Intelectuales y Académicos

Europa, America, la guerra

 

Autor: Etienne Balibar- entrevista

Fecha: 21/10/2003

Traductor: Rossana Cortez- especial para PI

Fuente: Website Revue Contrepoints


Europa, America, la guerra: entrevista al filosofo Etienne Balibar

¿Puede Europa hacer contrapeso a la política de potencia de EEUU? El filósofo Etienne Balibar toma esta cuestión para reflexionar en una nueva obra, Europa, América, la guerra(1), acerca de las relaciones entre identidad colectiva y potencia, dos ideas mayores en el debate actual y que participan del concepto mismo de política. Frente a la imposibilidad actual de una contraparte europea, propone una "antiestrategia", una estrategia de la im - potencia en la que los pueblos no esperarían la homogeneización cultural y constitucional del espacio europeo para actuar, sino que a partir de ahora podrían presentar una alternativa a la actual mundialización. Esta estrategia, delimitándose de las fronteras convencionales, se serviría de la capacidad histórica de Europa para expresar en la escena internacional las apuestas geopolíticas regionales y fundar un nuevo internacionalismo.

J. A. Nielsberg - En vuestra obra, Europa, América, la guerra, Ud. intenta reflexionar sobre las posibilidades de constitución de una Europa política que haga un contrapeso real al hegemonismo norteamericano. Para empezar, ¿cómo Ud. como filósofo analiza, no la hegemonía de hecho, sino la voluntad de hegemonismo de EEUU?

Etienne Balibar - Antes de responderle, me gustaría decir que la palabra "política" constituye en sí misma una de las cosas puestas en juego en el debate. Mi idea es que no se podrá hacer una Europa política sin cambiar nuestra concepción misma de la política, porque ninguna de las concepciones a nuestra disposición es realmente satisfactoria. Entonces, sería necesario inventar una nueva, partiendo de una reflexión crítica sobre nuestra herencia - la de las luchas sociales e ideológicas que informan sobre nuestra historia desde hace al menos doscientos años. Para relacionarlo con su pregunta, la situación que vivimos constituye un hecho importante, pienso que constituye una prueba de verdad en este sentido que la invención política se hace imperiosa. ¿Qué hacer, entonces, frente a la voluntad de hegemonismo de EEUU? Sería necesario comprender ya lo que esto significa. Pienso que esta superpone dos perspectivas que no son de naturaleza idéntica. Hay, es evidente, un proyecto imperialista. Este imperialismo es, en resumidad cuentas, bastante clásico. Ha sido señalado por teóricos marxistas como también por ultra nacionalistas como Carl Schmitt en el primer cuarto del siglo XX. Implica una dimensión territorial, de sometimiento político - militar, que se percibe bien en lo puesto en juego económicamente en Medio Oriente. Y una dimensión más estratégica y diplomática, que hemos visto en acción antes de la invasión a Irak, cuando trataban de ganarse para la intervención armada anglo - americana al mayor número posible de estados, y que nuevamente se despliega desde la victoria militar sobre el régimen de Saddam Hussein. Pero, además de este proyecto imperialista fácilmente demostrable, percibo una pretensión de soberanía universal, que algunos llaman unilateralismo, y que no resulta exactamente de la lógica imperialista. Se expresa en la actitud de EEUU hacia la ONU. La guerra de invasión llevada adelante en Irak, violación deliberada del derecho internacional del que la ONU es "garante", no tuvo únicamente objetivos de conquista. Es correcto que muchos vieran en esto también una acción dirigida contra la ONU. Pero no creo que EEUU haya querido firmar así su desinterés por la institución internacional. Pienso más bien que se trata de imponer una transformación en ella. La manera en que esta guerra se llevó a cabo apuntaba a señalar que EEUU toma el derecho internacional existente como caduco y que cuenta con poder reemplazarlo. Destaquemos que, ya, el rechazo a reconocer el Tribunal Penal Internacional iba en ese sentido. Al declarar contra todos la guerra a Saddam Hussein, los norteamericanos han precipitado la derrota de un cierto orden jurídico, e intentaron imponer la reorganización sobre nuevas bases, a riesgo de parecer, en un primer momento, perfectamente ilegales. Entonces, es necesario atenerse a que Washington trabaje en la institución de un régimen de derecho que legitimaría su empresa a posteriori. Esto es lo que yo llamo pretensión de soberanía universal. Esta pretensión es, en sentido estricto, revolucionaria.
Pienso que es tanto más fundamental comprender que esta pretensión probablemente está condenada al fracaso a más o menos largo plazo, a que la alternativa es aún muy nebulosa. No puede consistir en la única defensa de los principios, o del statu quo, como si no hubiéramos cambiado de época y de mundo. El multilateralismo en el seno de las Naciones Unidas nunca funcionó verdaderamente. Lo que tuvo lugar allí murió con el fin de la Guerra Fría y la descolonización. La opinión mundial es confusa, contradictoria, no tiene poder institucional. El poderío de EEUU no es, seguramente, extensible al infinito, debe tener su punto débil, tanto moral como económico, pero desborda al resto del mundo. Francia, Alemania son impotentes para organizar una "coalición anti - americana", que por otra parte, no es deseable, porque terminaría por erigir nuevamente "bloques", unos contra otros. Rusia negocia su petróleo y martiriza al pueblo checheno. China espera el momento de convertirse, a su turno, en una superpotencia, en algunas décadas...

