Izquierda Marxista

Una guerra para imponer un siglo XXI

 

Autor: Isaac Johsua

Fecha: 14/7/2003

Traductor: Rossana Cortez para P.I.

Fuente: Carré rouge nº 25, abril de 2003.


La guerra de agresión en Irak precipita acontecimientos decisivos. El debate con respecto a este tema debe abrirse sin demora. Las siguientes líneas quieren contribuir al mismo, aún cuando, tratándose de una reacción en caliente, las reflexiones solo pueden ser incompletas y aproximadas.
Ahora lo sabemos: el siglo XX político no coincide con el del calendario. Políticamente hablando, el siglo XX comienza con la guerra de 1914 - 1918 y se termina en 1989 con la caída del muro de Berlín y, sobre la marcha, el hundimiento de la URSS. Este siglo estuvo marcado por la bipolarización del mundo, entre las dos potencias que entonces eran Estados Unidos y la URSS. El mundo se organiza en función de este reparto fundamental, entre un campo occidental y un campo de países que se dicen socialistas. Los que no pertenecen ni a uno ni a otro se designan a sí mismos, de manera significativa, como "no alineados". La desaparición de la URSS rompió ese orden. El siglo XXI se abre con una sola super potencia, Estados Unidos. Lo que le asegura un poder aparentemente exclusivo, pero al mismo tiempo, vuelve ese poder menos seguro. Efectivamente, los antiguos "aliados" ya no están obligados a hacer bloque detrás de los Estados Unidos, a hacer pasar a un segundo plano sus antagonismos con Norteamérica en nombre de la lucha contra el enemigo común. Este mismo Estados Unidos escudriña con angustia el mundo de los años 2000 y se preguntan quien (¿China, una Unión Europea reformada?) podrá disputarle la dominación en el planeta que pretende ejercer a partir de este momento.
Pienso que, de esta manera, hay que interpretar la crisis iraquí. Se trata de golpear el puño sobre la mesa. Estados Unidos le pregunta al mundo entero: ¿quién es el amo aquí? Le corresponde a cada uno determinarse, osar dirigirse contra la potencia norteamericana o alinearse. Semejante intimación no podía esperar demasiado: dejar el movimiento espontáneo hubiera podido llevar a posturas de independencia demasiado grandes y a reagrupamientos importantes. No olvidemos que la burguesía norteamericana es perfectamente consciente de hasta qué punto su fuerza (incluida la económica) depende de la interrelación y de la verificación de la información, en redes cerradas, de todos los aspectos de la potencia (política, ideológica, militar, etc.). Tampoco olvidemos que la corriente "neo conservadora" ha interpretado la desaparición de la URSS como una victoria de Estados Unidos en la guerra fría (mientras que todo hace pensar que se trata de un hundimiento debido, sobre todo, a causas internas) y que sacó como conclusión de esto que Estados Unidos no debía vacilar en utilizar su poderío para imponer sus puntos de vista al mundo.
¿Se trata de una voluntad de potencia o de un miedo a la decadancia, que puede llevar a forzar el destino? Difícil de responder, porque la primera puede ser la máscara de la segunda. Es cierto que los signos precursores se han acumulado: la crisis de la "nueva economía" (en la que el sistema se debate todo el tiempo) que solo podía vivirse como una crisis del modelo norteamericano; más ampliamente, la crisis del modelo neoliberal financierizado (Argentina, etc.); el ascenso de la contestación alter mundialista y la elección de Lula, etc. También es interesante constatar que la intimación al mundo de parte de EEUU con respecto a Irak fue precedida de numerosas manifestaciones de "unilateralismo" arrogante (rechazo al protocolo de Kyoto, etc.) que puede interpretarse tanto como la manifestación de un sentimiento de estar "por encima de los demás" o como el miedo de ser rebajado al rango de un simple miembro de la comunidad internacional.

¿Por qué Irak?

La respuesta a esta pregunta no se me hace muy clara en este momento. Sin duda porque se trata de dar pruebas del poderío norteamericano en una de las zonas más estratégicas y más convulsionadas del planeta: Colin Powell afirmó abiertamente que se trataba de "remodelar Medio Oriente" y esto, en función de los intereses norteamericanos. Quizás se trate también de aprovechar el impacto del 11 de septiembre para designar un enemigo confuso (árabe, musulmán,...) El petróleo, por supuesto, tiene todo su lugar: no bajo el ángulo económico más inmediato, sino como apuesta estratégica. Una potencia del rango de EEUU tiene que, directa o indirectamente, meter mano en una buena parte de las reservas mundiales, sobre todo, si tenemos en cuenta las incertidumbres sobre Arabia Saudita después del 11 de septiembre (ver sobre este tema la exposición de Achcar frente al Seminario de Estudios Marxistas). Finalmente, no olvidemos el aspecto "predador" del imperialismo norteamericano (del estilo "lo que necesito, lo tomo"). Al pasar el tiempo, lo hemos perdido de vista, pero esta era una realidad tangible del comportamiento norteamericano en el siglo XIX y a comienzos del siglo XX (en particular, con respecto a América latina con la política de "big stick"). Muchos de estos aspectos se habían escondido, tanto como fue necesario enfrentar a la URSS y a la "amenaza comunista", pero que (como un resorte que se afloja) vuelven a estar en el centro de la escena una vez desaparecida esta tensión.
Todo hace pensar, entonces, que con la guerra de Irak entramos en una nueva era de conflictos interimperialistas. La desaparición de la URSS ha soldado los contragolpes lejanos de la guerra de 1914 - 1918 y, de repente, nos reconciliamos, de alguna manera, con esta característica central de la fase anterior a la Gran Guerra. Dicho esto, todavía debe exponerse lo esencial, porque el contenido de estos conflictos interimperialistas, evidentemente, no puede ser el mismo hoy que antes de 1914. ¿Cuál es este contenido? ¿Cómo conciliar la reaparición de estos conflictos con la mundialización, con la desaparición de las fronteras, con el predominio de las multinacionales que tienen intereses en todas partes del globo? ¿Cómo conciliar esta reaparición con la circulación universal de capitales y su aparente indiferencia a las cuestiones de nacionalidad? Tantas preguntas que deben ser debatidas. Mientras tanto, es necesario destacar a partir de hoy, lo puesto en juego absolutamente decisivo de la guerra de Irak: su desarrollo, su resultado, determinarán en gran medida el curso del siglo en que acabamos de entrar.

