Izquierda Marxista

México: El PRD en su hora más difícil

 

Autor: José Luis Hernández Ayala y Víctor Álvarez Gibanel

Fecha: 21/3/2004

Fuente: Correspondencia de Prensa


La exhibición de sendos videos en donde aparecen dos integrantes del primer círculo que rodea al jefe de gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador --el secretario de finanzas, Gustavo Ponce, dilapidando miles de dólares en Las Vegas y otro en donde René Bejarano, coordinador de la Asamblea de Representantes y su ex­-secretario particular, recibe una gruesa suma de billetes verdes de manos del empresario Carlos Ahumada--, son el fiel reflejo de la podredumbre y degradación de la más importante referencia de la izquierda mexicana, así como de un eficiente intento de la derecha para destruir a este partido y a su carta más fuerte para las elecciones presidenciales del año 2006, el mismo Andrés Manuel López Obrador.



En este momento es difícil predecir cual será el desenlace de este sainete y cuál será el porvenir político de López Obrador, lo que es casi seguro es que el PRD, aún después de una severa purga, difícilmente podrá sobreponerse a este golpe. La consecuencia más grave será, sin embargo, el fortalecimiento de la desconfianza del ciudadano hacia lo político, los partidos y la participación electoral. Factores que, sin duda, en última instancia favorecerán a la derecha en las próximas elecciones.

La corrupción y degradación de la vida interna del PRD no es un asunto que sorprenda a los militantes de la izquierda radical que existen al interior y por fuera de este partido, lo nuevo es la forma inesperada y espectacular en la que ha sido expuesta. Su efecto inmediato será el de un catalizador que acelerará la larga crisis que vive este partido.



El por qué



Hasta ahora las explicaciones que nos brinda la dirección del PRD van de lo psicológico (la “debilidad humana”), a lo policiaco (la conspiración). En nuestra opinión la explicación es más bien política. Este fenómeno no es diferente de la degradación que han sufrido agrupaciones afines al PRD, como es el caso del laborismo británico, el PSOE español y, más recientemente, del PT brasileño.



El PRD es el producto de la ruptura de sectores nacionalistas del PRI con el curso neo liberal adoptado por los tecnócratas que dirigían este instituto y del surgimiento de un poderoso movimiento social que vio en la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, a la presidencia de la república en 1988, la mejor opción para terminar con el antidemocrático sistema de partido de estado que durante sesenta años había dominado el escenario político nacional.



La irrupción del neocardenismo y del huracán social que desató, fueron un acontecimiento que la izquierda socialista mexicana estuvo lejos de comprender y que significó su casi desaparición. Tiene razón el camarada Adolfo Gilly cuando señala que lo peor que puede hacer una organización revolucionaria, ante un movimiento de estas características, es enfrentarlo en nombre de la pureza ideológica. Pero comete el error contrario cuando él, al igual que otros compañeros del PRT y de otras organizaciones revolucionarias, renuncia, en los hechos, a sus postulados y se integra a este movimiento sin un proyecto propio y sin resolver muchas de las contradicciones relacionadas con su practica politica.



Veamos los acontecimientos con mayor detenimiento. El nacimiento del PRD se dio en un marco en el cuál lo importante era dar un cause político a un movimiento social, cada vez mas radicalizado, antes que elaborar una estrategia de lucha y una plataforma programática capaz de darle coherencia. Ante el fraude electoral y los crímenes perpetrados por la usurpación salinista, la cúpula del Frente Democrático Nacional (FDN) sacrificó a un movimiento dispuesto a enfrentar tales hechos y optó por la desmovilización y una retirada lo mas ordenada posible. El PRD surgió entonces como un partido que antepuso la negociación y la institucionalidad, a la acción directa y la movilización social. Aún en los días más negros de la represión salinista, que a este partido le costó más de 650 muertos, la respuesta de su dirección no fue más allá de la denuncia pública.



La organización y movilización de los sectores sociales, que originalmente le dieron sustancia al FDN, quedo en un distante segundo plano en beneficio de una estructura orientada a la participación electoral. El único sector social que se preservó fue el movimiento urbano-popular, que por su propia naturaleza se adaptó fácilmente a esta circunstancia, pero que al convertirse en reserva natural de votos pagó el precio con la generalización de prácticas clientelares y corporativas.



La unificación de un amplio abanico de la izquierda mexicana con el neocardenismo, no se tradujo en la revitalización de un proyecto de izquierda ó del propio nacionalismo, sino de un híbrido que apenas puede calificarse de izquierda. Carente de una plataforma política suficientemente precisa, por el afán de mantener la precaria unidad de actores tan diversos, el PRD termina por convertirse en una federación de grupos en conflicto permanente por espacios o cuotas de poder. Grupos que generalmente sobreponen su propia conveniencia al partido y a cualquier proyecto político.



En este punto es indispensable reconocer que aunque la admisión de varios personajes, de dudosa trayectoria provenientes del priísmo, tuvo mucho que ver en este resultado, la contribución de los militantes de la izquierda social y politica no es menos importante. Sacudida por el colapso del llamado socialismo real, la izquierda mexicana enfrentaba a finales de la década de los 80 un proceso de reacomodos y reflexión sobre su propuesta política y de revisión de los métodos y prácticas que hasta entonces la caracterizaban. Dicho proceso, que incluyo fusiones y rupturas de diversas agrupaciones, estaba lejos de estar concluido cuando surgió la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas. En este contexto se puede afirmar que la decisión de integrarse al naciente PRD fue, para muchos militantes de la izquierda, una especie de fuga colectiva hacia delante, una manera de escapar de la incertidumbre politica e ideológica y del posible aislamiento, sin resolver los problemas de fondo que habían generado tal condición.