J. A. Nielsberg - Justamente Robert Kagan, ensayista norteamericano en el centro de todas las discusiones en este momento, entiende nuestro actual desacuerdo con los puntos de vista norteamericanos por el origen kantiano de nuestra visión política, que opone al asiento teórico de la política de EEUU, más bien hobbesiana. ¿Puede Ud. explicar esto y la relación de estos filósofos con la actualidad política internacional?

Etienne Balibar - Es verdad, todo el mundo discute a Kagan. Esto podría ser una consecuencia de la moda, pero yo no lo creo. Esto expresa el hecho que él establece una correspondencia entre la coyuntura y el problema que destaca: poder y potencia, política de "potencia" o política de "debilidad". Es una dialéctica crucial para la interpretación de las relaciones internacionales y para la concepción de la política en general. Lo que no quiere decir que las respuestas que aporta me parecen las mejores. En cuanto a Hobbes y a Kant, son referentes cuya utilización debe tomarse en perspectiva. Siempre es impresionante, para un intelectual de formación universitaria, constatar la actualidad de un debate filosófico clásico. El hecho es que lo puesto en juego en ciertos debates políticos no puede ser puesto de relieve si uno no se sirve de los recursos de la filosofía. En lo que concierne al uso que Kagan hace de Hobbes y Kant, es necesario reconocer que esto se parece más bien a un bricolage. Hay en él ciertos lapsus reveladores. Confunde la figura bíblica del Leviatán, introducida por Hobbes para representar el orden político, con la de Béhémoth que evoca la antítesis, a saber, el desorden. En su argumentación, que apunta a justificar la política norteamericana, convoca entonces la figura del desorden en lugar de la del orden. Es bastante divertido en sí. Dicho esto, un poco más profundamente, esto también podría expresar la idea de que hemos llegado al término de un ciclo de reflexión de la filosofía. En el siglo XVII, en el marco del estado nacional, Hobbes había planteado la cuestión de saber qué es un orden político capaz de regular los conflictos sociales con la combinación de la fuerza y del derecho. Esta cuestión, que no ha cesado de trabajar desde la formación de los estados, la lucha de clases, los antagonismos religiosos, surge ahora a escala mundial: por lo tanto, hoy más que nunca es actual, pero la respuesta kantiana de la que se reclama Habermas, por ejemplo, basada en un cosmopolitismo muy eurocéntrico, no es más operatoria que el nacionalismo. Finalmente, lo que señala el discurso a lo Kagan, es lo siguiente: la conflictualidad del mundo moderno, que es una conflictualidad tanto de cultura como de intereses materiales, ¿se soluciona con el derecho internacional? ¿El derecho interestatal es susceptible aún de controlar, de regir nuestro universo político? Por cierto, no soy de los que piensan que la relación de fuerzas golpea de nulidad toda base legal. Por el contrario, con Monique Chemillier - Gendreau y otros, estoy convencido que la cuestión del orden jurídico mundial es de candente actualidad, que es necesario desarrollar urgentemente una política (y una economía) de este derecho. Ahora bien, la potencia está en el centro de esta política, podemos agradecerle a Kagan el habérnoslo recordado. También podemos agradecerle porque él sugiere a fondo el camino de una respuesta al exceso de poderío de EEUU: hay que responder no, tratando de crear otra potencia de igual naturaleza, pero por una política de la debilidad, o más bien lo que yo llamo una política de la im - potencia, una política que altera la potencia y las relaciones de potencia. Es decir, que desarrolle todos los medios que permitan a los que no tienen suficiente fuerza militar poner en vilo a los que tienen demasiada. El derecho es uno de los medios, esencial, es verdad. Pero no el único, y no se basta manifiestamente a sí mismo.

