Intelectuales y Académicos

Los Judíos y la Visión Bi-Nacional

 

Autor: Judith Butler

Fecha: 27/3/2004

Traductor: Victoria Rouge- especial para P.I.

Fuente: Logos, Winter 2003


Es un honor para mi estar hoy aquí. Nos hemos reunido para hablar sobre lo que se llama una paz justa, y nos hemos reunido en su mayor parte como una comunidad de académicos y activistas, así que hay varias cuestiones ante nosotros, unas que son planteadas por el título de esta conferencia, unas que ya están aquí esperándonos. Una tiene que ver con la paz, o con lo que no es siempre lo mismo, la no violencia. Otra tiene que ver con la justicia. Y una tercera seguramente tiene que ver con qué rol pueden jugar los académicos en articular lo que sería una paz justa. Pienso que estamos aquí porque esto es lo que queremos: una paz justa, y que ese deseo común ya está vivo aquí, ya nos está motivando a venir a hablar y, quizás más importante, a escuchar. Por supuesto, lo que podamos querer o esperar de una paz justa será diferente, y la cuestión para nosotros será encontrar una manera de negociar esa diferencia sin borrarla. Y como yo, en una venia bastante utópica, he hablado de un "nosotros", un "nosotros" que se ha reunido aquí, permítanme limitar lo que tengo que decir. Como soy ciudadana norteamericana, y una judía de la diáspora, Ashkenazi en origen, o al menos hasta donde sé, ya que como muchos judíos, perdí a buena parte de mi familia y mi historia en el genocidio nazi, ya me encuentro en un brete. Sería deshonroso para todos los que viven en Israel y Palestina que un ciudadano estadounidense llegue y les diga qué es lo que se tienen que hacer. Seguramente todos ustedes han oído demasiado de eso. Lo que hay que hacer se decide mejor a través de medios radicalmente democráticos por todos los habitantes de estas tierras. Y yo no soy habitante de ellas, no importa cuáles hayan sido mis empeños en los resultados. Precisamente, sin embargo, porque EE.UU. continúa ejerciendo poderosa influencia en la política israelí hacia Palestina, se ha vuelto necesario organizarse en Estados Unidos en formas que traten de influenciar lo que ha sido un apoyo catastrófico a la explotación y el continuo desplazamiento y empobrecimiento de los palestinos y la ocupación ilegal de las tierras palestinas. También existe entre nosotros como judíos americanos -pero aquí también pienso que los judíos europeos también están implicados- una demanda de repensar y re-escribir la historia de la fundación del Estado de Israel, el desplazamiento forzoso de 700.000 palestinos, la presente ocupación de 3,2 millones, y la agresión militar contra los palestinos que ha sido parte de la fundación y continuación del Estado de Israel. En mis observaciones hoy, quisiera intentar decir algo sobre lo que tomo como la responsabilidad de un judío del primer mundo en estos tiempos, tanto en términos de política nacional como de intervenciones culturales. Espero hacia el final de mis observaciones sugerir qué rol podría tener una alianza cooperativa de intelectuales para luchar contra la brutalidad de la ocupación y buscar un fin a la ocupación misma.Les diré desde el principio que no soy sionista, a pesar de haber sido criada en una comunidad fuertemente sionista en los Estados Unidos. Estudié para filósofa, y confieso que mis primeras lecturas sobre filosofía eran de la tradición de la teología existencial. Mi pasaje hacia el abandono de mi sionismo comenzó hace más de veinte años, y recientemente se ha convertido en una posición pública controvertida. Así que a pesar de que no diré si tendría que haber una solución de dos-estados, como lo propuso el Acuerdo de Génova, o una solución de un solo estado bi-nacional, no creo que ningún estado deba restringir la ciudadanía, o establecer gradaciones de la ciudadanía, sobre la base del estatus religiosos. Sea que lo que hoy es llamado Israel permanezca como un Estado en una solución de dos estados, o que se convierta en parte de un Israel-Palestina mayor, mi firme creencia es que cualquier reclamo de soberanía política basado en el estatus religioso es errado, antidemocrático y discriminatorio, en principio y en práctica. Recientemente he leído con gran interés la correspondencia y las editoriales públicas de lo último de Martin Buder, y lo que encuentro allí, para mi sorpresa, fue su insistencia en que el sionismo es una posición que está comprometida con la cooperación internacional e inter-étnica, la universalización de derechos. Su versión del sionismo, como sabemos, fue resueltamente derrotada por de Israel como un Estado judío, una acto que el entendió como un ataque definitivo