Irak, Medio Oriente y Asia

La detención de Saddam no frena la resistencia contra la ocupación

 

Autor: Editorial

Fecha: 1/1/2004

Fuente: Revista Amanecer


La mayoría de analistas dentro y fuera de Iraq se muestra de acuerdo en que la actividad de la resistencia iraquí no se verá disminuida por la detención de Saddam Hussein, por el simple hecho de que los resistentes no estaban liderados por el ex dictador.
Recientemente Huda Nueimi, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Bagdad, declaró al diario Al Ahram, de Egipto, que no entendía por qué los norteamericanos se sorprendían de la extensión de las actividades de la resistencia por todo el territorio iraquí. “Ellos son ocupantes. ¿Qué esperaban?”, señaló Nueimi. “La política de EEUU en Iraq no ha sido inteligente... Los norteamericanos han logrado algo que parecía difícil: que todos los iraquíes tengan ahora un solo objetivo, que no es otro que el poner fin a la ocupación y recuperar la independencia y soberanía”. Por su parte, Hasan al Aani, también profesor de Ciencia Política en la Universidad de Bagdad, manifestó al mismo diario que “la captura de Saddam Hussein va a dar a la resistencia una mayor fuerza”.
Durante el período de Saddam, el régimen descentralizó una parte de su poder que pasó a ser detentado por una élite de iraquíes formada, entre otros, por jefes tribales, hombres de negocios y líderes religiosos. Estos sectores se encontraban, sin embargo, limitados en su capacidad de actuar por el propio carácter autoritario del régimen iraquí. Ahora, dichos sectores se sienten totalmente libres para poner en práctica su propia agenda y defender sus propios intereses.
Asimismo, y por primera vez, estos sectores tienen ahora un objetivo común: el oponerse a la ocupación norteamericana. Esto quiere decir que la mukawana -resistencia contra la ocupación extranjera- está en la actualidad en manos de un movimiento nacionalista y religioso plural. En realidad, los iraquíes son un pueblo nacionalista que se muestra muy orgulloso de su historia. Iraq, el país más antiguo del mundo, fue cuna de las civilizaciones de Ur, Asiria y Babilonia. Durante la era islámica, Bagdad fue la capital del Califato bajo el gobierno de los abbasíes. Todo ello hace que sea muy difícil para los iraquíes el soportar la presencia de un ejército extranjero en su suelo.
Además, los iraquíes, que son un pueblo políticamente muy sofisticado pese a décadas de gobierno dictatorial, saben perfectamente que el plan norteamericano contempla la privatización de los recursos petrolíferos de Iraq y su venta a las compañías norteamericanas –y a unas pocas europeas–, algo que resulta del todo inaceptable para el conjunto de la población iraquí. Los iraquíes están convencidos, además, de que no pueden dejar en manos de mercenarios o corruptos al servicio de los ocupantes extranjeros, como Chalabi o Talabani, la determinación del futuro mapa político de Iraq.
El movimiento de protestas ha alcanzado un gran impulso en diversas partes del país. Una reciente manifestación realizada en la ciudad de Hillah, en el sur del país, logró derribar al gobernador local, que había sido designado a dedo por los ocupantes. Los manifestantes desfilaron coreando eslóganes tales como: “Queremos elecciones libres ya”. Muchos iraquíes están esperando a ver qué tipo de gobierno permitirán los norteamericanos que se instale en el país. Si ven que, en efecto, EEUU maniobra para establecer un gobierno títere o no representativo, se unirán entonces a las filas de la resistencia.
Los iraquíes temen, no obstante, que algunos de los miembros del actual Consejo de Gobierno iraquí, nombrado por los norteamericanos, adopten una actitud violenta ante la perspectiva de perder el poder. Los dos líderes kurdos rivales, Yalal Talabani y Masud Barzani, mantienen sus propios ejércitos privados, y Ahmad Chalabi, el líder del Congreso Nacional Iraquí, fuertemente vinculado a los sectores neoconservadores de EEUU, posee también una milicia privada, armada y entrenada por la CIA.
