EEUU

Para bien o para mal, se está transformando en la “guerra de Bush”

 

Autor: Elisabeth Bumiller

Fecha: 20/10/2003

Traductor: Celeste Murillo, especial para P.I.

Fuente: New York Times


Washington –Puede que no todo esté bien en la Casa Blanca si el presidente siente la obligación de afirmar, como hizo George W. Bush en una entrevista televisiva la semana pasada, que "la persona que está a cargo soy yo". Si un presidente tiene que indicar lo obvio -en 1995, Bill Clinton anunció memorablemente que él todavía era relevante- es más que probable que algo, en algún lugar, ande mal.

En este caso, fue el manejo de política de Bush sobre Irak, o al menos la percepción pública de esta política. El comentario del presidente se suponía que lleve a casa el mensaje de que la ocupación norteamericana sería ahora supervisada por la Casa Blanca, y no por el Pentágono. Específicamente, esta política sería dirigida por el nuevo "Grupo de Estabilización de Irak", dirigido por Condoleezza Rice, consejera nacional de seguridad, que trabaja al final del pasillo del Ala Oeste, junto al Sr. Bush y es una de sus colaboradores más cercanos.

Para la mayoría de los críticos del presidente y algunos de sus partidarios, el cambio fue un demorado intento de la Casa Blanca de ganar control de la denominada "guerra de Rummy (D. Rumsfeld)", pero que la historia recordará como la guerra de Bush.

Para otros, sin embargo, el cambio representa un riesgo significativo para Bush. La toma de decisiones, discuten, está ahora aún más cerca de la Oficina Oval, sin nadie más que el presidente para culpar cuando cosas salgan mal.

"Aumenta los riesgos políticos considerablemente", dijo David M. Kennedy, profesor de Historia de la Universidad de Stanford. "El presidente se ha despojado esencialmente de una cobertura política posible, que podría necesitar. Lo siento como un signo de verdadera urgencia, y de posible desesperación política, que está listo a llevar esto a la Casa Blanca y exponerse de esta manera".

El Secretario de Defensa Donald H. Rumsfeld, agregó el Sr. Kennedy, no puede ser más el caudillo público de la administración. "Rumsfeld está esencialmente fuera de esto”, dijo Kennedy. "Son Condi y la Casa Blanca los que tienen ahora el control. Bush realmente ha renunciado a la opción de tener alguien en quien descargar las responsabilidades".

La historia norteamericana está repleta de ejemplos de presidentes que llevaron las políticas contenciosas a la Oficina Oval y pagaron su precio. Lyndon B. Johnson eligió bombardear objetivos en Vietnam, y tenía un asesor de seguridad nacional muy cercano, Walt W. Rostow, que fue partidario implacable de la intervención militar en el sudeste asiático.

De forma similar, Jimmy Carter llevó su política energética directamente a la Casa Blanca, bajo las órdenes de su secretario de energía, James R. Schlesinger, en un momento de racionamiento y colas para conseguir gasolina. La profunda participación de Carter reforzó la visión pública de esa política como suya. "Cuando fracasó, recibió el 100% de la culpa", dijo Bruce J. Schulman, profesor de historia de la Universidad de Boston.

Un contra-ejemplo es Ronald Reagan, que escapó a mucha de la culpa por el bombardeo a las barracas de la Marina en 1983 en el Líbano, donde murieron 239 norteamericanos. El Sr. Schulman dice que la Casa Blanca cambió de manos el manejo de las repercusiones, retirando a los marines, y la entregó al Secretario de Defensa Caspar W. Weinberger.

"Reagan manejó muy hábilmente esa política entregándola al Pentágono, para así continuar su ejercitación de músculos con la retórica del Imperio del Mal", dijo el Sr. Schulman. "También desvió parte de la responsabilidad por esta operación que dejó un sabor amargo en todos. Habría sido un fracaso mucho más visible si hubiera sido dejado en manos de la Casa Blanca".

En la actual administración, es posible que haya otros peligros al llevar un asunto como el de Irak bajo el control directo de la Casa Blanca. "La Casa Blanca puede caer en la trampa de un manejo micro de estos grandes y extendidos proyectos", dijo David R. Gergen, consejero de la Casa Blanca durante las administraciones de Nixon, Ford, Reagan y Clinton. "Una ironía es que en los ‘70, fue el mismo Dick Cheney, luego de servir como jefe de personal de la Casa Blanca, quien habló públicamente sobre los peligros de una Casa Blanca que trata de sobre-manejar la política de seguridad".

Para otros, los peligros valen los beneficios de tener la política controlada por la Sra. Rice, cuyo trabajo, a fin de cuentas, deberá clarificar las directivas entre la Casa Blanca, el Pentágono y el Departamento de Estado. "La Casa Blanca es la única organización, a través de la N. S. C., que puede manejar un asunto de esta complejidad", dijo Ivo H. Daalder, un miembro de larga data de Brroking Institution, que fue parte del personal del Consejo Nacional de Seguridad durante el gobierno de Clinton. La otra implicación práctica, agregó, fue que Rumsfeld tendría menos poder sobre las operaciones diarias en Irak, inclusive la Autoridad Provisional de la Coalición, dirigida por L. Paul Bremer III.

"Nunca más tendremos el veto de personas, de parte de Rumsfeld para la C. P. A. porque a él no le gustan", dijo Daalder, autor, con James M. Lindsay de "EEUU sin restricciones: la Revolución de Bush en la Política Exterior".

Estas visiones agudamente opuestas pueden existir porque nadie tiene en este momento una idea clara de lo que hará el Grupo de Estabilización de Irak -o si fue una medida decorativa de la Oficina Oval en un momento de declinación del público a la política del presidente en Irak. La Casa Blanca, que ha procurado calmar al Sr. Rumsfeld después de haberse quejado públicamente por su pérdida de poder frente a Rice, ha sido de poca ayuda para describir su función.

Scott McClellan, el secretario de prensa de la Casa Blanca, dijo la semana pasada que el Pentágono "continúa siendo supervisor de la reconstrucción de Irak", mientras la operación de Rice era "sólo otro grupo coordinador dentro de la estructura del Consejo Nacional de Seguridad", operando en "cuatro células separadas".

Cualquiera sea el rol del Grupo de Estabilización de Irak, o las implicaciones de mudarlo cerca de la Oficina Oval, la realidad es que la invasión de Irak y la ocupación del 2003 estarán atadas al comandante en jefe que dio las órdenes. "Siempre hay una delgada capa de protección política cuando el manejo de los problemas de administración es cultivado fuera a las agencias", dijo Gergen. "Pero cuando una política va horriblemente mal, el presidente tiene la culpa de todos modos".


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