J. A. Nielsberg - Como Ud. lo señala, Europa hoy no puede resistir frontalmente a la política de potencia llevada a cabo por EEUU. Tampoco podrá en el futuro. En consecuencia, díganos, tenemos que imaginarnos lo inédito político y, respecto a esto, Ud. propone, por su parte, privilegiar "la acción en relación con la identidad" ¿Qué entiende Ud. por eso?

Etienne Balibar - Lo más simple es responderle dibujando el retrato, que espero no sea caricatural, de la hipótesis inversa. La que quisiera que la identidad europea sea construida prioritariamente. Es de lo negativo de esta hipótesis de lo que se agarra la mía. La hipótesis de la identidad, llamémosla así por comodidad, es hoy la más sostenida en Europa y en otras partes. Se resume en la idea que hay que acelerar la construcción europea de manera de hacer emerger una unidad continental, supraestatal, que poseería a la vez una unidad de acción diplomática y una capacidad militar común. Detrás de esta hipótesis, hay de hecho un modelo: el Estado - nación. Modelo ampliado, porque nadie puede no convenir que Europa no es una nación. Dicho esto, este es el modelo que se propone como respuesta a la política de potencia norteamericana y demanda el establecimiento previo de una identidad común a los países de la Unión. Entonces, se trata de encontrar lo que podría constituir el núcleo duro de esta identidad europea y lo más natural es encontrarla en la cultura. Pero una cultura europea supondría a su vez que las fronteras del territorio europeo sean interiorizadas de alguna manera por lo que entonces se calificaría como pueblo europeo. Se ha escuchado decir, después de las manifestaciones anti - guerra de estas últimas semanas, que había nacido un pueblo europeo... Algunos gobiernos, algunas personalidades creyeron representarlo mejor que otros. Pero no es el pueblo europeo el que manifestaba contra la guerra, digamos que esto era del pueblo europeo y de otros, en el sentido político del término. Esto para decir que la constitución a priori de una identidad europea tiene un precio de exclusión muy elevado, al que se adjuntará una fragilidad totalmente desestabilizante. Los ciudadanos europeos no manifestarán durante años contra el unilateralismo norteamericano a la vista de la relativa ineficacia de su acción. Entonces mi idea, es que antes de lanzarse en la construcción identitaria largamente mítica, haríamos bien en reflexionar en lo que es tan deseable como posible. La definición de una identidad europea ¿vale respecto a las consecuencias inevitables que tendríamos que dirigir enseguida, por ejemplo, en el plano del tratamiento de las migraciones, del status de los extranjeros en Europa, de las representaciones identitarias potencialmente crispadas? Lo pienso tanto menos cuanto que hay de aquí en adelante (y me felicito por eso) demasiada América, demasiada Asia, demasiada Africa, demasiado Medio Oriente en el interior de Europa para que esto pueda mantenerse en pie. Creo que la otra superpotencia a construir, si se quiere hablar en este lenguaje, no es una Europa diplomático - militar, sino es el rechazo de las masas de todo el mundo a jugar el juego del imperialismo, y es necesario que Europa contribuya activamente a ello. Las masas que quizás se movilizarán y de las que el planeta necesita, no están localizadas en un espacio geopolítico cerrado. Algo como una potencia alternativa a la hegemonía imperial norteamericana existirá en la medida en que las corrientes culturales y las iniciativas políticas tomen cuerpo cuestionando los tabiques y las fronteras en las que descansa el imperialismo actual. Por eso le otorgo tanta importancia, por ejemplo, a la idea de una "euro - mediterránea" como zona y programa de cooperación económica, de intercambios culturales y de mediaciones colectivas en los conflictos llamados de civilización - como el conflicto israelí - palestino.

