Opinión y Análisis

> 18/04 - Así lo ven... los medios internacionales

 

Autor: Varios

Fecha: 18/4/2004

Fuente: Varias


De nuevo, a la ONU
Editorial

El país

Ante el brutal deterioro de la situación en Irak, la Administración de Bush se está viendo obligada a volver a dirigir su mirada hacia la ONU.
El propio Bush ha declarado que busca una nueva resolución del Consejo de Seguridad para que otros países envíen tropas a Irak. Y ha aceptado que sea la ONU la que designe el Gobierno provisional que, al menos formalmente, asumirá la soberanía del país desde el 30 de junio hasta las elecciones, previstas para principios de 2005. Incluso la Constitución provisional, impuesta por Estados Unidos, está en el aire.
Washington necesita también a la ONU, a su secretario general, Kofi Annan, y al enviado especial de éste a Irak, Lajdar Brahimi, para corregir un error básico: la falta de interlocución con los chiíes, y especialmente con su líder espiritual, el gran ayatolá Sistani. Éste se ha negado desde el principio a recibir en la hoy sitiada ciudad santa de Nayaf al jefe de la Administración ocupante, Paul Bremer, aunque ha recibido a Brahimi. Sistani ha lanzado una dura crítica contra los ataques de la coalición a Faluya, donde las tropas de EE UU libran encarnizados combates contra los suníes, y ha avisado de que todo ataque a Nayaf, donde se ha refugiado el ahora enemigo número uno de EE UU, Múqtada al Sáder, o a la ciudad de Kerbala llevaría a un levantamiento de todos los chiíes de Irak.
Quizás el camino que esté dispuesto a recorrer EE UU en la ONU no sea suficiente para que otros países, como Francia o algunos Estados árabes, puedan siquiera contemplar el envío de fuerzas. Los secuestros -que ya han llevado a la terrible ejecución grabada de un italiano-, las amenazas a empleados de empresas, los combates y atentados y el caos general minan las posibilidades de la reconstrucción. Aunque Blair siga con su pleno apoyo a Bush, los europeos, como se ha visto en la reunión de los ministros en Irlanda, empiezan ya a coincidir en que la estrategia de Bush es equivocada, no sólo en Irak, sino también en el conflicto entre israelíes y palestinos.
La nueva resolución del Consejo de Seguridad puede aún tardar. Requiere al menos otro viaje a Irak de Brahimi, lo que complica el calendario de Zapatero y puede llevar a acelerar la decisión sobre el regreso de las fuerzas españolas. A finales de mayo o principios de junio debería comprobarse si es posible en cuatro semanas más llegar a un acuerdo en Nueva York.

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Anatomía de un asesinato
Por Claudio Uriarte

Página 12

Algunos ven locura en sus métodos, pero también puede verse método en su locura. Superficialmente, podría leerse que el primer ministro israelí Ariel Sharon, en su entrevista en la Casa Blanca esta semana, consiguió carta blanca del presidente norteamericano George W. Bush (lo que puede y quizá deba atribuirse al poder del lobby judío con vistas a la reelección presidencial estadounidense en febrero) para asesinar ayer a Abdelaziz al Rantisi, jefe militar, en efecto, del grupo fundamentalista Hamas, luego del asesinato de su jefe espiritual, el jeque ciego Ahmed Yassin, hace casi un mes. Pero esa versión escamotearía la dimensión más fundamental del permiso, dentro de la cual Rantisi es poco más que una nota a pie de página. Para bien o para mal, las líneas directrices de lo que va a ocurrir en Medio Oriente en los próximos meses -o quizás años- se parecen un poco a la famosa definición de León Trotsky luego de su forzado tratado de Brest-Litovsk, en 1918: “Ni paz ni guerra”. O, para decirlo en términos más contemporáneos, una “guerra de baja intensidad”. Pero también es una guerra de desgaste (war of attrition). Y, ciertamente, es una guerra no convencional.