La incorporación al PRD de miembros de partidos como el PMS, la ACNR, la OIR o del PRT, poco ayudo a definir un perfil más claro de esta organización como opción de izquierda o por lo menos como un partido de oposición consecuente al neoliberalismo. Para algunos esta indefinición se convirtió inclusive en una oportunidad inmejorable par profundizar el curso derechista o francamente oportunista que habían iniciado en sus organizaciones de origen.



La falta de una definición politica vino acompañada, naturalmente, por un pragmatismo desenfrenado. El objetivo de alcanzar el mayor número de puestos de elección popular, para su respectiva corriente o tribu, lo justificó todo: el bloqueo de iniciativas progresistas como la ley de sociedades de convivencia, la actitud incierta ante la ley de cultura indígena, las actitudes antisindicales del gobierno del Distrito Federal, la admisión indiscriminada de tránsfugas del priísmo; las alianzas “coyunturales” con el PAN; el recurrir al acarreo, el clientelismo y el voto corporativo de las organizaciones de colonos y de vendedores ambulantes (actividad en la cual Bejarano es un maestro consumado); una permanente guerra interna para controlar el aparato partidario (con sus fraudes electorales, chantajes e inclusive el uso de la violencia) y, como lo demuestran los recientes acontecimientos, recurrir a ilegales e inmorales financiamientos.



Esta realidad es bien conocida por todos los dirigentes del PRD, sí, hasta ahora, no lo han enfrentado, se debe a que todos se han beneficiado de estas prácticas. Es un mal al que consideran una necesidad para poder ampliar sus cuotas de poder. Alcanzar el objetivo sin importar los medios, tal es su divisa. Dentro de esta fiebre pragmática es, hasta cierto punto, normal el que sean los ex representantes de la izquierda radical (Rosario Robles, Bejarano, Imaz, Batres, Peñaloza, Pascoe, René Arce, y un largo etc.) los peores ejemplos del oportunismo. Su falta de oficio en estos menesteres y el vertiginoso ascenso dentro de la vieja “clase política”, les hizo perder más rápidamente el piso que a los miembros provenientes de sectores más conservadores.



La penosa situación en la que se encuentra actualmente el PRD en nada se diferencia de anteriores y actuales intentos de la izquierda “moderna y realista” para reformar al capitalismo y hacerlo más humano. Ante el inmenso poder corruptor del capitalismo, las buenas intenciones se confunden con el oportunismo. Recientemente Michael Husson, miembro de la Liga Comunista Revolucionaria de Francia, escribió “El capitalismo contemporáneo también es profundamente corrupto. Para justificar las ‘reformas’, invoca a la competencia mundializada que haría ineluctables las reestructuraciones y el cuestionamiento de los derechos sociales. Pero detrás del oropel de la modernidad high tech se descubre cada día lo que se hace comúnmente en el capitalismo: cuentas trucadas; turbios gabinetes contables, paraísos fiscales discretos; bancos con negocios poco interesantes; patrones que se endulzan abundantemente. Los casos en cascada (Enron en Estados Unidos, Parmalat en Italia, Adecco en Suiza o Manesmann en Alemania) muestran que ya no se puede razonar como si se tratara de algunas ovejas descarriadas aisladas: es todo el sistema el que aparece como gangrenado, y este fenómeno no excluye al capitalismo ‘renano’ con reputación de ‘más civilizado’”.



En momentos como este es indispensable recordar que, a diferencia de los Jesuitas, los que provenimos de la tradición cultural y politica de la izquierda no creemos que el fin justifique los medios. Sostenemos, en cambio, que existe un vínculo dialéctico entre los objetivos y los métodos que utilizamos para alcanzarlos.



La única forma de evitar que una organización de izquierda se desnaturalice, es contar con un programa claro y con una ética y una practica políticas congruentes con dicho proyecto.



Para la izquierda radical mexicana, los recientes acontecimientos representan el momento de realizar un balance a fondo del periodo que se cierra y analizar las perspectivas que se abren. Ciertamente, en nuestra opinión, los que desde la izquierda revolucionaria desafiamos al movimiento social representado por el cardenismo, nos equivocamos, pero también aquellos que quemaron sus naves para embarcarse en ese curso.



Finalmente creemos que el esfuerzo que diversas organizaciones de la izquierda radical y activistas independientes, incluyendo a miembros del PRD, venimos realizando para unificarnos y levantar una propuesta anticapitalista, revolucionaria, radical, antimperialista y socialista es, hoy, más válida que nunca.



México DF, 14 de Marzo de 2004.



* Los autores son miembros del Colectivo Socialista, que junto con organizaciones como el PRT, la LUS, UNIOS, Convergencia Socialista, colectivos de ex-militantes del MRP y de la OIR-LM, así como militantes socialistas en lo individual están convocando al II Encuentro de Izquierda Anticapitalista el próximo 27 de marzo en el Centro Médico Nacional, en la Ciudad de México, para constituir una Alianza Socialista.(ver Correspondencia de Prensa Nº 333, 10-3-04)


     

 

   
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