Irak, Medio Oriente y Asia

Vietnam e Irak: ¿Aprendió algo Estados Unidos?

 

Autor: Gabriel Kolko

Fecha: 28/11/2003

Traductor: Claudia Cinatti, especial para P.I.

Fuente: CounterPunch



Hay grandes diferencias culturales, políticas y físicas entre Vietnam e Irak que no pueden ser minimizadas, y la situación geopolítica es totalmente diferente. Después de todo, Estados Unidos alentó y apoyó materialmente a Saddam Hussein en su guerra con Irán en la década de 1980 porque temía que un Irán chiita militante dominara la región del Golfo. Todavía teme esto, y si la mayoría chiita tomara el control del gobierno de iraquí el próximo junio –la fecha en la que Washington ha prometido transferir el poder nominal a una autoridad iraquí- Irán más que nunca podría lograr sus ambiciones geopolíticas regionales. Pero dejando de lado esta paradoja fundamental en la posición norteamericana, que hace altamente improbable una democracia real y la transferencia del poder a los chiitas iraquíes, Estados Unidos ha ignorado las lecciones de la experiencia traumática de Vietnam y hoy está repitiendo muchos de los errores que produjeron esa derrota.

En ambos cassos las administraciones norteamericanas despreciaron los consejos de sus más reconocidos expertos en inteligencia. En Vietnam le aconsejaron a los políticos de Washington no poner los pies donde Francia había fracasado y avalar los Acuerdos de Ginebra de 1955 sobre la reunificación. También adviertieron contra la subestimación del apoyo de los comunistas, su motivación o su relación independiente de China y la Unión Soviética. Pero los líderes norteamericanos creyeron una y otro vez lo que quisieron, no lo que les decían los informes de inteligencia.

En los ’60 el Pentágono tenía un fe acrítica en su abrumador poder de fuego, su equipamiento moderno, su movilidad y su dominio de los cielos. Todavía la tiene, y el Secretario de Defensa Donald Rumsfeld cree que los militares tienen la tecnología suficiente para “aterrorizar” a todos los adversarios. Pero la guerra en Vietnam, como en Irak, fue altamente descentralizada y el número de tropas requerido no hacía más que aumentar incluso a medida que se hacía mayor el poder de fuego. Cuando alcanzaron a medio millón de norteamericanos en Vietnam el público se volvió en contra del presidente y derrotó a su partido.

En última instancia las guerras se ganan políticamente o no se ganan. Esto es cierto en cada lugar y en toda época. Los líderes en Washington pensaban que esta interpretación de los eventos en Vietnam era bizarra, e ignoraron a sus expertos más allá de que frecuentemente les recordaron los límites del poder militar. La importancia de la política en Vietnam fue minimizada, siguieron las escaladas, y la “credibilidad” del poderío norteamericano –la voluntad de usarlo y ganar sin importar cuánto tiempo lleve- se transformó en la principal preocupación.
Tanto en el caso de Vietnam como en el de Irak la opinión pública fue movilizada sobre la base de mentiras cínicas que al final se vuelven en contra, causando una “brecha de credibilidad”. La gente dejó de creer cualquier cosa que le dijera Washington. La crisis del Golfo de Tonkin en agosto de 1964 fue fabricada, como admitió después un analista de la CIA en sus memorias, porque “la administración estaba buscando un pretexto para una escalada mayor”. Se dijeron incontables mentiras durante la guerra de Vietnam pero los hombres que dijeron la mayor parte de estas mentiras se volvieron incapaces de separar la verdad de la ficción. Muchos dirigentes norteamericanas creían realmente que si los comunistas ganaban en Vietnam seguiría un “dominó” y los chinos y los soviéticos terminarían dominando el conjunto del sudeste de Asia. La guerra de Irak fue justificada inicialmente porque Hussein supuestamente tenía armas de destrucción masiva y lazos con Al Qaeda; aunque no se encontró ninguna evidencia para ninguna de las acusaciones.

