Izquierda Marxista

El primer medio año del gobierno de Lula

 

Autor: Michael Löwy

Fecha: 14/9/2003

Traductor: Victoria Rouge -especial para PI

Fuente: AGAINST THE CURRENT Vol.VXIII Nro 6


Luego de sies meses en el gobierno, ¿adónde van Lula y el Partido de los Trabajadores (PT) de Brasil? La reforma previsional aprobada recientemente en el parlamente es un signo negativo: recorta beneficios a trabajadores jubilados, particularmente los empleados públicos, y supone ajustar las cuentas del déficit del sistema imponiendo una sobre tasa de once por ciento a las magras pensiones de los retirados.

La oposición a la reforma del sistema previsional ha generado una movilización del gremio de los docentes brasileros –40.000 participantes- y una huelga nacional de los empleados públicos, con una participación del 50 por ciento. Es interesante que los líderes de estos sindicatos pertenezcan al ala mayoritaria (moderada) del PT.

La dirigencia de la CUT no apoyó el paro, pero está haciendo una campaña para cambiar substancialmente la reforma jubilatoria, y lo mismo ocurre con la representación parlamentaria del PT.

No es sorprendente que los partidos neoliberales de la derecha hayan votado por la reforma, mientras que varios representantes electos por el Partido de los trabajadores protestaron, se abstuvieron o votaron en contra. Algunos de ellos – Heloisa Helena y Luciana Genro, entre otros – están siendo amenazados con la expulsión del partido. El llamado “Comité Ético” del PT se reunirá en septiembre para discutir el destino de los senadores y diputados amenazados. Ha habido amplia oposición a su expulsión, desde intelectuales, líderes y parlamentarios del PT, así como de la opinión pública.

Si bien Lula aún es popular, este asunto ha creado la primera brecha seria entre él y su electorado de los sindicatos.

La victoria de Lula Luiz Inacio da Silva –ex- trabajador metalúrgico, sindicalista y fundador del PT- en las elecciones presidenciales del año pasado fue recibida por el pueblo brasilero con inmensa alegría y esperanza. Era la esperanza de un cambio radical, de un nuevo comienzo, de una ruptura con las políticas del pasado. Es la esperanza de que otro Brasil es posible, un Brasil donde las clases trabajadoras, los sin tierras, los sin hogar, las mujeres, los negros, los desempleados, los pobres finalmente sean oídos.

Era la esperanza de que, por primera vez, este gobierno no fuera el instrumento de los privilegiados, de los explotadores, de los propietarios de tierras, de los corruptos, de los millonarios. De que este gobierno le diera más importancia a la lucha contra el hambre, a la reforma agraria, al fortalecimiento de los servicios públicos antes que cumplir con los requerimientos de las instituciones financieras internacionales (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial).

Era la esperanza de ver nacer un proyecto social y un modelo económico alternativos –alternativos al neoliberalismo- que buscara generar puestos de trabajo y redistribuir el ingreso.

Los obstáculos para que este programa tenga éxito son muchos. En primer lugar, algunas instituciones están más allá del control popular. Lula y el PT ganaron las elecciones presidenciales con una aplastante mayoría, pero no ganaron el control de la mayoría ni en la Cámara de diputados, ni en la de senadores.

Chantaje internacional
Lula y su gobierno están bajo la presión del clásico chantaje de los mercados financieros: Cualquier desviación de la ortodoxia neoliberal provocaría la fuga del capital y probablemente conduciría a la caída del real brasilero, seguido de inflación.

También están bajo la enorme presión del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Reserva Federal Americana, el propio gobierno norteamericano, de gobiernos “amistosos” de América Latina y Europa, de las clases dominantes brasileras y los medios que controlan – e incluso de algunos “aliados políticos”.

Estas fuerzas están tratando que el gobierno y el partido de Lula acuerden moderar sus aspiraciones, olviden su “radicalidad”, lleguen a un compromiso “razonable”, acuerden como todos los demás con las reglas del juego generalizadas; no tocar los intereses del capital nacional e internacional; respetar los acuerdos con el FMI, no importa cuan exorbitantes sean (reducción del gasto social para asegurar el pago de la deuda); dejar de oponerse al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) a cambio de una pocas concesiones de tarifas; refrenar el cuestionamiento a la deuda externa; posponer la reforma agraria; reprimir la ocupación “ilegal” de tierras.

En otras palabras, les piden que abandonen su programa de gobierno, que se conviertan en una variante, un poco más social, con un poco más de esperanza, un poco menos corrupta, de todos los anteriores gobiernos de la “Nueva República”.

En este escenario, el gobierno de Lula se convertiría en “social-liberal” como tantos otros que se han sucedido en América Latina y Europa, satisfaciendo al capital y causando desesperanza en el electorado.

En agosto del 2003 todavía es muy temprano para juzgar cuál será la política que adoptará el gobierno. ¿Será capaz de resistir a esta presión, de avanzar en la puesta en marcha de su programa de redistribuir el ingreso, hacer la reforma agraria, reorientar la producción hacia el mercado interno, sustentar una economía solidaria, adoptar la reforma fiscal, priorizar la inversión en educación y salud, luchar contra la corrupción y la evasión fiscal?

Aplicar estas medidas requerirá una dura lucha contra los poderosos adversarios que están poco dispuestos a hacer concesiones. Sin la presión “desde abajo” del movimiento popular, de las organizaciones de trabajadores y campesinos, de las clases bajas, como un contrapeso a la presión “desde arriba” del Imperio Norteamericano y de las clases privilegiadas, la batalla por un cambio de dirección será perdida.

Los sin tierras y los trabajadores
La posición del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin-Tierra (MST) me parece ejemplar en este respecto.

