Izquierda Marxista
LCR (Francia): "El poder de los trabajadores y de las trabajadoras"
Autor:
Yvan Lemaitre
Fecha:
20/12/2003
Traductor:
Rossana Cortez, especial para PI
Fuente:
Rouge nº 2043
Controversia
En su quinceavo congreso que tuvo lugar del 30 de octubre al 2 de noviembre, la LCR ha modificado sus estatutos. Entre estos cambios, el abandono de la expresión "dictadura del proletariado": después del artículo de François Olivier (Rouge Nº 2040. NE. Ver en http://www.ft.org.ar/Notasft.asp?ID=1205), publicamos otro punto de vista.
Más allá de las diferentes plataformas que se formaron en el marco del congreso de la LCR, si bien la gran mayoría de los camaradas convinieron en la necesidad de modificar los estatutos de la organización, las modificaciones aportadas, en particular, el abandono de la fórmula "dictadura del proletariado", no tienen la misma significación para todos. La expresión está cargada de un contrasentido trágico, debido a la contrarrevolución stalinista. Si bien esta evidencia nos ha conducido a abandonarla, no es que, desde nuestro punto de vista, el contenido de la noción de "dictadura del proletariado" no guarde toda su pertinencia. Este es el punto que está en debate.
Las fórmulas no hacen la historia, permiten, mucho más modestamente, definirse con respecto a una tradición política, a un campo social, a una perspectiva histórica. La fórmula de "dictadura del proletariado" confirma una dramática ambigüedad. Definía la revolución como la toma del poder en vistas de la expropiación política y social de las viejas clases dominantes por los trabajadores mismos. Ha tomado, debido a la historia, el sentido de la dictadura de los usurpadores stalinistas como de las múltiples dictaduras que se han apropiado de la etiqueta del comunismo o del socialismo para someter mejor a las masas.
Un contenido
Cuando, en 1976, Marchais decide que el Partido Comunista francés abandone la noción de "dictadura del proletariado", se trata para él de significar la voluntad de ruptura del PCF con su pasado de partido stalinista, para integrarse mejor en el juego político de las instituciones burguesas. Durante mucho tiempo, el PCF ha estado repartido entre la sumisión a Moscú y sus aspiraciones a convertirse en un partido de izquierda, susceptible de participar en el juego de la alternancia política. Hace muchísimo tiempo que, él como sus amos del Kremlin, habían liquidado la noción de "dictadura del proletariado" al liquidar físicamente a la fracción revolucionaria que continuaba luchando por la democracia soviética y la defensa del marxismo revolucionario. La contrarrevolución stalinista no reivindica la noción de "dictadura del proletariado" más que para engañar mejor y someter a las masas. Los revolucionarios la invocaban, en su autenticidad, para revelar mejor la caricatura sangrienta que habían hecho de ella Stalin y sus esbirros.
Hoy nos parece posible abandonar la fórmula mientras preservemos su contenido. Es de este modo que muchos militantes han comprendido los preámbulos de los estatutos: nuestra organización milita por la revolución socialista, por el poder de las trabajadoras y los trabajadores. Y no nos parece correcto explicar esta reformulación invocando los errores, reales o supuestos, de Lenin y sus camaradas.
Los mismos argumentos podrían aplicarse a la Comuna de París. Todos los errores de los comuneros, con consecuencias dramáticas - "un exceso de moderación que confina a la debilidad", decía Marx - , ¿justifican por un instante que podamos no solidarizarnos con ellos, como con la fórmula a la que, los primeros, han dado un contenido concreto, dinámico y vivo? Porque es la Comuna de París la que le ha dado su contenido. En efecto, Marx y Engels no eran para nada dogmáticos. Pensaban a partir de las experiencias de la lucha de clases, que le ha dado un contenido a la noción de "dictadura revolucionaria del proletariado", es decir a la "constitución del proletariado como clase dominante, la conquista de la democracia".
Engels escribía, en el prefacio de 1891 a "La guerra civil en Francia", contra quienes "se sobrecogían con un terror saludable al escuchar pronunciar la palabra dictadura del proletariado": "Y bien, señores, ¿quieren saber a qué se parece esta dictadura? Observen la Comuna de París. Esta era la dictadura del proletariado". Lo que no era hasta entonces más que una noción abstracta que tomaba vida a través de la lucha, bajo la forma nueva de una democracia amplia y directa, rompiendo con los privilegios, liquidando el parlamentarismo burgués, es decir, la separación entre el legislativo y el ejecutivo. La fórmula general encontraba la actividad práctica de las masas, se enriquecía con eso, se volvía una realidad, un punto de referencia en la historia de las luchas de emancipación.
"Las formas de estados burgueses son extremadamente variadas, escribía Lenin en agosto de 1917, en "El estado y la revolución", pero su esencia es una: en última instancia, todos estos estados son, de una u otra manera, pero necesariamente, una dictadura de la burguesía. El pasaje del capitalismo al comunismo no puede dejar de suministrar una gran abundancia y una amplia diversidad de formas políticas, pero su esencia será necesariamente una: la dictadura del proletariado".
En 1905 en principio, luego en 1917, el proletariado ruso escribía una nueva página de la historia de esta "forma finalmente encontrada" de la "dictadura del proletariado". Octubre internacionalizó, para retomar la expresión de Trotsky, "el estado - comuna" con el nombre de soviet, el parlamento obrero. Más allá de su fuerza y sus debilidades, los revolucionarios de principios de siglo han sido los continuadores de la Comuna de París.
Democracia revolucionaria
Para Marx y Engels, como luego para Lenin y Trotsky, la dictadura del proletariado, es la conquista de la democracia por las masas, del poder político, con el fin de revolucionar el mundo. No creen en lo que Lenin denominaba "el milagro de la democracia", pero piensan que la democracia no puede agotarse plenamente más que con la desorganización, la destrucción del estado burgués. Y lo esencial de esta noción es lo que no podríamos borrar. Ella destaca la necesaria ruptura revolucionaria.
El razonamiento continúa con la idea de la decadencia del estado, de su extinción. El estado agoniza cuando deja de ser un instrumento de opresión de una clase, convirtiéndose en el instrumento de la mayoría para organizar la producción: "la administración de los hombres es reemplazada por la administración de las cosas".
El estado se vuelve superfluo a medida que el desarrollo de la producción en el marco de las relaciones colectivas de propiedad, borra las diferencias de clase. Este razonamiento, resumido así rápidamente, es parte integrante del programa socialista y comunista. No podríamos abandonarlo, aún cuando hemos querido darle una formulación liberada de las caricaturas y de los crímenes del stalinismo.
Había una paradoja en el corazón de nuestro congreso. En muchos debates anteriores, el proyecto de modificar los estatutos estaba asociado con la idea del cambio de nombre. Hemos conservado nuestro nombre, "comunista revolucionario", mientras modificamos los estatutos. Estas modificaciones toman entonces otro sentido, el de una voluntad militante de abrirse al futuro, al mundo del trabajo, para construir una Liga obrera y popular, instrumento de la construcción de un nuevo partido de lucha de clases.
¿Qué forma tomará mañana la dictadura revolucionaria del proletariado? La pregunta está abierta, pero está claro que al ir hasta el final de la democracia, destruirá el viejo aparato del estado para abrir el camino a su decadencia y a la abolición de las clases...
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