EEUU

Descontento manufacturero

 

Autor: David Moberg

Fecha: 3/12/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: In these times


Con marionetas y pancartas, varios cientos de miembros de sindicatos y activistas de la comunidad se reunieron el 1 de noviembre frente a la fábrica de caramelos Brach's en el lado oeste de Chicago, económicamente desolado. Estaban protestando por la decisión del cierre de la planta, que proveía cerca de 1000 puestos de trabajo, decentemente pagos, con derechos sindicales, que se muda a Mexico. La planta parecía otra lápida en el cementerio de los puestos de trabajo perdidos.

Más tarde esa semana el Departamento de Estadísticas Laborales informó que después de 28 meses de achicamiento del empleo, el mayor registrado, la tasa de desempleo caía al 6%. Era una buena noticia, pero no tan buena como parecía: el desempleo estaría en un 7.4%, según el Instituto de Política Económica (IPE), si reflejara a los trabajadores desilusionados que ya no buscan trabajo.

Esto es aún más desolador para los trabajadores industriales, como los de Brach's. Desde que la recesión comenzó oficialmente en marzo de 2001, 2.4 de los 2.8 millones de puestos de trabajo perdidos, son empleos industriales.

Esta no ha sido una recesión o una recuperación típica. Las bajas tasas de interés y los déficit de prespuesto sólo han estimulado débilmente a la economía, centralemente porque las políticas económicas de Bush estuvieron diseñadas para dar alivios impositivos a los ricos, en lugar de ayudar a los trabajadores de bajos ingresos, a los desocupados y a los estados en crisis financiera. Más que en otras recesiones, muchos empleos se han ido para siempre, con un 15 a 35% de la producción realizada fuera del país por otras empresas- en parte razón por la que el déficit comercial del país continúa aumentando a niveles record.

La crisis del empleo industrial crea problemas políticos para Bush en estado clave del medio-oeste y el sur del país. Pero sus respuestas políticas -una nueva limitación a los textiles chinos, como un intento de evitar la decisión de la OMC contra los aranceles al acero- no sustituyen los profundos cambios necesarios en la política comercial, la administración económica, y regulación de las corporaciones y mercados financieros.

En todas las economías avanzadas, la manufactura representa una porción declinante del empleo y el PBI, pero en EEUU es del 14% del PBI, frente al 21% de Japón o Alemania. La mayoría de los economistas, incluyendo al presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dice que la desaparición de puestos de trabajo industriales no es algo para preocuparse. Mientras la demanda de productos y servicios se recupere, según este razonamiento, las empresas contratarán a los trabajadores despedidos, con calificación y salarios más altos, y los menos calificados se mudarán fuera del país.

Pero el mundo real no funciona tan bien. Los trabajadores desocupados norteamericanos ganan en promedio un 13% menos cuando encuentran un nuevo trabajo, y volver a ser contratado lleva mucho tiempo a los trabajadores que son más viejos, con menos educación, o que son parte de comunidades de alto riesgo. Global Insight, una empresa de pronósticos, prevee que los nuevos empleos creados en la futura recuperación, pagarán un promedio del 82% de los sueldos de aquellos empleos perdidos en la recesión. El conjunto de los trabajadores estará ganando 26 mil millones de dólares menos al año, aún cuando el empleo vuelva a sus niveles pre-recesión.

A mitad de los'90, la combinación de la fortaleza de la economía norteamericana y la debilidad de Japón y Europa llevó al aumento del valor del dólar, como fue en la burbuja financiera que siguió. Los beneficios inflados (y muchas veces exagerados ilegalmente) de las empresas financieras y los nuevos gigantes de servicios como Enron presionaron a los industriales a aumentar sus beneficios para emparejar. Los nuevos acuerdos comerciales como el NAFTA hicieron todavía más atractivo para las corporaciones norteamericanas llevar las inversiones fuera del país. De 1993 a 2002, 880.000 puestos de trabajo u oportunidades de empleo fueron eliminados en Estados Unidos, mientras la inversión extranjera en Mexico trepaba al 435%, de acuerdo aun nuevo estudio del economista Robert Scott, del IPE. Al mismo tiempo, China, Malasia y Taiwan ataron el valor de sus monedas al dólar, haciendo sus exportaciones más baratas y ensanchando el déficit comercial de EEUU. El déficit comercial norteamericano con China llegó al record de 103 mil millones de dólares, cerca de un cuarto del total.

