Irak, Medio Oriente y Asia

El optimismo de EEUU vuelve a ser probado después de los asesinatos en Irak

 

Autor: John F. Burns

Fecha: 1/4/2004

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: New York Times


Horas después de las muertes de los cuatro civiles norteamericanos que fueron sacados de su vehículo y mutilados en Falluja el miércoles, un general de EEUU habló ante la prensa en Bagdad, con el aire de medida confianza que ha caraterizado cada conferencia sobre la situación militar en Irak.

“A pesar de este acontecimiento local, el área de operaciones más general sigue siendo relativamente estable, con un impacto insignificante en la capacidad de la coalición para seguir avanzando, el desarrollo económico, y la restauración de servicios esenciales”, dijo el Brigadier General Mark Kimmitt, de 51 años, ex soldado paracaidista, hoy vocero principal del comando militar de los Estados Unidos.

El año de operaciones en medio de la insurgencia, el comando, en estrecha relación con la administración civil, dirigida por L. Paul Bremer III, sigue siendo muy positivo. Pero junto con la confianza públicamente expresada, existen razones para pensar que los generales norteamericanos no están tan seguros, como estaban sólo semanas atrás, de que hayan alcanzado un punto de inflexión del conflicto. Tampoco las escenas de Falluja del miércoles –iraquíes mutilando cuerpos de norteamericanos, y una multitud vitoreando- no parece reforzar la teoría, presentada por el ejército de EEUU, que militantes islámicos, incluso extranjeros, más que partidarios iraquíes de Saddam Hussein, son lo que cada vez más están detrás de los atentados terroristas. Falluja, 30 millas al oeste de Bagdad, ha sido el centro volátil de apoyo para el dictador derrocado, y está al frente de una guerra más amplia.

Falluja, relativamente tranquila los últimos meses, se convirtió en un gran campo de batalla otra vez cuando la Primera Fuerza Expedicionaria de la Marina, reemplazando la División Aérea 82º del Ejército, envió grandes formaciones a la ciudad para desafiar a los rebeldes que habían tomado el control de barrios enteros. Esto revirtió la política de la división aérea de dejar la seguridad de la ciudad en manos de la policía iraquí y unidades civiles de defensa, y dirigió la semana pasada varias batallas en las murieron al menos tres marines y 30 iraquíes.

El odio visceral hacia los norteamericanos que se vio el miércoles sugiere que en la ciudad se mantiene una situación similar a la del 9 de abril, cuando las tropas norteamericanas invadieron Bagdad. Dos semanas después de la expulsión de Hussein, el ejército de EEUU, que había tomado una escuela como barricada, abrió fuego contra multitudes furiosas, matando a 17 iraquíes. El incidente desató ataques, que para el verano habían sumergido todo el Triángulo Sunita, un área estratégica de centenares de millas cuadradas en el centro de Irak, norte, sur y oeste de Bagdad.

Para febrero, los generales estadounidenses comenzaban a decir que lo peor de la insurgencia “pro-Saddam” había terminado, su poder había sido ahogado por una amplia ofensiva norteamericana que siguió a la captura del ex dictador el 13 de diciembre. Los golpes norteamericanos en el Triángulo Sunita, dijeron, se basaban fuertemente en información sobre la estructura de la célula del liderazgo rebelde que se encontraba entre los documentos capturados con Hussein. Penetrar allí, dijeron los oficiales, permitió interrumpir los ataques severamente, poniendo a los rebeldes en una situación desventajosa.

Al mismo tiempo, oficiales de alto rango, alrededor del General Ricardo S. Sanchez, el jefe del ejército norteamericano, dijo que los leales a Hussein estaban siendo reemplazados cada vez más por el principal enemigo de EEUU en Irak, los terroristas islámicos, conectados a al-Qaeda. El 8 de febrero, funcionarios de los Estados Unidos publicaron un documento que se conoció la “carta de Zarqawi”. En esta carta, dijeron, un hombre que ellos creían responsable de varios ataques importantes, incluso el ataque de agosto a la sede de las Naciones Unidas en Bagdad, que mató a 22 personas, había instado a líderes de al-Qaeda a apoyar los ataques que apuntaban a provocar una guerra civil en Irak -y afectar el progreso de EEUU hacia el establecimiento de un estado democrático al estilo occidental.

Sigue habiendo preguntas sobre la carta, incluso si el escritor era realmente al-Zarqawi de Abu Musab, militante islámico jordano. Pero proporcionó a los norteamericanos una nueva interpretación de la guerra. Dijeron que la carta, encontrada en un disco de computadora que llevaba un mensajero ligado a al-Qaeda, era la prueba de que el conflicto en Irak se había transformado, de una batalla por restaurar el gobierno de Hussein, a un escenario regional de la guerra mundial contra el terrorismo.


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