Latinoamérica

Bolivia: ¿Democracia el 2004?

 

Autor: Gustavo Guzmán

Fecha: 31/12/2003

Fuente: Revista Pulso



Hay una verdad política que se lleva este tembloroso 2003 (“verdad”, decimos, siempre en su doble cualidad, en esa mixtura de lo que es deseable y lo que es aparente). El año, apenas una hora en la historia, ha sido ése en que las cosas se han visto tal como son y no como se presentan en lo cotidiano. Tal el perfil de la crisis, de un país en crisis y de una política todavía paralítica en el año que se va.

Pocos años o ninguno comparables, en su dimensión política, con este 2003: una democracia de 21 años removida desde sus huesos, una indignante pobreza que le cierra la boca a la política, un sistema de partidos doblegado en su decrepitud, unos gobiernos demolidos por la obscenidad de eso que se llaman “gastos reservados”, una no menos obscena sumisión a la arrogancia estadounidense y, finalmente —como expresión de todo ello— la emblemática caída del tótem neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada.

É sta es la herencia política que tiene que administrar el Presidente periodista. Carlos D. Mesa Gisbert tiene en manos la fragilidad de lo heredado y la fortaleza del único intersticio desde el que se hizo posible su gobierno: un acto de valentía política frente al asco que le produjo el crimen en El Alto, un acto de ética desde la política que queda.

Y por si fuera poco, después del 17 de febrero y apenas a dos meses desde que Mesa Gisbert asumió la presidencia, se vienen constituyendo a fuego lento tres frentes de asedio para el Presidente periodista.
(uno): Ahí está la indigencia política y sin brújula de los partidos incrustados en el Congreso, incapaces hasta ahora de imaginar otra rutina en el nuevo e inédito escenario político. (dos): Está también la ensoberbecida dirigencia de la masa victoriosa de octubre, imaginando un nuevo zarpazo. (tres): Y está, por supuesto, la argamasa conspirativa gonista muy bien refugiada en la embajada norteamericana (el embajador Greenlee, cuando habla para oídos selectos, no deja de decir que la sucesión democrática Sánchez de Lozada–Mesa Gisbert fue una sucesión “espuria” y que para ellos —para los americanos— sólo Goni es la expresión del “verdadero demócrata boliviano”).

Cadáveres y morteros

Esta tercera pieza del asedio al Presidente periodista es una entrega casi semanal de “cazabobos” y de operetas subversivas que resucitan cadáveres y morteros. Cadáveres como el de un embalsamado Ejército de Liberación Nacional —el ELN boliviano de los años 70— y morteros antiquísimos con destino en Cochabamba (al Chapare debían decir, si fueran más sinceros, los jefes de la Policía).

¿ Se le ha ocurrido a alguno de esos periodistas “cazanoticias” preguntar siquiera si ese “guerrillero” resucitado del ELN boliviano —el señor Javier Ramírez Panda— tiene algo que ver con el ELN colombiano, ése que tanto les interesa a los americanos?
Lo que sí preguntan los periodistas es algo como esto:
— Señor Greenlee, Evo Morales ha dicho que eso de los morteros es una maquinación de Estados Unidos, ¿qué opina usted al respecto?
— No respondo a provocaciones fascistas.

“ No respondo a provocaciones fascistas”, dice mister Greenlee. ¿Podría quedar alguna duda de lo que piensan y hacen los americanos en Bolivia?

El Evo Morales “fascista” de Greenlee es el jefe la oposición política democráticamente elegida en Bolivia; Evo Morales es el líder del segundo partido más votado en las elecciones de junio de 2002, es el hombre al que el actual Presidente boliviano recibe en Palacio de Gobierno sin complejos ni prejuicios. ¿Le molesta a Greenlee que Evo Morales entre a Palacio como lo hace él como Pedro por su casa?
En el mismo vértice de este tercer frente de asedio a Mesa Gisbert está el gonismo que queda en Bolivia y el que se ejerce desde Miami (curiosamente, Sánchez de Lozada no ha abierto la boca en las dos últimas semanas, ¿qué andará tramando?).

