Irak, Medio Oriente y Asia

La forma errónea de venderle democracia al Mundo Árabe

 

Autor: Zbigniew Brzezinski

Fecha: 13/3/2004

Traductor: Isidoro, especial para PI

Fuente: New York Times


Washington - La administración Bush merece crédito por su compromiso de largo plazo hacia la democracia en el Medio Oriente. Pero hasta una buena idea puede ser estropeada por una ejecución desmañada. Peor aún, la idea puede volverse contraproducente - particularmente si la gente comienza a sospechar que están operando motivos ulteriores.

Esto es precisamente lo que está pasando con la "iniciativa para un más grande Medio Oriente" del Presidente Bush, que delinea pasos que Estados Unidos y sus socios en el Grupo de las 8 naciones industrializadas pueden tomar para promover la libertad política, la igualdad de la mujer, el acceso a la educación y una mayor apertura en el Medio Oriente. Elementos de la propuesta incluyen la creación de zonas de libre comercio en la región, nuevo financiamiento para pequeños emprendimientos y ayuda en la supervisión de las elecciones.

Luego de que un borrador de la iniciativa fuera publicado el mes pasado en AL Hayat, un periódico árabe basado en Londres, los líderes árabes respondieron prontamente - y descontentos - a lo que percibieron como un empeño americano por imponer el cambio. El presidente Hosni Mubarak de Egipto fue tan lejos como para llamar a la propuesta "decepcionante".

Afortunadamente, todavía queda tiempo para que la administración enderece las cosas y rescate este proyecto potencialmente valioso. Pero deberá moverse con rapidez, particularmente si quiere que el G-8 firme el plan en su reunión cumbre de Junio.

Es incuestionable que la administración ha realizado su trabajo para ello. Para comenzar, la iniciativa democrática fue presentada por el presidente en forma desdeñosamente condescendiente: ante una audiencia entusiasta en el Instituto de Emprendimientos Americanos, una institución de la política de Washington enamorada de la guerra de Irak y no particularmente compasiva hacia el mundo árabe. La noción de que América, con el apoyo de Europa y el aval de Israel, enseñará al mundo árabe como volverse moderno y democrático despertó, como mínimo, reacciones ambivalentes. (Esta, después de todo, es una región donde la memoria del control francés e inglés esta todavía fresca.) A pesar de que el programa es supuestamente voluntario, algunos temen que la obligación se esconda detrás.

Existen otras razones para ser cautos frente al plan de la administración. La democracia, impuesta impacientemente, puede conducir a consecuencias imprevistas. Si los palestinos pudieran elegir un líder en elecciones verdaderamente libres, ¿no optarían por el jefe de Hamas? Si fueran sostenidas elecciones libres dentro de poco en Arabia Saudita, ¿prevalecería el Príncipe Heredero Abdullah, un reformador, sobre Osama bin Laden u otro líder militante islámico? Si no está genuinamente aceptada y reforzada por tradiciones de constitucionalismo, la democracia puede degenerar en plebiscitos que sólo agregan legitimidad a extremistas y autoritarios.

Complejizando el problema está la sospecha - no sólo entre los árabes sino también entre los europeos cuyo apoyo busca Estados Unidos - de que el repentino foco sobre la democracia ha sido promovido por agentes de la administración quienes desean suspender cualquier esfuerzo americano serio para empujar a israelíes y palestinos a alcanzar un genuino acuerdo de paz. Esa sospecha fue alentada por las recientes declaraciones del Vicepresidente Dick Cheney en el Foro Económico Mundial de Davos. La expansión de la democracia, dijo Cheney, fue "la precondición para la paz y la prosperidad en Europa Occidental" después de la II Guerra Mundial. Continuó para aseverar que la reforma democrática "es también esencial para una resolución pacífica de la añeja disputa árabe - israelí."

El argumento de Cheney de que la democracia es una precondición para la paz pareció a muchos una racionalización para posponer cualquier esfuerzo por resolver el conflicto israelí - palestino. Más aún, ignora la realidad histórica de que la democracia sólo puede florecer en una atmósfera de dignidad política. Mientras los palestinos vivan bajo el control israelí y sean humillados diariamente, no serán atraídos por las virtudes de la democracia. Lo mismo corre para los iraquíes bajo la ocupación americana.

Para que la iniciativa de la administración Bush tenga éxito, debe estar más en sintonía con las realidades regionales. A ese fin, la administración deberá tomar los siguientes pasos:

Primero, el programa debe ser diseñado junto a países árabes y no simplemente presentado a ellos. Egipcios o sauditas no abrazaran la democracia si sienten que sus tradiciones religiosas y culturales están siendo despreciadas. Los europeos también deben ser totalmente comprometidos, y deben asimismo perseguir un diálogo propio con las naciones de la región acerca de las definiciones y las metas de la empresa planeada. Cualesquiera diferencias en las propuestas podrían luego ser reconciliadas en la cumbre del G-8.

Segundo, la iniciativa debe reconocer que sin dignidad política derivada del autogobierno no puede haber democracia. Los alemanes recuperaron su dignidad política en un corto relativamente corto luego de la II Guerra Mundial, y eso a su turno los ayudó a reavivar las tradiciones democráticas de la era pre Nazi. El programa para la democracia árabe será más exitoso, y encontrará más amplia aceptación, si es acompañado con esfuerzos para garantizar la soberanía a los iraquíes y palestinos.

Finalmente, los Estados Unidos deben definir la sustancia de un tratado de paz en Medio Oriente y luego trabajar enérgicamente para poner ese tratado en vigencia. Haciendo eso, darán mayor credibilidad a los motivos constructivos que yacen detrás de la iniciativa democrática; también mostrarán a los países del Medio Oriente que hay una base compartida para una colaboración genuina con el Occidente democrático.

La transformación del Medio Oriente será una empresa más compleja que la restauración de la Europa de posguerra. Después de todo, la restauración social es inherentemente más fácil que la transformación social. Las tradiciones islámicas, las convicciones religiosas y los hábitos culturales deben ser tratados con respeto paciente. Sólo entonces el tiempo estará maduro para la democracia en el Medio Oriente.

Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional en la administración Carter, es el autor de "La Elección: Dominación Global o Liderazgo Global."

Publicado el 8 de Marzo, 2004


     

 

   
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