Izquierda Marxista

Crujidos en el consenso norteamericano

 

Autor: Alex Callinicos

Fecha: 23/8/2003

Traductor: Guillermo Crux, especial para PI

Fuente: Socialist Worker, GB


Destacados economistas se están volviendo contra el sistema

Cualquiera sea el resultado de la investigación de Hutton, está claro que la guerra de Irak no sólo está poniendo a la defensiva al gobierno de Blair, sino también a su socio más poderoso allende el Atlántico.

También está contribuyendo a la crisis de legitimidad más amplia del capitalismo neo-liberal. Esta crisis fue ilustrada por un artículo del Financial Times del miércoles de la semana pasada por un conocido economista norteamericano, Jeffrey Sachs. Él desmintió las justificaciones oficiales para la guerra de Irak y planteó que "parece cada vez más probable que Irak fue atacado porque Arabia Saudita estuvo profundamente implicada en los ataques terroristas.

"Dos verdades han gobernado la seguridad de la energía norteamericana durante mucho tiempo. El primero es que Arabia Saudita es la clave para la estabilidad petrolera, el proveedor servicial cuando los mercados se ponen demasiado firmes. La segunda verdad es que Arabia Saudita ha sido un afluente de riqueza privada para las figuras claves de EE.UU., y para la familia extendida de Bush en particular. La familia real saudita carece de legitimidad política interna, por eso, compra la protección de EE.UU. Los negocio sauditas han contribuido a volver multimillonarios a Henry Kissinger, Frank Carlucci, James Baker, George W Bush, [el vicepresidente Dick] Cheney y docenas de otras personas involucradas."

Los ataques sobre Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 dejó en crisis la relación norteamericano-saudita. Osama Bin Laden fue un producto de la clase dominante saudita y 15 de los 19 atacantes suicidas eran sauditas. Sachs identifica cuatro posibles maneras en las que Arabia Saudita estuvo involucrada en la decisión de atacar a Irak.

Lo primero y más evidente, es que, al quedarse con los yacimientos y reservas petrolíferas de Irak se garantizó una póliza de seguro contra la llegada al poder de un régimen hostil en Arabia Saudita.

"Segundo, había que encontrar un sustituto para las bases militares norteamericanas en Arabia Saudita. Paul Wolfowitz, subsecretario de defensa, ya ha explicado durante una entrevista con Vanity Fair que las armas de destrucción masiva de Irak no fueron más que un pretexto burocrático que escondía los otros verdaderos motivos de la guerra, incluyendo la reducción de la presencia militar norteamericana en Arabia Saudita.

"Tercero, el gobierno Bush necesitaba emitir una potente amenaza a la dirección saudita: otro paso en falso y están fritos. Había, finalmente, un fuerte esperanza de poder desviar a la opinión pública de las verdaderas raíces del 11 de septiembre de 2001. La administración Bush necesitaba distraer la atención del público de las fallas de la inteligencia y auyentar el peligro, no importa cuan lejano, de que socios sauditas de la familia y los amigos de Bush estuvieran implicados en los ataques."

Probablemente haya un elemento significativo de verdad en este análisis. Ciertamente, la relación entre EE.UU. y Arabia Saudita está en crisis. Su última manifestación fue la supresión, por parte de la Casa Blanca el mes pasado, de secciones de un informe para el Congreso sobre el 11 de septiembre que involucraba a las autoridades sauditas en los ataques.

Pero la cosa más notable sobre el análisis no es su contenido. Muchos otros críticos radicales (e incluso algunos conservadores) de la guerra de Irak han planteado argumentos similares. Es la identidad del autor lo que sorprende.

Como un joven economista de Harvard, Sachs fue uno de los pioneros del Consenso neoliberal de Washington. A comienzos de los 80, desarrolló para Bolivia uno de los primeros programas de "ajustes estructurales" que han devastado tantas economías abriéndolas al mercado mundial, privatizando las industrias importantes, y recortando los fonods públicos.

En 1990, Sachs se volvió famoso mundialmente como el principal defensor de la "terapia de shock" para los países stalinistas en Europa Oriental y la Unión Soviética, que entonces estaban en transición desde el capitalismo de estado hacia el capitalismo de mercado al estilo occidental. El desmantelamiento brutal y abrupto de los controles estatales produjo el desastre económico y la miseria humana a una escala que no se había visto desde la Gran Depresión de los años treinta.

Pero luego la crisis financiera asiática de 1997-8 llevó a Sachs a desarrollar nuevas opiniones. Denunció al Fondo Monetario Internacional por presionar a países como Corea del Sur más de la cuenta de las medidas pro-mercado que habían ayudado a producir la crisis en sus orígenes.

Sachs ahora encabeza el Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia, donde estudia cómo remediar los efectos de las políticas que una vez defendió. Recientemente planteó que los $200 mil millones que estima que costó la guerra de Irak habría salvado 48 millones de vidas durante los próximos seis años si se hubiera gastado en atención sanitaria en el Tercer Mundo. Sachs no es el único economista influyente que ha roto con el Consenso de Washington.

Otros ejemplos son Joseph Stiglitz y Paul Krugman (otro crítico de la guerra de Irak). Ninguno de ellos ha roto con el capitalismo. Todos ellos siguen defendiendo la economía de mercado.

Pero el hecho de haberse vuelto críticos tan vehementes del establishment norteamericano y sus políticas es una señal de que los supuestos amos del universo en Washington y Londres no son tan poderosos como parecen.


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