Sharon y su segundo, el viceprimer ministro y ex alcalde de Jerusalén Ehud Olmert, tomaron en las últimas semanas varias decisiones estratégicas que a primera vista parecen incoherentes, pero que, vistas más de cerca, tienen su sentido. Al menos para ellos. Una, construir una valla de seguridad (que en algunas secciones se parece a un muro medieval, en otras a zanjas rodeadas de alambres de púa, y en otras, a simples paredes con puertas acerrojadas) para contener el ingreso de terroristas kamikazes. Otra, retirar una buena cantidad de colonias judías enclavadas en la Franja de Gaza, mientras se retiene en racimo (o cluster) de colonias cisjordanas más próximas a la antigua “línea verde” que oficiaba de frontera entre Israel y Cisjordania antes de la guerra de 1967. Otra más, trazar la valla (o el muro de seguridad, como se prefiera) al modo de un enorme laberinto de cerrojos que divide a los territorios árabes de modo tal que las familias palestinas tienen problemas para verse; la entrada a Israel es difícil; una aldea puede ser inaccesible a la más próxima y el muro penetra, aísla y rompe zonas que los palestinos consideran suyas. Y la última (hasta ahora) de estas decisiones estratégicas, anunciada por el propio Sharon tras el asesinato del jeque Yassin, fue la de matar a los principales “responsables de los asesinatos de civiles inocentes”, entre quienes nombró de modo explícito a Yasser Arafat, a quien tiene bajo virtual prisión domiciliaria en la sede de su desgobierno en Ramalá, y al jeque Hassan Nasralah, líder del Hezbolá libanés.

Es un paquete de decisiones muy pesimistas, que toma bajo premisa que no habrá paz para los palestinos por muchos años -si no por décadas-. Si los anteriores gobiernos pacifistas apostaban a un matrimonio, Sharon y Olmert apuestan a un divorcio. Pero un divorcio, ya se sabe, tampoco es sencillo. Lo que Sharon y Olmert están tratando de hacer con su valla de seguridad es crear una pared nedianera llena de candados para evitar el ingreso de vecinos indeseables. Ahora, si quieren hacer eso, tienen que retirar las colonias más alejadas: lo opuesto demandaría construir larguísimos corredores de seguridad que serían blancos rutinarios de los palestinos, un poco al modo en que los ya rutinarios ataques iraquíes a los convoyes norteamericanos en Irak recuerdan a los westerns del tipo de La diligencia. Pero, Houston, tenemos un problema. Si ellos dejan a Cisjordania y Gaza completamente solas, ¿qué les garantiza que no se constituya allí un Estado Palestino de facto, un Estado que seguramente será hostil, reclamará la totalidad de la Palestina bíblica y servirá de plataforma de ataque contra el Estado judío? De allí se deducen las medidas más irritantes que han implementado: interrumpir la contigüidad territorial de las zonas a ser entregadas y proceder al asesinato de los líderes más probables a ocupar la jefatura del nuevo Estado de facto a crearse.
Cómo pudo aceptar Bush este paquete peligroso, explosivo y potencialmente sanguinolento, que desobedece todas las normas del saber convencional conservador y que cuenta con el explícito “no” de su propio Departamento de Estado es una pregunta quizá sólo válida para los expertos en los arcanos de la mente presidencial, pero posiblemente sea el resultado de una mezcla entre el electoralismo y su obsesión antiterrorista. Pero, en todo caso, el asesinato de Rantisi prueba que el plan está en operaciones.

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Entrar o no, ésa es la cuestión
Por Patrick Cockburn

The Indepentent para Página/12
Traducción: Ximena Federman


Una oleada de fuego y humo negro emerge de la parte trasera de una camioneta blindada norteamericana, que fue alcanzada por un lanzagranadas misilístico en una autopista hacia el aeropuerto de Bagdad. Un grupo de resistencia advierte a los iraquíes que no utilicen las carreteras y promete más ataques. Irak está repleto de señales de la creciente intensidad de la guerra. 21.000 soldados se quedarán en el país al menos tres meses más; de esta manera, sus generales han roto la promesa de que retornarían a casa después de un año en Irak.

Nunca hubo tanta diferencia entre la realidad de la guerra y las insípidas declaraciones del presidente George Bush y el primer ministro Tony Blair sobre el progreso que se está haciendo. Bush repetidamente les ha dicho a los norteamericanos que la soberanía será entregada a los iraquíes el 30 de junio. En realidad, no hay una autoridad iraquí legítima a la cual se le pueda entregar la soberanía.

El consejo gobernante iraquí designado por Estados Unidos, considerado por los iraquíes como un simple títere norteamericano, tiene aún menos credibilidad que antes acerca de las últimas crisis en Faluja y Najaf. Las fuerzas de seguridad iraquíes –policía, ejército y unidades paramilitares– entrenadas por Estados Unidos han demostrado en las últimas dos semanas no estar preparadas para luchar en contra de sus pares iraquíes.

Estados Unidos y Gran Bretaña la semana pasada se aferraron a la participación de la ONU al elogiar un plan presentado por su enviado, Lakhdar Brahimi. El plan propone terminar con el consejo gobernante y designar un nuevo gobierno elegido, entre otros, por la ONU.