al sionismo mismo. En ese momento, él y otros de la organización Ichud disputaron la legitimidad de la declaración de 1948 de Ben-Gurion de la soberanía política de Israel como un estado judío. Buber era idealista, pero no era un santo. Entendía al establecimiento de las tierras como una realización del sionismo, pero se resistía a la demanda de soberanía política. Describió en términos neutrales a los asentamientos judíos como "colonización", y rechazó la crítica de colonialismo. Buscó con avidez, paradójicamente, formas humanas de colonización, bregando por lo que el llamaba "colonialismo concentrativo" en lugar del "colonialismo expansionista". Estas visiones son claramente problemáticas, y hasta el uso de la palabra "concentrativo" a principios de los '40 no es menos que horrorizante, dado su asociación con los campos de concentración alemanes, y con la devastadora realización de esta meta en la Franja de Gaza. Su idealismo no incluía una crítica robusta al colonialismo, pero sí abogó, para crédito suyo, por un estado federado en el que se mantuviera la autonomía cultural judía y palestina, y donde la mayoría nunca estuviera en una posición de tiranizar a la minoría. También llamó a empresas económicas cooperativas, el retorno de las tierras árabes tomadas en 1948, e ilegalmente redistribuidas en 1950, y pidió al público israelí que tratara de entender por qué podía haber violencia palestina contra los judíos, castigando a los israelíes por haber violado la confianza árabe y no haber encaminado un autogobierno cooperativo, la justa distribución de la tierra arable, y una adjudicación justa de los derechos de propiedad, y reconocimiento de la humanidad de sus vecinos. Buber se imaginó, y confieso haber imaginado con él, que los modos de cooperación civil y económica llevarían orgánicamente a una forma de gobierno que estuviera basada en una forma de vida compartida entre los árabes y los judíos. Llamó al proceso de paz y cooperación para comenzar en el nivel cultural, con la organización de la vida misma, con la tarea de vivir juntos, y pensó que una forma de estado, una forma federal internamente compleja de gobierno para la región, emergería de esta vida en común forjada juntos. Claramente esta también era la posición de Judah Magnes, quien también declaró en ese tiempo que el principal objetivo político de los judíos en Palestina debía ser establecer estructuras institucionales para la cooperación árabe-judía. Esta historia es desconocida en la mayor parte para el judaísmo americano, ya que la historia que nos cuentan, una y otra vez, es que la necesidad de un estado de Israel emergió como una consecuencia directa del genocidio nazi de los judíos. Había, por supuesto, incluso entonces, a lo largo de los '40, una cuestión aún abierta y debatida: qué forma de gobierno se necesitará en estas tierras, y cuál sería el medio más democrático para decidir la cuestión. Más tarde resultaría que Primo Levi, cuyas memorias de Auschwitz alcanzaron una enorme influencia entre los intelectuales americanos, haría clara su ruptura con el sionismo en 1982, luego del asalto a Beirut. Fue la víspera de la partida de Primo Levi para regresar a Auschwitz a conmemorar a los muertos cuando firmó la petición, con otros sobrevivientes, pidiendo el reconocimiento de los derechos de todos los pueblos de la región, publicada en La Repubblica. En su opinión, los bombarderos israelíes de 1982 no estaban luchando por la libertad, sino que se habían convertido en los nuevos opresores, luchando para privar a otras minorías de sus libertades. Escribió, "Todos son el judío de alguien. Y hoy los palestinos son los judíos de los israelíes." Declarando que el Estado israelí se había convertido en moralmente inaceptable para cualquiera que hubiera sobrevivido al genocidio nazi; luego de Sabra y Shatilla, pidió públicamente a Sharon y a Begin que renunciaran. Y a pesar de que le dijeron que eran necesario que permaneciera en silencio, que en tiempos de guerra, su crítica abierta y pública sólo podía alentar a los enemigos de Israel, siguió firme, y profundizó su crítica pública en 1984, tres años antes de su muerte, llamando a Israel a que se retirara de los territorios ocupados. Cito el ejemplo de Levi porque muestra precisamente desde dentro del marco moral derivado del Holocausto, que una oposición al estado de Israel no sólo es posible, sino necesaria. Este pensamiento es casi impensable en el judaísmo americano o, en realidad, desde los movimientos progresistas de judíos que llaman a poner fin a la ocupación. Y hasta que podamos desligar la forma en la que continúa actuando el genocidio