Actualmente hay 130.000 soldados norteamericanos en Irak –el doble de lo que Bush predijo que quedarían para este mes- pero, como en Vietnam, su moral ya es baja y se está hundiendo. Las cifras de apoyo para Bush en las encuestas han caído dramáticamente –especialmente por el enorme déficit presupuestario y porque ha ignorado cuestiones domésticas, como el seguro de salud, que en última instancia van a ser determinantes de cómo votará la gente en las elecciones de 2004.

Necesita desesperadamente muchos más soldados en Irak y otras
naciones no se los darán. El ejército ya está planificando tener alrdedor de 100.000 soldados en Irak hasta 2006, pero el número puede ser mayor y pueden tener que permanecer por más tiempo, esto dependerá de la resistencia. En Vietnam, el presidente Nixon intentó “vietnamizar” la guerra terrestre y transferir la carga al enorme ejército de Nguyen Van Thieu. Pero éste estaba desmoralizado y había sido organizado para mantener a Thieu en el poder, no para conseguir la victoria que no podían alcanzar los norteamericanos. La “iraquización” requerida para derrotar a los disidentes no completará la tarea que los noteramericanos han eludido, y tanto en Vietnam como en Irak Estados Unidos subestimó el tiempo que tendría que permanecer y alimentó ilusiones sobre la fortaleza de sus amigos.

El ejército iraquí inicialmente fue desbandado pero ahora está siendo parcialmente recosntruido utilizando oficiales de Hussein. La idea de que será leal a los objetivos nominales de Estados Unidos o que será efectivo desde el punto de vista militar es quijotesca. Como en Vietnam, donde los budistas se oponían a los católicos que eran mayormente los líderes que avalaba Estados Unidos, Irak es una nación dividida a nivel regional y religioso, y Washington ante la elección inevitable entre el riesgo al desorden que la falta de tropas podría producir y la guerra civil si arma a los iraquíes. Las elecciones probablemente van a exacerbar más esas diferencias, no a resolverlas. Los chiitas son los tres quintos de la población iraquí y sus líderes tienen sus propias agendas políticas, y si ellos toman el control del ejército o de la política también fortalecerán la influencia iraní y su poder en la región. a pesar de la opinión de muchos expertos, la administración Bush tiene una percepción escasa de la complejidad de los problemas políticos que enfrenta en Irak. Afganistán asoma como un recordatorio de que el éxito militar depende en última instancia de la política y cómo las cosas pueden salir mal.

La admisión de Rumsfeld en un memo confidencial del pasado 16 de octubre de que “no tenemos medida para saber si estamos ganando o perdiendo la guerra global contra el terror” fue una indicación de que los miembros clave del gabinete de Bush tiene mucha menos confianza en lo que están haciendo que a comienzos de 2003. Pero como en Vietnam, cuando el Secretario de Defensa Robert McNamara dejó de creer que la victoria era inevitable, es demasiado tarde para revertir el curso y ahora la credibilidad del poderío militar norteamericano está en juego.

Eventualmente, la política interna toma preeminencia sobre cualquier otra cosa. Pasó así en Vietnam y es muy probable que se repita en Irak. En 1968 las encuestas se estaban volviendo en contra de los demócratas y la Ofensiva del Tet en febrero tomó por sorpresa al presidente Lyndon Johnson porque él y sus generales se habían negado a creer las estimaciones de la CIA de que las fuerzas comunistas eran 600.000 y no 300.000. Nixon ganò porque prometió que lograría la paz con honor. Bush declaró el pasado 28 de octubre que “no nos vamos a ir pronto” de Irak, pero su partido y sus asesores políticos probablemente tendrán la última palabra a medida que crezcan las bajas norteamericanas y continúe cayendo el apoyo en las encuestas. Vietnam demostró que la opinión pública norteamericana tiene una paciencia limitada. Esto probablemente todavía sea así.

Todavía se tienen que aprender las lecciones reales de Vietnam.


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