Izquierda Marxista

Francia: Polémica entre el PS y la LCR. Devuélvase al remitente

 

Autor: François Sabado

Fecha: 21/3/2004

Traductor: Victoria Rouge, especial para PI

Fuente: Rouge 2056


Respuesta a Henri Weber*

En su "Carta encomendada al cartero", Henri Weber expresa la obligación en la cual se encuentran los dirigentes socialistas de debatir las proposiciones de la LCR en vísperas de los escrutinios regionales y europeos.
En su Carta encomendada al cartero, Henri Weber se especializa en la polémica contra los revolucionarios. Sin siquiera distinguir la revolución rusa de 1917 de la contrarrevolución estalinista que la desnaturalizó, retoma las fórmulas y las caracterizaciones de François Furet (1), Pierre Rosanvallon y Stéphane Courtois (2), para quienes toda revolución no puede hacer más que desembocar en el totalitarismo de un partido único. El cargo es tan fuerte que cubre la total adhesión del senador socialista al pensamiento único social-liberal: "Hemos logrado asegurar el despliegue de nuestro sistema productivo preservando lo esencial, e incluso desarrollando nuestro sistema de protección social", nos explica. Pero, a su manera, el pequeño panfleto de Henri Weber muestra la obligación en la que se encuentran los dirigentes socialistas de debatir nuestras propuestas estratégicas y programáticas. Habrá urgencia de combatirlas.
Adaptación
Para Henri Weber, el rol del movimiento obrero sería acompañar las mutaciones actuales del capitalismo, corrigiendo ciertos excesos: "Éste debe aceptar la economía de mercado pero combatir la sociedad de mercado". El problema es que la lógica del sistema capitalista no traza una separación entre la economía y la sociedad. La búsqueda del máximo beneficio sobredetermina no solamente el funcionamiento de la economía sino también el de la sociedad. Esta lógica capitalista liberal no deja más espacio a la reforma de tipo keynesiana, al desarrollo de los servicios públicos, al aumento de los salarios, a los compromisos sociales. También, toda lucha por reformas consecuentes desemboca en un enfrentamiento con las clases dominantes. Y la socialdemocracia, ligada a la gestión del Estado y de la economía capitalista y temerosa de todo tipo de enfrentamiento que cuestione esta integración, está adaptada al modo hegemónico de dominación capitalista: la globalización mercantil y financiera.
Hoy, corresponde a los revolucionarios responder de manera consecuente con esta lucha por las reformas, pero con los métodos de la lucha de clases. Porque defender las conquistas sociales y arrancar nuevas conquistas supone asumir el enfrentamiento contra la patronal y el gobierno. Los revolucionarios no están obsesionados con el gran día pero, a diferencia de los reformistas que aceptan el orden establecido, buscan hacerse de todos los medios para defender hasta el final las reivindicaciones de los trabajadores. Es el sentido de la reivindicación sobre la prohibición de despidos, sobre todo en las empresas que obtienen ganancias, reivindicación inmediata para bloquear los planes de despidos pero también reivindicación de transformación radical, ya que la realización de tales objetivos implica cuestionamiento del derecho de propiedad y conduce a otra lógica distinta de la del mercado capitalista. Los revolucionarios desarrollan el mismo camino cuando defienden los servicios públicos, su extensión bajo control de los trabajadores y de la población. Estas reivindicaciones "transitorias", que conforman el puente entre la situación actual y una situación de transformaciones de las relaciones sociales, sustituyen la lógica del beneficio por la de las necesidades sociales y plantean el problema de una ruptura con el sistema capitalista.
Pero para nuestro detractor, el control social, la apropiación pública o socializada de la producción no son más que decadencia, pereza y mentira burocrática. Numerosas experiencias revolucionarias han demostrado empero las capacidades de la intervención, de la creatividad, de la inventiva de las clases populares. El mercado no será suprimido por decreto. Si bien a lo largo de toda una fase de transición, determinará ciertos sectores de la producción y de la distribución de mercancías, no estará nada más que subordinado a la lógica de la autogestión y de la planificación generalizada, es decir a las grandes decisiones de los trabajadores y de la población. Este es el sentido y el contenido que le damos a nuestro combate por la democracia.
Un reformismo sin reformas
Henri Weber idealiza la democracia parlamentaria, amoldándose a la V República bonapartista y presidencialista. Pero aquí, lo que nos separa fundamentalmente de los reformistas, es que nuestra concepción de la democracia no se priva de ninguna intervención en las principales actividades económicas, sociales y políticas. La democracia pasa por delante de la propiedad del capital y de los medios de producción. Esta democracia total es la de las asambleas elegidas por sufragio universal, asambleas territoriales y también asambleas en las empresas, en el sentido amplio, es lo que Henri Weber, en su obra, acusa de "ultraizquierdismo"!
Frente a la necesaria ruptura, Weber nos insta a inclinarnos: "Pero si ustedes van hasta el final, desencadenarán la violencia de las clases dominantes." Efectivamente, no son las clases populares las que, en el proceso revolucionario, utilizan la violencia. Ellas no hacen más que, en general, responder a los ataques y a la represión de los poderosos. Pero deben preparar su autodefensa, bajo la amenaza del aplastamiento, como lo mostraron los ejemplos de la Comuna, de la España de julio de 1936 o incluso del Chile de los años setenta. En fin, a través de esta sucesión de capitulaciones y de adaptaciones al torbellino capitalista, la socialdemocracia no ha conocida una sola evolución ideológica sino un proceso de integración acentuado por sus direcciones en las cumbres del Estado y de la economía. Los PS han cambiado, se han social-liberalizado.
También, de momento que Weber y los ex-trotskistas nos acusan de abandonar la estrategia de "frente único obrero"(3) y de retomar la línea sectaria de los partidos comunistas en los años treinta (que denunciaban a los "social-fascistas"), porque no daríamos una consigna de voto en la segunda vuelta de las elecciones regionales, no podemos hacer más que sonreír. Primero porque la táctica de frente único obrero de Trotsky está esencialmente dirigida a la acción y la movilización social, objetivo que persigue la LCR. El desistimiento en la segunda vuelta por la izquierda se remite a una tradición bien francesa: "la disciplina republicana", que apuntaba precisamente a hacer votar a los partidos obreros por los partidos burgueses republicanos. Es verdad que, en el pasado, la LCR tal vez ha confundido a los dos. Pero, a partir de la táctica electoral y de la diferencia que hacemos entre la izquierda y la derecha, si, desde hace algunos años, no tenemos consignas de voto sistemático por la izquierda en la segunda vuelta, es por su social-liberalización, esta última ha conocido una separación importante con los sectores significativos de las clases populares. Una izquierda que no predica más que un "reformismo sin reformas".
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1. Autor, entre otros libros, de Pasado de una ilusión. Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX.
2. Autor, junto con Nicolás Werth y Jean-Louis Panné, del Libro negro del comunismo. Crímenes, terror y represión.
3. Construcción de cuadros unitarios de acción, cada uno de los componentes conserva su total autonomía: "Marchar separados y golpear con un solo puño".

*: Henri Weber es dirigente del Partido Socialista (PS) y fue miembro del gabinete del gobierno de Lionel Jospin. En el pasado fue miembro de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y dirigente del mayo francés.


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