Europa

Los choferes

 

Autor: Francesco Piccioni

Fecha: 30/12/2003

Traductor: Lucas Pizzutti, especial para P.I.

Fuente: Il Manifesto


Los choferes «procesan» a los sindicatos
Asambleas de base para continuar la lucha después de la firma del acuerdo. Los trabajadores preparan una coordinadora nacional y denuncian la “connivencia” entre sindicatos y empresas en los años de la “concertación”
FRANCESCO PICCIONI
La firma con la posibilidad de un acuerdo sobre el conflicto de los choferes le está costando caro a los sindicatos. Tal vez confiaron en que con el pasar de los días la rabia de los trabajadores bajara de hervor; otras veces sucedió así. Ahora hace falta tomar nota que no se trata de una “rabia”, de un sentimiento de frustración que aparece y desaparece con idéntica rapidez, sino de un proceso de sobrepasar en masa a los sindicatos “oficiales” (aquellos que han firmado el acuerdo; CGIL, CISL, CISAL, UGL y UIL) en dirección hacia la “autoorganización de base”. Una conferencia de prensa para anunciar la “ruptura” se tuvo ayer bajo la lluvia – la empresa romana Trambus ni siquiera prestó los locales para hacerla desarrollar- delante del depósito de Piazza Ragusa. Estando presentes todos los delegados de todos los depósitos romanos que dieron vida al “bloqueo” del sábado y el domingo, apenas se esparció la noticia que los sindicatos habían aceptado 81 euros al mes y 970 de la deuda, en lugar de los 106 y los 2500 “debidos” en base a los contratos del 2000 y los acuerdos de julio del 93 (en el «segundo bienio económico» se debe limitar a verificar el nivel de inflación en los últimos dos años y a cuantificar la adecuación salarial).

Dejan claro que hablan como “trabajadores simples”, sin referisr a ninguna sigla en particular. Pero es normal sentirlos hablar entre ellos llamándose “compañeros”; alguno muestra el carnet de la CGIL, haciendo el gesto de tirarlo a la basura. Ciertamente, no son “jóvenes cabeza caliente”. Abundan los bigotes y los cabellos grises, y hablan de los niños en la escuela, mutuales que pagar, horas de trabajo y salarios que van para atrás. Los “jóvenes” tienen más de treinta años.
Aquí “el sindicato” por definición era la CGIL. No hay rastros de nihilismo vulgar del tipo “todos dan asco”. Y también esta forma de coordinarse espontáneamente –entre “romanos” y del resto de Italia- tiene su orden y su lógica “no espontaneísta”, lejana años luz de la superficialidad y de tonos agitados de una situación más off. E inclusive la denuncia es durísima y definitiva “El sistema de poder, la convivencia entre organizaciones sindicales y las empresas del transporte es de larga data, viene desde la mitad de los años 70” Aunque si solo “desde el fin de los años 90 hasta hoy las organizaciones sindicales han vendido con varios acuerdos todo aquello que la categoría había conquistado en términos de condiciones de trabajo, de tutela de la salud, en nombre de la productividad y de los intereses de pocos, se permitieron asumir con contratos atípicos que bordean el ridículo (aprendiz de chofer) ». También el ridículo tiene un costo: los “aprendices” no tienen cobertura en caso de enfermedad. Piden lo que es debido “Una simple recuperación salarial, no somos ni queremos ser privilegiados”.

¿Porqué los sindicatos han firmado una “hipótesis de acuerdo que ya sabían que habríamos de rechazar? La respuesta, según estos trabajadores, se hunde en tres decenios de concertación deslizada lentamente hacia una práctica de gobierno en las sombras “En el transporte ¿saben quienes son los dirigentes, los presidentes, los cuadros? Son en su mayoría ex sindicalistas” de las cinco organizaciones firmantes del acuerdo. Citan a Raffaele Morese, ex secretario confederal de la Cisl, después subsecretario de Trabajo en el gobierno de D Alema, hoy presidente de la empresa de transportes romana, la Trambus. Relucen algunos nombres menos conocidos, que como ellos “giraban la ciudad”, transformados después en sindicalistas a tiempo completo, «separadosi», que «hicieron un acuerdo personal en 1998 (denunciado a la procuración de la República): después de un cierto número de años se transforman en “cuadros empresarios””. En síntesis: de representantes de los trabajadores a dirigentes de la empresa, a través de un “carril preferencial” que era notorio y que condicionaba desde el inicio la actitud “a-conflictual” del sindicalista.
Cosas cnocidas, prácticas toleradas con algunos murmullos mientras que los sindicalistas firmaban acuerdos que hacían mantener, o inclusive mejorar, los niveles salariales y las condiciones de trabajo. No más ahora, después de largos años de reestructuraciones, despidos, renuncias, doble régimen salarial (uno para los “viejos” a tiempo indeterminado; cuatro o cinco diferentes pero parecidos para los “atípicos” – part-time, aprendices, formaciones, interinos, etc). No más ahora, después de l confrontción forzosa, respecto a una adecuación a la inflación que se debía solamente ratificar.

Nace de esta mezcla de información genuina, del conocimiento, de la dificultad en llegar a fin de mes, la determinación de “hacerse solos”, de representarse “ellos mismos” los intereses de los trabajadores. El 3 de enero, los representantes de toda Italia se reunirán en Florencia, para dar vida a una coordinación estable. En agenda está ya la huelga del 9 de enero y el “estado de agitación”, que significa “bloqueo periódico del horario extraordinario”, “aplicación del reglamento de la empresa” y “respeto escrupulosos del código de tránsito”. Dicho así parece poco, pero, si se mira al parque automotor de gran parte de las empresas de transporte local y a las condiciones reales de circulación sobre las calles, hace falta poco para entender que podrían girar muy pocos autobuses por días y días, “en el pleno respeto de las reglas”.
La verificación por medio de un referéndum – querido por la Cgil, pero indigesto para Cisl y Uil - es «aceptado», pero con condiciones precisas: «que se haga antes del 20 de enero» y que esté escrito en las boletas también la pregunta sobre la cifra “propuesta por los trabajadores en lucha”, o sea los 106 euros. «No aceptaremos embrollos o asambleas consultivas» (hasta ahora de esto solo ha hablado la CISL). El foso entre representados y representantes nunca fue así de ancho. Estaría bien darse cuenta.


     

 

   
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