Izquierda Marxista

La frase no está escrita en el muro

 

Autor: Alex Callinicos

Fecha: 16/8/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Worker, GB


¿Por qué ha crecido la creencia en las supersticiones?

Oscurecidos entre los comentarios totalmente vacuos sobre Tony Blair superando a Clement Attlee como el primer ministro laborista que más tiempo permaneció en el poder, hay un par de hechos interesantes. El Independent on Sunday reunió un conjunto de cifras para intentar establecer si ahora vivimos mejor o no que en 1950, cuando Attlee era primer ministro.

Predeciblemente, la mayoría de las cifras registraban un progreso material considerable. Por ejemplo, el ingreso medio de los hogares es el doble que el que era hace 50 años. Pero entonces aparece este pequeño detalle:

"La Gran Bretaña de Attlee evidentemente sentía menos necesidad de creer en lo fantástico. En 1950, Gallup encontró que sólo el 10 por ciento creía en los fantasmas; para 1998, este cifra era de un 40 por ciento. En 1951, sólo el 13 por ciento dijo que creía en la futurología por medio de las cartas o la astrología; ahora es un 56 por ciento". Son cifras notables.

Los niveles de vida se han elevado gracias a la aplicación del conocimiento científico para incrementar la productividad del trabajo. En una magnitud mucho mayor que en 1950, la vida cotidiana está penetrada por complejas tecnologías que son materializaciones de teorías de difícil comprensión -pensemos en los teléfonos móviles y las computadoras personales.

Aún así, esto ha estado acompañado por un enorme crecimiento en la creencia en la idea de que nuestras vidas están determinadas por las estrellas y en un mundo de espíritus desconocido por las ciencias. Hay otras señales del mismo tipo de superstición. Los programas populares de televisión se alborozan con la existencia de vampiros, demonios, brujas, hombres-lobo y todo clases de otras bestias y morbosidades.

Y cuando la ficción de la TV pretende tomar la ciencia en serio, como en 'CSI Investigación en la Escena del Crimen', se reduce a un tipo de magia que mecánicamente extrae la verdad de la evidencia.

Los principales políticos despliegan el mismo tipo de esquizofrenia, oscilando entre la superstición ciega y una ciencia fetichizada. George W Bush va desde las reuniones de oración en la Casa Blanca a la planificación de bombardeos con material de alta tecnología.

Tony Blair combina una fervorosa cristiandad con los esfuerzos para ganar apoyo a la producción de alimentos genéticamente modificados. Y su corte personal parece estar gobernada cada vez más por Carole Caplin, la gurú del "estilo de vida" de Cherie Booth y una especialista en las modas New Age.

El biólogo darwiniano Richard Dawkins adjudicó el crecimiento de este tipo de tonterías a la ignorancia sobre la ciencia. Pero tenemos una enorme cantidad de popularizaciones excelentes de tipos diferentes de conocimiento científico. Richard Dawkins es un materialista anticuado propio del siglo XIX, que quiere reducir todo a combinaciones diferentes de ADN.

Él no ve que el mundo social tiene sus leyes que necesitan ser comprendidas en sus propios términos. ¿Por qué la gente necesita creer en fuerzas sobrenaturales? Una respuesta es la desilusión con la ciencia después de los desastres como Chernobyl. Esto no explica realmente por qué la superstición ha crecido tanto en los últimos 50 años.

Tal vez hubo una fe más ingenua en los poderes liberadores de la ciencia a fines de los 40, pero sería un error llevar esto demasiado lejos. En las postrimerías de Hiroshima y Nagasaki era un cliché el dicho de que la ciencia podía destruir tanto como liberar.

Además, fue en esta época que el filósofo marxista Theodor Adorno realizó un estudio pionero de la astrología. En 'Desde las estrellas hacia la Tierra', una columna de análisis de la astrología en Los Angeles Times en 1952-3, hizó hincapié en la similitud entre la creencia en las estrellas y la paranoia.

Adorno escribió que, "La mayoría de la gente ...siente que todo está ligado con todo y que no tienen ninguna salida, pero al mismo tiempo el conjunto del mecanismo es tan complicado que no logran entender la razón de su existencia. Más aun, sospechan que esta organización de la sociedad cerrada y sistemática realmente no sirve a sus carencias y necesidades, sino que tiene una cualidad fetichística, 'irracional' auto-perpetuadora, extrañamente enajenada de la vida que está estructurándose de esta forma."

Una vida aherrojada por un sistema irracional favorece la creencia en lo irracional. Por cierto, la paranoia en la forma de teorías de conspiración es otro rasgo llamativo de la cultura contemporánea de masas.

En 'Los expedientes X' la paranoia va de la mano de la más tremenda credulidad en toda superstición y mito popular concebible. Más recientemente, '24' ha interrelacionado la conspiración dentro de la conspiración como un juego de muñecas rusas.

Nuestra experiencia desde los años cincuenta ha sido de un gran progreso material que no ha facilitado nuestra comprensión o nuestro control del mundo. Al contrario, la mayor productividad está acompañada de una creciente desigualdad y pobreza.

Incluso el clima está cambiando a causa de las acciones humanas, pero nadie parece estar haciendo nada al respecto. No sorprende que muchos se refugien en la creencia en fuerzas sobrenaturales. Bajo el capitalismo, el progreso y la regresión están íntimamente ligados.

La única salida es ganar a la gente para que reconozca que la acción colectiva puede crear un mundo que tenga sentido.


     

 

   
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