EEUU

Exportar puestos de trabajo no es libre comercio

 

Autor: Charles Schumer y Paul Craig Roberts

Fecha: 7/1/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: International Herald Tribune


Re-pensar el proteccionismo

“Fui educado, como la mayoría de los ingleses, para respetar el libre comercio no sólo como una doctrina económica, que una persona racional e instruida no podría dudar, sino como parte de la ley moral”, esto escribió John Maynard Keynnes en 1933. Y de hecho, hoy mismo, nada hacer hervir más la sangre de un economista que el desafío a la doctrina del libre comercio.

Ya en un ensayo hace 70 años, Keynes mismo empezó a cuestionar algunas de los supuestos del libre comercio. La cuestión hoy es si las bases del libre comercio han sido socavadas por los cambios ahora evidentes en la moderna economía global.

Dos ejemplos recientes ilustran esta preocupación. Durante los próximos tres años, una importante empresa financiera de New York planea reemplazar un equipo de 800 ingenieros de sistemas norteamericanos, que ganan cada uno cerca de 150,000 dólares por año, por un equipo igualmente competente en la India, que gana un promedio de 20,000.

El segundo, dentro de 5 años se espera que el número de radiólogos caiga de forma significativa porque el MRI (Resonancia Magnética, N de T) podría ser enviado por internet a radiólogos en Asia, capaces de diagnosticar el problema por una pequeña fracción del costo.

Estas anécdotas sugieren un cambio sísmico en la economía mundial provocados por tres grandes desarrollos. Primero, la nueva estabilidad política que permite al capital y la tecnología fluir mucho más libremente alrededor del mundo. Segundo, fuertes sistemas educativos que producen decenas de millones de trabajadores inteligentes y motivados en el mundo en desarrollo, particularmente en China e India, que son tan capaces como los trabajadores más altamente capacitados en el mundo desarrollado, pero trabajan por una minúscula fracción del costo. Por último, las comunicaciones baratas y de amplio alcance hacen posible que extensas fuerzas de trabajo sean localizadas y gerenciadas en cualquier parte.

Estamos preocupados de que Estados Unidos esté entrando en una nueva era económica, en la que los trabajadores norteamericanos enfrentarán una competencia global directa en casi todos los niveles laborales –desde el que maneja una máquina, el ingeniero de sistemas, hasta el analista de Wall Street.

Cualquier trabajador, cuyo empleo no requiera interacción diaria cara a cara, puede ser reemplazado por un trabajador peor pago, igualmente capacitado a miles de kilómetros. Los puestos de trabajo norteamericanos no se pierden por competencia de empresas extranjeras, sino corporaciones multinacionales, muchas veces con raíces norteamericanas, que están recortando gastos, mudándose a países de salarios bajos.

La mayoría de los economistas quieren ver estos cambios a través del prisma clásico del “libre comercio”, y etiquetan cualquier desafío como proteccionismo. Pero estos nuevos desarrollos ponen en cuestión algunos de los supuestos clave en los que se basa el libre comercio.

El argumento del libre comercio se basa en el principio del economista británico Ricardo de “ventaja comparativa” –la idea de que cada país debería especializarse en lo que hace mejor y comerciar con otros por otras necesidades. Si cada país se centra en su ventaja comparativa, la productividad sería más alta y cada uno debería compartir una parte más grande de la torta económica global.

Sin embargo, cuando Ricardo dijo que el libre comercio produciría ganancias compartidas para todos los países, asumía que los recursos utilizados para producir bienes –lo que él llamaba los “factores de producción”- no serían fáciles de mover más allá de las fronteras internacionales.

La ventaja comparativa es socavada si los factores de producción puede ser re-localizados allí donde sean más productivos: hoy, a unos pocos países con trabajo barato abundante. En esta situación, no hay más ganancias compartidas –algunos países ganan y otros pierden.

Cuando Ricardo propuso su teoría a principios de 1800, los principales factores de producción –suelo, clima, geografía y la gran parte de los trabajadores- no podían ser trasladados a otros países. Pero los factores de producción vitales de hoy –capital, tecnología e ideas- pueden ser trasladados alrededor del mundo con sólo apretar un botón. Son tan fáciles de exportar como los autos.

Este es un mundo muy diferente al que Ricardo imaginó. Cuando las empresas norteamericanas reemplazan empleados del país con trabajadores extranjeros de costo más bajo, para vender más barato en el mercado interno, parece difícil discutir que esta es la manera en que el libre comercio debe funcionar. Llamar a la recuperación económica de EEUU “desempleada” no es adecuado. Muchos puestos de trabajo están siendo creados, sólo que no en Estados Unidos.

En el pasado, hemos apoyado medidas de libre comercio. Pero si el libre comercio está siendo socavado por los cambios en la economía global, las políticas norteamericanas deberían reflejar nuevas realidades.

Mientras algunos economistas y funcionarios sugieren que el país necesita un gran esfuerzo para re-entrenar a los trabajadores despedidos, no creemos que sólo el re-entrenamiento sea una respuesta, porque casi todo el nivel de trabajos que requieren capacitación pueden ser hechos fuera del país.

Asimismo, no creemos que ofrecer incentivos impositivos a las empresas que mantienen los puestos de trabajo en el país pueda compensar la enorme diferencia salarial que existe si se traslada el trabajo afuera.

Es necesario que los acuerdos comerciales de Estados Unidos reflejen la nueva realidad. El primer paso es iniciar un debate honesto sobre dónde está realmente la economía norteamericana y adónde se dirige EEUU como nación.

Las anticuadas medidas de proteccionismo no son la respuesta, pero la nueva era requerirá nuevas ideas y nuevas soluciones. Y una cosa es cierta: soluciones reales y efectivas sólo emergerán cuando los economistas y los políticos terminen con la confusión entre el libre fluido de bienes y el libre fluido de factores de producción.


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