Dado que la resistencia va a continuar sus acciones tras la captura de Saddam, desmintiendo así la afirmación estadounidense de que los guerrilleros son los “restos del régimen baasista”, es probable que Washington pase ahora a echar la culpa a Al Qaida o a “terroristas apoyados por Siria” de las operaciones llevadas a cabo por los insurgentes. En las últimas semanas, la resistencia iraquí ha ampliado sus operaciones más allá del llamado “triángulo sunní”. Un ejemplo de esto es lo que acontece en la ciudad de Mosul, donde el derribo de un helicóptero causó recientemente la muerte a 17 soldados norteamericanos. Mosul se ha convertido, en la actualidad, en uno de los puntos calientes de las operaciones armadas de los guerrilleros iraquíes.
Muchos de los resistentes son antiguos soldados desmovilizados o miembros de la Guardia Republicana. Estos combatientes lucharon contra los norteamericanos durante el período de la invasión, y ahora, en lugar de desmovilizarse, han preferido iniciar una guerra de guerrillas contra el invasor. Estos sectores actúan en base a una concepción nacionalista y no luchan por el retorno de Saddam al poder, sino por la expulsión de Iraq de un invasor extranjero.
Hay que destacar también que muchos miembros de la policía y de las fuerzas de seguridad iraquíes simpatizan con la resistencia o son incluso miembros de ella. Gracias a su pertenencia a estos cuerpos, estos hombres aprenden a manejar armas norteamericanas y reúnen valiosa información sobre los ocupantes que transmiten posteriormente a la guerrilla.
Otros miembros de la resistencia son iraquíes irritados por la actuación de las tropas norteamericanas en el país. Un ejemplo de esto es lo acontecido en Ramadi y Falluyah. Estas ciudades se convirtieron en centros clave de la resistencia después de que los norteamericanos llevaran a cabo varias masacres de civiles, numerosas detenciones y un gran número de registros nocturnos en busca de armas o guerrilleros. En realidad, los norteamericanos han comenzado a poner en práctica algunas de las tácticas utilizadas habitualmente por el Ejército israelí en los Territorios Ocupados, tales como el establecimiento de puestos de control y el cerco de algunas localidades iraquíes con alambre de espino. Los militares estadounidenses han demolido también numerosas viviendas y detenido a muchos hombres durante días o semanas para someterlos a interrogatorios. Este comportamiento ha empujado, sin duda, a muchos iraquíes a unirse a las filas de los resistentes.
En un reciente artículo publicado en varios medios de prensa, el escritor conocido Tariq Ali ha señalado: “Una represión en gran escala sólo conseguirá unir a la población contra los ocupantes. El temor que existe en Washington es que la resistencia iraquí pueda lograr un golpe sensacional justo antes de las elecciones presidenciales. El temor que existe en el mundo árabe es que Bush y Cheney puedan escalar el conflicto con el fin de lograr mantenerse en la Casa Blanca el próximo año. Ambos temores pueden estar justificados”.
Cabe mencionar también un componente islamista muy importante dentro de la resistencia, que está formado, sobre todo, por sunníes iraquíes que ven en la lucha contra el ocupante una aplicación del principio de la guerra defensiva o yihad. Los islamistas, junto con los sectores nacionalistas, habían mantenido hasta ahora reservas en lo que se refiere a colaborar con los baasistas, debido a la vinculación de éstos con el régimen de Saddam, pero, según algunos analistas iraquíes, la captura de Saddam puede hacer ahora más fácil este entendimiento. “La resistencia islamista estaba contra Saddam porque éste les persiguió”, señala Haris al Daari, antiguo profesor de Derecho Islámico en Bagdad y actual líder tribal en Abu Graib, localidad situada al oeste de Bagdad.
Ante la multiplicación de las acciones de la resistencia, la Administración Bush parece haber optado por dejar los temas de seguridad en manos de los iraquíes, táctica ésta que supone una reedición de la doctrina de “vietnamización” puesta en práctica por la Administración Nixon durante la Guerra de Vietnam. Sin embargo, es dudoso que esta estrategia vaya a dar resultado en Iraq, como tampoco lo dio en Vietnam. De hecho, la “iraquización” del conflicto –que pasaría por la creación de milicias, dependientes de los principales partidos vinculados al actual Consejo de Gobierno, que se encargarían de mantener el orden– ha hallado una fuerte oposición dentro de Iraq. El Comité de Ulemas Musulmanes de Iraq, la mayor instancia del Islam sunní en el país, dio a conocer en la primera semana de diciembre una declaración en la que rechazaba de plano la creación de una fuerza de milicias iraquíes. El Consejo advirtió que la idea de utilizar las milicias en las tareas de restauración del orden y la seguridad en Iraq supone, en realidad, un intento de desmembrar el país.
