Irak, Medio Oriente y Asia

Bush ha abierto de par en par la caja de Pandora...

 

Autor: David Hirst

Fecha: 27/12/2003

Traductor: Isidoro, especial para PI

Fuente: The Guardian


Bush ha abierto de par en par la caja de Pandora en un paraíso para el terrorismo internacional


El 2003 ha sido un año crucial para el Medio Oriente, con guerra en Irak y la continua intifada en Israel. El aclamado comentarista de The Guardian sobre la región hace un balance de lo que sucedió, que significa, y adonde puede conducir el año entrante

Este fue el año en que Medio oriente se convirtió en el incontestable, tumultuoso centro de la política global. Cuando, al amanecer del 20 de Marzo los EE.UU. y su aliado británico fueron a la guerra contra el Irak de Saddam Hussein, estaban interviniendo en la región en semejante escala que los árabes en cualquier parte comparaban la invasión, en su potencial significado geopolítico, con aquel cataclismo espermático del siglo pasado: el colapso del imperio otomano. Eso condujo al tallado arbitrario de sus antiguas provincias por parte de las potencias coloniales europeas y, en 1948, a la perdida de una de ellas, Palestina, a manos del estado-colono israelí.

A los ojos de los árabes, fue un golpe mortal final al así llamado “sistema árabe” a través del cuál las partes componentes de la más grande “nación” árabe se esforzaban colectivamente para proteger la integridad territorial y la seguridad básica del conjunto. Para el disgusto y la vergüenza del pueblo árabe, no fue meramente incapaz de evitar la conquista y ocupación de lo que, gobernada apropiadamente, hubiera sido una de las más poderosas y prósperas tierras árabes, sino también cómplice de ello.

Simplemente se detuvo a mirar mientras la única superpotencia del mundo se embarcaba en su enormemente ambiciosa empresa neocolonial: hacer de Irak el punto de apoyo para remodelar toda la región y, con el cambio de régimen y la “democratización”, curarla de aquellas enfermedades – opresión política y social, extremismo religioso, corrupción, tribalismo y estancamiento económico – que la han convertido en la mayor amenaza para el orden mundial existente. No preveía formalmente un rediseño a gran escala de las fronteras estatales, pero se vio de ese modo por un inexorable ímpetu de que podría suceder.

Fue visto como una segunda Palestina, no tanto porque era una conquista extranjera de otro país árabe, sino porque, a través de los halcones neoconservadores de la administración Bush, era por lo menos tan israelí en su inspiración y propósito como era americana. El enorme golpe en Bagdad debilitaría tanto a otros regímenes árabes que los palestinos, privados más que nunca de apoyo árabe, se someterían a aquella subyugación y desposeimiento israelí a gran escala de todo salvo un último lastimoso fragmento de su tierra original.

Esta grandiosa empresa comenzó lo suficientemente bien. El régimen más podrido de un podrido orden árabe colapsó rápidamente como se esperaba. En el lapso de tres semanas los americanos estaban en Bagdad y un tanque americano hacía equipo con una multitud jubilosa en el simbólico acto de derribar una estatua de Saddam en la plaza Firdaous. El 1 de Mayo un triunfal George Bush vestido de piloto se pavoneaba embarcado en un portaaviones para declarar el fin de las grandes operaciones de combate.

Funesto

Pero América no iba a encontrar ningún arma de destrucción masiva, demoliendo el principal objetivo oficial de la guerra. Más seriamente, la buena voluntad que había ganado de la mayoría de los iraquíes por derrocar al déspota rápidamente comenzó a disiparse en medio de la evidencia de cuán pobremente equipados estaban los EE.UU. para la “construcción de nación” (“nation-building”, NT) que venía a continuación. Se desarrolló una competición, entre una mayoría de los iraquíes, quienes más allá de su creciente exasperación con la ocupación querían que continuara hasta que un orden iraquí sano e independiente tomase su lugar, y una minoría que quería acabar con ella por todos los medios.

Para Junio empezaron a morir los primeros soldados americanos. La resistencia comenzada por los leales a Saddam se amplio a otros grups, abrumadoramente sunitas, hasta que para Octubre la CIA concluyó que 50.000 personas estaban activamente involucradas en ella. El ejército de EE.UU. respondió con métodos drásticos – castigos colectivos, poder de fuego masivo, demoliciones y rasias – que no podían más que incitar a una mayor militancia.

En el mundo árabe, un antiamericanismo virulento no estaba contrapesado, como lo estaba para los iraquíes, por un odio a Saddam y el temor a su posible retorno. Así que caldeaba la resistencia iraquí más que lo que lo hacía la mayoría de los iraquíes – y producía en abundancia militantes de su propio seno quienes eran arrastrados a esta nueva arena desde donde conducir su jihad contra el enemigo del Islam y el arabismo.

Como atacaban casi cualquier objetivo, iraquí, americano o extranjero, militar, civil o filantrópico, los bombarderos suicidas itinerantes también explotaban otro pretexto para la guerra: que Saddam había sido socio de Osama Bin Laden, y que su caída resultaría en un golpe crítico para el terrorismo internacional.

