Latinoamérica

Carlos Mesa y Evo Morales, Condenados a entenderse

 

Autor: Víctor Orduna

Fecha: 4/4/2004

Fuente: Revista Pulso



Desde el 17 de octubre del año pasado, la democracia boliviana vive una especie de jazz político. El gobierno interpreta una melodía y el Parlamento decide, libremente, cómo improvisar sobre ella: siguiéndola, contradiciéndola, mareándola o, incluso, desechándola. Quedaron atrás los tiempos en que el Presidente repartía partituras encadenadas a cada uno de los curules. Y aunque este desconcierto tiene la virtud de sacudir a los diputados del automatismo vegetativo al que estaban acostumbrados, tiene también un pequeño inconveniente: ¿cómo gobernar?
En ese duro aprendizaje anda un Presidente que llegó accidentalmente al poder y que, con seguridad, nunca pensó que además de ser el suplente de una política (la de los partidos) despedazada en octubre, tendría que ingeniar formas alternativas a la democracia pactada que funcionó rutinariamente desde 1985.
Gastadas las rutinas, Mesa es una suerte de prestidigitador forzado a ir armando equilibrios ocasionales con los partidos en función de su agenda de gobierno. Y dentro de la surtida gama de coordinaciones partidarias –básicamente con MNR, MIR y MAS (puesto que NFR optó por la oposición a ciegas)–, la relación más interesante, esforzada y contradictoria, es la de Carlos Mesa y Evo Morales. En este sentido, esta semana se han registrado dos encuentros que indican el curso, el nivel y la dirección de esta relación:

1. El pasado lunes, 22 de marzo, los productores cocaleros del Chapare y el Ejecutivo se reunieron para dialogar sobre el futuro de la política antidrogas y del desarrollo alternativo. Además de presidentes de las federaciones y viceministros, en la reunión participaron Evo Morales y Alfonso Ferrurino, ministro de Gobierno. La reunión concluyó con un anuncio conjunto que va más allá de las expectativas habituales de estos encuentros. Se anunció la creación de una comisión conjunta que estudie, hasta el 19 de abril, posibles modificaciones a la Ley 1008. Además, se anunciaron dos medidas que tienen un sentido práctico y una utilidad de válvula de escape para evitar el congestionamiento social en el Chapare: La emisión de una resolución estableciendo la reapertura provisional de los 15 mercados de coca en el trópico y la presentación de un plan de desarrollo integral del trópico, incorporando en la gestión de los recursos del desarrollo alternativo a la Mancomunidad de Municipios del Trópico.

2. El pasado miércoles, 24 de marzo, Evo Morales y Carlos Mesa se reunieron largamente en Palacio de Gobierno para estudiar la posibilidad de un acercamiento de cara a un pacto social que viabilice una agenda mínima nacional. Tras el encuentro, el MAS apareció dispuesto a respaldar la gestión del Presidente con el propósito de salvaguardar la continuidad democrática.
Con estos ejemplos prácticos y después de cinco meses de gobierno, se viene perfilando, cada vez con mayor claridad, cuál va a ser el carácter de la relación Mesa-Morales (no siempre equivalente a la relación Gobierno-MAS). Hasta ahora, la tónica ha sido un respaldo silenciado del MAS a la agenda de gobierno acompañado, sin embargo, con una permanente crítica pública masista a la tibieza de un Presidente incapaz de decidirse “por una opción popular”. El MAS ha oscilado entre la práctica legislativa “oficialista” y el discurso público de oposición. La elección del defensor del pueblo o la aprobación de las reformas a la Constitución demuestran este comportamiento legislativo.
Sin embargo, esta relación dual entró en crisis a principios de marzo cuando, acosado por las presiones empresariales cruceñas, el Presidente decidió retroceder en su política fiscal –reduciendo su ambición recaudadora hasta quedarse con un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) [pendiente todavía de aprobación en la Cámara de Diputados]–, provocando que el MAS alineara su discurso y su postura legislativa en total oposición al gobierno. Esto ocasionó, al mismo tiempo, un reagrupamiento circunstancial de la coalición anterior a octubre (MNR, MIR, NFR, ADN) que permitió la aprobación, en Senadores, del impuesto desesperado.
Creyendo superado su episodio de crisis fiscal, el Presidente pareció decidir el restablecimiento, en persona, del diálogo con el MAS. De ahí, el encuentro por la coca y la reunión Mesa-Morales. Ambas señales de cómo, políticamente, el Presidente sucesor y el dirigente cocalero con perfil presidenciable están “condenados” a entenderse. Aproximaciones peligrosas que provocan, inmediatamente, la reacción de los otros partidos (los que cumplen, temporalmente, la función de oficialistas). La forma cómo, de nuevo, se ha vuelto a trabar –después de acordada– la aprobación del ITF en la Cámara de Diputados es una demostración de fuerza legislativa: la concertación política entre el Gobierno y el MAS es penalizada por los demás partidos.
En la medida en que el Presidente se acerca al MAS, se produce un automático distanciamiento del MNR y el MIR. Pareciera haber una pugna por demostrarle al Presidente con quién le conviene establecer alianzas parlamentarias. Es imposible que el Presidente gobierne sólo con el apoyo del MAS; sin embargo, el retorno a una forma de coalición con el MNR y el MIR –con la correspondiente participación, por supuesto, en el ejecutivo (quizá no a nivel de jerarquías pero sí de militancias)– le garantizaría mayoría simple.