“Es un plan para el año pasado, no para este año”, dijo un político iraquí. Expresó que es una mala señal para cualquier futura participación de la ONU el hecho de que Brahimi, a pesar de estar rodeado por guardaespaldas, había estado prácticamente confinado a la “Zona Verde”, el custodiado recinto de oficinas y residencias controlado por la coalición en el centro de Bagdad. Un líder chiíta que, por convicción, nunca ha entrado a esta zona, recordó: “Brahimi prácticamente me rogó que lo fuera a ver, diciendo ‘no me dejan salir’”. Si el centro de Bagdad es considerado demasiado peligroso para un funcionario de la ONU que está fuertemente protegido, ¿la organización realmente mandará a miles de sus funcionarios al país? Es difícil imaginar a la ONU o a la OTAN tomando un rol importante en el futuro de Irak, a menos que Estados Unidos se retire, y no hay señales de que esto ocurra. Ha mostrado poca inclinación a compartir el poder. El consejo gobernante dice que a pesar del compromiso asumido por Paul Bremer, el administrador estadounidense en Bagdad, de consultarlo por temas de seguridad importantes, no se preocupó por avisar de la intención de los marines de sitiar Faluja.

Es difícil que Estados Unidos y Gran Bretaña logren tentar a otros países para que envíen tropas a Irak. La semana pasada quedó claro lo peligroso que es este país. En un momento hubo 40 rehenes extranjeros. Tres japoneses –dos voluntarios y un periodista– fueron liberados y otros dos periodistas que habían sido inmediatamente secuestrados, ayer fueron liberados. Un guardia de seguridad italiano, uno de los cuatro secuestrados, fue asesinado. Un soldado norteamericano, capturado cuando su convoy fue atacado al oeste de Bagdad, fue mostrado en un video realizado por guerrilleros. Algunos clérigos sunitas y chiítas han condenado los secuestros. Pero los rebeldes han aprendido que tomar rehenes es una forma rápida de publicidad y presiona intensamente a los gobiernos. Estados Unidos está pagando un alto precio por privatizar algunas funciones militares. La cantidad de extranjeros en el país está descendiendo rápidamente por la evacuación de cientos de ingenieros rusos que trabajaban en energía.

Las dos crisis que enfrenta Bremer, el jefe de la autoridad provisional de la coalición en Bagdad, demuestra la fuerza y la debilidad de la posición estadounidense. En Faluja y en Najaf, las tropas norteamericanas se enfrentan a grupos, posiblemente menos de mil en cada caso, de combatientes de la resistencia que no están fuertemente armados. Las guerrillas, en el primer caso sunita y en el segundo chiíta, podrían ser derrotadas en pocas horas. Pero, en contraste con su fuerza militar, Estados Unidos está demasiado debilitado políticamente como para lanzar ataques por tierra a toda energía.

Si Estados Unidos tomara Faluja, además de aumentar la ya alta cantidad de bajas civiles, alienaría a 3,5 millones de sunitas iraquíes. Antes los sunitas, la base del régimen de Saddam Hussein, no estaban contentos, pero solamente una minoría dio su apoyo total a la resistencia armada contra la ocupación. El castigo colectivo de Faluja significa que sunitas educados de clase media de Bagdad, quienes vitorearon la caída de Saddam, se han convertido en firmes opositores a la ocupación. Faluja se ha convertido en un símbolo nacionalista.

Estados Unidos también está impedido de utilizar su fuerza militar contra Muqtada al Sadr y su ejército de Mehdi refugiado en Najaf y Kufa. Hay 2500 soldados norteamericanos que están fuera de Najaf. Estados Unidos demanda que Sadr se entregue a una corte iraquí y que desbande el ejército de Mehdi. Sadr ha dejado las negociaciones en manos de líderes religiosos chiítas y ha permitido el retorno de la policía a las comisarías.

Al igual que en Faluja, quizá más todavía, no hay dudas de que el ejército norteamericano pueda entrar a la fuerza a Najaf, la ciudad sagrada chiíta que tiene en su centro el templo de Imam Ali. Pero el gran ayatolá Ali al Sistani, el líder religioso de 15-16 millones de chiítas iraquíes, ha hecho saber (él personalmente no hace declaraciones) que vería la entrada de tropas norteamericanas a Najaf o a Kerbala como un punto de no retorno.

