Latinoamérica

Después de la lluvia; El nuevo Uruguay

 

Autor: Gabriel Papa

Fecha: 3/4/2004

Fuente: Brecha



Si durante un largo período la agenda pública estuvo centrada en el tema de cómo "entender" la crisis que se instaló en el país desde 1999, este año, al parecer, llegó la hora de intentar "entender" el significado, las perspectivas y el país que prefigura la reactivación económica en curso. Como antes, se trata de entender para transformar.


Aunque usted no lo crea, la "verdad" oficial pasa por atribuir las causas de la crisis a poderosos factores externos bajo ningún concepto controlables, al tiempo que la recuperación de la economía se debe a la calidad de las decisiones tomadas por el elenco de gobierno y los aciertos en el diseño de los instrumentos que aseguraron la salida.

Antes, la culpa la tenían Brasil por la devaluación del real, Argentina por el corralito y la aftosa, y los hermanos Rohm y sus socios internacionales en el Comercial por los fraudes y el escaso apoyo posterior, según el caso. Ahora el mérito es enteramente oriental.

"A pocos meses de la peor de las crisis de la historia uruguaya, nuestra orientación económica le permitió al Uruguay crear 67 mil puestos de trabajo y este año 50 mil más", exclama el presidente Jorge Batlle, mientras que su ministro de Economía, Isaac Alfie, difunde a diestra y siniestra las maravillas de la salida uruguaya. En el colmo de su entusiasmo se permiten, además, exigir que la izquierda "muestre las patas de la sota", como repite elegantemente Alfie aludiendo al programa de gobierno del ep-fa. O, de lo contrario, instan a la izquierda a que ingrese al campo de "lo confiable" y se comprometa a continuar con las políticas del actual gobierno.

Las posibilidades del elenco en funciones -y de sus hasta ayer nomás aliados en el poder- de permanecer en el gobierno y/o su esperanza de continuar, como auténtico Cid Campeador, gobernando y ganando batallas después de (políticamente) muertos tienen, lamentablemente, fundamento.

"A partir del instante en el cual el ciudadano medio se involucra en los temas políticos, regresa a un estadio inferior de rendimiento mental. Discute y analiza los hechos con una ingenuidad que hubiera calificado sin dudar de pueril si una dialéctica análoga le fuera planteada en el ámbito de sus intereses reales", sostenía Joseph Schumpeter (1883-1950), el gran economista austríaco de la innovación y precursor del análisis económico trasladado a la política. Como consecuencia, el ciudadano "tiende a ceder ante prejuicios y pulsiones extrarracionales o irracionales" al tiempo que "cuanto más débil es el componente lógico en la formación de la opinión pública, mayor es la facilidad con la cual los ciudadanos pueden ser movilizados en su provecho por los grupos" y las corporaciones, se agregaría hoy día. No se trata de que los ciudadanos sean intrínsecamente incapaces de involucrarse responsablemente en el debate público. Es que, se sostiene desde esta perspectiva de análisis, el costo para el ciudadano de procurarse la formación e información necesarias para participar del debate público es muy alto, al tiempo que la "rentabilidad" individual es muy pequeña. De allí el papel relevante que tienen los comunicadores y organizaciones que apuestan a la participación ciudadana responsable.

Hechos 2003. Si el golpazo fue tan fuerte como largamente anunciado, hay que reconocer que la recuperación -que comenzó en el segundo trimestre de 2003- fue muy intensa. El incierto panorama de comienzos del año pasado -cuando se intensificaban las gestiones para postergar "amigablemente" por cinco años el pago de los títulos de deuda pública en poder de acreedores privados, que alcanzaba la mitad del total adeudado por el Estado uruguayo- no permitía prever una reacción tan intensa.

