Izquierda Marxista

El surgimiento del nuevo movimiento obrero en Irak

 

Autor: Alan Maass

Fecha: 13/11/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Worker, EE.UU.


Publicado originalmente el 31 de octubre de 2003 en Socialist Worker, el periódico de la International Socialist Organization de EE.UU.

Informe de una delegación de dirigentes sindicales norteamericanos

"Lo que realmente más me alentó es que bajo las condiciones más difíciles que uno pueda imaginarse, los trabajadores no esperaron ni un minuto para empezar a organizarse". Esa fue la impresión del cronista laboral David Bacon que viajó a Irak como parte de una comisión de los Trabajadores Norteamericanos Contra la Guerra (USLAW) y activistas de los sindicatos franceses.

Lo que Bacon --junto con Clarence Thomas, ex-tesorero del Local 10 del Sindicato Internacional de Estibadores y Trabajadores de Depósitos (ILWU)-- vio en Irak ha pasado inadvertido en los grandes medios de comunicación, que sólo se preocupan de "los soldados y los bombarderos".

"Tenemos que recordar que hay millones de trabajadores en Irak," dijo Bacon después de un debate nocturno en la conferencia nacional del USLAW en Chicago el fin de semana pasado, donde él y Thomas informaron sobre su viaje. "Están intentando, en primer lugar, sobrevivir a esta experiencia --que implica ir a trabajar, alimentar a sus familias, buscar alojamiento en medio de circunstancias realmente muy difíciles."

Más de seis meses después de la caída del gobierno de Saddam Hussein y de que los funcionarios norteamericanos prometieran que la economía sería "reconstruida," el desempleo en Irak alcanza estimativamente un 70 por ciento. Así que sencillamente sobrevivir día tras día es el desafío apremiante para, literalmente, la mayoría de la gente en el país.

"El aumento de salarios de un 30 por ciento ($18), más los préstamos y las tierras prometidos por [el supervisor norteamericano Paul Bremer hace tres meses, aún no se materializó," escribió Ewa Jasiewicz, del Observatorio Internacional de la Ocupación (IOWC) en Bagdad, que viajó por Irak junto con la comisión de USLAW. Para quienes están trabajando, el sueldo promedio es de $60 al mes --el pago de "emergencia" decretado por los ocupantes norteamericanos de la Autoridad Provisoria de la Coalición (APC).

Ese salario era exactamente el mismo bajo Saddam --pero los iraquíes también recibían subsidios de comida y alojamiento que han desaparecido bajo el dominio norteamericano. "Por ende, el ingreso real de los trabajadores iraquíes ha caído," dijo Bacon, "y eso sin siquiera calcular los valores de intercambio, y por consiguiente el precio de todo lo importado."

Pero los iraquíes que se hablaron con Bacon y Thomas, aún siendo hoy en día las condiciones de vida tan desesperantes como son, les dijeron que temen que lo peor todavía está por venir --si los maníacos de libre mercado de Washington se salen con la suya con sus esquemas de privatización para Irak. Ya la APC ha legalizado el 100 por ciento de propiedad extranjera de las empresas iraquíes --y estableció la tasa de impuestos corporativa para el "nuevo Irak" en un 15 por ciento.

Con relación a los sindicatos, sin embargo, las autoridades de la ocupación "encontraron una ley aprobada por Saddam Hussein que les gustó," dijo Bacon, "una ley aprobada en 1987 donde todo aquél que trabaje para una empresa estatal es considerado como parte del personal civil". Eso significa que, por ejemplo, los trabajadores de la industria petrolera de Irak, están legalmente impedidos de organizarse en un sindicato --bajo una ley de la era Saddam que los funcionarios norteamericanos se niegan a revisar.

"Y, para reforzarla," dijo Bacon, "en junio, Bremer emitió otra regulación sobre ‘actividades prohibidas'. Su Artículo B establece como 'actividad prohibida' alentar a alguien a organizar todo tipo de huelga o trastorno en una fábrica o empresa económicamente importante. Y el castigo para esto es el arresto por parte de la autoridad de ocupación y el tratamiento como prisionero de guerra."

Según Clarence Thomas, "La administración Bush está creando este cuadro de ficción que es más o menos así: Si nos vamos, va a haber fundamentalismo islámico, guerras étnicas y todo tipo de calamidades. Y a lo que ellos realmente le temen es a la democracia. No quieren ver que los trabajadores iraquíes se organicen y tengan poder, que tengan derechos sindicales."