El ayatolá Sistani no ha dicho qué hará si Estados Unidos ignorara su prohibición. Si el ayatolá Sistani u otros líderes religiosos piden medidas de resistencia –aun marchas y la renuncia de todos los chiítas del consejo gobernante–, serán obedecidos. Bremer está pagando un precio extraordinariamente alto por su plan mal concebido para eliminar a Sadr, quien nunca fue demasiado popular entre los chiítas. Lo ha elevado al status de potencial mártir.

Un observador chiíta dijo: “Los norteamericanos simplemente no entienden que si los chiítas tienen que elegir entre Sadr y Sistani, la gran mayoría elegirá a Sistani. Pero si tienen que elegir entre Sadr y Estados Unidos, apoyarán a Sadr por encima de un ocupante extranjero”. Todavía es un misterio para los iraquíes por qué Bremer ha demostrado tan poco juicio político. Pareciera no haber coordinación entre él y los uniformados del ejército norteamericano. El Dr. Hussain Shahristani, una figura chiíta influyente de Kerbala, le dijo a The Independent: “Los norteamericanos no comprenden el sentimiento chiíta. Han perdido por completo la confianza chiíta”. En el sur de Irak, funcionarios británicos y polacos anónimamente critican fuertemente las acciones norteamericanas.

La próxima semana será decisiva para Estados Unidos en Irak. Si ataca Faluja o Najaf, el costo político será enorme. Pero si no lo hace, los iraquíes interpretarán que no se atreven a eliminar a los mismos opositores que habían jurado destruir.

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Israel ejecutó con un misil al líder más importante de Hamas (extractos)
Por Shlomo Slutzky

Clarín

El jefe del movimiento fundamentalista islámico Hamas en Gaza, Abdel Aziz Rantisi, murió ayer en esa ciudad al ser destruido su automóvil por misiles lanzados por un helicóptero israelí (...)

Israel había intentado asesinar con anterioridad a Rantisi el 10 de junio. Hamas respondió a ese ataque con un atentado suicida en Jerusalén que dejó 16 israelíes muertos.

La Autoridad Nacional Palestina condenó el asesinato de Rantisi y calificó el atentado de "terrorismo de Estado". "Ahora es evidente ante los ojos del mundo que el pueblo palestino necesita más que nunca de protección internacional", dijo el ministro palestino Saeb Erekat. Según informó el Canal 2 de la TV israelí, por primera vez en su historia el propio Hamas exigió la intervención internacional para defender a los palestinos.

El presidente palestino, Yasser Arafat, condenó el ataque y señaló en un comunicado: "Al decir adiós a un valiente jefe combatiente, el presidente Arafat y la dirección palestina reafirman que los crímenes de la ocupación no harán más que reforzar nuestra resistencia frente a la barbarie de la ocupación".

Y el primer ministro palestino calificó la muerte de Rantisi de "resultado directo" del apoyo de Estados Unidos a Israel. "El gabinete palestino considera esta campaña terrorista israelí como un resultado directo del apoyo estadounidense y de la total inclinación del gobierno estadounidense hacia el gobierno israelí", dijo Ahmed Qureia.

Después del asesinato de Yassin, el gobierno de Israel advirtió que "acabaría" con toda la organización. El ministro de Defensa israelí, Shaul Mofaz, había manifestado que "todos los dirigentes de Hamas y los otros grupos terroristas" eran objetivos de Israel. Tzaji Hanegvi, el ministro de Seguridad Interior de Israel, fue más específico: "Nadie está inmune, ni siquiera aquellos que aparecen en televisión", dijo en alusión directa al entonces portavoz de Hamas, Abdel Rantisi.

Poco después de confirmarse la muerte de Rantisi, Mofaz declaró que "seguiremos atacando a los líderes de las organizaciones terroristas, a la par de dar pasos efectivos en el terreno político", haciendo de esta manera referencia al plan de "separación" del primer ministro, Ariel Sharon, que recibió esta semana el espaldarazo del presidente George Bush y que será presentado hoy oficialmente al gabinete israelí.

Observadores políticos señalaron anoche que si bien la eliminación de Rantisi fue aprobada ya hace largos meses, la coyuntura en la que se produce —unas horas antes de esa presentación y a dos semanas de la votación interna sobre este plan en el oficialista partido Likud—, le facilitará a Sharon lograr la aprobación mayoritaria de su iniciativa".

En los últimos días, los sectores de ultraderecha lanzaron una campaña contra el plan de "separación", que implica la retirada israelí de todas las colonias de Gaza y de un puñado de Cijsordania. A la cabeza de este movimiento está el ministro sin cartera Uzi Landau, quien, tras aplaudir la acción contra Rantisi, afirmó: "Para mantener la capacidad de continuar realizando este tipo de operativos, es necesario permanecer cerca de las bases del terror. De retirarnos, perderemos la ventaja de información de inteligencia que nos permite la ocupación militar".