"Nurestro rol como movimiento social es continuar organizando a los pobres en el campo, ayudarlos a hacerse concientes de sus derechos y movilizarlos a luchar por el cambio. Vamos a proteger nuestra independencia del control del gobierno, aunque cooperando con el nuevo gobierno cuando sea posible, para posibilitar la reforma agraria con la cual hemos soñado por tanto tiempo." (MST, resolución del 11/08/02)

Esta posición también parece ser adoptada por la CUT (Central Única de los Trabajadores), por el Movimiento Sin-Techo, por la Central de Movimientos Populares, por el movimiento de mujeres, por el ala progresista de la Iglesia Católica que ha tomado una posición muy clara contra el ALCA y contra el pago de la deuda externa, y por los militantes del PT.

Todas estas fuerzas se han unido recientemente al MST para crear una Coalición de Movimientos Sociales, con el objetivo de movilizarse y luchar por una nueva política económica y social, favoreciendo el empleo y la distribución de la renta.

Los sectores más militantes del movimiento social no creen que sea necesario "esperar" a que el gobierno solucione los problemas. Se inspiran en una canción de Geraldo Vandré que fue muy popular en el movimiento de lucha contra la dictadura en 1968: "quem sabe faz a hora, no espera acontecer" ("quien sabe hacerlo ahora, no espera que acontesca").

Es con esta visión que el MST continúa organizando ocupaciones de tierras y luchando por la implementación de la reforma agraria, mientras que el Movimiento de los Sin-Techo ha estado ocupando predios vacíos. Estas y otras movilizaciones sociales han sido denunciadas por los medios y los políticos de derecha como "desorden social".

¿Una estrategia "prudente"?
A primera vista, la estrategia del nuevo gobierno parece ser extremadamente prudente: sin ruptura con el anterior modelo neoliberal, sino un periodo de transición, esencialmente "continuista" de la práctica pasada.

Algunas declaraciones del Ministro de Finanzas, Antonio Palocci (un "moderado"del PT), nos hacen entender que la "transición" podría durar los cuatro años del mandato presidencial de Lula.

Este curso es simbolizado por la nominación de Henrique Meirelles - ex-director del Boston Bank y antiguo representante (diputado) en el parlamento por el PSDB (el partido del anterior presidente, Cardoso)- para estar a la cabeza del Banco Central, y por la suba de las tasas de interés y el aumento del excedente del presupuesto designado al pago de la deuda externa.

Aún más inquietante es el proyecto del gobierno de hacer que el Banco Central sea autónomo y de acordar negociar la entrada de Brasil al ALCA.

Estos pasos abandonarían efectivamente el programa del PT y se alinearían con los dogmas neoliberales.

Eso explica la reacción de ciertas reconocidas personalidades de izquierda - como Augusto Boal, Emir Sader, Chico Buarque, Oscar Niemeyer, Leonardo Boff, así como varios obispos progresistas (Dom Paulo Arns, Dom Pedro Casaldaliga, Dom Tomas Balduino, entre otros)- quienes el 2 de mayo del 2003 le escribieron una carta a Lula pidiéndole que organizara un plesbicito antes de tomar una desición sobre el Banco Central o el ALCA.

Mientras que la línea general de la política económica y social del gobierno de Lula ha sido en continuidad con la orientación neoliberal de Cardoso, y siguiendo estrictamente las instrucciones del FMI, también ha habido algunos signos contradictorios de compromiso con los intereses populares. Por ejemplo, se lanzó una gran Campaña Contra el Hambre, pero por el momento consiste mayormente en distribución de alimentos, sin tocar las raíces de la pobreza y el desempleo.

Más prometedoras son las iniciativas con relación a la Reforma Agraria. Lula nominó como cabeza del Ministerio de Reforma Agraria a Miguel Rossetto, ex-gobernador de Rio Grande do Sul y muy cercano al MST. Recientemente Lula se reunió con una delegación de líderes del MST, el movimiento de los campesinos sin tierras. João Pedro Stedile, el principal vocero del movimiento, hizo comentarios optimistas de la discusión. Dijo que Lula reconoció, autocríticamente, que durante los primeros seis meses de gobierno no le había dado la prioridad necesaria a la Reforma Agraria, pero que esto ahora iba a cambiar.

Lula prometió distribuir tierra actualmente en sus manos de terratenientes ociosos a cientos de miles de campesinos, organizados por el MST en cooperativas. Finalmente, en un fuerte gesto simbólico, se puso el gorro rojo del MST para la foto pública de la reunión.

Esto fue demasiado: Se levantó una tormenta de protesta en los medios reaccionarios, asociaciones de propietarios de tierras y sus representantes en el parlamento -110 representantes, pertenecientes a distintos partidos de derecha- acusando a Lula de alentar al revuelo social al apoyar un movimiento revoltoso y "subversivo".

Decidieron crear una Comisión Parlamentaria Investigadora para las actividades ilegales" del MST y, por primera vez desde la elección, confrontaron abiertamente al gobierno.

Los próximos meses mostrarán hasta qué punto las promesas de Lula se transformarán en realidad.

Nadie puede predecir cuál será el futuro del gobierno formado por el presidente Lula. Los optimistas están depositando su confianza en que el ex-obrero y sindicalista combativo cumplirá sus promesas, mientras que los pesimistas están contando las concesiones hechas al FMI y las elites económicas.

Los "peptimistas, " de los cuales la línea del autor es una, piensan que no se han hecho todas las jugadas aún (los dados no han sido arrojados- "les jeux ne sont pas faits") y que siguen abiertas muchas opciones.

De hecho, los pronósticos sólo pueden ser condicionales. Aquí hay uno que me parece importante: Solamente la intervención activa de los actores políticos y sociales que piensan que "otro Brasil es posible" será capaz de asegurar el cambio


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