En aquel entonces tanto el gobierno como la mayoría de los analistas pronosticaban una nueva caída del PBI, cercana al 2,5 por ciento. Pero aquel 2,5 por ciento negativo se transformó en un reluciente 2,5 por ciento positivo. Y si la derrota es huérfana, la victoria tiene, como se sabe, muchos padres. El rotundo éxito del canje y el posterior "apoyo" del FMI, el tránsito lento e incompleto pero "prolijo" de la reestructura bancaria, la modificación de precios relativos provocada por la devaluación, la contención salarial (y social) y una constelación de factores externos positivos posibilitaron el despegue verificado a lo largo del tercer y cuarto trimestres del año pasado. Salvo el precio del petróleo, prácticamente todos los restantes factores jugaron a favor: tasas de interés internacionales a niveles históricamente muy bajos, precios internacionales de los productos exportables elevados, estabilidad cambiaria y financiera en la región, vuelta al dinamismo en Estados Unidos y crecimiento del comercio mundial y devaluación del dólar frente al euro. Las plagas retornaban a su lugar dentro de la caja de Pandora y la esperanza floreció.

Además, a pesar del enfrentamiento político-electoral provocado por el intento de "privatizar asociando" -o "asociar privatizando"- ANCP, la sociedad en general, y el liderazgo político y sindical de izquierda en particular, protagonizaron una civilizada gestión de la crisis. Demasiado civilizada gestión quizás, si nos atenemos al reparto de pérdidas y ganancias que la crisis, y la modalidad de salida, implicó.

Lo cierto es que el agro explotó -14,4 por ciento de crecimiento en el año- y la agroindustria y la industria exportadora, así como la sustitutiva de importaciones, se expandieron. El empuje exportador finalmente se generalizó de la mano de la frenada de la caída de los salarios, la creación de alrededor de 50 mil puestos de trabajo y la "realización" de gastos de consumo postergados durante lo más profundo de la crisis (el consumo privado aumentó casi 15 por ciento en el último trimestre de 2003 respecto del último trimestre de 2002).

"Supongamos que...", suelen decir los economistas cuando tratan de fijar condiciones a partir de las cuales realizar previsiones. Es así que los analistas opinan que si la actividad continúa al ritmo alcanzado a fin del año pasado, el PBI crecería como mínimo al 5 por ciento en 2004. Y si el dinamismo prosigue durante el primer semestre del año, el clima electoral no polariza en exceso al país y el marco internacional se mantiene favorable, el PBI crecería entre 7 y 9 por ciento, creándose otros 50 mil puestos de trabajo.

Otros hechos. Pero otros hechos marcan las limitaciones de este camino.

La sustentabilidad del crecimiento depende, en el mediano y largo plazo, de la recuperación de las inversiones, y éstas cayeron en 2003 un 11,4 por ciento, ubicándose en el nivel más bajo de los últimos 14 años. "Los agentes están trabajando a corto plazo", afirmó a BRECHA el economista José Manuel Quijano, subrayando que la reactivación está supeditada al mayor uso de la capacidad instalada. "En la Cámara estamos recibiendo muchas consultas orientadas al asesoramiento para la instalación de nuevos emprendimientos, pero principalmente se trata de empresas pequeñas. Estamos lejos de estar viviendo una poderosa corriente de inversión", dijo por su parte el economista Roberto Villamil, gerente de la Cámara de Industrias.

Por su lado, la expansión del consumo no podrá transformarse en el motor del crecimiento, una vez realizado el gasto postergado y en un contexto de fuerte contención salarial y creación de puestos de trabajo de baja remuneración en el marco de una tasa de desempleo que continúa elevada.

