Irak, Medio Oriente y Asia

Egipto: El otoño del descontento

 

Autor: Redaccion

Fecha: 4/12/2003

Fuente: Revista Amanecer



Durante este otoño las calles y la prensa de oposición de Egipto se han convertido en un hervidero de rumores, que comparan la apacible quietud que se vive en el país con la calma que precede a la tormenta. Una parte de la élite egipcia y la población en general se encuentran en la actualidad descontentas por el rápido deterioro de la situación económica, provocado en parte por la decisión del gobierno de Hosni Mubarak de devaluar la libra egipcia el pasado enero, y el estancamiento de la situación política, simbolizado por la creciente especulación que existe en el país acerca de los supuestos planes de Mubarak para elegir como sucesor a su hijo Yamal.

La decisión de devaluar la libra ha supuesto un duro golpe para el ya maltrecho poder adquisitivo de los egipcios. El gobierno ha intentado justificar la medida afirmando que ésta contribuirá a reforzar la competitividad de las exportaciones egipcias, pero, dado que el 72% de los bienes de consumo, alimentos y equipos industriales son importados, los egipcios han visto con estupefacción como algunos alimentos básicos como el té, el aceite, el azúcar o el transporte han experimentado subidas de hasta un 40%. Según las propias fuentes del gobierno, 6,8 millones de empleados públicos han perdido la mitad del poder adquisitivo de su salario. Más de la mitad de los salarios de la mayoría de los egipcios está destinada hoy a la adquisición de alimentos.
Esto se viene a sumar a una situación de recesión económica originada en 1999, un alto desempleo y la pérdida de entre 1.200 y 2.000 millones de dólares anuales que reportaban las exportaciones efectuadas a Iraq bajo la cobertura del Programa Petróleo por Alimentos de la ONU. Todo ello ha hecho que la situación que atraviesa la mayoría de la población sea ahora mucho más difícil. Una quinta parte de ella vive en la actualidad por debajo del umbral de la pobreza.
La invasión de Iraq dio lugar a las mayores protestas habidas en el país desde los “disturbios del pan” de enero de 1977. En estas protestas se criticó por vez primera abiertamente al presidente con eslóganes como “Oh Yamal, dile a tu padre que los egipcios le odian”. En marzo, varios prominentes intelectuales firmaron una carta en la que mostraban su rechazo al punto de vista expresado entonces por Mubarak de que Saddam Hussein era el único a quien cabía culpar por la invasión de Iraq. En julio, el prominente abogado Issam al Islambuli presentó una querella contra Mubarak por no nombrar un vicepresidente, tal y como la ley estipula.

El ascenso de Yamal Mubarak

El aspecto más importante del panorama político egipcio en los últimos meses ha sido el ascenso a posiciones de poder dentro del Partido Democrático Nacional (PDN) de Yamal Mubarak, de 39 años, hijo del presidente. Yamal encabezó lo que la prensa semioficial denominó “delegaciones de alto nivel” a EEUU. La promoción gradual de la que Yamal se ha estado beneficiando desde 2000 ha producido también la de un grupo de grandes empresarios que comparten un punto de vista “pragmático” sobre la realidad internacional, buscan la integración de Egipto en la economía global y promueven el estrechamiento de lazos con EEUU. El propio Yamal es licenciado en la Universidad Americana de El Cairo y ha desempeñado cargos en el Banco de América en Londres y la capital egipcia.

En febrero de 2000, Hosni Mubarak nombró a Yamal miembro del Secretariado General del PDN, lo cual puso fin a los rumores de que este último iba a fundar un partido llamado Hizb ul-Mustaqbal (Partido del Futuro), pero disparó las especulaciones de que Mubarak estaba intentando promover a Yamal como su sucesor. En noviembre de 2002, en el octavo Congreso Nacional del PDN, Yamal fue elegido para dirigir la recién creada Secretaría de Política. Esta Secretaría está integrada por un grupo de 123 economistas, empresarios y académicos, en su mayoría jóvenes cercanos a Yamal.

En las elecciones parlamentarias de 2000, los candidatos del PDN (que ha venido funcionando en la práctica como partido único en Egipto desde los años setenta) sufrieron una derrota significativa. Desde entonces, figuras como el ministro de Juventud, Ali ud Din Hilal, han trabajado para reformar el partido. El pasado mes de septiembre, el PDN distribuyó miles de folletos en los que se presentaba como “el partido del centro positivo” y “el partido de todos los egipcios”, en un esfuerzo por distanciar su imagen de la del gobierno. La labor de la Secretaría de Política parece ser la de transformar el PDN, considerado en la actualidad una máquina al servicio del Estado y regida por una vieja guardia anquilosada, en un partido “moderno” regido por tecnócratas.