Sin embargo, en este aspecto los inspectores de Washington no han logrado lo que querían. Días después de la invasión norteamericana y la caída del anterior gobierno, los trabajadores iraquíes en las fábricas, en los puertos y en las plantas petroleras empezaron a organizarse. "Quieren organizarse no sólo para conseguir un aumento de sueldo," dice Bacon, "sino también para luchar por el control de sus empleos, y por el control de las instituciones para las que trabajan."

Clarence Thomas dice que el nuevo movimiento obrero iraquí se ha formado principalmente a partir de dos grupos. Uno es el Movimiento Obrero Sindical Democrático, una federación obrera independiente que tuvo que permanecer en la clandestinidad en los años ochenta cuando era perseguida por los baathistas de Saddam. Sus activistas más antiguos se aprovecharon del desmantelamiento del viejo estado policial para resurgir como fuerza, formando el núcleo de la nueva Federación Iraquí de Sindicatos, que fue lanzada en mayo.

Al mismo tiempo, los activistas más jóvenes --incluyendo miembros del Partido Comunista Obrero--desarrollaron sus propias iniciativas, que llevaron principalmente a la formación de la Unión de los Desocupados de Irak (UDI). Ambos grupos de activistas se oponen a la ocupación norteamericana, según Thomas.

La principal diferencia, dice, es que los sindicatos asociados con la UDI "no vacilan para nada en apoyar las acciones de los trabajadores frente a los distintos decretos vigentes que prohiben que los trabajadores se organicen y hagan huelgas". Los sindicalistas más viejos, dice Thomas, "no creen prudente organizar acciones y manifestaciones, porque piensan que estas pueden ser explotadas" por elementos del antiguo régimen que se resisten a la ocupación.

Aunque es casi completamente ignorado por los medios de comunicación internacionales, el deseo de ganar posiciones para conseguir condiciones decentes de trabajo y mejores sueldos se ha extendido por cada rincón del país. En un reciente informe, Ewa Jasiewicz describió la lucha de los obreros de una fábrica de ladrillos que es parte de un gran complejo industrial a 30 millas al este de Bagdad.

Después de soportar condiciones terribles --y un sueldo de 3.000 dinares por día, el equivalente de $1,50, por una jornada de trabajo de 14 horas-- tres cuartos de los empleados abandonaron sus tareas en octubre. Se dirigieron a la oficina de la administración y exigieron un aumento de sueldo, un contrato formal, recursos médicos dentro de la fábrica y aportes por jubilación.

"El dueño no tenía ni idea que se había formado un sindicato y les dijo, ‘De acuerdo, sigan con la huelga, yo los despediré, y otros vendrán a ocupar su lugar, '" escribió Jasiewicz. "Los obreros respondieron dirigiéndose a sus hogares, tomando sus armas y formando espontáneamente un piquete armado.

"Armados con ametralladoras y kalashnikovs, los obreros montaron guardia en la fábrica y defendieron su huelga de los carneros. El dueño, desbordado, terminó concediéndoles un aumento de 500 dinares a los obreros --25 centavos de dólar-- y acordó comenzar negociaciones por beneficios sociales y de salud. Por toda la zona, la huelga fue considerada como un gran éxito."

David Bacon dice que los grupos antiguerra pueden hacer grandes progresos si se concentran en luchas como éstas --por lo menos, para que "la gente en Estados Unidos puedan mirar hacia Irak y ver al pueblo". Al mismo tiempo, sacar a la luz la verdad sobre las luchas de los trabajadores en Irak puede sumar para el creciente cuestionamiento a la ocupación norteamericana --cuando, por ejemplo, los activistas sindicales norteamericanos se enteran que los políticos en Washington han criminalizado el hecho de organizar un sindicato en Irak.

"Es inspirador," dice Bacon sobre las historias del activismo de los iraquíes comunes y corrientes, "porque uno entiende cuáles son las dificultades, y entiende que el pueblo está haciendo algo corajudo y se está arriesgando."

Aún así, continúa, "había algo muy familiar en todo esto. Las circunstancias eran diferentes. El idioma era diferente. Los tipos de problemas alrededor de los cuales la gente se estaba organizando a veces eran muy familiares, pero a veces también muy diferentes. Pero el proceso de resistir en una fábrica y hablar con los obreros sobre sus problemas y escuchando lo que tienen para decir --eso es familiar para mí. Uno pudo ver la universalidad de los esfuerzos del pueblo trabajador por organizarse."


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