Economía y Politica Internacionales

Washington lo hace bien

 

Autor: William Pfaff

Fecha: 28/1/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: International Herald Tribune


Un Nuevo año

Dos eventos anuales en enero ofrecen un pronóstico útil del clima trans-altántico venidero. Uno es el seminario anual sobre problemas de seguridad, del embajador norteamericanos en la OTAN. El otro el Foro Económico Mundial en Davos.

Este año el pronóstico es de reconciliación –pero no perdón.

La presencia del vicepresidente Dick Cheney en Davos fue una razón suficiente para explicar que Estados Unidos busca un mundo, ni unitaleral ni multipolar, sino uno libre y democrático.

La manteca quedó sin derretirse en su boca, mientras decía a la audiencia cuán importantes son para la administración Bush la cooperación trans-altlántica y el mejoramiento de las instituciones multilaterales.

El embajador R. Nicholas Burns en Bruselas le dijo a su colegas embajadores de la OTAN que deberían dejar en el pasado la incomodidad del año pasado. Una OTAN reunida es necesaria en Irak, para consolidar la seguridad allí y contribuir con la reconstrucción del estado iraquí.

Este esfuerzo de relegar los conflictos recientes también intenta suavizar los choques que hubo y sus implicaciones. La lectura implícita de los eventos pasados es que Estados Unidos y el resto de la OTAN fueron realmente todos parte del equipo para liberar a Irak desde el comienzo, jugando diferentes roles.

El Pentágono ha dejado a un lado su hostilidad a realizar operaciones conjuntas con la OTAN (que resultaron de su experiencia en Kosovo) porque Estados Unidos necesita las habilidades de reconstrucción política y cívica de los ejércitos europeos, y necesita su mano de obra.

Todo el ejército norteamericano, más sus fuerzas de reserva y unidades de la Guardia Nacional consideradas funcionales, están virtualmente atados a Irak: estando allí, en camino, en rotación, o re-entrenándose para ir (o volver a ir).

La transferencia de poder, prometida a los iraqués para el final de junio se está volviendo mucho más compleja de lograr, y puede ser postergada –en parte por la situación de la seguridad.

Los bordes de esta realidad desagradable están siendo desafilados por el uso de un nuevo vocabulario, que pone la intervención de Irak de vuelta en el marco de grandes ambiciones en el que fue lanzada.

Es descrita ahora en términos de esfuerzo en marcha, que se espera que la OTAN apoye, para volver a dar forma al “Gran Medio Oriente”. Hoy usualmente se usa Medio Oriente para hablar de los estados orientales, mediterráneos y del Golfo. El diccionario dice que el pasado imperial comprendía todo el sudoeste de Asia y parte de África mediterránea.

El “Medio Oriente” luego se extendió desde los Balcanes y Turquía (El “Cercano Oriente”) hasta Afganistán –y de hecho más allá, hasta donde sea que significara el “Lejano Oriente”, una frontera móvil.

A la administración Bush le gusta esta redefinición porque identifica la acción norteamericana con un enfoque positivo –una visión de unificación y reforma de las civilizaciones islámicas como un todo.

También implica que las controversias que dividían a los aliados durante los años pasados –sobre la invasión de Irak, los ataques de Washington a Alemania y Francia, el ridículo de las Naciones Unidas como “irrelevante”- fueron malentendidos sobre temas específicos y secundarios, entre aliados que deben compartir una misión para reformar y reestructurar una vasta extensión de la sociedad humana.

El llamado al apoyo de semejante esfuerzo, bajo el liderazgo norteamericano, es poderoso para los gobiernos de la OTAN, ya acostumbrados a ser seguidores.

Estados Unidos le propuso formalmente a la OTAN que se encargue de la “construcción de la nación” y la seguridad, como hizo en los Balcanes y lo están haciendo ahora en Afganistán, es probable que haya un acuerdo mayoritario.

También es probable que haya una minoría en contra, lo que en la OTAN significa un veto. El nuevo lenguaje norteamericano es esencialmente una reafirmación retórica de la misma proposición política que produjo la intervención de Irak el año pasado.

Ignora el descrédito que produjo esa intervención –aumentada por los hallazgos de la investigación Hutton, recién publicada en Londres- y por el hecho que Irak todavía tiene que ser pacificada o debe dársele un nuevo gobierno. El cronograma de transferencia parcial del poder todavía tiene que suceder, todavía puede paralizarse, o fracasar en satisfacer las expectativas de los nacionalistas iraquíes. Ciertamente no se puede a esta altura garantizar un resultado exitoso.

La nueva terminología de Washington representa lo que puede llamarse una versión de año electoral, –y una virtual- de lo que los franceses llaman una “fuite en avant” (huída adelantada, N de T), o una carrera apresuradísima hacia algo nuevo para disfrazar o descontar los errores actuales.

El resultado prometido en Irak no ha llegado –no ha habido el mínimo movimiento hacia la paz entre israelíes y palestinos. Por esa razón, un visión más ambiciosa de la misma política no soluciona nada en el mundo real, e invita a una versión incluso más grande del mismo fracaso.


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