El 6 de marzo de 2003, Yamal anunció que la Secretaría había elaborado un “paquete de leyes de reforma”. Esta normativa estipulaba la disolución de los tribunales de seguridad del Estado –que han venido siendo objeto de fuertes críticas en el extranjero, en especial después de la condena del sociólogo egipcio-americano Saad Eddin Ibrahim–, la abolición de la pena de trabajos forzados y el establecimiento de un Consejo Nacional de Derechos Humanos. El principal propósito de esta reforma era, sin duda, el de dar una imagen en el extranjero de que el gobierno egipcio se preocupa por esos temas y desea “profundizar la cultura de los derechos humanos” en el país. Este paquete de medidas llegó al Parlamento en el mes de junio. La mayoría de diputados del PDN alabaron las propuestas de la Secretaría a las que calificaron de “legislación avanzada” dirigida a “llevar a Egipto al siglo XXI”.

Por su parte, los partidos de la oposición y la sociedad civil rechazaron este paquete de reformas, a las que calificaron de “cosméticas”, y señalaron que su única finalidad era promocionar políticamente a Yamal y presentarlo como un “moderno reformador”. Otro intento de dar una nueva imagen del Partido, vino dado por la expulsión de su cargo de su secretario general, Yusef Wali –que había sido acusado de aceptar sobornos para permitir la importación de pesticidas cancerígenos de Francia– durante el congreso del pasado noviembre de 2002. Wali fue reemplazado por el ministro de Información, Safuat al Sherif, un hombre muy cercano a Mubarak.

Los críticos señalan que la ley que supone la abolición de los tribunales de seguridad del Estado, cuyos veredictos eran apelables, deja intacta la existencia de los tribunales de emergencia, cuyos veredictos sólo son revisables por el presidente. Por otro lado, hay que decir que la pena de trabajos forzados no se ha aplicado en los pasados 30 años por lo que su derogación formal no pasa de ser un gesto simbólico.

Existen muchas evidencias de que, pese a la aprobación de dichas medidas de “reforma”, el gobierno no ha disminuido su presión sobre la oposición política. En agosto, cinco activistas contrarios a la guerra comparecieron ante un tribunal de emergencia acusados de “intentar hacer revivir una organización comunista”. El 8 de septiembre fueron detenidos también varios miembros de los Hermanos Musulmanes, una organización prohibida, aunque tolerada por el poder.

El pasado 22 de octubre los partidos de la oposición pidieron la dimisión del ministro del Interior, Habib al Adli, después de que su Ministerio prohibiera una manifestación dirigida a pedir una radical reforma política y constitucional. Entre las demandas de la oposición se encuentra la de limitar a dos mandatos la cantidad de tiempo en que una misma persona puede ejercer el cargo de presidente, y que éste sea nombrado tras unas elecciones libres, con varios candidatos, y no en un referéndum como hasta ahora. Estas nuevas demandas de la oposición obedecen, según el analista político Mustafa Kamal al Sayyed, profesor de la Universidad de El Cairo, al hecho de que los partidos opositores creen contar ahora con un importante respaldo popular.

Vínculos con EEUU

Mientras tanto, los actos públicos de Yamal han continuado acaparando en los últimos meses las portadas de la prensa semioficial. Las reuniones de la Junta Directiva de una ONG de la que fue fundador han sido televisadas. La prensa hizo notar también que durante un encuentro del presidente Mubarak con estudiantes universitarios, Yamal se sentó significativamente entre el consejero de política exterior, Osama al Baz, y el jefe del Gabinete, Zakariyya Azmi, lo cual venía a ser un reconocimiento implícito de la alta posición que el hijo de Hosni Mubarak ostenta ahora dentro de la jerarquía del régimen. Yamal apareció también en la televisión sentado en una sala en la que tenía lugar una reunión del Consejo de Ministros.

Yamal y varios miembros de su Secretaría de Política visitaron EEUU en febrero y junio pasado. Allí celebraron un encuentro con el vicepresidente, Dick Cheney, y otros miembros de la Administración Bush. En junio, la delegación egipcia presionó a sus anfitriones estadounidenses para que aceptaran la firma de un tratado de libre comercio. Sin embargo, el Representante Comercial de EEUU, Robert Zoellick, rechazó esta oferta, declarando que “a Egipto no le va a ser otorgado un acuerdo de libre comercio sólo por ser un país grande e importante”. Algunos observadores especularon con el hecho de que este comentario podía ser una represalia por la negativa de Egipto a alinearse con EEUU en la polémica que enfrenta a este último país con Europa en el tema de los alimentos modificados genéticamente.
Al ser preguntado por la prensa norteamericana si tenía intención de convertirse en el próximo presidente de Egipto, Yamal respondió: “Existen rumores de que estoy siendo promovido para ese cargo, pero no tienen fundamento. Mis actividades tienen como único fin el animar a la juventud egipcia para que se muestre más activa y continuaré desempeñando este papel porque creo en él”. Aunque a muchos egipcios les gustaría creer estas palabras, lo cierto es que el ascenso político de Yamal y su promoción en los medios de comunicación les ha convencido de que se ha puesto en marcha un proceso para una transmisión hereditaria y monárquica del poder (tauriz al sulta) contra el que es necesario oponerse.

Durante las manifiestaciones contra la guerra de marzo y abril hubo numerosas declaraciones de condena a la posible creación de una dinastía política en Egipto. Un documento interno del Partido Tagammu, de tedencia de izquierda, condenó los “oscuros intentos de transferir el poder del presidente Hosni Mubarak a su hijo Yamal”.

