Economía y Politica Internacionales

La trampa de acero de la Casa Blanca

 

Fecha: 12/11/2003

Traductor: David Lewin. Especial para P.I.

Fuente: The New York Times


Para sorpresa de nadie, la OMC dictaminó una reglamentación final el lunes por la que la administración Bush violó las leyes de comercio cuando se apresuró a imponer tarifas onerosas sobre una orden de importaciones de acero el año pasado. Las tarifas, tan dañinas para la economía norteamericana como lo fueron para los vendedores extranjeros, fueron una jugada política, orientada a sumar puntos en un distrito electoral clave como lo es Pennsilvania.
La OMC legisló contra las tarifas el pasado julio, luego de encontrar que Washington falló al defender su caso de que se trataba de una acción preventiva. La administración Bush no pudo probar que una inesperada ola de importaciones había dañado a la industria del acero norteamericana. No ayudó que la industria haya estado sufriendo de autoinfligidas miserias por años y que las importaciones estaban en realidad declinando en los dos años anteriores a las tarifas. La ley del lunes fue contra la súplica de aquel criterio. El equipo económico de Bush manifiestamente de opuso a las tarifas desde un principio –tal como lo hizo la administración Clinton- pero no fue tenido en cuenta por los operadores de la Casa Blanca.
La Unión Europea, Japón, Brasil y otros ahora son libres de vengarse de Estados Unidos y sus importaciones si la administración no levanta aquellas tarifas. La Unión Europea está realizando una lista de mercancías a las que aplicará tarifas –desde las Harley – Davidson a los equipos agropecuarios y los cítricos de Florida- que acrecentarán el impacto punitivo, políticamente hablando, para el chivo expiatorio.
El presidente George Bush debería cortar sus injurias, atenerse a las decisiones de la OMC y levantar las tarifas, aun si esto significa hacer enojar a los mismos trabajadores metalúrgicos con los que coqueteó. Los continuos desafíos estarían totalmente contraindicados. Las ya desgastadas relaciones comerciales han puesto en jaque los esfuerzos por globalizar el mercado mundial.
A pesar de ser un republicano ostensiblemente comprometido con el libre mercado, Bush ha abdicado de un rol de liderazgo para conducir a su partido. El mismo tipo de cálculos errados que llevaron a las tarifas al acero el año pasado hicieron que Bush firmara un escandaloso decreto agropecuario proteccionista.
Las quejas de los demócratas en el Congreso acerca de la decisión de la OMC sólo hará empeorar el problema. Lo que el mundo leerá en el proteccionismo bipartidista de Washington es la poca disposición de un matón de atenerse a las reglas que espera que otros cumplan.


     

 

   
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