Las exportaciones, por su lado, se "primarizaron" en forma inquietante. En efecto, las exportaciones de origen industrial, que casi alcanzaban la tercera parte del total exportado, pasaron a ocupar menos de la cuarta. Más concretamente las exportaciones agropecuarias (granos, madera, lana, carne) y agroin-dustriales (curtiembres, textiles, frigoríficos) han aumentado su participación en el total a la vez que diversificaron sus destinos geográficos. En definitiva, las "ganadoras" emergentes de la crisis y reinantes con la reactivación son actividades que, asociadas a altos precios internacionales, logran elevada rentabilidad agregando poco valor y "derramando" en cuentagotas. Teniendo en cuenta que en el pasado los empresarios "exitosos" no se han caracterizado, en términos generales, una vez instalados en un nicho rentable, por promover la innovación, y dada la baja, o inexistente, calidad de las políticas públicas destinadas a promover el agregado de valor en estas actividades, no es de esperar un "arranque innovador" en estos sectores. Además, en momentos en que los estándares de calidad y los procesos de certificación son cada vez más relevantes en estos mercados, la capacidad de adaptación e innovación de los empresarios será puesta a prueba. Por otro lado, nunca está de más insistir en que las empresas hoy "exitosas" de la mano de la devaluación y los altos precios internacionales están insertas en sectores económicos -la producción de commodities- poco dinámicos en una perspectiva más amplia. En definitiva, el país no tiene futuro en tanto sociedad creativa y dinámica si ata su suerte a la de la producción y comercialización de recursos naturales escasamente transformados. La discusión acerca de los caminos a partir de los cuales transformar las ventajas comparativas -en términos de la abundancia del recurso natural- en una oportunidad, y no en una trampa, aún está pendiente.

En relación a la necesidad de articular la producción primaria con el sector tecnológico, el economista Luis Stolovich, directivo de la Cámara del sector, graficó las dificultades a partir de "la oportunidad perdida que significó la licitación de las cajas negras para los frigoríficos". "Se presentaron siete oferentes a la licitación, seis de ellos uruguayos, muchos de los cuales asociados con empresas extranjeras. Ganó la única oferta totalmente extranjera. El sector no aspira a tener privilegios pero la cortedad de miras no permitió apreciar que si una empresa nacional hacía su experiencia, el próximo paso sería tener al sector apuntando hacia los 4.500 frigoríficos que hay en América Latina", sentenció Stolovich. "La visión primarizante de la economía es obsoleta e impide ver que el país, por falta de inversiones, está perdiendo el lugar de privilegio que tenía en América Latina hasta hace muy poco tiempo", concluyó.

En el plano social, si el aumento de la cantidad de puestos de trabajo ocupados es innegable, también lo es la necesidad de subrayar que la baja calidad y precariedad del empleo son características estructurales del mercado de trabajo, vigentes inclusive en pasados períodos de expansión. Y no es precisamente una reactivación como la que transitamos por sí sola la que lo ha de modificar. Tampoco conviene tener en cuenta que en materia de empleo el punto de partida es muy bajo. Desde principios de 1998 a fines de 2002 la crisis destruyó más de 120 mil empleos. La creación de puestos de trabajo debe entonces tener en cuenta aquel punto de partida. La calidad de los empleos generados es, a su vez, otra cosa. En este sentido, un reciente informe del economista Gabriel Lagomarsino -del equipo de representación de los trabajadores del PIT-CNT en el bps- contribuye a valorar correctamente el fenómeno de los "70 mil" adicionales inscritos en el bps tan caros al presidente Batlle. Luego de recordar que para que un cotizante al bps tenga derecho a DISSE debe haber trabajado en el mes al menos 13 jornales o tener un salario mayor a 1,25 mínimos nacionales, Lagomarsino distingue entre la evolución de cotizantes y beneficiarios con derecho a la cuota mutual (sistema DISSE). Observa que los cotizantes aumentaron en 76.637 desde el bimestre setiembre-octubre 2002, en lo peor de la crisis, hasta el último bimestre de 2003. Sin embargo, "las personas con derecho a la cuota mutual (sistema DISSE) muestran una tendencia decreciente más larga, hasta el tercer trimestre de 2003 y luego una recuperación muy suave. A lo largo de todo aquel período caen en 48.920". Recordando que no todo cotizante tiene derecho a la cuota mutual, Lagomarsino concluye que "la mayoría de los nuevos empleos creados por la reactivación, al menos los registrados en el bps, son de baja calidad".

Finalmente, los indicadores señalan que la brutal reducción del poder adquisitivo del salario, cercana al 30 por ciento, apenas si se ha atenuado con la reactivación. Más concretamente la modalidad de crecimiento parece basarse en altos niveles de disponibilidad de mano de obra y ausencia de recuperación del salario.