Yossi Beilin, jefe del opositor frente de izquierda Yahad, y artífice de los acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos, consultado por Clarín declaró: "Un Estado que convierte a la eliminación selectiva en un arma cotidiana, atenta contra la democracia y a la vez contra su propia seguridad, ya que la muerte de un líder como Rantisi y semanas atrás la del jeque Yassin, hace nacer a decenas y cientos de desesperados que optarán por el terror como única vía".

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Sólo pasos hacia atrás en la crisis de Oriente Medio
Por Marcelo Cantelmi

Clarín

Es una tarea ardua hallar en la historia reciente un momento tan explosivo y terminal en la crisis de Oriente Medio como el que hoy parece aplastar con pies de gigante lo poco que se había construido en la perspectiva de la paz.

No debería sin embargo sorprender esta involución. Está inscripta en una política internacional en la que, como no hace mucho sintetizó el ex canciller francés Dominique de Villepin, sólo acaban fortalecidos los factores de desorden.

Estados Unidos tuvo, en el pasado, la decisión y voluntad de, por lo menos, mantener el choque nacional israelo-palestino en la cornisa y evitar que se deslice al abismo. Luego de los ataques del 11 de setiembre, George Bush llegó a reclamar la construcción de un Estado palestino como fórmula para acabar un foco de violencia que es usina de pretextos y milicias para la dialéctica del terror.

Pero el escenario ha mudado hoy de modo radical. El lastre de Irak esta lanzando señales preocupantes sobre la posibilidad de sobrevivencia del gobierno republicano en las elecciones de noviembre. Así, la decisión de mantener cautivo a los electores de la influyente comunidad judía y también a los cristianos de derecha, explica el irrestricto apoyo de Washington a todo el programa del controvertido premier israelí Ariel Sharon.

No es un factor casual que el asesinato, ayer, del nuevo líder de Hamas Abdel Aziz Rantisi, se haya producido apenas horas despues de una entrevista de alcances históricos que sostuvo Sharon con Bush en la Casa Blanca .

Ese ataque con misiles, como el de hace un mes que despedazó al jefe espiritual de Hamas, el jeque Yassin, son ejemplos de la autonomía que Washington otorga a Israel, pese a los duros cuestionamientos que produce en el mundo y aun en Israel, la práctica del asesinato selectivo. Pero el eje que debe observarse no es ese método de represión como hecho aislado, sino que su ejercicio confirma la noción prevalente de que no hay espacio ni interés para un auténtico plan de paz.

En otras palabras, los israelíes moderados han demandado con ejemplos como el Plan Ginebra, la necesidad de un retiro unilateral hacia las fronteras previas a la guerra de 1967 como condición excluyente para aliviar las tensiones, y permitir la construcción de un Estado palestino pleno. Ello dejaría a la intemperie a los terroristas que se apoyan en la ocupación para sus acciones suicidas.

El gobierno de Sharon no coincide con ese punto de vista. Por el contrario ha fomentando como nunca antes la práctica de la colonización lo que aumenta la tensión y la humillación de los palestinos. El punto más grave de esta escalada, ha sido la inesperada decisión de Bush de avalar por primera vez en la historia esas cuestionadas políticas territoriales.

La declaración de la Casa Blanca es el permiso para la anexión de enormes asentamientos en Cisjordania donde viven 200.000 israelíes. Bush, presionado por su urgencia electoral, ignoró así políticas históricas de su país que incluían a la colonización de los territorios como uno de los grandes obstáculos para la paz.

Implicó además la modificación unilateral de fronteras violando el compromiso de que solo seria posible hacerlo con acuerdo de ambas partes. No menos grave, aunque se trate de un ejemplo más de la pérdida de autoridad de la ONU, Bush desconoció resoluciones como la 242 que exige a Israel el retiro a las fronteras anteriores a la guerra de 1967. De igual modo, dejó en el aire la Hoja de Ruta, ese intento retórico que garabatea un plan de paz, hoy de improbable destino.

Conviene señalar, para inhibir confusiones innecesarias, que la práctica de la colonización no sólo la condenan los opositores de los halcones del gabinete de Sharon. David Ben-Gurión, uno de los padres fundadores del Israel moderno, planteó hace más de 30 años que "la paz es más importante que los bienes inmuebles" y demandó el respeto por las fronteras originales. Es improbable que la paz auténtica merodee lejos del alcance de la grandeza de esa visión.