nazi como una justificación permanente para este estado y sus políticas, habrá un silenciamiento del disenso, un mutismo de la crítica pública. El propio Levi declaró que no debemos dejar que los sufrimientos de los judíos bajo el nazismo "lo justifiquen todo". Y el periodista que recibió esta declaración respondió, "Usted puede razonar muy fríamente". Pero esto no era frialdad de su parte; era sentimiento, era horror en la cara de las atrocidades cometidas por los israelíes. Era mantener viva la posibilidad de conocer y oponerse al sufrimiento de otros. Interesantemente, fue Buber quien culpó a las atrocidades los nazis de haber puesto en acción los planes de los sionistas del ala izquierda para una alianza árabe-judía. Entendió que las circunstancias históricas -la exterminación en masa de más de seis millones de judíos y las subsecuentes necesidades de refugio inmediato para cientos de miles -descarrilando el destino del propio sionismo. Según esta visión, el sionismo no fue el resultado necesario de la historia de los sufrimientos de judíos; de hecho, las circunstancias históricas, violentas y arbitrarias, derrotaron al sionismo. Se opuso a cualquier visión del sionismo que llevara a un estado judío o a una mayoría judía permanente. Sobre y contra esta visión, Ben Gurión podía hacer uso del Holocausto para fraguar la visión de que el antisemitismo estaba en todas partes, y que la única defensa contra esto era el establecimiento de un estado judío que permitiera la inmigración ilimitada. Tomó los actos de violencia palestinos contra los colonos como nada más que otra prueba de la persistencia del antisemitismo global. Como resultado, llamó a un estado judío políticamente soberano no sólo para erigir un bastión contra el antisemitismo sino para asegurarse un instrumento político mediante el cual garantizar inmigración ilimitada. En mayo de 1944, cuando los brutales hechos del genocidio nazi se comenzaron a conocer públicamente, Buber entendió la demanda de ubicar a la mayor parte posible de judíos de Europa en Palestina. En el periódico Be'ayot, Buber argumentó que Ben-Gurion se aprovechó de su necesidad de refugio para confundir el imperativo moral de rescatar a tantos judíos como fuera posible con los objetivos políticos, espurios y peligrosos, de crear una mayoría judía en Palestina para apuntalar las demandas de soberanía judía en una tierra habitada por cientos de miles de palestinos. Aquí podemos ver la conexión, en la refutación de Ben Gurión de Ichud y su subsecuente denuncia de la llamada del Comité de Inquisición Anglo-Americano a un estado bi-nacional en mayo de 1946. Ben Gurion y Yishuv no sólo ganaron una batalla política, sino también una ideológica, ya que lo que se exportó como la verdad y se canonizó en la diáspora de judíos Ashkenazi, y luego forjado en una condición ideológica de vida luego de la guerra de los seis días, fue el permanente lazo causal entre el devastador exterminio de los judíos en Europa y la necesidad de Israel como un estado judío soberano. Esta necesidad aparecía, y aún aparece para la mayoría de los sionistas, como imperativo, sin embargo, con la asistencia de las superpotencias, forzó a la expulsión de cientos de miles de palestinos y la apropiación de sus hogares y tierras, y la casi certeza de un conflicto violento en las décadas futuras. La visión prevaleciente de que el genocidio llevó a la necesidad del presente estado de Israel, el estado como un estado judío, está tan profundamente arraigada, que cualquier intento de cuestionamiento a la estructura o al estatus del actual estado es considerado por muchos sionistas de la diáspora como un signo grave e imperdonable de insensibilidad hacia el propio Shoah. En realidad, elevar cuestionamientos sobre la pretensión judía de este estado es considerado no sólo como un signo de que uno se ha "olvidado" del Holocausto, sino de que uno está dejando a los judíos desprotegidos ante un ataque, y en ese sentido, colaborando con el ataque mismo. Y sin embargo, aunque esta visión es ideológica, parece haber poca noción de que el estado israelí en su actual forma está fomentando el antisemitismo, confundiendo lo que es la política oficial de Israel con quiénes son los judíos o lo que ellos creen. La diferencia es potencialmente enorme, más grande de lo que puedan pensar los medios, pero la pregunta táctica es, ¿cómo podemos hacer esta diferencia más enfática, fomentando una voz de disenso y crítica con el poder y la posibilidad forjar lazos que lleven a soluciones no violentas?En los EE.UU., la mayoría de las organizaciones que apoyan la política de Israel y la actual base del