No queda mucho más que decir sobre estos movimientistas crispados, acostados en el diván existencial de la duda, entre las “glorias” del gonismo de antaño y el gonismo de Miami que conspira. Sólo hay que ver cómo actúan en el Congreso: el MNR que queda es la bancada gonista, y esa bancada, desde el mismísimo viernes 17 de octubre, juró defender a Sánchez de Lozada; Javier Campero Paz, “jefe en ejercicio”, no pinta ni para un afiche, sino, que demuestre lo contrario.

Octubre y Freud

El otro frente de asedio al Presidente periodista es el de los bravucones, unos que apenas diferencian el octubre alteño del octubre del ruso Lenin. En ellos está, en gran medida, la posibilidad de que el gobierno de Mesa Gisbert nos desembarque en una elecciones en el año 2007 o antes. En ellos debería estar la respuesta a una pregunta: ¿después de Carlos D. Mesa Gisbert, si ese “después” no son unas elecciones, qué? No vaya a ser que, a fin de cuentas, los bravucones de octubre terminen coincidiendo con mister Greenlee.

Es poco tiempo, apenas dos meses, para juzgar a un Congreso que está aprendiendo a vivir “desconectado” del su mandante, el Palacio de Gobierno. Así piensan los optimistas, y no hay porqué dudar de su buena fe. Hace poco más de una semana, y por primera vez desde que la democracia es democracia, hubo un hemiciclo repleto de discursos en nombre, precisamente, de la democracia.

La bancada de diputados del MNR había abandonado la sesión por “solidaridad” con unas demandas del benianas de larga data. Por primera vez, después de más de 20 años, los diputados comenzaron a preguntarse por el destino de la democracia.

Y por primera vez también, abiertamente y sin bostezos, los diputados se preguntaron si valía la pena sostenerse por un curul y una suculenta dieta, si no ha había llegado la hora de pensar en “cerrar el Congreso”, ya sea por decisión propia y por la amenaza de un nuevo octubre.

É sa es la consistencia actual de un Parlamento verdaderamente freudiano y catártico. Un parlamento con ese temperamento, con esa imposibilidad de reconocerse en un nuevo tiempo político, tiende casi por fuerza propia a sumar su impotencia en el cuadro de asedios al Presidente periodista. Habrá que esperar, con los optimistas del caso.

Pero eso no es todo

Ahora bien, si estos son los tres frentes de asedio para Carlos D. Mesa Gisbert, el cuadro no estaría completo sin lo que le toca al propio Presidente.

Se ha dicho en estas páginas que habrá que recordar, una y cuántas veces sea necesario, que Carlos D. Mesa es Presidente no sólo porque supo ponerse a la altura de los hechos, sino porque su asunción, empujada por una insurrección popular y democrática, tiene marcada una agenda política (un programa mínimo: gas y Constituyente) con la firma de los protagonistas de octubre y asumida como tal por el propio Presidente.

Puestas las cosas así, cuenta la insolación política que padece el Congreso, cuentan por supuesto las operetas subversivas inflamadas por Greenlee y el gonismo que queda, y cuentan las obsesiones levantiscas que quedan de octubre. Pero cuenta también, y sustancialmente, lo que sea capaz de hacer y cumplir el Presidente. Y ahí está, en la puerta del horno, esa nueva Ley de Hidrocarburos que ya tiene lista el Ejecutivo.

Esa nueva ley será la primera vara en serio con la que se medirá a Carlos D. Mesa Gisbert para saber hasta dónde quiere llegar. Está en la responsabilidad del Presidente, sin duda, una gran tajada de eso que hoy —cuando muere el 2003— todavía merece un par de signos de interrogación: ¿democracia el 2004?


     

 

   
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