Intelectuales y Académicos

"España, Europa, y Mr. Bush"

 

Autor: Immanuel Wallerstein

Fecha: 1/4/2004

Traductor: Victoria Rouge- especial para P.I.

Fuente: Fernand Braudel Center


comentario Nº 134

El martes 11 de marzo de 2004, temprano en la mañana, explotaron bombas casi simultáneamente en varias terminales de trenes de Madrid. Murieron más de 200 personas, y muchas más fueron heridas. Fue un terrible y cruel desastre y hubo impacto instantáneo y dolor en España y en todo el mundo. La primera pregunta por supuesto fue ¿quién lo hizo? El gobierno español acusó inmediatamente a ETA, el movimiento independentista vasco que ha estado involucrado en numerosos ataques por varias décadas. Al cabo de horas, sin embargo, muchas personas, incluyendo a agencias de policía en otros países, comenzaron a decir que era un grupo ligado a al-Qaeda, no ETA. Ese mismo día, ETA, directamente y mediante grupos políticos simpatizantes, negaron fuertemente la acusación (mientras que en pasados ataques de ETA, siempre ha reclamado su responsabilidad). A pesar de una creciente sensación de que claramente no era ETA, el gobierno español insistió en que ETA era el principal sospechoso. El Ministro del Exterior español ordenó a todos los embajadores de España que proclamaran esto. Por varios días, el Primer Ministro español, José María Aznar, llamó personalmente por teléfono a los editores de los principales periódicos españoles, insistiendo en que ETA era culpable. Finalmente, el Ministro del Interior español admitió que había una posibilidad de que hubiera sido un grupo de al-Qaeda. El domingo siguiente, todo el mundo parecía estar de acuerdo en que no fue ETA, sino al-Qaeda, a pesar de que el domingo a la mañana, el Ministro del Exterior seguía insistiendo por televisión en que el principal sospechoso era ETA.
¿Cómo damos cuenta de semejante malentendido, sino desinformación deliberada, de parte del gobierno español?
Para entender esto, debemos retroceder hasta las raíces de las políticas de los gobiernos españoles, y por supuesto recordar que había elecciones legislativas en España previstas para el domingo siguiente a los atentados. En el período post-Franco, España se desplazó hacia un sistema básicamente bipartidista semejante a los de la mayor parte del Mundo Occidental: un partido Socialista de centroizquierda (PSOE) contra un partido conservador, llamado Partido Popular (PP). Además de los asuntos de izquierda-derecha que divide a esos partidos, ambos estaban divididos por la política exterior y por cómo resolver las demandas de autonomía (sino de independencia) de varias regiones españolas– primero Cataluña y el País Vasco, pero también Galicia, Andalucía, Valencia, y las Islas Canarias.
En la arena de la política exterior, los socialistas, que estuvieron en el gobierno con Felipe González en el periodo 1982-1996, llevaron adelante un esfuerzo activo para integrar a España con Europa y jugar un rol prominente en las instituciones europeas. Los socialistas también fueron una fuerza importante en los intentos de dar una solución al conflicto entre Israel y palestinos. En los asuntos internos, los socialistas presionaron por una devolución considerable de la estructura constitucional, a pesar que sin duda era menos de lo que los partidos regionalistas esperaban obtener.
Cuando el PP llegó al poder en 1996, cambiaron radicalmente el objetivo. Procuraron acercarse a los EE.UU., especialmente en cualquier asunto en el que hubiera conflicto entre EE.UU. y Europa occidental. Esto se hizo muy evidente luego de que George Bush llegara a la presidencia. España se convirtió en un apoyo activo a la política de Bush en Irak. Como miembro del Consejo de Seguridad, defendió a EE.UU. – apoyó resoluciones, y envió tropas para participar en la invasión de Irak. En cuestiones relacionadas a Israel, España misma se alió a Sharon. Y en cuanto al regionalismo, Aznar argumentó que los socialistas habían sido demasiado suaves con los "terroristas", y en particular con ETA (a pesar de que González ciertamente llevó adelante una lucha incansable contra ETA). Incluso frente a los llamados partidos regionalistas moderados, Aznar no estaba dispuesto a hacer ninguna concesión. El PP era el heredero de la tradición franquista de aguda hostilidad hacia los regionalismos de cualquier tipo. En cuanto a Europa, el otoño pasado, España fue, junto con Polonia, el estado que impidió acordar una nueva constitución para la Unión Europea – una constitución fuertemente respaldada por Francia y Alemania, los dos estados que fueron más hostiles la política de Bush en Irak.