estado de Israel, argumentan que se estableció un estado judío como realización del sionismo, que uno puede trazar una línea continua desde el primer Congreso Mundial del Sionismo en la década de 1890 hasta la realización del estado de Israel en la declaración unilateral de Ben Gurion en 1948. Buber argumentaba, y en nombre del sionismo, que el estado de Israel destruía la posibilidad del sionismo; y que el sionismo significaba una realidad espiritual radicalmente socavada por el nacionalismo y por la soberanía del estado. Para él, el estado bi-nacional era una extensión lógica del mismo sionismo, y la soberanía política era una "perversión del sionismo". Esto es virtualmente impensable en el mapa político actual, pero debemos preguntarnos, ¿por qué y cómo se hizo impensable? ¿Y cómo puede comenzar a ser pensado nuevamente? Buber y otros se dieron cuenta de que la demanda de inmigración ilimitada de judíos a Palestina se intensificó a fines de los '30 y en los '40, cuando los judíos que se escapaban de la Alemania nazi eran expulsado de Gran Bretaña y, en realidad, de EE.UU. (que, por supuesto, mantuvo sus cuotas secretas bajo FDR). Y es importante recordar que había, en los '40, y precisamente como resultado del genocidio nazi, grupos judíos aquí en Palestina y en otros lugares que concluyeron que el racismo de Hitler sólo sumaba más apoyo a la demanda de que ningún estado podía tener dominio soberano legítimo de un pueblo basado en la filiación religiosa o en la herencia. La visión de Buber era compartida por Judah Magnes, por el primer movimiento Shalom británico que trabajaba por una colaboración judío-árabe, centrándose en las tierras de cultivo ocupadas comúnmente, por Ichud, que ganó una victoria temporal en 1946 con su llamado a un estado bi-nacional. Estas visiones fueron debatidas abiertamente en EE.UU. en la revista Commentary, antes de su giro a la derecha, en el Periódico Menorah y en Ba'ayot, que se cerró después de los acontecimientos de 1948, y continuó, en forma declinante en el periódico, Ner, que tenía sólo 800 subscriptos al momento de su clausura a mediados de los '60. ¿Entonces quiénes son los herederos de estas posiciones dentro de Israel hoy? Probablemente podríamos encontrar a algunos miembros de Peace Now que siguieran su herencia intelectual y política hasta este primer movimiento por una solución cooperativa, pero en su mayoría encontramos a los herederos en los movimientos culturales de cooperación y colaboración: en Ta-ayush, en al pueblo de Neve Shalom\Wahat al-Salam y en el importante trabajo en derechos humanos de B'tselem, y en los importantes debates organizados por el Centro Israelí Palestina para la Investigación y la Información. Quizás haya otros sobre los cuales ustedes me puedan hablar, puedo pasarlos. En EE.UU., los judíos progresistas están en una minoría radical, pero se están organizando. Incluye a sionistas que llaman a la autodeterminación palestina, post-sionistas que llaman a la autodeterminación palestina y un estado propio, y todos aquellos que, no importa si la solución sea de uno o dos estado, llaman a una reestructuración radical de la ciudadanía israelí para superar las jerarquías racistas, demandan la reasignación de la tierra productiva, y una política práctica y justa hacia el problema de los refugiados palestinos, un problema que, por lo menos desde 1948, se ha negado a desaparecer, y que todavía no ha encontrado su práctica y justa solución. Y a pesar de que algunos de nosotros estemos conformes con el Acuerdo de Génova, con el paso que da hacia forjar una paz cooperativa, probablemente seríamos insensatos si nos quedáramos conformes con cualquier propuesta de paz que quite de la agenda de la ONU la resolución 242, y la necesidad de otorgar el derecho de regresar a los palestinos de una manera que pueda funcionar. En los EE.UU., como saben, el lobby político llamado AIPAC sostiene que representa las visiones del judaísmo americano en el estado de Israel, y cada presidente norteamericano y el congreso ha honrado este reclamo en las últimas décadas. AIPAC representa una fuerte tendencia conservadora entre los judíos de EE.UU., centrándose no sólo en la "defensa" de Israel, sino también reuniendo apoyo político para las fuerzas israelíes y la ocupación. La lucha para establecer una alternativa a AIPAC ha sido enormemente difícil. En los últimos años, la organización Brit Tzedek emergió como una alternativa, reflejando de muchas maneras al Partido Laborista en Israel, con algunos miembros estrechamente aliados a Peace NOW. Mientras AIPAC con su Likud y su política laboral de derecha se jacta de aproximadamente 