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Es culpa del otro
Por Jorge Elías

La Nación

Es culpa de Bush por haber desdeñado mis advertencias, dijo Richard Clarke, ex zar de la lucha antiterrorista de la Casa Blanca. Es culpa de un problema estructural que nos impidió unificar la información sobre los atentados, dijo la consejera de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice. Es culpa del secretario de Justicia, John Ashcroft, por no haberme escuchado, dijo Thomas Pickard, ex director del FBI. Es culpa del gobierno de Clinton por haberse puesto una venda en los ojos frente al terrorismo, dijo, a su vez, Ashcroft. Es culpa de Ben Laden, pues.

Soluciones mágicas no había, según Rice. Ni soluciones mágicas ni modo de evitar los atentados del 11 de septiembre de 2001. Bush, empero, era preso de una obsesión: "¿Crees que Irak haya sido el responsable de los ataques en Nueva York y en Washington?", espetó. En la mirada sombría de Clarke, en el cargo desde el gobierno de Clinton, halló un gesto de reprobación. Estaban solos, en la Sala de Emergencias de la Casa Blanca, un día después de la masacre.

Un memorándum confidencial de inteligencia fechado 37 días antes, el 6 de agosto, había sido ignorado. Olímpicamente ignorado, parece. "Ben Laden está decidido a atacar a los Estados Unidos", decía. Lo recibió Bush en su rancho de Crawford, Texas. En él, desclasificado por instancias de la investigación encarada por la comisión bicameral formada en el Capitolio a raíz de las revelaciones de Clarke en el libro Against All Enemies (Contra todos los enemigos) , estaban previstos secuestros u otros tipos de ataques de Al-Qaeda en el país.

¿Dónde? ¿Cuándo? En algo lleva razón Bush: "Nadie me advirtió nada específico". En ese momento, el FBI investigaba 70 casos vinculados con una eventual conjura terrorista contra edificios federales. Ben Laden había dejado su huella en la voladura de las embajadas de los Estados Unidos en Kenia y en Tanzania, en 1998, respondida entonces por Clinton con artillería pesada contra Afganistán.

Militantes de Al-Qaeda, con apoyo de ciudadanos norteamericanos, habían creado una estructura en los Estados Unidos, sin embargo. En su testimonio ante la comisión, Rice dejó entrever que sabía que podían secuestrar aviones comerciales, pero no imaginaba que iban a usarlos como misiles, con sus pasajeros a bordo, contra un símbolo del mercado libre, las Torres Gemelas, reflotando aquello que los militares llaman amenazas asimétricas. Falló la imaginación, no la inteligencia.
La conjura de los recios

De ahí, el súbito y cruel retorno al estadio clásico de la historia: la guerra, desde Afganistán e Irak, no se libra por oposición ideológica, como antes de la caída del Muro de Berlín, sino por diferencias religiosas, étnicas y territoriales en procura, en última instancia, del control de los recursos naturales. Es culpa del petróleo, entonces.
¿Por qué, si no, Bush puso de inmediato el ojo en Saddam, y Donald Rumsfeld, jefe del Pentágono, puso la bala en su frente? Era sospechosa, para Clarke, la necesidad de hallar evidencias de su complicidad en los atentados. Era sospechosa, también, la presunción de sus vínculos con Ben Laden, por más que ambos coincidieran en el odio visceral hacia los Estados Unidos. Era sospechosa hasta la hipótesis urgente del presidente, transmitida a Rice: "Estoy harto de cazar moscas una por una". No había cazado una sola mosca, en realidad.

Seis días después de la reunión con Bush en la Casa Blanca, un memorándum de Clarke no surtió efecto frente a un gobierno, o parte de él, que, dijo, estaba empeñado en saldar las cuentas pendientes de la primera Guerra del Golfo y en replicar las sucesivas burlas del dictador de Bagdad a los inspectores de armas de las Naciones Unidas. La prioridad no era Irak, dijo Rice, pero los atentados habían abierto una veta. "¿A quién le importa un pequeño terrorista en Afganistán?", terció el segundo del Pentágono, Paul Wolfowitz.

El segundo de Clarke, mientras tanto, era Rand Brees, su mejor amigo. Lo sucedió en el cargo. Y renunció en 2003, ofuscado por la guerra. Ha pasado a ser, casualmente, el referente en asuntos de política exterior del candidato presidencial John Kerry. ¿Es culpa de los chicos de Boston, como llaman los republicanos a los senadores demócratas por Massachusetts? Ted Kennedy, hermano del finado JFK y tío político del gobernador Terminator, dijo que Irak era el Vietnam de Bush.

