Europa

El revisionismo del Cavaliere

 

Autor: Curzio Maltese

Fecha: 18/9/2003

Traductor: Lucas Pizzutti, especial para PI

Fuente: La Repubblica


Como hombre de mundo, ha agregado que naturalmente no era su intención, que era la repetitiva prensa de izquierda a querer ver « cosas dichas delante de una botella de champagne ». Frase que abre un campo de estudio de la relación entre revisionismo histórico e índice de alcoholismo. Por lo tanto, como hombre de negocios ha recordado a los judíos romanos cuanto es amigo del gobierno de Sharon, sin importar que solución adopte para el pueblo palestino, y finalmente, que no la estiren esa historia de fascismo y antifascismo. Coherente con su estilo, Berlusconi finalmente ha desertado la conferencia de prensa, donde Amos Luzzatto visiblemente conmovido por la jornada, continuaba pidiendo un gesto público de excusas de Palazzo Chigi « no solo a los judíos sino a todos los italianos ». En vano.
En las mismas horas en las cuales el jefe lavaba sus culpas la verguenza de haber definido « turistas » las víctimas del fascismo, su vice Gianfranco Fini descubría de golpe tener un compromiso y no poder lamentablemente en el Parlamento por las frases sobre Mussolini de Berlusconi. Pero después, en un golpe de sinceridad confesaba no haber querido « reparar las macanas de los otros ».
Es difícil explicar el sentido de la definitiva imbecilidad cultural, político y moral que nos aprisiona en un día como éste. Las paradojales excusas responden a una lógica tan irresponsable y desenfrenada al punto de aparecer casi como pueriles. Es evidente que Berlusconi está convencido de las feroces idioteces que dijo a propósito del régimen fascista, no tenía ninguna intención seria de excusarse y no lo ha hecho. Confiando en la diplomacia de Letta, ha obtenido un encuentro reparador de la imágen con la comunidad hebrea, en el intento de reducir los horrores del fascismo con las leyes raciales del 38 o inclusive el personal dolor causado a los parientes de los antifascistas. En el cálculo del marketing del día, la hipótesis de haber ofendido la democracia y a todo el pueblo italiano ni siquiera estuvieron tomados en consideración.
El hecho es que ni Berlusconi ni su política son antifascistas. Son como máximo neutrales, con una exhibida buena voluntad en relación a los crímenes del régimen mussoliniano y un colosal rechazo a la naturaleza antifascista (« igual a comunista ») de la Constitución. Es un dato simple y evidente, ya intuído por gran parte de la opinión pública, incluída la de derecha. Es negado solamente por los prudentísimos clérigos intelectuales, incluídos algunos de izquierda. Se escandalizaron tanto cuando el ex presidente Scalfaro ha reafirmado la naturaleza peligrosa y subversiva del proyecto de Berlusconi. Todos a gritar : ¿donde están los Matteotti ? ¿Donde está la deportación y la prisión ? Como si fueran comparables la Italia del 2000, euroea, rica, postindustrial, con la Italia prefascista, autárquica pobre y campesina. Por otro lado, ni siquiera el plan subversivo de Gelli, hace más de 20 años, preveía los escuadrones de la muerte. Más bien la sumisión de la magistratura al poder político, la ocupación militar de parte de la administración pública y de las fuerzas del orden, el presidencialismo, la extinción de la RAI, e inclusive los perdones económicos al estilo sudamericano. Que casualidad.
El berlusconismo no es fascista ni antifascista, encarna una tercera posición, un camino intermedio entre el sistema autoritario y la democracia, lejano del uso de la violencia como del pleno respeto de las reglas y de los contrapesos democráticos. Como emerge claramente de las presentaciones legislativas, de las leyes personalizadas a la Ley Gasparri llegando al proyecto de reforma institucional con plenos poderes para el premier. Por esto Berlusconi no debe excusarse por las frases sobre Mussolini. Y más, debe continuar maquillando el fascismo, como ha hecho desde el principio, hasta cancelar el recuerdo. Una forma de negacionismo a la italiana, condimentado de sonrisas, falsas excusas y champagne.
En apariencias más inocuo, pero en sustancia igualmente repugnante e incluso más vulgar del otro que niega el Holocausto.


     

 

   
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