60.000 miembros, reuniendo el apoyo de el Congreso Judío Americano y el Comité Judío Americano, Brit Tzedek ha llegado a los 16.000 miembros sólo en los dos últimos años. Brit Tzedek se propone rivalizar con AIPAC como el representante político del judaísmo americano, y tiene la posibilidad de lograr su objetivo de mostrar que el judaísmo americano está fuertemente dividido en torno a la cuestión de la ocupación. Brit Tzedek se opone claramente a la ocupación, apoya el Acuerdo de Génova, se opone al muro de separación, y se comprometió con el envío de dinero para inducir a los colonos ilegales a que dejen las tierras palestinas. Brit Tzedek, a pesar de declararse neutral con respecto al sionismo, se inclina fuertemente en esa dirección, y no ha sentado posición en torno a la cuestión de los refugiados palestinos y derechos a tierras y propiedad. Ni se conoce por buscar salidas de colaboración con las organizaciones palestinas y árabes. A la izquierda de Brit Tzedek probablemente esté Tikkun, una organización dirigida por Rabbi Michael Lerner, cuyas visiones personales establecen la visión oficial de la organización, a pesar de que su revista ha albergado importantes comentarios sobre la ocupación, posibilitando a los judíos americanos oponerse a la ocupación sin ser acusados de antisemitismo, Tikkun es abiertamente sionista y se ha rehusado consistentemente a publicar estudios post-sionistas. Sin embargo, ha publicado importantes ensayos de Cornel West y Jessica Benjamin sobre la búsqueda de paz en Medio Oriente, y ha hecho un servicio extremadamente importante al establecer grupos de discusión en campus a lo largo de EE.UU. donde la oposición judía a las prácticas del estado de Israel pueden ser articuladas y discutidas. Frecuentemente es rechazado por las organizaciones Hillel y los miembros de AIPAC por no tener Realpolitik, y recurrir siempre a las visiones de su líder semi-carismático. Más recientemente, me parece, se ha vuelto importante una organización llamada Voz Judía por la Paz, oponiéndose vigorosamente a la ocupación y al muro de separación, explorando la posibilidad de un estado bi-nacional, y organizando e importante boicot contra Caterpillar para frenar las exportaciones de sus bull dozers al gobierno israelí para destrozar casas y vidas en los territorios ocupados. Voz Judía por la Paz sostiene que "no existe un hechizo mágico que traiga la paz. Tomará tiempo y perseverancia de parte de todos los partidos involucrados. Pero ese proceso no puede siquiera comenzar hasta que Israel termine con su ocupación que ya lleva 36 años. Se necesita, entonces, que haya un proceso de reconciliación, reconstruyendo la sociedad palestina y trabajando en torno de resoluciones justas para los procesos extraordinarios, como los refugiados palestinos, fronteras permanentes y precisas, Jerusalén y buenas condiciones para los ciudadanos árabes de Israel. Pero hasta que no termine la ocupación, las cosas continuarán siendo complicadas por la violencia y la disparidad de poder entre ambas partes."Estos grupos son pequeños, pero se han convertido en un estorbo para las organizaciones sionistas oficiales que ya no pueden adjudicarse tan fácilmente la representación de todos los judíos en EE.UU. El objetivo estratégico, en lo que me concierne, es romper esa hegemonía, y lograr ser una fuerte voz judía en contra de la ocupación, entonces cuando los políticos se presenten en los comicios, no podrán dar por sentado que el llamado voto judíos es monolítico, entonces no podrán dar por sentado que los judíos están a favor de Sharon o de la ocupación, o del muro divisorio, el sometimiento continuo y la devaluación radical de las vidas palestinas. Hoy estamos aquí bajo la rúbrica de parar la ocupación. Sí, la ocupación seguramente debe ser detenida, pero ese no es el fin de la historia. El sometimiento de los palestinos no comenzó en 1967. No es realmente posible luchar por el Acuerdo de Génova sin parar y desmantelar el muro de separación, porque ese muro está rediseñando las fronteras mientras nosotros hablamos, y su éxito afectará adversamente las vidas de 210.000 palestinos, y anexará aproximadamente el 22% de la Zona Oeste del territorio israelí, diezmando la vida económica del área, separando por la fuerza a los pueblos palestinos de pozos de agua y hospitales, haciendo extremadamente difícil para los palestinos trabajar o mantener contacto con la familia y la comunidad. Dado que cerca del 90% de los palestinos en esos territorios ganan menos de dos dólares por día, esta mayor devastación de la base económica de estos territorios producirá pobreza permanente y