Quizá sea otra cosa. Sobre todo, si del control de los recursos naturales se trata la guerra: Halliburton, la antigua compañía del vicepresidente Dick Cheney, ha percibido 6000 millones de dólares en contratos en Irak, motivo de investigaciones del Departamento de Justicia por denuncias de cobros excesivos y de sobornos.

Las bajas son ajenas

Hasta el 2 de enero de 2001, excepto las pistas dudosas sobre las armas de destrucción masiva en poder de Saddam, no había una razón que justificara la obsesión de Bush de terminar con su régimen despótico. Ese día, por la mañana, la policía italiana descubrió que la embajada de Níger en Roma había sido saqueada. Desaparecieron un reloj y dos frascos de perfume. Nada, casi. En el piso había documentos revueltos. Entre ellos, unos de la inteligencia iraquí, fechados entre julio y octubre de 2000, que revelaban que Irak iba a comprar 500 toneladas de uranio puro para fabricar armas nucleares.

La cúpula de la CIA, entusiasmada, creía que tenía pruebas irrefutables contra Saddam. Con una salvedad: los organismos de Níger mencionados en los documentos ya no existían y el ministro de Relaciones Exteriores que firmaba al pie no estaba en el cargo desde hacía una década. Era una burda falsificación, pero se filtró en forma misteriosa en la Evaluación de Inteligencia Nacional de octubre de 2002.

Y dio pie a Bush, en su discurso del Estado de Unión, para afirmar: "El gobierno británico se ha enterado de que Saddam Hussein trató de adquirir recientemente cantidades considerables de uranio a Africa". En Londres, curiosamente, iba a ser hallado el cadáver de David Kelly, experto en armas biológicas que se había suicidado después de haber sido interrogado por el Parlamento como consecuencia de haber transferido información a la BBC.

La omisión de Níger y el desvío hacia Gran Bretaña en el discurso de Bush respondió a un plan: no comprometer al gobierno italiano, socio en la coalición bélica, y no apuntar al corazón de Níger. En ese momento, el secretario de Estado, Colin Powell, iba a demostrar en las Naciones Unidas que Saddam tenía un arsenal de armas prohibidas y que amasaba la bomba nuclear. No convenció a nadie. "Todo el mundo piensa que somos Tom Cruise -protestó el director de la CIA, George Tenet-. ¡Demonios, ni siquiera podemos escuchar los nuevos teléfonos celulares que usan algunos terroristas!"

Bush, urgido por el ala dura de su gobierno, estaba empeñado en declarar una guerra convencional, poniendo el ojo y la bala en Saddam, por más que el enemigo no fuera convencional. El resultado provisional han sido muertes propias y bajas ajenas. Entre 8000 y 10.000 civiles han perecido en Irak, varias veces más que en los atentados del 11 de septiembre de 2001, en los Estados Unidos, y del 11 de marzo de 2004, en España. Es culpa del otro, desde luego.

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Con dudas y furia, las familias de EE.UU. sepultan a sus caídos en Irak
Por Mónica Davey

The New York Times

En los suburbios de Milwaukee, familiares, amigos y hasta extraños lloraron la muerte de la técnica Michelle M. Witmer, en Bagdad. Algunos, además, manifestaron su indignación.

"A esta altura, quiero ir a buscarla y traerla a casa", dice angustiada Marie Galonski, en referencia a su propia hija, la técnica Juliana Bruening, que integra la división de Witmer y que recibió instrucción con ella. "Dijeron que volvería en un año, pero siempre se posterga. Ahora estoy aterrada e indignada. A Michelle no tendría que haberle pasado esto."

Aunque el presidente Bush declaró hace casi un año que la guerra había terminado, la semana pasada fue la más devastadora para los uniformados de EE.UU. Según el Pentágono, 64 efectivos murieron durante la semana que terminó el sábado pasado. Los muertos tenían entre 18 y 45 años, y al menos dos eran mujeres.

La muerte de Witmer (20) concitó mucha atención cuando su padre, John, instó a sus otras hijas, que también sirven en la Guardia en Irak, a que se quedaran en casa tras el entierro en lugar de volver a sus divisiones. En la multitud que llenó la iglesia local para recordar a Michelle, los familiares de otros soldados que están en Irak se hacían la misma pregunta. Algunos dijeron que aceptarían la postergación, como habían hecho con la guerra. Otras barajaban oponerse a la decisión. Algunos firmaron petitorios y otros anunciaron una marcha opositora.

