Economía y Politica Internacionales

Los activistas ricos de la ronda de conversaciones de comercio mundial

 

Autor: Por Kevin Watkins

Fecha: 4/8/2003

Traductor: David Lewin -especial para P.I.

Fuente: Financial Times


Los Luddites están de nuevo ahí. Mientras los ministros se preparan para arribar a Cancún el mes entrante para lanzar la “ronda de desarrollo” de negociaciones de mercado, la Organización Mundial de Comercio está bajo un ataque concertado. Pequeños grupos de dedicados, bien organizados y crueles activistas están conspirando para hundir la ronda de conversaciones, golpeando en el corazón mismo del sistema de comercio.
Los activistas en cuestión no son representantes de ningún movimiento anti-globalización que usan pasamontañas, sino hombres en trajes que representan a los gobiernos de los países más ricos del mundo. Gracias a sus esfuerzos, casi todas las fechas límite dispuestas para alcanzar acuerdos en temas que hacen al desarrollo de algunos países se han pasado. Ahora hay un peligro cierto de colapso.
Tal hecho sería una tragedia en dos aspectos. Primero, la nueva ronda de la OMC es una oportunidad para reformar las injustas reglas de comercio que, sistemáticamente, ponen en desventaja a los países más pobres del mundo. Segundo, una falla en Cancún podría acelerar la tendencia al regionalismo, el bilateralismo y la unilateralidad del poder político, provocando una reacción violenta de proteccionismo en el proceso.
Cuando firmaron una nueva ronda en Doha en el 2001, los gobiernos del norte prometieron concretar acciones para abrir sus mercados, cortar los subsidios en agricultura y trabajar en lo concerniente a las implicaciones de las reglas de la OMC con respecto a las patentes en los países en desarrollo. No se ha logrado ningún progreso en ninguna de estas áreas. En su lugar, los países más ricos parecen avocados a usar la ronda de negociaciones para avanzar una agresiva liberalización en áreas de interés primario para corporizar circunscripciones en casa.
Ningún acuerdo de desarrollo valdrá el papel en el que esté escrito a menos que baje las barreras comerciales contra la exportación en los países en desarrollo. El problema es que los países ricos gustan de predicar el libre comercio en el extranjero, mientras que practican el proteccionismo fronteras adentro.
Cuando los países en desarrollo exportan hacia países industrializados enfrentan tarifas cuatro veces más altas en promedio que aquellas aplicadas al comercio entre países industrializados. Los países ricos imponen tarifas más altas en mercancías procesadas que en materias primas, obstaculizando los esfuerzos de los países en vías de desarrollo en salir de la pobreza. Es excesivo para los países más ricos reservar sus impuestos más altos para la gente más pobre del mundo. En Cancún deberán acordar un acceso libre de obligaciones y cuotas para todos los países de bajos ingresos, tarifa cero en las exportaciones de trabajo intensivo de los países en desarrollo y la eliminación de las subas en las tarifas.
Es lo mismo con la agricultura. Los gobiernos del norte gastan $ 1 billón por día para subsidios al campo –seis veces la cantidad que destinan para la ayuda social. Estos subsidios generan grandes superávit de exportación, los cuales son gastados en el exterior. Los campesinos en los países pobres son forzados a salir de los mercados locales y globales.
En Doha, la Unión Europea y los EE.UU. prometieron una prohibición de la OMC de saturación del mercado internacional con mercancías baratas (dumping). Ambos sectores agrícolas han faltado a este compromiso. En el 2002 el US Farm Act incrementará los subsidios a $8 billones al año para los próximos diez años, garantizando una continua superproducción. La singular contribución de los EE.UU. a las negociaciones en agricultura han sido “reformas” en el campo que mantienen los gastos actuales, dejan los subsidios de exportación intactos, y a sectores como el del azúcar y los productos de granja en un superávit crónico.
Al hablar de la propiedad intelectual, EE.UU. es el problema. Bajo intensas presiones de los laboratorios, la administración Bush se ha negado a aceptar las reglas de la OMC que limitarían los derechos de patentes de las droguerías en función de volver más accesibles las medicinas a los países en desarrollo.
No obstante, la casi unánime oposición de los gobiernos del sur, los EE.UU. demandan a la OMC acuerdos de inversiones que forzarán a los países en desarrollo a abrir sectores financieros, tales como los bancos y los seguros. Y los EE.UU. están usando las negociaciones en servicios financieros para alcanzar objetivos similares.
La negativa de países industrializados a escuchar las opiniones de los países en vías de desarrollo amenaza con dañar la credibilidad y la legitimidad de la OMC. Esta, después de todo, se supone que es un grupo basado en el consenso, no un club de hombres ricos.
Los gobiernos del norte tienen un mes para preparar el campo para una salida exitosa de Cancún. Podrían rever las promesas que hicieron en Doha y evaluar sus propuestas contra dos criterios: ¿harán que el comercio incluya a los pobres?; ¿gustarán del apoyo de los países en desarrollo?


     

 

   
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