Latinoamérica

Pasos por la paz en Colombia dejan atrás a la política estadounidense

 

Autor: Marcela Sanchez

Fecha: 4/12/2003

Fuente: Washington Post



Cuando se habla de la política exterior estadounidense en Latinoamérica hoy en día, existe una creciente impresión de que, excepto en Colombia, esa política no existe. Esta idea de falta de atención incomoda profundamente a aquellos preocupados por la región. Pero la mera existencia de una política en Colombia tampoco es razón suficiente para sentirse muy confiado.

Washington tiene motivos para creer que su inversión de $2.500 millones de dólares en los últimos tres años en Plan Colombia está rindiendo resultados. Se espera que Colombia, ahora el tercer receptor de ayuda estadounidense, recorte a la mitad los cultivos de coca para fines de este mes, dos años antes de lo previsto. En el transcurso del año, las víctimas de masacres se han reducido en más de una tercera parte y los secuestros en más de una cuarta parte. El número de combatientes irregulares que han abandonado sus armas se cuentan por miles.

Con las metas de política exterior de Washington tan desafiadas en otras partes del planeta, es comprensible que esas gratas señales de éxito puedan llevar a los generadores de políticas a pensar que un esfuerzo en general exitoso en los Andes puede ingeniárselas por sí solo.

Eso sería un error ya que es ahora -- cuando lo positivo comienza a superar lo negativo -- que aquellos que han ayudado a que esto sea posible demuestren mayor atención y flexibilidad. Deben entender que una solución a largo plazo, tras cuatro décadas de conflicto, va a necesitar mucho más que una buena idea o una táctica enérgica.

Uno de los hechos positivos ocurrió la semana pasada cuando un grupo de más de 800 paramilitares ilegales de derecha acordaron dejar las armas antes que sus rivales de izquierda. Fue el primer paso en el ambicioso plan del Presidente Álvaro Uribe de desmovilizar a los 18.000 miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia o AUC, uno de las dos facciones más grandes del conflicto colombiano, para finales del año entrante.

El plan de Uribe genera mucha incertidumbre y escepticismo. Algunos se preguntan si los líderes de las AUC serán alguna vez extraditados para enfrentar los cargos de narcotráfico presentados por autoridades estadounidenses o si los que cometieron algunos de los crímenes más horrendos en la historia de Colombia habrán algún día de responder por ellos ante la justicia. Aun así, la pregunta que más amenaza al futuro de los intereses estadounidenses en Colombia es quién llenará el vacío dejado por los desmovilizados.

Cerca de 600 agentes de policía fueron despachados, según informes de prensa, a las vecindades de Medellín que hasta la semana pasada estaban en manos de los paramilitares. Si no logran evitar que otras fuerzas paramilitares regresen o que fuerzas insurgentes de izquierda se apoderen del sector, otro plan de paz colombiano habrá fracasado. La presión sobre la policía y los militares sólo aumentará si Uribe negocia exitosamente más acuerdos con los paras.

A pesar de estos cambios, todavía hay pocas señales de que alguien en Washington esté proponiendo ideas frescas para adaptar las viejas políticas a las nuevas circunstancias. El paquete de ayuda de Estados Unidos a Colombia para el 2004 finalmente se acordó la semana pasada en el Congreso con poco más que un visto bueno al status quo. Una importante proporción de los fondos va simplemente a operar y mantener helicópteros que ya tiene Colombia.

Además las condiciones de derechos humanos impuestas a la ayuda en el proyecto de ley ignoran las nuevas realidades que resultan de la desmovilización de las fuerzas paramilitares. Para cumplir con esas condiciones, por ejemplo, los colombianos tendrían que arrestar a los mismos comandantes que ahora intentan inducir a que abandonen voluntariamente sus armas.

No son solo los funcionarios en Washington los que parecen renuentes a cambiar con las épocas de cambio. Defensores de derechos humanos, aquellos que han luchado con todo para llevar una paz justa a Colombia, ahora son vistos por muchos colombianos como obstáculos al más reciente intento hacia la paz.

Sin el arresto y enjuiciamiento de líderes paramilitares, grupos como Human Rigths Watch han sido rápidos en descartar los eventos de la semana pasada como "una parodia". Afirman que la entrega de armas de luchadores de las AUC, fue una simple escena teatral preparada entre el gobierno y los líderes paramilitares para legitimar el papel de los paramilitares en Colombia y perdonar su brutal historia.

Dicha inflexibilidad y cinismo no parece totalmente justificado si se considera que, desde la semana pasada, cientos de rifles y revólveres ya no están en las calles de Medellín y cientos de desesperados y jóvenes combatientes están arriesgándose a una vida sin violencia.

El riesgo que tomaron no habrá sido en vano si los promotores de mayor asistencia levantan sus voces para ayudar al gobierno Uribe a enfrentar el creciente reto de seguridad y reintegrar a aquellos desmovilizados a la sociedad. Ahora que los funcionarios estadounidense están alistándose para definir el presupuesto del 2005 este es el momento para que se les escuche.




     

 

   
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