Muchos iraquíes creen que la propuesta de EEUU persigue, en realidad, provocar choques entre las distintas comunidades con el doble objetivo de impedir que se unan en su contra y de justificar, además, su presencia militar en Iraq. Sin embargo, hasta el momento, todos los intentos de los ocupantes para atizar las rivalidades interétnicas o interreligiosas no han dado resultado.
De hecho, los líderes sunníes y shiíes han estado cooperando estrechamente en los recientes meses. Ahmed al Qubasi, un profesor sunní de Estudios Islámicos en la Universidad de Bagdad ha estado reuniéndose regularmente con Muqtada al Sadr, el líder shií que más belicoso se ha mostrado hacia la ocupación extranjera. La mayoría de los sermones de los imames shiíes y sunníes en Bagdad y otras ciudades iraquíes contienen fuertes críticas a la ocupación norteamericana. En la Mezquita del Imam al Aazam, el principal centro del Islam sunní en Iraq, el sheij Ahmed Hassan al Samarai ha advertido públicamente a los fieles que no colaboren con los ocupantes, y ha elogiado a aquéllos que han preferido quedarse en paro antes que trabajar para los norteamericanos.
Otra advertencia más ha llegado del gran ayatollah Ali al Sistani, el más influyente clérigo shií en Iraq. Al Sistani ha mostrado su oposición al plan norteamericano de llevar a cabo elecciones indirectas y ha pedido que el gobierno nacional de Iraq sea nombrado en base a un sufragio universal directo. Los miembros del Consejo de Gobierno iraquí han estado sosteniendo que no va a ser posible realizar elecciones directas en un inmediato futuro debido a la inexistencia de un censo electoral. Sin embargo, un miembro shií del Consejjo, Muafak al Rubal, ha señalado que el censo alimenticio de la ONU puede ser una buena base para la creación de un censo. En los pasados años, casi todos los iraquíes estaban registrados en el censo de la ONU con el fin de conseguir raciones de comida.
Otro importante clérigo shií, Taqi al Mudaresi, que reside en la ciudad de Kerbala, ha advertido, por su parte, que la paciencia de los shiíes se está agotando. “Estoy preocupado por la creciente frustración que percibo entre mis compatriotas, y estoy aconsejando a todos los que me escuchan que recuerden que son un pueblo pacífico. Sin embargo, si la paciencia se agota, temo que habrá una insurrección”. Por su parte, Muqtada al Sadr, ha estado pidiendo al pueblo iraquí que resista a la ocupación norteamericana y ha abogado incluso por la creación de un ejército shií. Estas declaraciones muestran que si bien hasta el momento los shiíes han preferido no unirse a la resistencia armada, en espera de ver si sus expectativas políticas se cumplen, podrían optar al final por hacerlo si los norteamericanos les defraudan una vez más. Una extensión de la actividad guerrillera a las zonas shiíes llevaría a una nueva fase mucho más intensa en el conflicto. Sin embargo, es difícil que los norteamericanos vayan a acceder a las demandas de los shiíes, pues ello significaría la llegada al poder en Iraq de un gobierno amistoso hacia Irán y probablemente hacia Siria, y poco proclive a satisfacer los objetivos estadounidenses en la zona.
Cabe señalar además que las imágenes que muestran a Saddam detenido y humillado han sentado mal a muchos millones de árabes para los cuales el presidente iraquí se había convertido en un símbolo de la resistencia contra la política de EEUU en la zona. Esto podría llevar a que se incremente el apoyo árabe a la guerrilla iraquí. De hecho, varios centenares de voluntarios de diversos países árabes se fueron a luchar al lado de los iraquíes poco antes del inicio del conflicto. Sin embargo, este componente extranjero es, contrariamente a lo afirmado por la propaganda norteamericana, residual y no cambia el carácter estrictamente nacional de la resistencia iraquí.


     

 

   
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