EEUU

Un ataque redoblado a la política de guerra norteamericana

 

Autor: Charles A. Kupchan

Fecha: 22/10/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: New York Times


Mientras se acumula la carga de la estabilización de Irak, muchos norteamericanos se preguntan si su gobierno se ha desviado de su curso. La acusación de John Newhouse a la política exterior del presidente Bush aparece en un momento oportuno, ofreciendo una enumeración lúcida y accesible donde explica cómo la administración ha hecho más para arriesgar a los Estados Unidos en lugar de aumentar su seguridad.

Newhouse comienza con las ideas que forman la política, exponiendo los peligros de los dos pilares de la doctrina Bush, de guerra preventiva y pre-eminencia. Abrazando el principio de la prevención, Bush se arriesga sentando un precedente, donde países individuales pueden decidir por sí mismos cuándo iniciar una guerra contra una amenaza sospechada.

El autor dice que una doctrina de prevención también estorba el control democrático, haciendo que la toma de decisiones en la guerra y la paz dependa de información de inteligencia no abierta al público. (Varios de los informes de inteligencia que Bush hizo públicos para justificar la guerra de Irak eran de dudosa certeza). Newhouse señala además que la inclinación de Bush a la prevención sesga las prioridades, empapando con recursos la reconstrucción de Irak, que deberían ser gastados contra la proliferación de armas de destrucción masiva.

Una doctrina de pre-eminencia norteamericana es problemática de forma similar. Los Estados Unidos tienen una dominación militar sin rival, pero la exageración de Bush del “rol y la utilidad del poder militar a secas” ha alimentado su actitud desdeñosa hacia los aliados. Un sentido ilusorio de omnipotencia ha hecho también que la administración subestime la importancia de la diplomacia, llevando a posturas inflexibles que le han costado a Estados Unidos tanta buena disposición en el exterior.

Newhouse señala que la imagen de EEUU en el exterior podrá comenzar a recuperarse "siempre y cuando Washington suavice su enfoque del mundo siendo menos unilateral y amenazante y más inclinado a operar con sensibilidad hacia las visiones de otros".

El autor se mueve luego del principio a la práctica, catalogando los efectos inoportunos de los excesos doctrinales de Bush. Su crítica de la guerra de Irak sostiene que Bush basó la acción militar en suposiciones erróneas, arruinó la diplomacia preguerra en las Naciones Unidas y fracasó en preparar la reconstrucción de posguerra. Los demócratas también reciben críticas, cuando el Newhouse dice que "fueron intimidados, reacios a enfrentarse a un presidente que logró con cierta habilidad hacer de la seguridad nacional el asunto primordial".

En la sección más fuerte de "Imperial America", Newhouse hace el recuento de las oportunidades perdidas que surgen de la fijación de Bush en Saddam Hussein. La lista es larga y problemática.

En la cima está Pakistán, un país que "probablemente se destaque en los próximos años como uno de los lugares más peligrosos del mundo actual" por una volátil combinación de armas nucleares, inestabilidad política, redes terrorista y radicalismo islámico, pero en lugar de eso Washington se centró en el peligro menor que emanaba de Bagdad. Lo mismo para Corea del Norte. A pesar de los esfuerzos abiertos de Pyongyang para construir armas nucleares, Bush minimizó esa amenaza para mantener a los norteamericanos centrados en la inminente campaña contra Irak.

Mientras tanto, dice Newhouse, la administración Bush perdió la oportunidad de recuperar las relaciones con Irán, un país cuyo capital intelectual y social le da el potencial para anclar la estabilidad en la región. Después de los acontecimientos del 11 de septiembre, el gobierno iraní apoyó -aunque tentativamente- la campaña norteamericana en Afganistán, y los moderados en Teherán estaban ganando terreno contra los clérigos radicales. Sin embargo Bush marcó a Irán como un miembro del eje del mal, debilitando a los reformistas y desechando las oportunidades de reconciliación entre Washington y Teherán.

Estas oportunidades perdidas son lo más inquietante del daño que Bush ha hecho a la Alianza Atlántica, dice Newhouse. Con los Estados Unidos y sus socios clave en Europa alejados antes de la guerra de Irak, todavía está por verse si la alianza sobrevive a la ruptura estratégica que se ha abierto a través del atlántico.

El recuento de Newhouse de las fuentes políticas e ideológicas de estos errores estratégicos es menos persuasivo que su crítica de la política norteamericana. Tiende a asignar una falsa uniformidad a Bush y sus consejeros, amontonándolos (menos al Secretario de Estado Colin L. Powell) como guerreristas neoconservadores.

Newhouse insiste, por ejemplo, en que Bush "llegó a Washington como un unilateralista convencido". Pero Bush es de la región central, el corazón interior de EEUU, lo que explica por qué, antes del 11 de septiembre, sus instintos aislacionistas fueron mucho más pronunciados que su apetito por el dominio global. La aversión la región central del país por la aventura imperial es una de las principales razones de la popularidad de Bush, ahora en retroceso.

El titular de Defensa Donald H. Rumsfeld y su secretario, Paul D. Wolfowitz, pueden ser halcones neoconservadores. Pero Rumsfeld, según se ha informado, tiene una noción más circunscrita del papel de EEUU en el mundo y comparte poco el entusiasmo de Wolfowitz por el esfuerzo expansivo norteamericano de llevar la democracia y el pluralismo al gran Medio Oriente. Sus desacuerdos sobre el alcance de la misión norteamericana en Irak contribuyeron a la insuficiencia de planificación para la estabilización de posguerra.

Newhouse quizás tendría que haber recurrido a su larga y distinguida carrera como periodista para explorar estas diferencias y echar más luz a quienes trabajan en el equipo de política exterior de Bush. El enfoque mísero de la Casa Blanca respecto sobre el flujo de información mantiene el mensaje pero deja a los norteamericanos en la oscuridad acerca de cómo se formula la política y cuánta influencia tienen piezas clave como el vicepresidente Dick Cheney y Condoleezza Rice, consejera nacional de seguridad.

Los norteamericanos necesitan saber más acerca de lo que pasa detrás de escena si actuaran sobre la advertencia siniestra de Newhouse de que "el poder militar norteamericano crece constantemente, aunque la seguridad general del país pueda estar disminuyendo, solamente porque sus prioridades están sesgadas y desequilibradas".

Charles A. Kupchan es profesor de Asuntos Internacionales en la Universidad de Georgetown y un viejo miembro del Consejo en Relaciones Exteriores.


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