Izquierda Marxista

¿Autonomismo para la gente?

 

Autor: Chris Harman

Fecha: 6/12/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Review, diciembre 2003


Las demandas del movimiento requieren organización.

'Necesitamos nuevas formas de pensamiento y nuevas formas de organización. Tenemos que romper con las antiguas fórmulas ideológicas de la vieja izquierda.' Se oyen cosas así repetidamente en los movimientos anti-capitalista y anti-guerra de hoy. Y para muchas personas representa un acertado esfuerzo por romper con el agotado parlamentarismo del New Labour y los métodos manipulativos del stalinismo que se derrumbó en 1989.


Pero a menudo aquéllos que hablan de 'nuevas ideas' y 'nuevos métodos de organización' abrazan ideas y métodos que son tan viejos como los que critican. Esto se da en las distintas formas de 'autonomismo' en el movimiento actual. Los autonomistas sostienen, esencialmente, que cada individuo o grupo deben protestar a su manera, sin subordinarse a minguna estructura centralizada, y menos que menos jerárquica. Toda forma de autoactividad es tan válida como cualquier otra y si se les permite desarrollarse libremente pueden constituirse en un 'enjambre' o 'multitud' de desafíos distintos al sistema existente que puede destruir sus fundamentos.


Esas opiniones no difieren esencialmente de los argumentos utilizados por los anarquistas en la época de Marx y Engels. Desde entonces han resucitado repetidamente, por última vez en los movimientos de fines de la década de 1960.


Una buena descripción de la actitud predominante en el movimiento estudiantil radical norteamericano SDS (Estudiantes por una Sociedad Democrática) la encontramos en un artículo escrito en 1969 por dos socialistas de San Francisco, Jack Weinberg y Jack Gerson:


'Hasta hace sólo algunos años, la abrumadora mayoría de la SDS era anti-centralista y anti-ideológica. La acción era lo que realmente importaba. El marxismo era rechazado como parte de la "vieja izquierda". Se veía a la clase trabajadora como algo inexistente, irrelevante o cooptado. La organización comunitaria y la democracia participativa eran las frases clave que definían la organización.'


Una radicalización masiva en 1967 vio florecer a los 'Yippies' y los 'Motherfuckers', que predicaban el enfrentamiento con las autoridades pero aún rechazaban la organización y la 'ideología'. En los movimientos estudiantiles de Alemania, Francia e Italia existía el mismo énfasis en la'espontaneidad'. Esa 'desestructuración' se ajustaba a situaciones de participación súbita, explosiva, de una enorme masa de estudiantes - y también de obreros en el caso de Italia - por primera vez. Mientras tomaban las calles y ocupaban los edificios sacaban de sus casillas a las autoridades y no se preocupaban por cuestiones de estrategia, tácticas y organización.


Pero ninguno de los 'enjambres' logró ir más allá de sacudir la estructura de poder establecida para destruirla. Y al poco tiempo el poder comenzaba a contraatacar.


Así, en el año en que el movimiento en EE.UU. alcanzó su pico, 1968, fue cuando empezó a sufrir sus primeros retrocesos serios. La policía apaleó a los manifestantes que se econtraban en las afueras de la convención del Partido Demócrata en Chicago, mientras el FBI orquestaba una campaña de emboscadas y asesinatos contra los líderes de las Panteras Negras.


De repente la gente empezó a sentir la necesidad de las estructuras y de comprender algo de las fuerzas que operan en la sociedad - la necesidad de una 'ideología'. Weinberg y Gerson escribieron:


'La lucha contra la Guerra de Vietnam y la lucha por la liberación de los negros expuso la naturaleza del estado capitalista norteamericano, y llevó a la comprensión de que debía derrocárselo.


'Lo que empezó como un movimiento que en muchos aspectos se parecía a una cruzada súper-idealista de chicos que querían salvar al mundo se volvía cada vez más austero y serio. Los límites habían quedado al desnudo. Esto obligó al movimiento radical a pensarse a sí mismo - y como resultado también a sus ideas - más seriamente. '


Una organización maoísta ortodoxa, Progressive Labor (PL), había entrado a los SDS norteamericanos. Era increíblemente autoritaria, jerárquica y stalinista: 'La reacción inicial hacia PL entre los miembros originales del SDS fue sumamente hostil.' Pero pronto, según Weinberg y Gerson, 'El hecho de que PL contara, al menos nominalmente, con una cosmovisión coherente fue una ventaja importante.' La dirección establecida de los SDS - y miles de sus seguidores - respondió adoptando posiciones propias duras, supuestamente marxistas, que se basaban en interpretaciones apenas diferentes de lo que significaba ser maoísta. Un movimiento que había tenido alguna vez lo que nosotros describiríamos ahora como una 'política autonomista' estaba abrazando alguna de las distintas formas del stalinismo.


La situación fue muy similar en Alemania e Italia. Una cantidad muy grande de quienes habían hablado de 'anti-autoritarismo' y 'espontaneidad' en 1967 estaban girando hacia el maoísmo para comienzos de los setenta. La más significativa de las organizaciones 'espontaneistas' italianas, Lotta Continua, para 1974 estaba intentando emular su organización a la del Partido Comunista chino. Lo 'nuevo' habían transmutado en lo viejo casi de la noche a la mañana.


La gente había descubierto, por las malas, algunas cosas muy importantes. La guerra de clases es una guerra, donde el otro lado intenta aprovecharse de los puntos débiles de nuestro lado continuamente, para animar la división y la fragmentación. Y que en todo movimiento algunas personas tienden a romper más rápidamente que otras con las ideas establecidas de la sociedad existente. Los que rompen primero necesitan organizarse, ganar a otros para sus ideas y oponerse a las maniobras de la clase dominante y su estado.


El error no fue haberle dado la espalda al espontaneismo y girado hacia la organización. El error fue haber girado hacia la forma de organización autoritaria, de arriba hacia abajo, que difícilmente podía dar cuenta de los flujos y reflujos de los movimientos vivos. Esto se vió muy claramente una vez que los prinicpales gobiernos capitalistas lograron re-estabilizarse para mediados de los setenta. En un par de años, todas las grandes organizaciones maoístas de Europa y América del Norte se fragmentaron y derrumbaron. Muchos activistas comenzaron a glorificar esta fragmentación como 'autonomía'.


Pero cada uno de los fragmentos era demasiado débil como para ganar realmente 'espacio' para sí mismo por sus propios esfuerzos. No pasó mucho tiempo hasta que la mayoría de los que rendían culto a la 'autonomía' de los movimientos pusieron su fe en el parlamentarismo para lograrlo.


A pesar de todo, siempre hubo alternativas. Hay maneras de clarificar ideas y desarrollar la organización para coordinar la lucha que no llevan a una estructura stalinista autoritaria. Eso implica elementos de centralización, crear las condiciones para que nuestro bando pueda avanzar y retroceder cuando sea necesario. Pero el centralismo siempre tiene que relacionarse con el movimiento, aprender y generalizar de él; tiene que ser una expresión orgánica de los elementos más activos.


La idea de una organización centralizada de esa forma le desagrada a algunas personas. Pero la ruda lección del pasado es que si no se tiene una centralización democrática, la reacción eventual frente a los ataques centralizados contra el movimiento será la adopción de formas antidemocráticas y autoritarias de centralización.


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