Irak, Medio Oriente y Asia

Guerra de Ideas, Parte 1

 

Autor: THOMAS L. FRIEDMAN

Fecha: 10/1/2004

Traductor: Isidoro, especial para PI

Fuente: New York Times


Los vuelos de línea hacia los EE.UU. son cancelados en Francia, México y Londres. Guardias armados son introducidos en otros vuelos que vienen a América. Los occidentales son aconsejados para evitar Arabia Saudita, y las sinagogas son bombardeadas en Turquía y Francia. Un paquete dejado en las escalinatas del Museo Metropolitano de Arte fuerza la evacuación de 5.000 visitantes. (Resulta que contiene un hombrecito de nieve relleno.) Agentes de la Guardia Nacional son apostados en puentes y túneles clave.

Feliz año Nuevo.

Lo que están ustedes atestiguando es porqué el 11 de Septiembre equivale a la 3º Guerra Mundial – El tercer gran reto totalitario de abrir sociedades en los últimos 100 años. Como un vez me explicara el experimentado analista de Medio Oriente Abdullah Schleiffer: la 2º Guerra Mundial eran los Nazis, utilizando el motor de Alemania para tratar de imponer el reino de la raza perfecta, la raza aria. La guerra fría eran los marxistas, usando el motor de la Unión Soviética para tratar de imponer el reino de la clase perfecta, la clase obrera. Y el 11/9 se trató de totalitarios religiosos, islamistas, usando el bombardeo suicida para tratar de imponer el reino de la fe perfecta, el Islam político.

O.K., dice usted, ¿pero cómo se puede comparar a la Unión Soviética, que tenía miles de cabezas nucleares, con al-Qaeda? Acá está el cómo: tan peligrosa como era la Unión Soviética, siempre era disuadida con un muro de contención y con cabezas nucleares de nuestra parte. Porque, en definitiva, los soviéticos amaban la vida más de lo que nos odiaban. A pesar de nuestras diferencias, acordábamos sobre ciertas reglas fundamentales de civilización.

Con los grupos islamistas militantes, nos enfrentamos a gente que nos odia más de lo que ama la vida. Cuando se tiene gran número de gente dispuesta a cometer suicidio, y lista para hacerlo convirtiéndose en bombas humanas, utilizando los instrumentos más normales de la vida cotidiana – un avión, un auto, una puerta de garaje abierta, un teléfono celular, fertilizante, una zapatilla – se crea un arma que es que no se puede disuadir, indetectable e ilimitada. Esto contiene una amenaza mucho más seria que el Ejército Rojo soviético porque estas bombas humanas atacan el más esencial elemento de una sociedad abierta: la confianza.

La confianza es edificada en cada aspecto, cada edificio y cada interacción en nuestro cada vez más hiperconectado mundo. Confiamos que cuando abordamos un avión, la persona junto a nosotros no va a hacer explotar sus zapatos. Sin confianza, no hay una sociedad abierta porque no hay suficiente policía para vigilar cada abertura de una sociedad abierta.

Lo que es la razón de que los militantes islamistas tengan el potencial para erosionar nuestro estilo de vida. Porque la única forma de disuadir a un enemigo suicida listo para usar los instrumentos de la vida cotidiana para matarnos es acabando gradualmente con la confianza. Empezamos desnudando a los pasajeros aéreos, luego tomamos las huellas digitales de todos los visitantes, y terminaremos removiendo las apreciadas libertades civiles.

¿Qué hacer entonces? Sólo hay tres cosas que podemos hacer: (1) Mejorar nuestra inteligencia para disuadir y capturar a los terroristas antes de que actúen. (2) Aprender a vivir con más riesgo, al tiempo que mantenemos nuestra sociedad abierta. (3) Más importante, encontrar las vías para conseguir que las sociedades de donde vienen estos islamistas los disuadan primero. Sólo ellos se conocen a sí mismos, y sólo ellos pueden contener a sus extremistas.

Como explica Dov Seidman, cuya compañía, LRN, enseña ética a las corporaciones globales: la guerra fría terminó en la forma en que lo hizo porque en algún nivel básico nosotros y los soviéticos “acordábamos en lo que es vergonzante.” Y la vergüenza, más que cualquier ley o policía, es el modo en que una villa, una sociedad o una cultura expresa la aprobación y la desaprobación y aplica represiones.

Pero hoy,¡ay!, no existe un acuerdo fundamental sobre lo que es vergonzante, lo que está fuera de los bordes del mundo civilizado. A diferencia de la Unión Soviética, los terroristas islámicos no son ni un estado sujeto a la disuasión convencional o a las reglas internacionales, ni individuos disuadidos por el temor a la muerte. Y sus sociedades de origen, en demasiados casos, no han estigmatizado sus actos como “vergonzosos”. En demasiados casos, sus líderes espirituales los han provisto de una cubierta religiosa, y sus caridades locales los han provisto de dinero. Por esto el bombardeo suicida se está expandiendo.

No podemos cambiar otras sociedades y culturas nosotros solos. Pero tampoco podemos simplemente no hacer nada ante esta creciente amenaza. Lo que podemos hacer es asociarnos con las fuerzas de la moderación dentro de estas sociedades para ayudarlas a pelear la guerra de ideas. Porque hasta el final esta es una lucha en el seno de mundo árabe-musulmán, y tenemos que ayudar a nuestros aliados allí, justamente como lo hicimos en la 1º y 2º Guerras Mundiales.

Esta columna es la primera de una serie de cinco sobre como podemos hacer eso.

Publicado el 8 de Enero, 2004



     

 

   
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