Economía y Politica Internacionales

Cuenta regresiva en Irak

 

Autor: Editorial

Fecha: 30/3/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: Washington Post


Cuando sólo quedan 93 días para que Estados Unidos termine su ocupación de posguerra de Irak, las tropas norteamericanas todavía están sumergidas en un conflicto sangriento e inconcluso. Las fuerzas de la policía y seguridad iraquíes, mal equipados y entrenados, luchan por establecerse en medio de una situación plagada por violentos ataques. Los civiles que trabajan con las nuevas autoridades o alguna agencia Occidental son asesinadas casi a diario. Las milicias fuertemente armadas continúan operando por fuera de cualquier autoridad de gobierno. Y a pesar de la firma de una constitución de transición, todavía no hay un consenso político estable sobre cómo se gobernará el país después del 30 de junio.

Es difícil exagerar la magnitud de los desafíos que enfrenta la coalición de Estados Unidos en las próximas semanas o lo que está en juego en el éxito de la transición. Sin embargo no está claro que Estados Unidos haya aplicado los recursos ni comprometido a los aliados necesarios. Los niveles de las tropas norteamericanas cayeron el 20% este mes, y miles de veteranos regulares del ejército son reemplazados por reservistas, aún cuando empieza la cuenta regresiva para la soberanía iraquí. Las Naciones Unidas se mueven lentamente para negociar la forma de un gobierno de transición, cuando los clérigos chiítas preparan lo que puede ser una campaña disruptiva contra el gobierno provisional. Los aliados europeos no se postulan para ayudar, y nadie parece estar tratando persuadirlos.

Mientras tanto, en Washington el debate público todavía está centrado en si Estados Unidos debería haber invadido Irak hace uno año, no cómo se pueden manejar las próximas semanas críticas.

El presidente Bush, ocupado en la campaña por la re-eleción como líder de la guerra, necesita enfocar su atención en asegurar que Irak tenga una transición ordenada, no una crisis, entre ahora y julio. El primer paso debe ser atender la situación de la seguridad -que, a pesar de las repetidas afirmaciones de los comandantes de EE.UU. sobre el fracaso de la insurgencia- parece estar empeorando. El Sr. Bush debe revisar si la decisión de reducir las fuerzas estadounidenses a 105,000, como parte de una rotación de las unidades esta primavera, todavía tiene sentido si no disminuye la intensidad de los ataques insurgentes iraquíes y terroristas. Debe renovar los esfuerzos para alistar contribuciones de tropas de otros gobiernos. Y debería eliminar los obstáculos burocráticos y logísticos, que no permiten a los comandantes de EE.UU. equipar adecuadamente a las fuerzas iraquíes de seguridad con blindaje, vehículos, radios y armas.

Una mejor seguridad necesita ser acompañada con una respuesta más realista a las fuerzas políticas nacientes. Para presionar por la constitución provisional a inicios de este mes, la administración dirigida por EE.UU. dijo haber logrado un acuerdo, con el que todas facciones de Irak podrían vivir. Sin embargo, parece que el administrador L. Paul Bremer volvió a cometer el error fundamental de fracasar en ponerse de acuerdo con el Gran Ayatollah Chiíta Ali Sistani, líder del movimiento que probablemente comande la lealtad de una mayoría de iraquíes y es capaz de hacer el país ingobernable. Aunque el Sr. Sistani pueda tener una agenda contraria a los intereses de EEUU, el Sr. Bremer y el débil que Consejo de Gobierno iraquí no puede desatender su rechazo al plan de transición. En lugar de eso, se debe llevar adelante un esfuerzo acordado para forjar un consenso político genuino, con la ayuda de las Naciones Unidas. Durante el año pasado la administración se basó muchas veces en fuerzas militares demasiado débiles y un grupo muy estrecho de líderes iraquíes. Ahora es tiempo de que Bush solucione esos problemas, antes que el reloj de la transición termine.


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