Latinoamérica

Legalidad y transparencia para el PRD

 

Autor: Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano

Fecha: 27/3/2004

Fuente: La Jornada



Llega el Partido de la Revolución Democrática a su octavo congreso nacional en medio de una de las situaciones de degradación de la vida nacional más graves y extremas que se revela, entre otros aspectos, en la pérdida de los valores éticos en las relaciones de la sociedad, y cuando el partido no acaba de salir de una crisis que se prolonga desde la última elección de dirigentes y delegados.

Una gestión pública errática y la profundización de las medidas neoliberales han conducido a un serio retroceso social y al estancamiento de la economía, así como a colocar a la nación en situación de grave fragilidad, al mermar con ello sus resistencias frente a las presiones económicas y políticas de dentro y de fuera.

En el plano nacional, los problemas del país, los que hoy deben enfrentarse con urgencia, no son los electorales. Los que con urgencia y responsabilidad deben enfrentarse, para darles a la brevedad una buena solución, son la pobreza que crece, la pérdida constante de fuentes de empleo, la desocupación y la emigración que día con día aumentan lacerando inmisericordemente la vida familiar, la caída del salario y del ingreso en términos reales, el desprecio oficial a la creación y a la divulgación de la cultura y una economía intencionalmente empantanada por el entreguismo de la acción pública.

No nos perdamos ahora en búsquedas inútiles ni en discusiones intrascendentes. No atender los problemas que en el momento presente acosan al país y a la gran mayoría de los mexicanos es dejar que se compliquen y que su solución en el futuro se dificulte aún más.

Es preciso abocarse a la regeneración de la vida nacional, a provocar una amplia movilización social que revierta la degradación de la actividad pública y recupere en ella el predominio de la ética y las ideas, que lleve al gobierno a actuar en función del interés nacional y del de las mayorías de la población, que desate las dinámicas del crecimiento económico, que incorpore en ese esfuerzo a una amplia pluralidad de organizaciones políticas y sociales y a millones de ciudadanos hoy deseosos de encontrar los espacios de la solidaridad social y de la actividad política despojada de personalismos y mezquindades.

Agradezco la oportunidad que se me brinda para dirigirme a esta asamblea. Mi presencia aquí me obliga a darles mi visión de nuestro partido y de los caminos que considero tiene como la única organización política con la posibilidad real de enfrentar el reto y cumplir la misión de reorientar el desarrollo del país con sentido patriótico, progresista y democrático, lo que no constituye precisamente una responsabilidad menor.

Veo, con profunda preocupación, que el desprecio a los principios, el oportunismo, los sectarismos, las prácticas clientelares y las burocracias parasitarias se han enquistado en algunas estructuras importantes y en algunos mecanismos de toma de decisiones de nuestro partido, y no percibo sino voces sueltas, ciertamente certeras y enérgicas, y esfuerzos valiosos, que hasta ahora han resultado insuficientes, que llaman y buscan corregir esta situación.

Todos compartimos las responsabilidades de haber llevado al partido a la situación en la que ahora se encuentra. Yo asumo la que pueda corresponderme como militante y, en su momento, como presidente del partido y como su candidato presidencial.
Aceptemos, todos, que los problemas vienen de atrás y que no se han atendido ni enfrentado con la oportunidad y la decisión debidas. La situación actual tiene como sus antecedentes más inmediatos, por una parte, el largo retraso -que lleva consigo la necesaria sospecha de desaseo y manipulación de los resultados- que se tuvo para dar a conocer los resultados de la última elección de dirigentes y, por la otra, las recomendaciones de la Comisión de Legalidad y Transparencia que creó y mandató el pasado séptimo congreso nacional, que si bien fueron formalmente atendidas, todos sabemos en conciencia que fueron prepotentemente ignoradas. Se impuso en muchos casos el oportunismo, la parcialidad del interés de grupo, y al haberse procedido así, el partido no ha podido recobrar su estabilidad interna para abocarse, sin otra preocupación mayor, al esfuerzo por su reposicionamiento en el espectro político nacional.

Se podrá decir que los resultados electorales de 2003 reflejan una realidad distinta, que se duplicó la representación del partido en la Cámara de Diputados y que se mejoró la representación también de aquellas entidades gobernadas por el PRD. ¿Y qué pasó en el resto del país? ¿Por qué disminuyó porcentualmente la votación del partido en 20 estados, y en 10 de ellos se cayó dramáticamente? Pero por encima de esto, ¿qué se está haciendo verdaderamente, estado por estado, municipio por municipio, para superar la situación de evidente debilidad del partido en las dos terceras partes del territorio nacional? Preguntémonos: ¿qué estamos haciendo cada uno de nosotros para cambiar esta situación?

Adoptar una actitud conformista o fatalista no ayuda a ello. Pensar que el tiempo todo lo arreglará, tampoco, como no lo hacen las alianzas que nos meten en contradicciones, ni los hechos de corrupción en los que con evidencias incontrovertibles se encuentran involucrados miembros del partido.

¿Cómo se explica a un ciudadano, miembro o no del PRD, que se anudó una alianza con Acción Nacional, cuando combatimos a ese partido por sus posiciones antinacionales y antipopulares? ¿Vamos a dar paso con nuestros votos, pocos o muchos, para que lleguen miembros de ese partido a los cargos de decisión, para que instrumenten medidas que lesionan los derechos de expresión, que van contra los derechos de la diversidad?