Cuando el saldo de muertos estadounidenses supera los 670, a la manera de escalofriantes escenas relacionadas con los enfrentamientos y las tomas de rehenes que tienen lugar en Irak, los entierros ahora forman parte de la vida cotidiana de las ciudades.

Michelle ingresó a la Guardia Nacional en enero de 2002 y murió en Bagdad, cuando fue atacado el transporte de tropas en el que viajaba. Mandaba largas cartas desde Irak, en las que describía la violencia que veía, la ocasión en que estuvo por vomitar al ver a un iraquí ensangrentado, el caos de la sede policial de Bagdad donde trabajaba, el tránsito enloquecedor y los niños.

"Los chicos nos sonríen," —escribió— "nos hacen señas y nos persiguen diciendo: 'Señoritas, señoritas (...) por favor, agua; por favor, comida'. Esos chicos suelen vagar por la ciudad en harapos y sin zapatos. Algunos no deben tener más de 4 años. Me parte el alma no poder darles nada."

Más de 20 familiares de militares, miembros de Military Families Speak Out y Veterans For Peace, llevaron centenares de claveles —uno por cada militar muerto— a la puerta de la Casa Blanca el miércoles y afirmaron que querían que el presidente Bush pusiera fin a lo que consideran una guerra injustificada. "Se usa a nuestros seres queridos como carne de cañón", declaró Nancy Lessin, madre de un marine que servía en Irak.

En Terrell, Texas, la gente que estaba parada en la calle hizo silencio al paso de una carroza fúnebre. Algunos llevaban banderas; todos rindieron homenaje al sargento Gerardo Moreno, de 23 años, que murió el 6 de abril en Ashula, Irak, cuando combatientes iraquíes atacaron su división con una granada de propulsión a cohete.

Antes de partir, el sargento Moreno le dijo a su esposa, Teresa, y a su madre, Sandra, que tenía el presentimiento de que no volvería. "Y a pesar de todo partió con el coraje que sólo el Espíritu Santo puede brindar", dijo el reverendo Michael Forge. "Murió para que el pueblo iraquí pudiera tener la posibilidad de ser libre."

Otra larga fila de gente esperaba el miércoles en Memphis para pasar junto al ataúd donde yacía el cuerpo del capitán Brent Morel en su uniforme de marine. Morel, que tenía 27 años, murió el 7 de abril en Fallujah.

"Hay que librar esta guerra hasta el final", dijo su padre. "Y no con guantes de terciopelo. No quiero que la muerte de esos hombres y mujeres haya sido en vano. Eso me volvería loco."

En New Castle, Delaware, fue el entierro del cabo Anthony P. Roberts, un marine de 18 años. El padre de Roberts murió cuando su hijo aún era chico. A su entierro concurrió un grupo ecléctico: chicas que habían ido al colegio secundario con él y veteranos de Vietnam en Harley-Davidson.

Entre los muertos de la semana pasada están el cabo Christopher Ramos (26), de Albuquerque, un entusiasta jugador de béisbol que deja una hija de 18 meses; el técnico Jonathan R. Kephart (21), de Oil City, Pensilvania, que se sumó a las fuerzas tras los atentados del 11 de setiembre; el cabo Elías Torrez III (21), de Veribest, Texas, al que sus amigos llamaban E.T.; y el técnico Robert R. Arsiaga, de 25 años, de San Antonio, que se incorporó al Ejército "para hacerse hombre", según dijo su madre.

El martes por la noche, más de 800 personas acudieron a una iglesia católica de Vacaville, California, para recordar al técnico Casey Sheehan, del Ejército (24). Su convoy fue emboscado durante una misión de rescate en las afueras de Bagdad.

En este grupo de amigos, familiares y vecinos, muchos tienen ahora sentimientos ambivalentes respecto de Irak. "Tenemos que combatir a esos terroristas. Están convirtiendo en rehenes al país y al mundo. Esta es una guerra entre el bien y el mal", dijo Paul Pagarigan, amigo de la familia y sacerdote de la iglesia católica St. Mary's. Sin embargo, la tía de Sheehan, Dede Miller, señaló que la muerte le había hecho pensar que ya era hora de que los EE.UU. se retiraran. "Hay que poner fin a la locura", afirmó.

En el cementerio Vacaville-Elmira, el viento obligó a los tres guardias de honor —en lugar de los dos habituales— a plegar la bandera. Luego, tres salvas en honor al técnico Sheehan llenaron el aire.


     
 

 

   
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