desmoralizante. Este muro no tiene lugar en la búsqueda de la paz. En realidad, precisamente porque el muro de separación parece estar delineando nuevas y radicalmente inaceptables fronteras, ha dado vida inadvertidamente a una solución de un solo estado. POR SUPUESTO, EL ACUERDO DE GÉNOVA SERÁ HONRADO COMO UN ESFUERZO DE PAZ COALICIONAL; representa un esfuerzo impresionante de parte de actores no-estatales tanto de la comunidad israelí como palestina para tratar de hacer una paz independiente de los gobiernos. Pero incluso el Acuerdo de Génova no puede ser implementado si el muro no es desmantelado antes. Y el Acuerdo de Génova no podrá sostener la paz hasta que el tema de los refugiados palestinos sea tratado. La institución de un estado palestino no dejará nulas por sí misma las demandas de tierras ni la petición de devolución. Ni solucionará el racismo interno ni la jerarquía que atañe a la institución de la ciudadanía israelí, donde los israelíes árabes, incluyendo a los árabes judíos, cristianos y musulmanes, sufren el estatus de segunda clase, y donde los niveles de ingreso entre Ashkenazi y Mizrahim continúan siendo inflexibles e injustos, y donde las narrativas de base y la cultura dominante derivan de Aliyah de Europa. En realidad, si ahora hay 1.2 millones de palestinos viviendo en Israel, se les hará vivir, aún cuando la solución sea de dos estados, en un estado que no sólo define su constitución política y las prerrogativas de ciudadanía como judías, sino que también insiste en mantener el control de la mayoría sobre todos los ocupantes no judíos. No creo que el estado de Israel en su forma actual deba ser ratificado, y me preocupa que el Acuerdo de Génova proporcione cobertura precisamente para tal ratificación. Esto tiene implicaciones no sólo en cómo son tratados los palestinos, sino en una serie de divisiones étnicas y raciales dentro de la política de Israel que debe ser combatida y revertida. Por el otro lado, la resistencia a la perspectiva de la paz es levantada por los sionistas que creen que sólo a través de mantener su dominio militar y la brutalidad puede sobrevivir Israel. Claramente este es un razonamiento circular, que no ve que la militarización del estado solamente y siempre lleva a más militarización. No obstante, me impacta cuando me cruzo con el sentimiento militar en su forma natural y cruda como me ocurrió recientemente, cuando recibí el siguiente e-mail de una lista sionista en los EE.UU. En una misiva reciente de una organización llamada Israel Live! [Israel Vive!], uno de sus organizadores respondió a la pregunta si el candidato presidencial Howard Dean, era bueno para los judíos. Escribió a su distrito electoral que no deberían temer votar a Dean, ya que estaba a favor de las "matanzas extra-judiciales". Observé detenidamente la frase. "Matanzas extra-judiciales". Esto era un llamado a la comunidad judía de EE.UU. para que se sintieran tranquilos, que celebraran, que resolvieran un voto positivo porque se dice que este hombre aprueba las matanzas diarias de palestinos fuera del alcance de ninguna ley reconocible. Estas son visiones que nunca podrán llevar a la paz, y sin embargo, los que las sostienen, se entienden como justos, como luchadores contra el antisemitismo, como defensores del pueblo judío, que actúan en nombre de la supervivencia. ¿Pero es que están haciendo alguna de estas cosas? Recibo otros mensajes, sin embargo, que son problemáticos por otras razones. Soy parte de una lista electrónica, académicos por la justicia, que es la comunidad electrónica más grande de académicos que conozco que se oponen a la ocupación israelí de las tierras palestinas. Esta lista ha hecho un muy buen trabajo al movilizar un boicot académico contra las universidades israelíes, en socavar el apoyo a Campus Watch, un grupo neo-McCarthista anti-árabe que ha bregado por restringir la enseñanza sobre política de Medio Oriente en las universidades estadounidenses. Este grupo también se ha avocado justamente a la defensa de varios académicos de descendencia árabe que se han convertido en blancos de censura o sujetos del acoso de inmigraciones. También ha defendido, con mucha efectividad, a Hanan Ashrawi para que hablase en los campus de los colegios americanos contra los que la demonizan a ella o a su extraordinario trabajo sobre los derechos humanos de los palestinos. No obstante, en la misma lista, y en defensa del boicot académico, leí el reclamo espurio de que no hay académicos israelíes, excepto quizás dos, incluidos en la lista, que hayan declarado su oposición a la ocupación israelí. Esta demanda es claramente falsa, y sin embargo allí