Proximidades clandestinas

En estas condiciones de anarquía congresal inducida, ¿qué entendimiento se puede esperar entre Carlos Mesa y Evo Morales? Quien espere que exista un pronunciamiento conjunto o el anuncio de una alianza o coalición en el sentido clásico acostumbrado por el sistema de pactos boliviano, está esperando en vano. La relación Mesa-Morales está forzada a vivir cierto grado de “clandestinidad”. Aunque en el fondo tengan plena conciencia de la necesidad y afinidad programática mutua (por lo menos en los postulados generales), ambos están impedidos de formalizar –u oficializar– cualquier tipo de relación. A la luz de la opinión pública, resulta una relación pecaminosa.
En los dos últimos años, PULSO ha tratado de explicarse, humorísticamente, la historia de las alianzas de gobierno en el país –primero MNR-MIR, después MNR-NFR– mediante metáforas conyugales. Si se tuviera que recurrir de nuevo a esta figura, se podría decir que éste es –el de Mesa-Morales– un matrimonio imposible, quizá “de hecho”, pero sin certificado ni reconocimiento oficial. Existe, incluso, un inconveniente étnico y de clase en la posible anunciación social de una alianza. Carlos Mesa es un exponente de la intelectualidad blanca, heredero crítico del liberalismo gonista; Evo Morales es un aymara tropicalizado portavoz regional de un indigenismo socialista.
Una alianza pública podría ser fatídica para la imagen de ambos. Carlos Mesa tiene que mantener la prodigiosa ilusión de un gobierno sin partidos –probablemente, la base de su popularidad– mientras que Evo Morales está obligado a no manchar la virginidad opositora de su partido con alguna asociación improductiva electoralmente. Por otra parte, el abierto respaldo legislativo del MAS a Carlos Mesa sería contraproducente para las expectativas mesistas de consolidar un gobierno cuyo fundamento es ir sopesando equilibrios a diestra y siniestra a la espera de que el sufragio –ya sea municipal, Constituyente o nacional– dirima el encontronazo político de fondo entre una izquierda indigenal en ascenso y una derecha con aspiraciones de reciclarse y continuar en el poder.
Por las condiciones políticas del país, en la relación Mesa-Morales van a tener especial importancia los signos, los gestos y los guiños. Y en este campo, cabe recordar que la mayor señal lanzada por Mesa hacia Evo fue la mención, poco tiempo después de su investidura presidencial, de la necesidad de que en Bolivia gobierne un presidente indígena. ¿A quién podía referirse Mesa? Se puede responder señalando que Evo Morales ha sido el jefe de un partido con representación parlamentaria al que más tiempo ha dedicado el Presidente. Por el número de visitas y encuentros, se podría afirmar que Morales es el segundo hombre de Palacio.