Ayer leía yo el encabezado de una nota en la primera plana de un importante diario de esta capital: "Se justifica en el PRD: hay corrupción, pero tantita".

Es una vergüenza que quienes se dicen compañeros nuestros repartan, según la nota a la que me refiero, un volante en cuyo texto se asienta que "los 4.5 millones que habría recibido Bejarano sólo representan 0.5 por ciento de los mil millones de pesos...", etcétera. Ni cuatro y medio ni mil millones de pesos, ni medio ni ciento por ciento. Corrupción es corrupción, tantita y mucha. Nada la justifica. La corrupción no tiene cabida en la lucha por la soberanía y la democracia; su presencia la pervierte y la nulifica.

A grandes males, grandes remedios. Los problemas del partido son políticos, las soluciones tienen que darse por lo tanto en el terreno de la política.

El informe de la Comisión de Legalidad y Transparencia analizó a conciencia y responsablemente los problemas internos del partido y señaló un camino para darles solución. Hoy no tenemos una alternativa mejor y, de considerar que existe, ante la perspectiva real de que los problemas se agudicen y compliquen, no hay tiempo para generarla.
Atrevámonos, con audacia y sobre todo, con responsabilidad para con el partido, con la ciudadanía y el país, a instrumentar el cumplimiento de las recomendaciones de la comisión. Aceptemos que se cometieron errores y que la salida de la crisis que vive el PRD pasa por restaurarle su legalidad interna, que sea así reconocida tanto por la militancia partidaria como por la opinión pública nacional.
Al dar cumplimiento a las recomendaciones de la comisión, lo que acaso podría perderse es una cierta representatividad de las corrientes en las instancias de decisión, así como su participación en el reparto de los recursos del partido, pero confiemos en que la sensibilidad política y la convencida y limpia militancia de las bases partidarias, llevarán a las decisiones que representen el efectivo rencauzamiento del partido, de acuerdo a sus principios y a los compromisos que tiene contraídos con el pueblo y el país, para posicionarse como la fuerza política de mayores capacidades y proyecciones.

Habrá quienes sostengan que las recomendaciones de la comisión se cumplieron ya. Expresé antes lo que he encontrado como un sentir muy generalizado: que se cumplió en lo formal, pero todo quedó igual. De hecho, nada se corrigió. Quienes tienen esa posición, ¿qué proponen entonces para superar la crisis y devolver plena legitimidad y legalidad a las representaciones del partido? Si los problemas son políticos, tomemos la decisión política, que en este caso no vulneraría las normas estatutarias, al tratarse de una decisión adoptada mayoritariamente, y retomemos como guía de trabajo y como compromiso las recomendaciones de la comisión.

Por otra parte, liberemos a la dirección del partido de las ataduras que le imponen los sectarismos y las cuotas. Demos plena libertad a nuestro presidente para que lleve a cabo la restructuración de los órganos de dirección -del Comité Ejecutivo y el Consejo nacionales para abajo- que conduzca al fortalecimiento de nuestra organización y a dar viabilidad efectiva a nuestro proyecto.

Dejemos nuestros cargos en los comités ejecutivos y en los consejos en todos los niveles. Brindemos confianza a la responsabilidad política de nuestro presidente para que recomponga, con carácter provisional y con la temporalidad que esta asamblea acuerde, los órganos de nuestra dirección.
El trabajo más importante no está al interior del partido, sino hacia el exterior. Debemos trabajar para reimplantar al PRD en toda la República; reimplantarlo como partido de ideas, donde las pugnas por cuotas y recursos no vuelvan a verse más; reimplantarlo como un partido de propuestas y de ideas, de discusión constructiva, en el que no quepan incondicionalidades ni unanimidades impuestas; un partido cuyos miembros trabajen cotidianamente para hacerlo crecer ganando la confianza de nuevos militantes y recuperando la de aquellos que al correr del tiempo, de las confrontaciones entre corrientes y de las exigencias de parcialidades se distanciaron de nosotros.
Pensemos que tenemos por delante la elección de una nueva dirigencia a lo largo y ancho del país. No temamos ir a un nuevo proceso de renovación. Invitemos a que le den seguimiento, desde sus fases de organización hasta que concluya con el reconocimiento de los nuevos dirigentes, a los medios informativos -televisoras y radios locales y nacionales, prensa escrita de mayor circulación en las distintas regiones del país-, a organizaciones de la sociedad, inclusive a otros partidos políticos, para garantizar la confianza de nuestros militantes y de la opinión pública en la transparencia y legalidad de nuestros procesos de renovación.
Medidas audaces y responsables como éstas fortalecerían, sin duda, las campañas en las que estará participando el PRD de aquí hasta 2006.
No nos aferremos a pequeñeces, superemos las actitudes que han achicado a nuestro partido, que lo han sacado de la discusión ideológica y de la elaboración programática, que le han cerrado cada vez más oportunidades de avance y de servicio.
Lancémonos a lo grande, a la recuperación del Partido de la Revolución Democrática, para devolverle la condición de partido-movimiento con la que le dimos vida, y de instrumento vital de las transformaciones soberanas y democráticas del pueblo mexicano. Ese es nuestro reto y ahí radica nuestra responsabilidad.

(Palabras pronunciadas en la sesión de apertura del octavo Congreso Nacional del PRD. México, DF, 26 de marzo de 2004.)


     

 

   
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