J. A. Nielsberg - ¿Es en este sentido que Ud. imagina que uno de los roles posibles en el futuro por una Europa im - potente sería ser el lugar de la mediación, de la traducción, de la elaboración política internacional de los conflictos regionales?

Etienne Balibar - Hay que partir del hecho - que se puede minimizar, ignorar pero no suprimir, borrar - de que Europa está constituida históricamente por una superposición de civilizaciones, culturas, intereses que se prolongan más allá de los mares y de los continentes, asociando cada vez Europa con sus otras partes geográficas. Esto es una representación de Europa totalmente realista, y más verdadera que la representación convencional como espacio cerrado y homogéneo. Siento como prueba de ello que hoy nadie es capaz de decir o de situar la valla de este conjunto, por donde pasan las fronteras culturales de Europa. Veamos el caso de Turquía, o de Rusia, y en sentido inverso, el de Inglaterra o España. Entonces, ¿qué hacer con un conjunto histórico que es estructuralmente multicultural, por lo tanto, abierto? O bien se trata de negar la apertura y se inventan fronteras que se tratan de sacralizar: pienso en la reclasificación de los soberanistas franceses en el soberanismo europeo. O bien se trata de encontrar políticas en las que la apertura sea una dimensión fundamental. Para ser un poco provocador, diría con Massimo Cacciari que Europa debe dirigir su "decadencia" con la máxima creatividad, porque una de las salidas posibles de la crisis actual reside en el fin de la historia colonial de Europa. En esta perspectiva, ya que Europa más que ningún otro conjunto en el mundo tuvo que sacar conclusiones de su expansionismo, luego de su retirada, y que esto ha enriquecido no solamente a su cultura sino también a sus concepciones políticas, tiene efectivamente un gran papel a desempeñar en la mediación política y la circulación de ideas. Daría un pequeño paso demás, si Ud. quiere, partiendo de la constatación que Europa, en la crisis que acabamos de vivir, ha representado virtualmente un punto de vista internacionalista. Globalmente, la noción de internacionalismo me parece más fuerte y más justa que la de multilateralismo. La alternativa a la pretensión de soberanía universal puesta en marcha por EEUU, en una época de mundialización de intercambios, es la elaboración de un nuevo internacionalismo. Me reprocharán estar siempre bajo la influencia de mi práctica de Marx, pero estoy persuadido que hay allí una herencia viva, con la condición que logremos encontrar los actores, los proyectos y las formas que convengan. Europa podría imponerse así como protagonista en el tratamiento del problema Norte - Sur, y en la refundación de las instituciones y del derecho internacional. Cada uno de sus lugares desordenados penetra a los otros y de alguna manera, son completamente interdependientes. Se trata de encontrar una expresión política común a las iniciativas que defienden el desarrollo durable en el Sur y los derechos sociales en el Norte. Para lo concerniente a las instituciones internacionales, se trataría de ir un poco más lejos en la exigencia de la democracia que el combate para conservar o adquirir un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Si quiere ser lógica consigo misma, con su historia, Europa debe hacerse eco de las exigencias "mundiales" de su zona "regional": por eso yo digo que la acción para un nuevo orden internacional pasa ante la afirmación de identidad específica, y debe transformarla desde el interior.

12 de mayo 2003.
NOTAS:
1 Europa, América, la guerra: ensayo sobre la mediación europea. Etienne Balibar, Ed. La découverte, colección "Cahiers libres", abril de 2003, 192 páginas.


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