“Pretendiendo que Irak estaba marchando junto a al-Qaeda,” explicaba el columnista de New York Times Maureen Dowd, “los oficiales de Bush crearon un Irak marchando junto a al-Qaeda.” Y no sólo Irak: desde lainvasión los terroristas han atacado en Arabia Saudita, Marruecos y Turquía, mayormente a expensas de otros musulmanes.

Tampoco hubo ningún signo del efecto benéfico que semejante intervención radical en una gran zona de la crisis de Medio Oriente se suponía iba a tener en la otra. El vínculo largamente establecido entre Irak y palestina se reafirmó pero con la nueva ocupación interactuando con la vieja en formas que complicaron más aún todo el gran designio neoimperial.

Ariel Sharon efectuó la primera irrupción aérea de Israel sobre Siria en 30 años. Ostensiblemente se trataba de una represalia por un bombardeo palestino particularmente atroz, pero también era una bramante proclama para moldear a Israel como un aliado operacional de los EE.UU. en la “remodelación” de la región y el castigo a ese otro dictador batista quién, en el esquema neoconservador de las cosas, era el próximo en la fila para el tratamiento a la Saddam.

Después fue revelado que en Irak las fuerzas de EE.UU. estaban adoptando técnicas de contrainsurgencia que los israelíes les habían enseñado. Esto sólo podía profundizar la convicción árabe y musulmana de que lo que los soldados americanos le estaban haciendo a los iraquíes era lo que los israelíes le habían estado haciendo a los palestinos en los últimos 50 años. La resistencia en un lugar sólo podía inspirar y reforzar la resistencia en el otro.

Fiasco

En este clima desfavorable Bush buscó lanzar la largamente atascada “hoja de ruta” para la paz, pero no sólo al precio de matizar la más noble de sus metas de guerra – “democracia para Arabia” – de una muy curiosa luz teñida de israelí. Tratar de suplantar a Yasser Arafat con el nuevo primer ministro palestino, el desventurado Abu Mazen, era en efecto subvertir la democracia en una de las pocas sociedades árabes cuyo líder era, más o menos, su autentica opción probada electoralmente. Este fiasco de corta vida zozobró en la obstinación de Arafat, en la intransigencia de Sharon, en los renovados bombardeos suicida de Hamas y en el partidismo fanático del presidente de los EE.UU. más pro israelí de la historia, quien no iba a arriesgar el odio de sus electores judíos y cristianos de derecha en la carrera hacia las elecciones presidenciales del año que viene.

Asimismo, en el frente iraquí, transformándose como estaba en la amenaza potencial más grande para las perspectivas de segundo mandato de Bush, el propósito exterior exaltado cayó repentina y flagrantemente presa de las utilidades de la política doméstica. La captura de Saddam fue sobremanera un oportuno triunfo de relaciones públicas. Pero pareció tan idónea para alentar la insurgencia antiamericana como para disminuirla, y a partir de allí amplificar el creciente murmullo de que había un nuevo Vietnam formándose.

En las últimas semanas del 2003 Bush y sus lugartenientes seguían jurando que América se quedaría “hasta que el trabajo esté hecho”, aún cuando empezaron a buscar medios para una estrategia de salida plausible. Con la destreza que ha marcado a toda la ideológicamente conducida empresa iraquí desde el principio, decidieron de pronto que finalizarían la ocupación y transferirían la autoridad a un gobierno iraquí para el verano próximo, revirtiendo el orden de los eventos que habían previsto inicialmente – dar poder real a los iraquíes sólo cuando estuvieran verdaderamente preparados para él.

Este nuevo orden iraquí sería soberano y democrático, pero la primera cosa que haría sería pedir a las tropas americanas que se queden para preservar esa soberanía y esa democracia.

Con este subterfugio, Bush podría simplemente, como aparentemente planea hacer, conseguir declarar “misión cumplida” en la víspera de las elección presidencial. Pero sería notable si semejante gobierno esencialmente instalado por EE.UU., presidiendo sobre un ejército y una policía reconstruidos apresuradamente, fuera capaz de dominar por mucho tiempo el remolino de pasiones e intereses políticos contradictorios que ha liberado la remoción de la tiranía.

Un Irak en desacuerdo consigo mismo, y un paraíso para los terroristas internacionales, no le haría gracia a ninguno de los principales actores en este drama geopolítico. Ni a los EE.UU., confrontados como ya estuvieron con el clásico dilema colonial de elegir entre tirar hacia atrás o sumergirse aún más adentro. Ni al mundo árabe, cuyos regímenes a los ojos de sus pueblos sólo difieren de Saddam en el grado de su degeneración, ni a Israel.

El peligro está en lo que los comentaristas árabes habitualmente llaman “Libanización” – primero de Irak y luego, por un contagio inevitable, del resto del mundo árabe oriental. Hezbollah, la más exitosa de las insurgencias antiisraelí, creció del seno de un solo estado frustrado y fraticida. ¿Qué podría arrojar toda una región frustrada?

Publicado el lunes 22 de Diciembre, 2003


     

 

   
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