Una vez transferidas fuera del país, las fábricas no vuelven fácilmente. "Algunos trabajos nunca más volverán. El dólar alto los empuja hacia afuera", dice el economista Josh Bivens del IPE. "¿Tendremos la capacidad de deshacernos del déficit comercial aún en un buen escenario? Creo que nuestro déficit comercial se ha vuelto tan enorme que podrían evaporarse los subsidios complementarios aún si la demanda mejorara. Eso significaría que una devaluación aún más grande sería necesaria".

Los industriales de EEUU también sufren desventajas que los debilitan, comparados con otras naciones industriales, porque el país no tiene sistema de seguro médico para controlar los costos ni programas adecuados para entrenar a los trabajadores. Malos acuerdos comerciales, que no mejoran el trabajo mundial y los stándares ambientales, también debilitan las manufacturas norteamericanas.

La mano de obra barata atraerá a algunas empresas, pero muchas de las ventajas comparativas en el comercio internacional en estos días vienen de políticas públicas, y no de los mercados laborales. Con pocas excepciones, como los limitados, pero de alguna manera estabilizadores aranceles al acero, las políticas públicas de EEUU han favorecido a los sectores financieros y empresas de salud privada, innovación técnica y el comercio global, aunque la industria manufacturera sigue siendo la clave del crecimiento de la productividad. Descuidar la manufactura afecta no sólo a los trabajadores industriales. Como informó recientemente Industry Week, la investigación científica y el diseño técnico son los siguientes.

Las empresas contratan fuera del país por sus propios intereses estratégicos, no sólo por la falta de políticas públicas. "No había necesidad de que Brach's se fuera del país", dice Dan Swinney, director ejecutivo del Centro de Investigación del Trabajo y la Comunidad (CLCR), que peleó para que la fábrica se quedara en Chicago durante 13 años y ahora stá presionando al gobierno local para conseguir fábricas de alta calificación y salarios para la zona. Desde que el magnate suizo Klaus Jacobs compró Brach's en 1987, la compañía ha atravesado una conmoción interminable: fue comprada y vendida frecuentemente, puesta bajo nuevos directores, y sujeta a los cambios de estrategias del mercado. La empresa, que tenía poca competencia de importaciones, no aceptó ofertas de grupos como el CLCR de entrenar trabajadores y rechazó las ofertas de los obreros de comprar la planta. Culpaba a los trabajadores, los salarios, los altos precios domésticos del azúcar y a la vieja planta por sus problemas, aunque la mayoría de sus competidores enfrentaba condiciones similares. Al contrario de Brach's, otras empresas optaron por otras estrategias. Cuando una compañía mexicana le ofreció recientemente a otra fábrica de dulces de Chicago, American Licorice, hacer su producto principal de forma más barata, esta aceptó el entrenamiento de sus trabajadores y ayuda técnica de grupos sin fines de lucro, que le permitió mantenerse y mejorar el precio mexicano.

Para alentar a las empresas a adoptar estas estrategias -en lugar de bajar salarios, echar a los sindicatos y huir fuera del país- el gobierno tiene que reformar drásticamente la regulación de los mercados financieros y hacer más responsables a las corporaciones frente a los trabajadores, las comunidades y otros accionistas.

Hacia las elecciones, Bush enfrenta un movimiento obrero vigorizado junto, con una creciente rebelión de los conservadores y tradicionalmente republicanos hombres de negocios por el colapso de la industria manufacturera, especialmente en el campo de batalla de los estados del medio-oeste industrial. Si los candidatos demócratas abrazan un futuro orientado a mejores estrategias para la manfactura, tal vez sean capaces de transformar lo que parece seguir siendo malos números en el empleo, en buenos números en las encuestas.


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