Una semana antes de las elecciones, todas las encuestas mostraban que el partido de Aznar ganaría. Su mayoría se reduciría, pero era seguro que formaría el nuevo gobierno. Luego vinieron los atentados. Ahora sabemos que, en cuestión de horas, la policía española le había dicho al gobierno que, por un descubrimiento de una bomba que no había explotado y un análisis de su composición, era casi seguro de que no había sido ETA la responsable, sino un grupo ligado a al-Qaeda. El gobierno suprimió esta información y continuó con sus afirmaciones de que ETA era la responsable. La política de esto es clara. Primero que nada, Aznar y el PP han estado tan obsesionados con ETA como George Bush y los neoconservadores con Saddam Hussein e Irak. Ni Aznar ni Bush querían que la principal sospecha recayera sobre al-Qaeda. Además, Aznar era conciente de que, con elecciones en tres días, si se pensaba que los atentados habían sido causados por al-Qaeda, los votantes españoles podían pensar que esto era una venganza por el compromiso de España en la invasión de Irak, especialmente porque la aplastante mayoría de los votantes (incluyendo a los simpatizantes del PP) dejaron en claro en el 2003 que se oponían a que España se involucrara en la guerra.
Entonces, Aznar montó la gran mentira, y lo hizo personalmente. El viernes, no obstante, la policía española amenazaba con exponer al gobierno, ya que no deseaban ser acusados por incompetencia. Así, el Ministro del Interior tuvo que ceder terreno, y dar a entender que el gobierno estaba siguiendo a todos los posibles perpetradores, aún cuando continuara creyendo que ETA era el perpetrador más posible. Pero estaba creciendo la evidencia contraria. Y para el sábado, hubo marchas en toda España denunciando al gobierno por engañar a la gente. Numerosos editores de periódicos dijeron que se retractaban personalmente de editoriales que habían escrito el día anterior. Dijeron que habían sido engañados por Aznar. Y el domingo, el gobierno fue rotundamente derrotado. El líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció inmediatamente que cumpliría su promesa electoral (hecha mucho antes de los atentados) de retirar las tropas españolas de Irak el 30 de junio. Se espera que el nuevo gobierno reanude las discusiones sobre más devoluciones dentro de España, especialmente porque los partidos regionalistas también se beneficiaron de la reacción contra Aznar. Y el futuro Primer Ministro español voló inmediatamente a Paris para discutir con el presidente Chirac el deseo de España de reintegrarse a Europa y proseguir con la nueva constitución para la Unión Europea. Pasaron otras dos semanas hasta que el Ministro del Interior admitió que no había ninguna evidencia de que ETA estuviera involucrada.
El atentado español se convirtió en el refugio español. Muchos países pequeños de América Latina dieron a entender que seguirían el ejemplo español de retirar sus tropas de Irak (Honduras fue el más explícito). Y Europa está ahora nuevamente encaminada. Los polacos indicaron que no podían ser la única traba y revisarían su posición. Los partidarios de la administración Bush comenzaron su usual campaña de difamación. Los españoles, dijeron, eran unos cobardes, cediendo ante el terrorismo. Esto no impresionó a la gente en España ni en ninguna otra parte de Europa, ya que estaba tan manifiestamente opuesto a la realidad española.
La irrelevancia de esta campaña de difamación fue especialmente patente ya que, en la semana siguiente, la administración Bush lanzó un ataque paralelo para crear deliberadamente una percepción errónea de la situación mundial, y engañando así al pueblo americano. Richard Clarke, que fue el jefe antiterrorista de la administración Bush (como lo fue en tres administraciones anteriores), denunció a Bush y a sus colegas clave por ignorar deliberadamente a al-Qaeda en el 2001 para seguir adelante con su política de enfocar a Irak como el problema, y esto, tanto el día anterior como posterior al 11 de Septiembre. Bush y Aznar son pájaros de la misma clase, y las dos situaciones son remarcablemente paralelas.
Las acusaciones de Clarke no se irán, y están batiendo la clase de inquietud entre los votantes que deshizo a Aznar, más aún cuando sus cargos han sido secundados por una serie de otras personas que estaban en una posición de saber qué era lo que se estaba diciendo en los altos consejos de la administración Bush en el 2001 – dos ex-comisionados de Clarke; el ex secretario del tesoro Paul O’Neill; el Gen. Donald Kerrik, ex –funcionario del Consejo de Seguridad Nacional; y varios otros en posiciones clave. El voto para la reelección de Bush no está a pocos días, sino a unos meses. Así que puede que Bush tenga tiempo para recuperarse. Pero el 30 de junio, fecha en que los estadounidenses esperan instalar un gobierno iraquí soberano, probablemente los EE.UU. no sean capaces de hacer regresar a casa tantas tropas como esperaban, y así no podrán ganar el crédito electoral que ese movimiento podía traer. Y Europa no está más dispuesta a acomodarse a las obsesiones de Bush. Puede que Bush haga bien en tomarse en serio las famosas palabras del primer presidente republicano de Estados Unidos, Abraham Lincoln, que dijo: "Se puede engañar a todos alguna vez, y a algunas personas todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo."


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