Qué hacer. A esta reactivación se llegó en forma involuntaria (la devaluación fue impuesta por la pérdida de reservas y no estaba en los planes ni en los ideales del equipo económico), in extremis (el desahogo se produjo luego de realizado un canje de deuda que se concretó ante la imposibilidad de hacer frente a las obligaciones), no ataca problemas de fondo (la gestión de la deuda pública, que alcanza al 111 por ciento del PBI, se transforma en un problema permanente y cristaliza un estado de dependencia respecto del FMI), es frágil y vulnerable (depende de factores externos sobre los cuales el país no tiene ningún control) y no "derrama" suficientemente (es incapaz de revertir, incluso en el mediano plazo, las terribles condiciones sociales en las que sumió a la mayoría de la población).

"Cada vez manejamos menos variables", afirmó en Montevideo el economista José Quijano mientras en Lima, en ocasión de la reunión anual del BID, Enrique Iglesias afirmaba, respecto a América Latina, que "la recuperación económica amparada exclusivamente por factores de origen externo no suele durar, como bien lo recuerda la experiencia de nuestra región y la historia del mundo. Más tarde o más temprano debemos esperar ajustes en las economías de los países industrializados, especialmente en la de Estados Unidos, que podrán afectar el ciclo económico mundial, las tasas de interés, los precios de las materias primas y el realineamiento de las monedas, con el impacto correlativo sobre las economías de la región".

Una vez entendida como parte del fracaso de una política económica determinada, una vez caracterizada y valorada en sus posibilidades y limitaciones, ¿qué hacemos con ella?

El senador Danilo Astori, consultado por BRECHA, señaló que "es innegable que existe una reactivación" y que ésta "superó las expectativas". Pero "hay que hacer una correcta interpretación" de la misma porque, agregó, "se corre el peligro de que se convierta en una coartada para no hacer las transformaciones imprescindibles". "Es el momento de iniciar los cambios. Hay que poner los instrumentos de la política económica al servicio de un proyecto de especialización productivo. Poner el sistema financiero al servicio de la producción, concretar la reforma del Estado, cambiar un sistema tributario malo e injusto, definir una política exterior al servicio de la inserción externa del proyecto, definir nuevos marcos institucionales para las políticas sociales y recuperar el tiempo perdido en educación y ciencia y tecnología."

Ante la soberbia del equipo económico, la tentación de negar los aspectos positivos en materia de recuperación de algunos sectores económicos y de cierto mayor "desahogo" social sería un error. La emergencia de renovados liderazgos en los partidos tradicionales -que aunque estén asociados a la gatopardista estrategia de "cambiar algo para que todo quede como está" implican un nuevo desafío- y cierta "descompresión" social producto de esta reactivación constituyen la gran oportunidad para que la izquierda debata e involucre a la ciudadanía en un proyecto de desarrollo que, necesariamente, encontrará resistencias en la medida en que transite por nuevos caminos.



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Con el historiador económico Luis Bértola*

Demasiado poco, demasiado pronto
Afortunadamente, la fuerte crisis en la que caímos a partir de 1998, y que tuvo su pico en 2002, habría llegado a su fin. La reciente difusión de la tasa de crecimiento del PBI alcanzada en 2003, que llegó al 2,5 por ciento, evitó que la economía lograra un récord histórico de cinco años consecutivos de caída del producto, un temor en su momento fundado inclusive en pronósticos oficiales. En definitiva la caída acumulada del PBI en el período 1998-2002 llegó al 17 por ciento, 19 por ciento si se considera el PBI per cápita. De esta manera, se confirma que esta crisis fue más profunda que la de "la tablita", aunque menor a las vividas en los períodos 1912-15 y 1930-33.

Hoy no solamente se está suspirando aliviadamente por el fin del tobogán, sino que se empieza a tirar cohetes por tal "desmedido" (sic) crecimiento. Funcionarios del gobierno más apegados a las medidas que a las desmedidas del presidente de la República auguran para este año un crecimiento del PBI de entre 5 y 9 por ciento.

Todos nos hacemos la pregunta de si efectivamente estamos volviendo a una senda de crecimiento que pueda ser sostenido en el tiempo, así como nos interrogamos acerca de las características que tendría este eventual crecimiento.

