EEUU

Algo está pasando

 

Autor: Robert Scheer

Fecha: 18/11/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: The Nation


Otra vez lo mismo. Sólo que esta vez es “iraquificación” en lugar de “vietnamización” de una guerra empantanada en otro país distante y crecientemente hostil.

Otra vez el acto de los títeres de Washington, y día a día se asegura a los norteamericanos que todo está a la vuelta de la esquina. Pronto podremos devolver Irak a los iraquíes, y algún día lejano EEUU se irá. Mientras tanto, los soldados estadounidenses deben seguir con su “papel de apoyo”, cada vez más frecuentemente heridos y asesinados.

Lamento parecer tan pesimista, pero hace 40 años me informaron en Saigon los oficiales de EEUU sobre el gran progreso hecho al dejar los asuntos de Vietnam de Sur en manos de los líderes de ese país designados por Washington. También me dijeron con gran emoción que sería irresponsable simplemente irse, por las terribles consecuencias para la libertad mundial.

Irak no es Vietnam, y esto no es 1964. Pero hay suficientes elementos para esta analogía, que deberíamos recordar alguna lección de nuestro último intento de rehacer una nación a nuestra imagen y semejanza.

Primero, nunca llegamos a construir “nuestro” gobierno estable de Vietnam; una banda de incompetentes y ladrones remplazaba a otra, hasta que –diez años y millones de muertos más tarde- finalmente nos fuimos, en las más vergonzosas circunstancias.

Segundo, después de la caída de Saigon, el anticipado desastre de seguridad para EEUU y la región nunca sucedió. Al contrario, Vietnam comunista y China comunista entraron rápidamente en guerra, dejando a EEUU en una posición mucho más fuerte para ejercer influencia en esos países y el resto de Asia.

Tercero, y quizás lo más importante, antes en Vietnam y ahora en Irak, las tácticas de guerrilla utilizadas por “los locales” y el impresionante poder de fuego de EEUU mataron o hirieron a un gran número de personas inocentes de ambos lados. Todo en una guerra sin un propósito claro, y vendida a los norteamericanos por los líderes políticos, dispuestos a mentirle a la gente.

Para mí, hay dos víctimas particularmente simbólicas, una de cada guerra. Son parte de experiencias paralelas, marcadas por la tragedia y la valentía antes y después de sus experiencias en combate. Ron Kovic y Jessica Lynch eran ambos hijos de familias trabajadoras, vulnerables a las sirenas del patriotismo, y ambos sufrieron graves heridas que siguen haciéndolos sufrir –después de las películas realizadas sobre ellos y las razones de las guerras en las que pelearon han sido generalmente olvidadas.

Kovic y Lynch son verdaderos héroes, no porque fueron heridos gravemente en combate sino porque se negaron a ceder a la desesperación y surgieron como personas decentes, con voces claras y honestas. Ambos rechazaron las posiciones fáciles –ya sea guardando silencio o aprovechando la publicidad del gobierno sobre el valor de su sacrificio. Cada uno de ellos habló en público sobre la realidad de la guerra, sus guerras particulares y cómo fueron tratados individualmente por sus gobiernos.

“Me usaron como una forma de simbolizar todo esto”, dijo Lynch a Diane Sawyer de ABC, sobre cómo usó el ejército su historia en los medios. “Me dolió que la gente invente historias que no tenían nada de verdad”.

Kovic sirvió en dos períodos con los marinos en Vietnam y ha sido un activista pacifista por treinta años. Lo conocí a principios de los ’70, estaba sentado en su silla de ruedas contemplando la vasta hilera de tumbas en un cementerio militar del oeste de Los Angeles. Recientemente, se reunió con las familias de los muertos en Irak y con soldados heridos. Comparemos esto con el presidente Bush, que no quiso ir a los funerales de aquellos que murieron en Irak.

Lynch habla de cómo fue utilizada como herramienta de propaganda del Pentágono, como una figura femenina de acción. Pero la postura que ha tomado contra la manipulación de su sufrimiento revela un carácter genuino, lejos de la fuerte imagen de macho que aparece en la película realizada sobre su experiencia como prisionera de guerra. Como le dijo Lynch a su biógrafo, Rick Bragg: “Fuimos e hicimos nuestro trabajo, y eso era ir a la guerra, pero ojalá no lo hubiera hecho –deseo que nunca hubiera pasado. Ojalá nunca hubiéramos estado ahí, ninguno de nosotros...No me importa mucho la política. Pero si esto no hubiera pasado, Lori (Piestewa, soldado, compañera y su mejor amiga) estaría viva y todo los otros soldados también estarían vivos. Y nada de esto hubiera pasado”. Amén.


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