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“Socios” por necesidad

Innegablemente, la actual circunstancia boliviana obliga a muchos de sus actores, o factores –políticos, sociales y económicos– a moverse dentro de lo que son más las tácticas que las estrategias si de posicionamientos se trata o, si se quiere, de confrontaciones, en última instancia, por supuesto, de poder. Ello indica de suyo asociaciones, acuerdos, aproximaciones y distanciamientos transitorios o accidentales. Y ha de ser así por la propia volatilidad de lo que viene ocurriendo, en un contradictorio estado se diría de fluxión casi permanente en todo este tiempo, marcado en especial por octubre pasado: “todo puede ser, todo puede pasar”, sigue siendo lo que parece la mejor descripción del momento, un momento largo y en sí mismo de indefiniciones.
Dos de esos actores, los principales por cierto, Gobierno –el presidente Carlos Mesa– y el MAS –su jefe Evo Morales– son señalados en la edición de PULSO de esta semana como obligados, o condenados incluso, a entenderse, a ser “socios” por necesidad, dentro del dispuesto ambiente ya dicho en que priman las tácticas sobre las estrategias, esto es, los encuentros y desencuentros alternadamente, y no la consolidada alianza, imposible finalmente.
Plantea lo advertido reflexiones no fáciles, pues hay ya algunas seguridades respecto del estilo o modo de gobernar de Mesa que no concilian ni conciliarán en absoluto con los del MAS y Morales: no hay ni habrá radicalismos ni populismos en aquél, que sí en éstos, lo que indicaría un primer nivel de desencuentro. Pero a la vez, puesto que Mesa tampoco puede ser presa ni dócil ni voluntaria de otros extremismos como los que apuntan en algunos círculos de poder no precisamente partidarios –empresariales, por ejemplo–, la condición del equilibrio inestable, que es otro signo del actual Gobierno, obliga a éste a que el péndulo en que se mueve oscile hacia el otro lado, el de Morales, justamente.
De forma curiosa, también de parte del dirigente cocalero y de quienes lo siguen en su partido, se da una situación semejante y hasta simétrica: Morales y el MAS no tienen autonomía que no sea en función de lo que concierte el Gobierno, de lo que haga o deje de hacer, y no sólo con relación a ellos mismos. De ahí esa “necesidad” recíproca desarrollada y que va más lejos que lo propiamente del ámbito de la coca –antes cualquier relación coca-Gobierno no pasaba de ello–, hasta asentarse en el juego mismo de la política librado en el Ejecutivo y en el Legislativo. En efecto, Evo Morales es el dirigente en la oposición –¿qué oposición?, llegarán algunos a preguntarse– a quien Mesa ha concedido más tiempo y más espacio deliberativo hasta ahora.
Para ilustrar a quienes tiene al frente, el Gobierno podría remitirse a una caracterización que hacen publicaciones prestigiosas extranjeras al identificar a Morales como parte de corrientes políticas en la región adscritas al anticapitalismo y al radicalismo de izquierda, además de formas de racismo invertido. Y cierto, Evo es no sólo “chavista” sino también “castrista”, antinorteamericano y anticapitalista confeso, todo lo que Mesa no es. Pero la táctica, actuando en democracia –ésta democracia, no la de Castro ni la de Chávez–, permite dicho juego, y Estados Unidos ha de tener que comprenderlo y aceptarlo, en bien de esa misma democracia.
¡ Cómo será que lo político general se sobrepone hoy a la coca cuando se trata del MAS y de Evo, que en el análisis que hace en esta edición PULSO los últimos acuerdos cocaleros con el Gobierno no ocupan el primer plano de otras veces! ¿Refleja esto también la mayor estatura política que ha logrado el dirigente y que lo sitúa en relación inversa al universo de la coca y sus problemas, como reflejo cabal, al mismo tiempo, de los espacios de atención urbana y ya no sólo rural en la opinión pública, que en diciembre podrá serlo electoral en los comicios municipales? Sí y no, porque la coca tampoco es un problema sólo del ámbito cocalero. Es un problema nacional de los mayores, tan determinante como para que la primera potencia del mundo, Estados Unidos, no deje de tenernos en la mira, en función, por supuesto, de sus intereses, que, siguiendo la persistente pauta equivocada de todas estas últimas décadas, mantiene a las drogas criminalizadas para hacerlas con ello la más eficaz herramienta, precisamente, del crimen y de la corrupción política universal.
Pero Morales y su partido se han desmarcado –¿provisionalmente?– de las políticas y leyes que el Ejecutivo –Mesa– quiere ver aprobadas en el Legislativo. No debe sorprender. Es la nueva prueba, ahora por el reverso, de esa condición de “socios” por necesidad que los une, pero que no deja tampoco de conllevar elementos perversos, pues el entrabamiento de la acción gubernamental ya no es un pecado venial a estas alturas…


     

 

   
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