Economía y Politica Internacionales

Después de la Guerra Fría, tenemos que construir un nuevo orden mundial

 

Autor: Longin Pastusiak (*)

Fecha: 3/1/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: International Herald Tribune


Después de la guerra fría

Mientras el mundo está a las puertas del siglo XXI, la pregunta es, ¿caeremos en el caos o seremos capaces de crear un orden internacional? Si uso palabras fuertes para presentar las alternativas es sólo para alentar a todos a buscar una solución para el diagnóstico de Henry Kissinger de que “el mundo de hoy están en un estado de desorden revolucionario”.

Desafortunadamente, los políticos contemporáneos están tan preocupados por resolver tensiones y conflicto actuales, que ignoran una meta ambiciosa, la creación de un nuevo orden mundial.

En el pasado, los nuevos órdenes internacionales se establecían como resultado de grandes guerras –por el Tratado de Wastphalia luego de la Guerra de los Treinta Años, por el Congreso de Viena después de las Guerras Napoleónicas, por el Tratado de Versalles luego de la Primera Guerra Mundial, en Yalta y Potsdam después de la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo el paso de la historia, un nuevo orden mundial debería ser haber sido establecido luego de la Guerra Fría.

La noción no es nueva. Entre los políticos contemporáneos que se refirieron a la necesidad de un nuevo orden mundial estuvo el primer presidente George Bush. Desde el verano de 1990 hasta marzo de 1991, utilizó el término “nuevo orden mundial” 43 veces.

Lamentablemente, sin embargo, el final de la Guerra Fría sólo creó más inestabilidad, más desafíos de seguridad y fuentes de conflicto internacional. Por otro lado, también creó oportunidades extraordinarias para resolver muchos problemas, resultado de la tensión inherente de un sistema mundial bipolar.

Cuando, a principios de los ’90, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama llamó al final de la Guerra Fría “el fin de la historia”, algunos pensaron en desafiar esa idea. Pronto fue claro, sin embargo, que en lugar de “final de la historia” estábamos en realidad frente a “una vuelta de la historia”, es decir, un revival de fuentes tradicionales, históricas de tensión y conflicto internacional. El curso es irónicamente llamado el “regreso al futuro”.

Este es el diagnóstico general. La terapia de larga duración sería la creación de un nuevo orden mundial.

Esto significa definir las tendencias de económicas, tecnológicas, militares y sociopolíticas que decidirán el futuro de las relaciones internacionales. Esto incluye todas las transformaciones dramáticas que están teniendo lugar como resultado del fin de la Guerra Fría –la disgregación del sistema mundial bipolar y la cooperación, en lugar de confrontación, entre recientes adversarios ideológicos. El término “nuevo orden mundial” también cubre el emergente sistema internacional y la necesidad de crear un nuevo balance de poder, así como nuevas estructuras.

Un rol importante en el nuevo orden global debería ser jugado por las Naciones Unidas –reformada y adaptada al nuevo balance mundial de poder, y a nuevos desafíos y amenazas. El nuevo orden mundial debe estar equipado con un instrumento efectivo con la forma de una fuerza militar internacional. Esa fuerza debe constituirse para enfrentar cualquier agresor potencial que piense utilizar su ejército como herramienta para perseguir objetivos políticos.

El nuevo orden mundial también significa un rol más importante de la diplomacia y técnicas diplomáticas para resolver conflictos internacionales. Significa cambiar el énfasis de los métodos militares a los diplomáticos. La reducción de armas continuará siendo un componente importante de la agenda del nuevo orden mundial.

Muchos creen que la manera más efectiva de asegurar la paz mundial y la estabilidad es mediante la introducción universal del capitalismo de libre mercado. El primer presidente Bush a menudo expresó la importancia del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en modelar el nuevo orden global. Reuniones del Grupo de los Ocho países más industrializados han reemplazado las viejas conferencias de los jefes de estado.

El nuevo orden a menudo es visto como una manera de proveer al mundo más estabilidad y seguridad. Pero la democratización y la creciente lucha por la soberanía en varias partes del mundo han contribuido a crear más tensiones y conflictos, más internas que internacionales (como en Yugoslavia, la ex Unión Soviética y África), que a estabilizar la situación. La estabilidad mundial debe ser tratada como una meta a largo plazo. En el corto período, debemos concentrarnos en construir mecanismos organizacionales y herramientas para prevenir agresiones.

Si no es posible establecer un sistema global de seguridad, entonces deberíamos apuntar a establecer sistemas regionales. En el presente, sólo tenemos un sistema de seguridad efectivo euro-atlántico, basado en la OTAN. Pero ese sistema ni siquiera cubre toda Europa. Regiones como Asia, África y América Latina, que son menos estables que Europa, no tienen ninguna estructura regional de seguridad. El establecimiento de seguridad regional y sistemas de cooperación parecen ser un deseable y posible objetivo a mediano plazo.

Tengo la impresión de que los políticos están tan ocupados con los temas cotidianos que se han olvidado de las generaciones futuras. La tarea ambiciosa de formular un nuevo orden para el futuro está esperando que una persona, grupo o país lo cree en términos intelectuales y políticos, y le de dimensión internacional. El asunto es urgente.

Pero me gustaría expresar que el nuevo orden mundial no debería ser la creación de una superpotencia, sin importar cuán fuerte sea en un momento dado de la historia. Bajo los principios democráticos que formalmente gobiernan las relaciones internacionales, la tarea debería ser asumida por todos los actores de la escena política mundial, aunque sea obvio que el peso cualitativo de los estados individuales difiera enormemente.

Estados Unidos tiene el mayor número de ventajas entre todos los países: la economías más grande, el ejército más formidable, el potencial tecnológico y financiero más importante, así como la fortaleza política, influencia ideológica y cultural. Su déficit de presupuesto y comercio, así como la tensiones domésticas, restringen el compromiso de EEUU en el mundo, y su unilateralismo tampoco contribuye a su prestigio internacional. Pero ningún otro país como Estados Unidos puede lograr una combinación de poder duro y blando – político, económico, diplomático, ideológico, cultural y militar- para asumir la política mundial.

(*) El autor es el presidente del Senado del Polonia.


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