Izquierda Marxista

Del grado óptimo de radicalidad

 

Autor: Michel Husson

Fecha: 30/1/2004

Traductor: Rossana Cortéz especial para P.I

Fuente: hussonet


Se cuenta que el economista Laffer dibujó la curva que lo hizo famoso en una servilleta de papel. Una tasa de impuesto de 0% no procura ningún ingreso, de 100% tampoco; hay entonces, entre las dos, una tasa óptima que maximiza la recaudación fiscal. Se podría construir una curva idéntica mostrando que si "demasiada radicalidad mata la radicalidad", una radicalidad insuficiente tampoco conduce al rendimiento óptimo. Para retomar la fórmula de otro economista famoso, Paul Krugman, "it´s time to be radical". Efectivamente, es la hora del radicalismo, no por algún efecto de moda ideológico, sino por tendencias del capitalismo contemporáneo, en vías de radicalización avanzada.

Primero, es radicalmente anti social. La ofensiva neoliberal está por franquear un nuevo umbral, y se puede hablar de un proceso de "thatcherización" de Europa. Seguridad social, jubilaciones, código de trabajo, negociación colectiva, status de los desocupados, elecciones presupuestarias, moderación salarial: si se ponen de un extremo al otro todas las "reformas" encaradas hoy, se constata una voluntad de ruptura radical con el principio de solidaridad como principio fundador de una sociedad moderna. El capitalismo contemporáneo también es profundamente corrupto. Para justificar las "reformas", invoca a la competencia mundializada que haría ineluctables las reestructuraciones y el cuestionamiento de los derechos sociales. Pero detrás del oropel de la modernidad high tech se descubre cada día lo que se hace comúnmente en el capitalismo: cuentas trucadas; turbios gabinetes contables, paraísos fiscales discretos; bancos con negocios poco interesantes; patrones que se endulzan abundantemente. Los casos en cascada (Enron en Estados Unidos, Parmalat en Italia, Adecco en Suiza o Manesmann en Alemania) muestran que ya no se puede razonar como si se tratara de algunas ovejas descarriadas aisladas: es todo el sistema el que aparece como gangrenado, y este fenómeno no excluye al capitalismo "renano" con reputación de "más civilizado". Finalmente, el capitalismo hoy hace correr peligros radicales a los habitantes del planeta: su incapacidad de luchar contra el efecto invernadero o contra los estragos del sida remite a un factor común, a saber, una voluntad dogmática de aportar soluciones mercantiles a problemas que no pueden ser tratados por una simple disposición de los mercados.

Frente a estas involuciones, el período reciente ha mostrado la dramática ineficacia de la postura social liberal. Consiste en aceptar como ineludible la mundialización capitalista mientras que se esfuerza en canalizarla, para darle un rostro humano. Pero este posicionamiento es manifiestamente sub óptimo. Aquí tampoco, no se trata de pedidos de principios sino de lecciones sacadas de las recientes experiencias. Así, entre 1996 y 2001, se crearon diez millones de empleos en Europa, entre ellos dos millones en Francia. Nadie se arriesgaría a sostener que este resultado alentador proviene de la aplicación de las recetas neoliberales. El resultado, por el contrario, se hizo posible por un relajamiento de hecho de los preceptos de la economía dominante, sobre todo un euro débil, y salarios que siguen un poco mejor las ganancias de productividad. No se ha subrayado suficientemente a qué punto el argumento central del MEDEF con respecto al pasaje a las 35 horas se ha autodestruido. Consiste en decir que la reducción del tiempo de trabajo condujo a un alza del costo de trabajo que ha frenado el empleo; pero si esto es verdad (lo que, por otra parte, no es el caso a causa de la intensificación simultánea del trabajo) ya no es posible imputar la creación de empleos a la baja del costo de trabajo, y esto sigue siendo entonces incomprensible. Después del logro, la baja del dólar y el nuevo congelamiento de los salarios de nuevo hundieron a Europa en la recesión, aún cuando este regreso a las reglas virtuosas hubiera tenido que estimular el empleo.

La apuesta social liberal, simbolizada por el Tratado de Amsterdam, era hacer compatible la ortodoxia monetaria y financiera con el empleo. Esta apuesta se perdió, y este fracaso ha desembocado en una crisis mayor, con la ruptura del Pacto de estabilidad. Lo que ocurre hoy en Alemania ilustra aún mejor el naufragio de semejante proyecto: efectivamente, es el gobierno SPD - Verdes el que ha llevado adelante una "reforma" tendiente ni más ni menos a vaciar de su sustancia a un modelo social que podría servir de referencia al conjunto de Europa. Las tensiones entre la pareja franco - alemana y el resto de la Unión manifiestan una creciente divergencia de intereses entre los estados miembros de la Unión, pero esto ya no remite, desgraciadamente, a proyectos diferentes en materia de modelo social.

Algunos subrayarán que la política del gobierno Raffarin es más dura que la de la izquierda plural, que aparecería retrospectivamente como un mal menor. Es innegable, que todas las medidas tomadas hoy sacan provecho de un terreno preparado por las del gobierno precedente, o de las que no se tomaron. En una tribuna aparecida en Le Monde del 26 de junio de 2003, Alain Bergounioux, secretario de estudios del Partido Socialista, se preguntaba lo que haría un gobierno de izquierda en materia de jubilaciones si volviera al poder. La respuesta aportada a esta legítima pregunta era verdaderamente aterradora: habría que "entablar una negociación para asegurar el financiamiento de la reforma Fillon". ¿Cómo significar más claramente que la idea de cuestionar esta reforma es tan ajena a la reflexión social liberal como siempre lo fue la de volver sobre la reforma Balladur de 1993?

Hay que conservar todos estos elementos presentes en el espíritu cuando nos dedicamos a apreciar las opciones políticas presentes para las próximas elecciones. Pasemos sobre el argumento perezoso del ascenso de los extremos, como si fuera equivalente querer suprimir el impuesto sobre los ingresos y la fortuna (Le Pen) y querere imponer ingresos al capital (Besancenot). Pasemos sobre el dudoso argumento del voto útil: ¿en efecto, dónde está la utilidad de un voto cuya alternativa está limitada a arbitrar entre "ahorro salarial" y "fondos de pensión a la francesa" mientras que se sabe, desde la cumbre de Barcelona, que la izquierda y la derecha se han puesto de acuerdo en un "diagnóstico compartido"?

Se debería hacer la pregunta de otra manera e interrogarse sobre la racionalidad del voto, dicho de otro modo, sobre su adecuación al grado de radicalidad de los proyectos liberales. Entonces tenemos derecho a sostener que la oferta de la izquierda radical es la mejor ajustada a los parámetros de la situación actual. Este es sin duda, el único medio de romper con la perspectiva desesperante de una alternancia sin fin entre una derecha de combate y una izquierda de acompañamiento.


     

 

   
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