Más contundente ha sido a este respecto el semanario Al Arabi, que ha venido denunciando en sus editoriales los intentos de transformar a Egipto en un régimen familiar, al estilo de Siria. El periódico –que hace años era considerado el representante principal de la corriente nacionalista y nasserista, pero que en la actualidad publica también artículos de autores islamistas o independientes– ha criticado abiertamente en numerosas ocasiones al propio Mubarak.

La estrecha relación que Yamal mantiene con Washington es otro tema más que irrita a la mayoría de la población egipcia, que tiene, en su mayoría, una pésima opinión de EEUU, debido al apoyo que este país presta a la política de represión y ocupación israelí en Palestina y a la invasión de Iraq. Yamal es, en realidad, el símbolo de una nueva clase dirigente que ha aparecido en la vida política de Egipto en los pasados 15 años. Sus miembros poseen fuertes vínculos con EEUU (muchos son empleados de empresas norteamericanas). Algunos son diputados o protegidos de políticos influyentes. Los miembros de esta élite abogan por una mayor liberalización de la economía, pero se muestran reticentes en lo que se refiere a la puesta en práctica de un proceso de democratización, pues creen que esto podría suponer el fin de la posición privilegiada que ocupan en la actualidad dentro de la sociedad egipcia.

Por su parte, la oposición aboga por la democratización del país, por la inclusión dentro del juego político legal de los islamistas, y por un cambio en la “relación estratégica” con EEUU que permita el establecimiento de una política exterior egipcia mucho más independiente que la actual. La guerra de Iraq ha deteriorado la imagen de EEUU hasta tal punto que el asunto de las relaciones con Washington se ha convertido hoy en el principal tema de debate en el país.

En el terreno económico, la oposición considera que las políticas neoliberales no son la solución a los problemas económicos de Egipto y culpa a dichas políticas de las dificultades que sufre la clase media y del alarmante incremento de la pobreza.

Ansia de cambios

El deseo de cambio que embarga a la sociedad egipcia se está poniendo de relieve día a día, en especial en el terreno de la actividad política extraparlamentaria, y también en el campo social y profesional. El pasado 30 de julio, por ejemplo, la Unión de Periodistas eligió, por primera vez en 22 años, con el 53,6% de los votos, a un candidato a la Presidencia de su Junta Directiva que no gozaba del respaldo del régimen. El ganador, Yalal Arif, es un veterano activista que ha intervenido en las disputas habidas entre la Unión y el Gobierno, y se ha destacado pidiendo abiertamente cambios democráticos.

El candidato oficial, Saleh Montasser, un hombre septuagenario, recibió el público respaldo del primer ministro, Atif Ebeid. Montasser anunció incluso que Ebeid había decidido conceder una paga extra de 40 libras a los periodistas el mismo mes en que tuvieron lugar de las elecciones.

Esta medida tuvo, sin embargo, un efecto contraproducente, ya que muchos profesionales se indignaron ante este burdo intento de comprar su voto. Sin embargo, el hecho que más perjudicó las expectativas de Montasser fue el haber apoyado públicamente la normalización de relaciones con Israel y haber ido allí en un par de ocasiones, pese a la existencia de resoluciones de la Asamblea General de la Unión que desaconsejan tales visitas. Hay que señalar que las elecciones para elegir las juntas directivas de los colegios profesionales, a falta de comicios libres a nivel estatal o municipal, han sido consideradas tradicionalmente como uno de los mejores barómetros para conocer la situación política real que existe en el país.

Otro hecho que demuestra la cada vez más fuerte contestación de los sectores intelectuales y culturales contra el régimen fue un reciente encuentro en El Cairo, en el que unos 200 escritores egipcios mostraron su apoyo al escritor Sonallah Ibrahim, que se había negado a aceptar un premio del Gobierno, al que acusó de “reprimir al pueblo”. Uno de estos escritores, Yamal Gitani, manifestó: “Egipto no ha conocido nunca una regresión cultural similar a la actual. Incluso durante los tiempos de la colonización, Egipto jugó un papel de liderazgo cultural en la región”.

En su reciente libro “Los Árabes frente a la Agresión”, el intelectual y antiguo juez Tariq al Bishri señala que el foso que separa al gobierno del pueblo egipcio se está agrandando cada día, y que existe un creciente entendimiento entre la oposición política, por un lado, y la sociedad civil, por otro. Los hechos recientes avalan esta tesis. El incompetente régimen egipcio, su nueva élite política y sus mentores norteamericanos aparecen cada vez más desprestigiados entre la población. Un ambiente de crispación provocado por las cada vez más duras condiciones económicas, y la débil, o incluso cómplice, actitud del gobierno egipcio en los conflictos de Iraq y Palestina han unido a los diversos estratos de la población en su contra. En este contexto, la ausencia de canales efectivos para que los ciudadanos expresen sus puntos de vista sólo puede contribuir a empeorar aún más la situación política y social en el país.


     

 

   
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