está, circulando, parte de la exposición razonada para el boicot. Uno tiene que soportar la ira de algunos si uno habla en contra de esta afirmación, y aún así debe hacerse. ¿Cómo puede ser que haya, entre estos importantísimos organizadores políticos, falta de entendimiento por la cultura y la política del disenso dentro de Israel? Hay, en mi mente, aquí, trabajo por delante para tratar de aclarar lo que es la oposición a Israel, así como lo que son las alianzas palestinas que buscan una resolución no violenta al conflicto. Que haya fuerte representación mediática para ambos, y establecer vínculos entre ellos, constituiría uno de los medios coalicionales más efectivos que pueda imaginar para los propósitos de terminar con la ocupación y perseguir todas las cuestiones relacionadas con la justicia social. Espero que esta sea una de las tareas que tomemos aquí. Fortalecerá la oposición americana a la actual política de Israel, ya que tantos progresistas creen que los pondría en un brete oponerse a Israel, sin saber que hay una crítica interna, una multitud de disidentes, aquellos cuyas visiones y cuyo activismo no son, y no lo serán, representados adecuadamente en los medios oficiales. Similarmente, la valiente e importante declaración que publicaron los intelectuales palestinos el año pasado oponiéndose a los bombardeos suicidas, fue tratada con escepticismo por el New York Times, y no se le dio la atención que claramente merecía. ¿Por qué uno tiene que combatir una y otra vez la concepción de que todos los palestinos apoyan las medidas de violencia? Es una indignidad tener que defender a los palestinos, que sufren de la violencia desproporcionadamente, de este cargo. Y aún así, se tiene que hacer para contrarrestar la percepción pública, la construcción mediática, de que todas las aspiraciones de los palestinos son reductibles a la violencia. ¿Pero qué es lo que se puede oír y lo que se puede registrar? ¿La prensa oficial pone de relieve la articulada y justa y reflexiva voz de Hanan Ashrawi, o hace circular las importantes editoriales de Moustapha Barghouti, quien describe en detalle las penurias diarias de los palestinos? El cínico obituario de Edward Said en el New York Times fue otro ejemplo de este intento de desmerecer a una de las voces más importantes por la justicia social de nuestros tiempos. Las coaliciones no son lugares fáciles ni felices. Son lugares en los que uno se queda cuando tiene el impulso de irse. Son formas de trabajo que son, por definición, difíciles, ya que uno tiene que tener la posición propia y permitir que sea descentrada por lo que uno oye. Uno debe persistir en lo que uno sabe que es correcto, y aún así saber cuando ceder, cuándo hacer algo por continuar trabajando juntos, preservar las relaciones cercanas. Pienso que Buber tenía razón en creer que uno debía trabajar en la convivencia, el trabajo en común en formas desinstitucionalizadas, y que tales alianzas proveería de las bases y el modelo para las asociaciones de colaboración que buscan soluciones no violentas y justas al conflicto que parece intratable. Esto significaría dejar de lado el propio nacionalismo, la propia identificación, permitiendo la descentralización de los ethos nacionalistas. La cuestión de establecer y tender a relaciones será más importante que arraigarse uno mismo en una identidad. Ya ha surgido, sin duda, algo distinto del nacionalismo a través de estas asociaciones y colaboraciones, algo inadvertido, hasta bello. ¿Qué significaría comenzar la práctica de deshacer el nacionalismo, de contrariar sus demandas, de comenzar a pensar y sentir fuera de su alcance? Curiosamente, creo que tenemos que tener un debate sobre qué es lo que uno puede finalmente amar como para salir de las demandas del nacionalismo. Yo encontré dos citas, bastante accidentalmente, en el curso de mi docencia en este último semestre, una de Hannah Arendt, la otra de Mahmoud Darwish. Parecen haber estado conversando uno con otro, y yo se la ofrezco hoy como ejemplos de una posible conversación. Arendt fue, como saben, criticada por Gershom Levi por "razonar fríamente" al criticar a Israel, Sholem llama a Arendt "descorazonada" por concentrarse en lo que ella considera que es una visión inadecuada de la política judía en ese tiempo. Sholem le escribió en 1963 desde Jerusalem: "En la tradición judía hay un concepto difícil de definir, sin embargo lo suficientemente concreto, que conocemos como Ahabarh Israel: "Amar al pueblo judío..." En ti, querida Hannah, como en muchos intelectuales que vinieron de la izquierda alemana, encuentro pocos rastros de esto. Arendt responde, discutiendo