En primer lugar, hay que señalar que así como cuando se produce una devaluación fuerte con posterioridad a períodos de férreo control del tipo de cambio (ya sea propio o inducido) la economía experimenta el llamado over-shooting (una devaluación muy superior a la que finalmente queda estabilizada), hay que destacar que las recesiones, producto de encadenamientos perversos, también conducen a repliegues muy marcados de la actividad económica. Una vez superados los peores momentos, se produce una recuperación que en buena medida es como un rebote de la caída. En realidad, difícilmente uno podría tirar cohetes y cantar victoria hasta tanto no se superen los niveles anteriores a la crisis.

Veamos algunos ejemplos de nuestra historia:

• En 1917 el PBI de Uruguay creció al 10 por ciento, después de un tímido aumento en 1916. En 1918, año en que se creció un poco menos, se llegó al 90 por ciento del producto de 1912.

• En 1934 -al salir de la crisis más profunda de los últimos cien años- el PBI creció un 19 por ciento, para solamente llegar al 80 por ciento del nivel del producto de 1930.

• En 1986 y 87 el PBI creció al 8,9 y 7,9 por ciento respectivamente. Aun así, el nivel del PBI de 1987 sólo igualó el alcanzado en 1981.

Si el PBI de Uruguay creciera a un 5 por ciento en 2004, llegaría al 89 por ciento del de 1998; si lo hiciera a un 9 por ciento, llegaría al 93 por ciento. En cualquier caso, demasiado pronto y demasiado poco como para cantar victoria y hacer olvidar que no se trata solamente de volver a los niveles pasados sino también de acumular cinco años por debajo de lo ya logrado. Cualquier exitismo parece ofender la memoria y la inteligencia de la gente.

Sin embargo, lo anterior no es lo más importante al estudiar la coyuntura actual. Lo relevante es analizar tanto las bases sobre las cuales está saliendo a flote la economía uruguaya como los impactos de la recuperación y su sustentabilidad.

En este sentido, cabe señalar que la recuperación se ha basado en las exportaciones agropecuarias y en las variaciones de existencias en el sector. La inversión de capital fijo y el consumo interno tuvieron en 2003 bajas significativas, lo que se expresó igualmente en el empleo y el ingreso de las familias.

No puede decirse que la economía posdevaluación funcione de la misma manera que la economía de la sobrevaluación. Sin dudas, las exportaciones juegan ahora un rol diferente, al igual que la entrada de capitales. Pese a ello, esta recuperación no parece estar apuntando a un cambio de un patrón de especialización productiva ni a un cambio de las bases sobre las cuales se asienta la competitividad internacional del país. Por lo tanto, esta reactivación no parece apuntar a una modalidad de sustentabilidad diferente a la que ha experimentado la economía uruguaya durante prácticamente todo el último siglo. Tampoco parece haber señales de que se esté atento a cambiar el patrón de crecimiento poco generador de empleo ni que esta modalidad de crecimiento sea capaz de revertir las tendencias a la inequidad heredadas de la dictadura y mantenidas en 20 años de democracia.

Si hiciera falta una demostración de la falta de sensibilidad de las autoridades para pensar seriamente en las alternativas futuras de desarrollo, alcanzaría con observar el estado de la investigación científica y tecnológica en el país. En una carta que el presidente del Consejo Nacional de Innovación, Ciencia y Tecnología, Jorge Servián, envió el 30 de marzo al presidente de la República, los ministros de Economía y Educación y Cultura y el director de la opp, se señala que, al verse reducidos sus recursos en más de un 70 por ciento y experimentando el 30 por ciento restante significativos retrasos, "no sería responsable frente a la comunidad científica, las empresas y la sociedad operar en 2004 sin poder cumplir con los compromisos contraídos y sin disponer de los ya ajustados recursos para proyectos de desarrollo, ciencia y tecnología, que son los que justifican nuestro trabajo y nuestra existencia como organismo".


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* Decano de la Facultad de Ciencias Sociales.



     

 

   
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