsado parte de sí,terciarizado, despedido, suspendido. No queda más que esperar el cartel en la puerta 2: “Cerrado para siempre”. La FIOM no espera, combate.

Una Fiom hecha de hombres y mujeres, de piel negra y blanca, que no aplauden ritualmente los oradores del palco: escuchan con atención, no le hacen regalos a nadie, y las delegaciones son con plazo y sometidas a verificaciones. Y “los derechos son los derechos”. ¿Les parece poco?

Si los metalmecánicos de la FIOM no le hacen descuento ni siquiera a los dirigentes de la FIOM y de la CGIL, mucho menos se los hacen a Berlusconi y su gobierno. O inclusive a quien promete reagrupamientos amlternativos para vencer a Berlusconi. Hacen murmurar los dirigentes del Olivo durante la manifestación: ¿quien puede olvidar que en 5 años no hicieron ninguna ley sobre la representación sindical? ¿Quién no percibe los mensajes ambiguos sobre la ley 30 que “debe ser abolida y basta”? Los trenes especiales y los centenares de autobuses que “descargan” lombardos y napolitanos son acogidos por los manifiestos de bienvenida de la DS que anuncian: “Por la unidad, la democracia, la representación sindical”. Como se puede llamar sectario al obrero de Lucca que se enoja “¿Por qué no han querido hacer una ley sobre la representación sindical?”. A alguno le habrán silbado las orejas. Tal vez a Cesare Daminano, responsable del trabajo de los DS, también el en la manifestación con un signo particular bajo el brazo: el diario “Il Riformista”. Un particular notado por todos.
Torneros bergamascos, obreros marroquíes de nuestros hornos de fundición paquistaníes de los astilleros, telefonistas todavía (por poco) metalmecánicos, envenenados por el amianto, suspendidos y “movilizados”, exprimidos por las horas extras, jovencitas con trabajo alternado y señoras de más de 50 que los padrones aún no han exprimido bastante hablan a toda la sociedad, a todo el mundo de la política, a los presentes y a los muchos ausentes: de ahora en más “el consenso y la amistad se las deben ganar”. No son tropas, sino personas que no siguen a cualquiera. Personas pacíficas que se pelan las manos aplaudiendo cuando habla Gino Strada en conexión desde Kabul. He aquí el mensaje lanzado por el cuerpo vivo del trabajo. Sangrante pero vivo y cansado de ser usado. O igonrado. Residuo, ciertamente, pero en el sentido de que no se deshace.


     

 

   
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