Una situación a todo o nada.

El gobierno de Bush, voluntariamente, no se ha dejado ninguna puerta de salida. Si la guerra se desarrolla como espera EEUU, están dadas las muestras de la todopoderosa potencia norteamericana y los que se atrevieron a rechazar el dictado serán aplastados o deberán volver a su lugar. Pero si esta prosigue con el impulso de hoy (31 de marzo), es decir, con una feroz resistencia iraquí, un largo conflicto con pérdidas pesadas para los ejércitos de agresión, es posible que la victoria militar anunciada se transforme en derrota política. Una derrota que sería tanto más importante cuanto que le seguiría a otras dos derrotas ya registradas (la referida a la opinión pública mundial, y la diplomática, referida a la ONU), y que anunciaría la siguiente derrota: la incapacidad de asegurar una dominación política estable en Irak, y, de rebote, en la región. La apuesta es enorme: apostando mucho, se puede llevar todo, pero, si pierde, pierde mucho.
En las líneas que siguen, me ubico en la hipótesis de una derrota política de este orden para el imperialismo norteamericano, una derrota de la que hoy (1 de abril) no puede decirse que sea probable, sino únicamente que es previsible. Imposible pretender cubrir el tema, uno no puede más que tratar de mencionar algunas pistas de reflexión. La primera es que la prueba habrá hecho que las ambiciones de EEUU se sitúen ampliamente más allá de sus capacidades reales, no solamente (como ya lo sabíamos) en el plano económico, sino también en los planos político, diplomático y militar. Y esto, en el curso de un enfrentamiento querido por ellos, en el terreno elegido por ellos. Se le dará un severo golpe a la potencia norteamericana, y, de rebote, a su poderío económico, lo que debería dar un nuevo impulso a la crisis económica ya en curso. Más allá de EEUU, es toda la burguesía, todas las nacionalidades fundidas, las que deberían asumir el fracaso y el retroceso correspondiente, porque es el navío almirante de la flota imperialista quien será alcanzado duramente. Es posible entonces que cambiemos de período y que, después de una treintena de años de luchas esencialmente defensivas, pasemos a una nueva fase, más ofensiva, abriéndose un nuevo espacio para la lucha de clases y el combate antiimperialista. Es verdad que la agresión contra Irak también va a suscitar el impulso del integrismo islámico. Sin embargo, se puede destacar que la amplitud de este movimiento podrá atenuarse por dos elementos: por un lado, el regreso al centro de la escena del arabismo, que no tiene las mismas características políticas; por el otro, el hecho que el movimiento contra la guerra ha sido mundial, fundidas todas las religiones, y que desde entonces es menos fácil presentar el combate actual como "la Jihad contra la cruzada".


La segunda reflexión es que en caso de derrota (política), podría intervenir una reorientación mayor de las opciones norteamericana, porque siento que, si la burguesía norteamericana está unificada, por el momento, detrás del equipo Bush, en el futuro lo seguirá estando sólo si la victoria está al final del camino. La confianza dada es provisoria, la fracción Bush aún no ha conquistado la hegemonía, quieren seguir dándosela, pero debe dar sus muestras y esto parece mal iniciado. Tal reorientación de las opciones norteamericanas significaría la apertura de un período de gran inestabilidad en las relaciones entre las potencias, un período de alianzas que se hacen y se deshacen, porque una burguesía tal como la francesa, por ejemplo, deseosa de disputar a EEUU la dominación planetaria que pretende, no va a empujar demasiado lejos la prueba de fuerzas, consciente de la solidaridad de intereses que la une a EEUU, igualmente consciente que, debilitándolo demasiado, se debilitaría a sí misma. En tal contexto, algunas instituciones están prácticamente condenadas, porque fueron concebidas en el contexto de la guerra fría (la OTAN, por ejemplo), otras, tal como la Unión Europea, están frente a un desafío mayor. Esta última está obligada a elegir entre una Europa que afirma su autonomía (pero, ¿alrededor de quién y de qué?) y una Europa "atlantista", demorando una guerra.
Tal dispositivo de remodelación y de enfrentamientos interimperialistas abriría un amplio espacio para el combate (ya bien entablado) contra el neoliberalismo, y, de esta manera, contra el capitalismo. No olvidemos que el capitalismo nunca existe "en estado puro", sino siempre bajo la forma de un modelo particular. Combatir su forma "neoliberal", "financierizada", es abrir el camino a un cuestionamiento de sus fundamentos. Ahora, la tarea esencial es la de fortificar el movimiento alter mundialista. Por un lado, para evitar que las luchas que se anuncian se pongan a la cola de tal o cual fracción del imperialismo, con el pretexto de luchar contra "el menos malo" de ellos. Por otro lado, para que este movimiento alter mundialista pueda hacerse portavoz de las luchas contra el nuevo desorden mundial, para que pueda, por medio de actos, enunciados, tomas de posición, dibujar un camino alternativo que esté claramente en otra parte, fuera del universo de las rapaces y de los buitres.
Publicado el 30 de Abril de 2003


     

 

   
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