Latinoamérica

En Haití, la situación política sigue estancada

 

Autor: Agencia

Fecha: 2/1/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: Courrier Internationale



Una vez terminadas las celebraciones del bicentenario de la independencia, Haití debe resolver una crisis política que amenaza con llevar el país al caos. El estancamiento en la relación entre los partidarios y adversarios del presidente Jean Bertrand Aristide parecía completo al final de la fiesta, marcada por nuevas manifestaciones reprimidas por el poder, y aunque con el mandato de los diputados a vencerse el próximo 12 de enero, sin perspectivas inmediatas de elecciones.

El país está en crisis desde las elecciones de mayo del 2000, donde logró la victoria el partido de Aristide.

Las tensiones se mantuvieron durante los últimos meses, con una lucha en el seno de la sociedad civil. Un grupo llamado de “los 184” reclama la salida del presidente, acusándolo de despotismo, y cada semana se lanzan a las calles miles de personas en manifestaciones una y otra vez reprimidas por la policía y las bandas armadas al servicio del poder. La represión suscitó la condena de la comunidad internacional, inquieta por esta radicalización.

“Existe un peligro evidente de confrontación violenta, con instituciones muy débiles y una inmensa pobreza”, reveló una fuente diplomática. “La anarquía que amenaza al país es una gran preocupación”.

En diciembre, Estados Unidos es el principal socio político de Haití, desde que Francia decidió apoyar un compromiso político propuesto por la Confederación Episcopal de Haití, el órgano dirigente de la iglesia católica. Ese texto busca reformas para profesionalizar la policía y la formación de un consejo de nueve miembros (representantes de los partidos, de la sociedad civil, las iglesias, la Corte) destinado a rodear al presidente, para llenar el vacío provocado por la ausencia del Parlamento. Este consejo estaría encargado de relanzar los procesos de organización de las elecciones. Mientras tanto, Aristide se quedaría hasta finalizar su mandato.

“Dada la tendencia a la lucha insurreccional en la historia haitiana sería deseable, para los intereses a largo plazo del país, que el presidente termine su mandato”, agrega la fuente diplomática, revelando que “el proceso lanzado por la Iglesia exige concesiones importantes de ambas partes”. Pero en lo inmediato, las posiciones se mantienen irreconciliables.

Los 184 reclaman la dimisión sin condición de Aristide. “Esto es una dictadura con cara de democracia”, dijo el coordinador, André Apaid. “La salida de Aristide es inevitable”. En la sala de su mansión en Port au Prince, el hombre jura no ser candidato a la función suprema, negándose a toda participación electoral. Quiere un gobierno de transición de dos años, compuesto por personas que no sean políticos. Su movimiento intenta trascender las diferencias sociales y de raza, entre la mayoría negra y la minoría mulata.

Aristide, que dice ser la voz del pueblo y califica a sus adversarios de “pequeña minoría”, parece inamovible. Para el gobierno, “no es una crisis, es un complot”, dijo el vocero Mario Dupuy, que ve una campaña de desprestigio para hacerse del poder. “Tengo confianza en el liderazgo de nuestro presidente, es el único que puede contener el enojo de la población”, advirtió Dupuy, agregando: “Imagínense que la multitud decide usar la violencia, imaginen los daños...”


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