primero con que ella no viene de la izquierda alemana (y, en realidad, no era ninguna marxista), pero luego dice algo bastante interesante cuando es acusada de no amar al pueblo judío lo suficiente. Escribe, "Ud. tiene mucha razón -a mí no me mueve un 'amor' de esta índole, y es por dos razones: Nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo o colectivo -ni al pueblo alemán, ni al francés, ni al americano, ni a la clase obrera ni a nada por el estilo. En realidad yo 'sólo' amo a mis amigos y la única clase de amor que conozco y en la que creo es el amor entre personas. Segundo, este 'amor de los judíos' me parece a mí, ya que yo misma soy judía, como algo bastante sospechoso. No puedo amarme a mí misma o a cualquier cosa que sepa que es parte y parcela de mi propia persona. Para clarificar esto, déjeme hablarle de una conversación que tuve en Israel con una personalidad política prominente que defendía la -en mi opinión, desastrosa- no separación de la religión y del estado en Israel. Lo que dijo -ya no me acuerdo de las palabras exactas- era algo así: 'Entenderá que, como socialista, yo, por supuesto, no creo en Dios; yo creo en el pueblo judío.' Esto me pareció una afirmación sorprendente y, estando demasiado impactada, no respondí en el momento. Pero podría haber respondido: la grandeza de este pueblo alguna vez fue que creía en Dios, y creía en Él de tal forma que su amor y su confianza hacia Él era mayor que su temor. ¿Y ahora este pueblo sólo cree en sí mismo? ¿Qué cosa buena pueble salir de eso? -Bueno, en este sentido yo no 'amo' a los judíos, ni 'creo' en ellos; yo meramente pertenezco a ellos como algo circunstancial, más allá de disputa o discusión." (Jew as Pariah [Los Judíos como Parias], 247)En La Memoria para el Olvido [Memory for Forgetfulness] de Darwish, su relato literario de los bombardeos de Beirut de 1982, describe una escena con su amante judía. Habían estado haciendo el amor, y el se duerme. El es conciente de que se tiene que reportar a la policía de Israel para evitar ser encarcelado o expulsado de manera permanente. Él es la primera persona en la cita siguiente: Él pregunta, "¿La policía sabe la dirección de esta casa?"Ella respondió, "No lo creo, pero la policía militar sí. ¿Odias a los judíos?"Yo dije, "Yo te amo a ti ahora."Ella dijo, "Esa no es una respuesta clara."Yo dije, "Y la pregunta misma no estaba clara. Como si yo te preguntara, '¿Amas a los árabes?"Ella dijo, "Esa no es una pregunta."Yo pregunté, "¿Y por qué tu pregunta es una pregunta?"Ella dijio, "Porque tenemos un complejo. Tenemos más necesidad de respuestas que tú."Yo dije, "¿Estás loca?"Ella dijo, "Un poco. Pero no me has dicho si amas a los judíos o si los odias."Yo dije, "No lo sé, y no quiero saberlo. Pero sí sé que me gustan las obras de Eurípides y Shakespeare. Me gusta el pescado frito, las papas hervidas, la música de Mozart, y la ciudad de Haifa. Me gustan las uvas, las conversaciones inteligentes, el otoño, el período azul de Picasso. Me gusta el vino, y la ambigüedad de la poesía madura. En cuanto a los judíos, no son una cuestión de amor u odio."Ella dijo, "¿Estás loco?"Yo dije, "un poco."Ella preguntó, "¿Te gusta el café?"Yo dije, "Amo el café y el aroma del café."Ella se levantó, desnuda, en frente mío, y sentí el dolor de los que les han cortado un miembro. Luego, ella cambia el tono, sólo para volverlo a cambiar: pregunta, "¿y tú, con qué sueñas?" Y él responde, "Con dejar de amarte."Ella pregunta, "¿Me amas?" Él responde, "No. No te amo. ¿Sabías que tu madre, Sarah, llevó a mi madre, Hagar, al desierto?" Ella pregunta, "¿Y soy yo la culpable entonces? ¿Es por eso que no me amas?" Y él responde,"No, tú no eres la culpable; y por eso no te amo. O, te amo." Esta última línea contiene una paradoja. No te amo. O, te amo. Esto es tanto proximidad como aversión; está indeterminado; no es de una mente. Se puede decir que es el afecto, el tenor emocional de la misma coalición, el esfuerzo para quedarse aún cuando uno quiere irse, el deseo de quedarse en la niebla de lo que está irresuelto, en la inquietud de la ambivalencia, para continuar quedándose cerca y trabajar juntos hasta que emerja algo nuevo. Este artículo fue dado inicialmente como una charla en la 2da. Conferencia Internacional de Un Fin a la Ocupación, una Paz Justa en Israel-Palestina: Hacua una Red Internacional Activa en el Este de Jerusalem. 4-5 de enero de 2004. Judith Butler es Profesora de Literatura Comparada y Retórica en la Universidad de California, Berkley, y es muy conocida como teórica del poder, el género, la sexualidad.


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